Las niñas bien
Sinopsis de la película
En medio de casas de lujo, autos Grand Marquis y música de Julio Iglesias, Yuri y Menudo, Sofia (Ilse Salas) y un grupo de mujeres viven los devenires del clasismo, las buenas costumbres y las crisis económicas.
Detalles de la película
- Titulo Original: Las niñas bien
- Año: 2018
- Duración: 93
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Opinión de la crítica
Película
6.1
47 valoraciones en total
Ciudad de México ha sido uno de los lugares más fascinantes, sorprendentes, vivaces, estimulantes e inagotables de todos los que he podido visitar. En sus calles no hay una construcción planificada y un aspecto unificado como aquí en Europa, cada calle puede sorprender con una postal distinta y variada, siempre empapadas con ese aire desmañado, cutre y alegre. De hecho lo que más me gustaron fueron los lugares naco , ahí dónde escuchas nuevas variantes del español, pruebas nuevos sabores y, en fin, que puedes encontrar casi cualquier cosa que te imagines. Mas, cuando traspasas Reforma, la cosa ya es otra, se convierte en un lugar más ostentoso y que desea reafirmarse como una ciudad norteamericana, el vértigo vertical se impone, los rascacielos se multiplican, las mansiones desprenden lujo, todo es obligatoriamente imponente y lujoso/caro. Esa forma de construir y vivir refleja cierta mentalidad imperante en la clase alta chilanga, que mira con desdén hacia cualquier cosa que evoque mestizaje e indigenismo, prefiere orientar su mirada al norte y comprar el mismo vestido en Nueva York.
Los personajes de esta película sin duda vendrían a ser un reflejo de esa mentalidad. Gente que nació acomodada, que creció entre algodones y que al crecer han visto como todos los deseos se cumplían sin esfuerzo. Estas mujeres de Las Lomas se someten a cuidados de belleza, compran sus garras y montan opíparas fiestas con el único objeto de deslumbrar a sus amigas y a otros conocidos, obtener la aprobación o alabanza motivada por una de sus elecciones es el culmen de la existencia, el sazón de su ego. Alejandra Márquez Abella recrea un mundo dónde las mujeres viven como eternas adolescentes, las cosas que obtienen se materializan como consecuencia de su voluntad y no de su trabajo, como pago en las reuniones de trabajo han de saber estar calladitas, ser un bello adorno y ya en el conciliábulo del club las mujeres criticarán a sus maridos y a otras personas no presentes. Es un mundo sin causas y apenas consecuencias.
Por eso, debido a la gran recesión que se produjo en el país hacia 1982, la vida de estos personajes se trastoca y amenaza con un terremoto peor que el de 1985. El marido de Sofia, la protagonista, también ha vivido de las rentas, del trabajo de su padre, no sabe desenvolverse en los negocios, todo lo vino con facilidad, y cuando arrecian las vacas flacas, la familia al completo se ve expuesta al furor del oleaje. Una vez que se pincha el globo del dinero, las máscaras caen y las apariencias se desvelan tal como son. El amor matrimonial, el prestigio social, las amistades y la felicidad… de golpe nada parece seguro y tangible. Un mundo construido sobre el humo.
De Márquez Abella ya había visto Semana Santa y coincide con la presente Las Niñas bien en la construcción de dramas de sutiles, dónde los personajes se ven atrapados por las circunstancias de sus vidas y, pintando con suaves colores satíricos, cada cual se ve forzado a encarar la realidad que había bajo la fachada. La narración adopta ciertos dejes de tragedia, donde el destino es reemplazado por la crisis económica que todo lo barre. Pero sería un error y una torpeza pensar que se está frente a una telenovela o un simple melodrama. La directora cita en los agradecimientos a Michelangelo Antonioni y a Lucrecia Martel, lo cual ya nos da una buena pista de cuáles son sus referentes a la hora de construir su obra. Se impone la alusión ambigua, la referencia solamente válida para los atentos y en absoluto ofrece asideros al convencionalismo en forma de tramas artificiales y grandes aspavientos o diálogos explicativos. No pocos espectadores mirarán el metraje sin comprender nada, todo les parecerá afectado y pretencioso. Además, sus personajes no son sencillos de captar, son los opresores, que golpea con guante blanco y un mohín modoso, es gente terrible que si un trabajador reclama ser pagado, la señora opta por solicitar su despido. Es la gente de la vida fácil, de los privilegios y, en no pocas ocasiones, de la pinche soberbia . Un ojo un poco atento notará que en el personaje de Ana Paula Hadad se dibuja el de la advenediza, el de la nueva rica recién llegada y no especialmente blanca que merece recibir todas las afiladas punzadas que le puedan lanzar estas personas terribles.
