Las manos de Orlac
Sinopsis de la película
Orlac, un pianista famoso, pierde ambas manos en un accidente. Los médicos deciden trasplantarle las manos de Vasseur, un asesino condenado a muerte. La operación es un éxito, pero desde ese momento el pianista comienza a verse embargado por impulsos criminales. Tiene pesadillas y ve el rostro de un hombre que cree que es Vasseur…
Detalles de la película
- Titulo Original: Orlacs Hände
- Año: 1924
- Duración: 92
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Opinión de la crítica
Película
6.7
79 valoraciones en total
El Gabinete del Dr.Caligari es una de las películas más inquietantes y pesimistas en la inicial historia del cine, tanto por su argumento como por su estética expresionista sobreabundante en ángulos, sombras y espacios claustrofóbicos. Años después, cuando el fugaz genio precursor de Robert Wiene realiza Las manos de Orlac , parece haber querido redimirse de los reproches que suele achacar el público más convencional a un director: la falta de final feliz y la ambigüedad propia de lo fantástico.
El interesante argumento de Las manos de Orlac tiene en cuenta esos dos aspectos y además pone su acento en el amor de una pareja, que en su anterior película no podía consumarse pero aquí se convierte en el sostén principal.
El inicio mismo de la película es el texto de una apasionada carta donde Orlac, que se encuentra lejos dando un recital de piano, recuerda a su esposa que falta apenas un día para el reencuentro, en el que subraya el deseo. Mientras ella espera las caricias prometidas y llena de flores los espacios sombrios, nos enteramos a través del montaje paralelo de que ha ocurrido un choque de trenes.
El drama se desencadena al comprobar que uno de los pasajeros es Orlac y sus manos han quedado destrozadas. Ante la desesperación de su mujer, el cirujano decide trasplantarle las manos de alguien que acaba de morir, Vasseur, un asesino.
El dilema del protagonista es doblemente abismal: la parte fundamental para el ejercicio de su arte ha sido reemplazada por la de un extraño. Pero lo peor no es eso sino que esas manos han cometido un abominable crimen. Los dilemas morales y la angustia siguen in crescendo pero el desarrollo del guión reserva sorpresas que cambiarán radicalmente la perspectiva. Esto se consigue sin apelar a la magia sino a un discurso racional, donde se justifica cada una de las nuevas e inesperadas líneas argumentales. Estos argumentos funcionan como en los cuentos de Edgard Allan Poe: el horror es menos horrible si se puede entender, explicar, es una de las formas por las que Wiener se inclina para atenuar tanto dolor y escepticismo. Una película indispensable del expresionismo alemán que sirve para completar la cosmovisión de este cineasta que luego debió exiliarse ante el avance del nazismo.
5 años después del Gabinete del Doctor Galigari Robert Wiene vuelve a un expresionismo no tan acusado y nos conduce por un viaje al interior de una mente intelectualmente avanzada (como es la de un genio del piano) que se vuelve paranoica y psicótica cuando, después de sufrir un grave accidente, le trasplantan las manos de un asesino recién ajusticiado, hasta el punto de incapacitarlo por completo y llegar a arruinar su vida.
Para reflejar todo el tormento interior, se nos muestran unas interpretaciones especialmente descarnadas y teatralmente exageradas (el trabajo de Conrad Veidt es espectacular). Es destacable la atmosfera que crea la utilización de algunos escenarios acusadamente góticos como la casa del padre de Orlac o la taberna que sirve de encuentro con el asesino devuelto de la tumba.
Diferente y más moderna en sus intenciones que sus sucesoras versiones cinematográficas: La magnífica adaptación de Karl Freund (Mad love de 1935) con un impactante y perturbador Peter Lorre, y la fallida de Edmond T. Gréville (1961) con Mel Ferrer, que son, a su vez, menos arriesgadas pero más comerciales y fieles a las convecciones del género de terror.
Ésta es, pues, una película que indaga en un terror no tanto físico, fantástico o sobrenatural (del que renuncia en su desenlace final), si no de un terror que surge del interior de la mente, el único lugar donde puede alojarse el verdadero infierno.
Las señas de identidad del expresionismo alemán cabe buscarlas en la utilización de la luz, los decorados y en el juego expresivo del claroscuro. En cuanto a las temáticas se diferencia entre aquellas sobrenaturales y épicas de otras más o menos realistas con argumentos simples e interpretaciones sobrias y donde los rótulos explicativos son casi innecesarios.
Las manos de Orlac es una película de Robert Wiene claramente expresionista. No en vano Wiene con su obra El gabinete del doctor Caligari está considerado el padre, en el aspecto cinematográfico, del expresionismo alemán. Pero, a mi juicio, no se trata de un film señero en este género. Su excesiva teatralidad y una cierta falta de ideas originales que permitan mantener ese tono extraño y sobrenatural, devalúan un tanto la obra. En cualquier caso su visión resulta interesante e incluso necesaria si lo que queremos es aproximarnos a uno de los géneros cinematográficos más sugerentes, enigmáticos e inquietantes del cine mundial.
