Las manos de Orlac
Sinopsis de la película
El Doctor Gogol se enamora de Yvonne Orlac, la esposa del pianista Stephen Orlac. Cuando éste sufre un accidente de tren, y sus manos son amputadas, Yvonne pide ayuda a Gorgol, que le transplanta las manos de un asesino. La operacion parece funcionar, y el organismo de Orlac no rechaza las nuevas manos. Sin embargo, Orlac descubrirá unas nuevas tendencias que nunca había tenido: la necesidad de matar. Su mujer Yvonne tambien descubre el cambio de su marido. Mientras tanto, Gogol sigue enamorado de Yvonne, con un amor cada vez más obsesivo…
Detalles de la película
- Titulo Original: Mad Love (The Hands of Orlac)
- Año: 1935
- Duración: 66
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Opinión de la crítica
7
41 valoraciones en total
Entretenida fantasía científica, que por lo menos tiene el haber de ser la primera que narró esta extraña y malsana historia, pues durante los años posteriores varias (y peores) versiones se vieron en el cine.
Aquí, por lo menos, tenemos la magnética presencia de un Peter Lorre muy joven y excelente actor, aunque el desarrollo de la historia no tenga apenas nada que reseñar.
Pero escenas como las del tren tiene su aquél y además contiene un metraje parco, con lo que se ve con facilidad.
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Horror macabro que se disfruta por su alto grado de mala leche y de perversidad, aunque sus situaciones son ingenuas e improvisadas en su confección.
Nuevamente el amor perturbado es el motivo para desarrollar terror, muy similar en este caso al estilo de The Unknown, aunque más rústica en su hechura narrativa.
Una historia que desarrolla la obsesión de un doctor loco (Peter Lorre) que pierde su cabeza por el amor de una mujer comprometida (Frances Drake) con un brillante pianista (Colin Clive).
Así se traza un relato repleto de celos, de odios, de demencia amorosa. Una cinta con carácter macabro, donde el amor pierde la cabeza de los personajes, donde la obsesión amorosa deriva en una situación enfermiza donde la maldad más extrema del ser humano se pone en movimiento.
Claro que es un filme inverosímil, bien exagerado y naíf en sus situaciones además de que es rematado en forma tremendamente abrupta. Pero también es cierto que es fascinante en su perversión, tanto conceptual como desde la envolvente puesta en escena expresionista.
Oscura atmósfera de trastorno mental, una maravillosa y crispante interpretación de Peter Lorre quien es el alma de este filme aportando su presencia carismática espeluznante y un trío amoroso muy patológico de base para dar por resultado un filme que de haber estado confeccionado con algo más de lógica y esmero desde el guión estaría casi al nivel de la obra maestra en la que se basa (The Unknown AKA Garras Humanas del gran Tod Browning)
No satisfecho con asentar las bases de dos clásicos del género como son Drácula (1931) y La Momia (1932), Karl Freund nos ofrece esta tercera joya del terror, menos conocida pero tan destacable o más que las anteriores. Al menos, yo la tenía en el cajón de esos clásicos secundarios a revisar, y ha sido una grata sorpresa comprobar que tiene enormes virtudes, tantas que cuesta entender que haya quedado a la sombra de otros films menos significativos. Puede que se trate de que el personaje central, interpretado por un Peter Lorre en estado de gracia, no se aleje tanto de lo humano como para convertirse en un monstruo caricaturizable, dejándolo en esa frontera de lo incómodo y lo grotesco. Por otro lado, sus escenas memorables, aunque intensas y brillantes, ocurren en entornos y contextos más sutiles de los que suelen hacer gala los clásicos del género. Mad Love no transcurre en tétricos palacios o tumbas abandonadas, sino en escenarios costumbristas o asépticos. No obstante, hay momentos gloriosos que cualquier aficionado sabrá valorar, como la escena en la que la protagonista femenina se hace pasar por una figura de cera, o los incómodos encuentros entre ella y el doctor, cargados de tensión y represión sexual.
El montaje y el planteamiento artístico general me han sorprendido por su modernidad.
Es curiosa también la dicotomía entre cierto humor sarcástico y el drama psicológico del que hace gala el film, la historia no acaba de decidirse por la ligereza o la profundidad y puede que sea este otro de los motivos por el que no se le haya encumbrado al Olimpo de los grandes clásicos. El ritmo de la narración es muy bueno y el actoring destacable, especialmente el de Peter Lorre y Frances Drake, una de las parejas más estimulantes del horror clásico.
A pesar de mi fascinación por el cine de monstruos y científicos locos en blanco y negro, esperaba algo más de esta película. Peter Lorre hace una composición genial del científico obsesionado por una mujer y Francis Drake le da una oportuna réplica, a caballo entre la sorpresa y el horror por tan perturbado pretendiente. Sin embargo, Colin Clive, el doctor Frankenstein de la Universal hace una interpretación floja y con poca garra.
Oscura, siniestra, alucinada y perturbadora película que gustará a los aficionados a este género, pero tratándose del mismo director de la fascinante La momia con Boris Karloff, se echa de menos el lirismo y el amor desbordante y enfermizo de aquel monstruo.
Espero tener suerte y ver algún día la versión de 1924 porque la posterior de 1960 es un auténtico espanto, mal rodado y sin ningún interés.
Impresionante.
Y con ello me refiero a Peter Lorre, por encima de todo.
Aquí titulada Las Manos De Orlac, el anfibio torturado se descuelga con la que es para mi gusto la interpretación más atronadora de su carrera, y eso que con M ya puso el listón muy alto.
Aunque con ello no desdeño el guión, tan inverosímil como fascinante, la oscura estética y la inspirada puesta en escena, todo a cargo del ayudante de cámara de Murnau, si no recuerdo mal.
Pero quien se te graba a fuego en las sienes es Lorre y su personaje, un antihéroe romántico, un enfermo de amor, un corazón dislocado muy en la onda del Lon Chaney de Garras Humanas.
Recomiendo, eso sí, degustarla en versión original, con su impecable e inquietante dicción, que por momentos llega a sobrecoger.
Notabilísima, en definitiva.