Y sí, es sumamente sutil. Requiere atención. Piensen solamente en esa escena final, la de la comida de cumpleaños, cuando Beto Hadad descubre que el marido de Sofia lleva unos gemelos que él ha reconocido como suyos y sin embargo calla porque en el fondo reconoce que el otro lleva más tiempo ejerciendo como privilegiado y prefiere callar. Es también una sutil alusión a una forma de hacer, el de la corrupción institucional? Puede ser, pero lo importante es que se perciba como se produce ese relevo generacional, cuando las Sofias se ven obligadas a agachar la mirada y aceptar el tutelaje de los nuevos poderosos, los Hadad (alusión a Carlos Slim?), que parecen haber ocupado la primera línea. Al escenificar ese relevo generacional y social, la directora emparenta su ficción con En busca del tiempo perdido de Proust, que también representaba la ostentosa vida de las clases altas, sus husos y costumbres, y también el período de cambio en el que la nobleza perdía el lugar frente a la burguesía.
En todo caso el conjunto supone un acertado retrato de esa gente de Las Lomas, Polanco y El Pedregal, de una forma de ver la vida y que, no nos engañemos, no desapreció, solamente se recicló.
Para su segundo largometraje, después de la prometedora ‘Semana Santa’, la directora Alejandra Márquez Abella toma como punto de partida la esencia del libro de idéntico título de Guadalupe Loaeza, en el que disecciona a la clase media alta mexicana ante el inminente colapso financiero del México de los años ochenta.
Sofía (Ilse Salas), está celebrando su cumpleaños con una gran cena organizada en casa, ella estrena un exclusivo vestido comprado en Nueva York, su marido Fernando (Flavio Medina), le ha regalado un Grand Marquis nuevo y ha invitado a lo más selecto de la clase alta de la ciudad de México, entre ellos a su amiga Alejandra (Cassandra Ciangherotti), pero no a Ana Paula (Paulina Gaitán), a la que consideran una arribista y nueva rica que no está a su altura.
Pero los efectos de la crisis económica perpetrada por las catastróficas decisiones tomadas por el gobierno de José López Portillo les está alcanzando, el negocio de la familia se ha venido abajo y ahora debe liderarlo el inepto de su marido, sus amistades padecen momentos similares por lo que mientras que Sofía debe ahora privarse de los viajes y lujos y conformarse con hacer las compras en las tiendas locales, mientras Ana Paula y su marido parecen vivir un momento de bonanza que les permite llevar una vida holgada y tener a acceso a los lugares más exclusivos que antes les eran negados.
La película de Márquez Abella consigue ser un efectivo retrato de una época y sobre todo, de una clase social que debe enfrentarse de pronto y de golpe a una realidad a la que se sentían ajenos, ya sin los privilegios que los separaban del resto.
La directora hace un adecuado e ingenioso uso del lenguaje cinematográfico y utiliza como base el montaje y el sonido para dar forma a un relato revelador y punzante que parte de un ejercicio de estilo y que consigue volverse un fresco de un momento reciente de nuestra historia, donde se destaca el tono, un logro que se refuerza desde el destacado trabajo del diseño de producción.
Alejado de los vicios del cine mexicano reciente, Márquez Abella consigue un fascinante retrato de un sector de la población y su respectivo golpe de realidad, demostrando que el cine mexicano puede generar productos de calidad, propositivos, entretenidos e inteligentes.
https://tantocine.com/las-ninas-bien-de-alejandra-marquez-abella/
Viernes 3 de mayo, 6:00 pm, Cinéteca Nacional. «Las niñas bien», película basada en una de las publicaciones de Guadalupe Loaeza —escritora afamada por distintos medios de comunicación en México —, da claros indicios de su pertenencia a ese estrato social del cual hace crítica, al describir las preocupaciones de esas mujeres que ajenas a la realidad nacional de millones de mexicanos, intentaron perpetrarse en la opulencia.
La directora Alejandra Márquez Abella estrena una cinta distinta al fenómeno del cine mexicano actual, encasillado en las recetas del estilo comercial y opta en la adaptación del drama de una fifí en tiempos de la debacle sexenal de López Portillo en 1982, el presidente que golpeó al peso mexicano para sumir a la economía en una recesión severa a la que no todos pudieron resistir.
Con una Ilse Salas sobre la que recae el peso del drama vivido por Sofía de Garay, tan natural al momento de entrar en personaje, nos transporta a su residencia, de esas que se ubican en el Pedregal de San Ángel —una zona exclusiva al sur de la Ciudad de México— que con el transcurrir del tiempo la plusvalía no bajó, pero sí perdió renombre con la extensión de la ciudad hacia el poniente, donde gente de la misma esfera han acentuado el cinturón diferenciador de las clases dentro de la capital.
A Sofía de Garay le gusta el buen vestir, los Grand Marquiz, los tulipanes, el club, las amigas de alcurnia, las actividades veraniegas que mantengan a los niños alejados de ella, la servidumbre que no resonga, pero reniega claramente de la esencia del mexicano, de sus gustos y costumbres, no le da cabida al de «abajo» en asenso, la envidia le invade y antes de asumir los estragos de la crisis económica y por tanto matrimonial, mantendrá la soberbia y su altivez hasta que el embargo de bienes toque a su puerta.