La interpretación de Conrad Veidt como el pianista Orlac, ha ratificado la buena impresión que me dejó este actor tras su actuación en El Espía Negro, película de Michael Powell de 1939 y en conjunto la película resulta interesante y deja ese gusanillo por las películas de Wiene, Murnau, Wegener o el mismísimo Lang.
Las incursiones en lo sobrenatural resultan fascinantes y atrayentes para el espectador. Pero es necesaria una coherencia global que destierre salidas fáciles y convencionales. No expliquemos lo inexplicable. Es mucho más atractivo.
A la hora de ser receptor de un transplante poco convencional, una persona puede tener suerte y que le implanten el cerebro de Einstein o la verga de Rocco Siffredi. O puede tener mala suerte, y que le terminen injertando las manos amputadas de un asesino serial que ha sido ejecutado por sus crímenes.
Esto último es lo que le sucede al pobre Paul Orlac, un pianista de gesticulaciones exageradas que sufre un accidente ferroviario y, como no es un superhéroe encubierto como Bruce Willies, pierde ambas manos tras un impresionante (para la época) set piece que nos muestra al tren estrolado y al operativo de rescate.
Cuando el padre de Orlac cae asesinado y las huellas apuntan a las manos del muerto, Paul comienza un descenso a la locura, representado por atmósferas opresivas, luces y sombras, más la super-exagerada sobreactuación del prota para exteriorizar sus emociones, en el estilo tan propio del Expresionismo Alemán.
¿Acaso las manos del homicida siguen vivas en su cuerpo, y actuán por voluntad propia fuera de su consciencia? El historiador de cine Thomas Elseasser, sugirió que Las Manos de Orlac representa el PÁNICO A LA CASTRACIÓN. ¡CÁSPITA! O sea que para el pianista perder sus manos, equivale al hombre a perder sus huevos.
El expresionismo se irá a la mierda, cuando un final sorpresa bien Shayamaliano vuelva a poner la historia con los pies en la tierra. Se vuelven a reunir en esta cinta el director y protagonista de El Gabinete del Doctor Caligari , el mejor reencuentro desde Avildsen y Stallone en Rocky V.
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En la segunda década del siglo pasado, la corriente artística conocida como el expresionismo alemán, sentó las bases de lo que después llegaría a ser el cine policíaco y fantástico de la actualidad. En dicho periodo se crearon numerosas obras que han permanecido grabadas en la retina de varias generaciones. Sin duda alguna, la fuerza de éstos clásicos del cine es su original argumento. La historia de Orlac y sus manos injertadas han sido objeto de múltiples remakes a lo largo de los años. Sin olvidar que esta película se rodó 27 años antes del primer trasplante de órganos realizado en el mundo. Por aquel entonces todo lo relacionado con este tipo de operaciones era muy misterioso y sobrenatural, por lo tanto no es insólito el enorme impacto mediático que obtuvo.
El director de origen alemán Robert Wiene, creador de obras tan conocidas como El Gabinete del Dr. Caligari (1919) o Genuine (1920), tuvo a bien dirigir esta surrealista producción. Donde la paranoia y la traición sumergen al espectador en un mar de sentimientos contradictorios. No es difícil imaginar la conmoción que generaban este tipo de producciones en la estricta sociedad de la época. Con frecuencia eran censuradas e incluso destruidas obras de gran calidad. The Hands of Orlac no fue menos y tampoco se salvó de la implacable cercena. Desde que se dio por finalizada, tuvieron que pasar varios meses de dificultades burocráticas para poder ser distribuida con normalidad.
Para el personaje de Orlac la productora contó con Conrad Veidt, un curtido actor poseedor de una prolífera carrera de marcada relevancia internacional. El hombre que ríe (1928) y El Gabinete del Dr. Caligari, donde repitió colaboración con Wiene, son sólo algunos de sus trabajos más representativos. Aquí, Veidt realiza una interpretación de acentuada profundidad psicológica y consigue que el bueno de Orlac, sea un personaje creado para perdurar en el tiempo. Mención especial merece la excelente fotografía a cargo de Hans Androschin y Günter Krampf. Avanzados a su momento en varios lustros, muestran un nivel de calidad superior a lo acostumbrado en aquel periodo.
Paul Orlac es un virtuoso pianista de reconocido prestigio. Debido a un desgraciado accidente ferroviario pierde la herramienta de trabajo más valiosa que posee, sus manos. Desesperado, acude a un profético cirujano para someterse a una complicada intervención quirúrgica y así restituir sus maltrechas extremidades. No tardará en descubrir que sus recién adquiridas manos, pertenecieron a un sanguinario asesino ejecutado pocos días antes.
Película que roza la excelencia dentro del cine clásico de terror. Pocas veces queda tan bien revelado un argumento sin mediar ningún tipo de diálogo. Resulta sorprendente la claridad comunicativa y el innovador trabajo técnico, que atesora la cinta de Robert Wiene. Muy recomendable para todo incondicional del cine negro alemán, realizado a principios del pasado siglo.
http://www.terrorweekend.com/2012/10/the-hands-of-orlac-review.html