Muy a pesar de una filmación cerrada y evitar exteriores con más elementos que necesitaran mayor inversión en la dirección de arte, los objetos y la ambientación recrean la época formidablemente. A ello se le suman elementos como el vestuario y peinados, que refuerzan el concepto de la elegancia o lo casual, donde los colores para la ocasión dan mucha información a lo largo del metraje y en función de lo que para la protagonista es buen gusto o pintoresco, según sus estándares.
La directora se logra colocar en la mira de los distribuidores y perdura en salas que ven más allá de lo insustancial que las tendencias continúan marcando para atraer espectadores a la sala con respecto a oferta nacional.
Los años ochenta fueron una década tristemente recordada por muchos mexicanos, bajo el mandato del presidente López Portillo, infinidad de familias vieron como su dinero perdía valor de manera vertiginosa debido a una de las rescisiones económicas más trágicas que ha vivido el país en su historia. De manera inverosímil, una madre desconocía el precio de los productos necesarios para alimentar a su familia, ya que de un día para otro éstos podían cambiar si previo aviso. Es precisamente este el contexto que utiliza Alejandra Márquez Abella (Mal de Tierra, Semana Santa) para retratar la frivolidad de una niña bien de toda la vida venida a menos a causa de los saca dólares, personas que decidieron retirar sus inversiones en México para invertirlas en el extranjero y a quienes se les atribuía en parte la tragedia que muchos mexicanos vivieron en ese momento.
Basada en la novela homónima de Guadalupe Loeza, el filme muestra la historia de Sofía, una mujer de clase alta que vive en su suntuosa casa en Las Lomas de Chapultepec y cuya única preocupación es vestirse a la última moda y socializar en un club deportivo. Regodeándose en su opulencia, Sofía no tiene miramientos en descartar a quienes ya no alcanzan su nivel de vida y en discriminar a las nuevas ricas que buscan insertarse en su selecto círculo social. Al mismo tiempo, y como si todavía fuera una niña, sueña con escaparse algún día con Julio Iglesias para vivir un tórrido romance. No obstante, la vida de ensueño de la prominente mujer de sociedad cambia drásticamente cuando el negocio de su esposo, el cual desconoce casi en su totalidad, se viene abajo debido a la crisis económica del país.
Con una excelente ambientación y una impecable fotografía de Daniela Ludlow (Los Adioses), Márquez logra transportar a su audiencia al mundo frívolo de las familias adineradas de principios de los ochenta. Asimismo, el auge y caída de Sofía se muestra de una forma tanto peculiar como incisiva, encontrando espléndidamente su detonador en algo tan trivial como una fiesta infantil. No obstante, y a pesar de sus virtudes, la cinta queda a deber en lo que se refiere a su guion, puesto que en varios momentos la película se pierde con situaciones que no encuentran buen puerto en su desarrollo, quedando como cabos que nunca se pudieron atar.
La cinta tiene en Ilse Salas (Güeros, Cantinflas) el soporte histriónico que necesita, ya que su interpretación de Sofía es magnífica, logrando retratar la frivolidad de una mujer de la clase alta. Mientras su personaje se desmorona, la actuación de Salas se fortalece conforme avanza la película, cumpliendo con su responsabilidad de cargar con todo el peso actoral sobre sus hombros. El contrapeso de Salas es Paulina Gaitán (conocida por su participación en la serie Narcos), quien logra destacar en el papel de Ana Paula, una mujer que busca incesantemente acoplarse a su nuevo círculo social y ganarse la simpatía de la implacable Sofía. Completa el reparto Flavio Medina (El habitante) como Fernando, el esposo de Sofía en plena decadencia.
Si bien no es perfecta, el trabajo de Márquez se destaca por valerse de una producción muy bien cuidada para proyectar una crítica social que, a pesar ambientarse en un contexto de hace más de dos décadas, presenta escenarios que todavía son bastante comunes en el México contemporáneo, aquel en el cual existen clases privilegiadas llenas de prejuicios que no escatiman en el derroche ni en la segregación, viviendo en un mundo de fantasía sin molestarse siquiera en voltear hacia el exterior, a pesar de que en algunas ocasiones éste podría llegar a impactarlos de improviso, cambiando por completo su estilo de vida.
Calificación: TÚ DECIDES.
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Curiosamente, su elocuencia la encontramos en sus silencios, en sus tiempos pausados… Miradas, gestos y esa narración confusa que a la vez resulta tan esclarecedora.
Bien interpretada, bajo la conducción de Alejandra Márquez Abella, que aporta la mirada femenina, necesaria a un tema que confluye en personajes de amalgama social, con prosa que podríamos definir como étnica.
Es poco habitual enfrentarnos a un cine tan cerrado y a la vez abierto y expresivo. Pudiera parecer un contrasentido, y en realidad no lo es, ni así se ofrece.
Complicado calificar sus valores.