Las Hurdes (Tierra sin pan)
Sinopsis de la película
Cortometraje documental que hace un retrato de Las Hurdes (Cáceres), una de las regiones más pobres y menos desarrolladas de la España de 1932. La insalubridad, la miseria y la falta de oportunidades provocan la emigración de los jóvenes y la soledad de quienes se quedan en esta desolada región extremeña.
Detalles de la película
- Titulo Original: Las Hurdes (Tierra sin pan)
- Año: 1933
- Duración: 30
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Opinión de la crítica
Película
7.4
58 valoraciones en total
Me importa un carajo que sea de Buñuel –un tío al que admiro, pero no por este trabajo precisamente– o que sus intenciones fueran buenas : no me gusta que me manipule nadie: siempre despreciaré este tipo de mentiras (al menos las que no logren engañarme), vengan del bando que vengan.
Son más que conocidas las simulaciones de la cabra abatida por un disparo, de la falsa dentadura de la niña, del burro embadurnado de miel, de los temblores palúdicos avivados por el aguardiente, de las niñas mojando unos mendrugos de pan en un sucio arroyo por miedo a que sus padres se los roben (y digo yo, ¿qué cojones tendrá que ver la pobreza con este acto tan insano?, ¿y qué pasa, que en todas las familias pobres los padres les roban la comida a sus hijos?… no, señor, poco honesto por tu parte, Luis), etc. Pero lo que me ha llevado definitivamente a suspenderla es el hecho de que fuera el propio Buñuel el que le colgara a esta descarada ficción, en varias entrevistas, el cartel de documental. Sólo la habría aprobado (y holgadamente) en uno de estos casos: si hubiera renunciado a toda inquietud surrealista y se hubiera limitado a grabar lo que realmente ocurría en Las Hurdes, que no eran pocas las epidemias y enfermedades derivadas del hambre, tal y como reflejaban los estudios médicos de la época, si lo hubiera catalogado como ensayo antropológico en sus apariciones promocionales (no sólo en los títulos al comienzo de la proyección) y le hubiera puesto un título más genérico y abstracto, es decir, no atribuyendo sus denigrantes invenciones a una región, o si hubiera pedido permiso a las poblaciones afectadas, que se lo tomaron bastante mal pese a que Luis iba predicando que lo hacía por su bien, que era amigo de Las Hurdes .
¡Una farsa absoluta!
(Ojo, tampoco soy partidario de censurar nada. No estoy justificando ninguna de las prohibiciones que sufrió este corto, ni por parte de la República ni por parte de Franco.)
A pesar de ser un documental extraordinario, Buñuel sigue en sus trece. Es fácil seguir viendo el surrealismo del principio, envuelto, esta vez, en una forma diferente.
Documental porque nos enseña con imágenes y textos la realidad de una zona miserable y la vida de sus habitantes, especialmente la de los niños. Las escenas del colegio son desgarradoras: ahí están sin saberlo las siguientes víctimas de las circunstancias. Un material tomado en un mes y del que Buñuel entresaca lo más aleccionador y extremo. ¿Alguien dijo que los documentales deben ser objetivos? Yo no he visto ninguno, ni siquiera los de los animales de las horas de la siesta. Esos reflejan un mundo confortable, en donde los peligros están lejos del sofá, y animales y personas conviven estupendamente en una supuesta armonía que oculta los abusos, la utilización abusiva de las fuentes naturales de energía, etc. Los documentales, como cualquier obra de arte, están concebidos para reafirmarse en una tesis, y la de Buñuel es que hay vidas invivibles, y que de esa realidad hay unos culpables muy claros.
Con las Hurdes el joven director inicia una de los caminos cinematográficos que irá teniendo a lo largo de su prolífica carreras paradas emblemáticas: El bruto, Los olvidados, Viridiana, etc.
Surrealismo. ¿No es surrealista ese asno comido por las moscas? ¿No es surrealista ese cadáver infantil navegando por las aguas?
Documental surrealista. Punto medio entre la denuncia y los signos del subconsciente. O si no, ¿qué significa ese niño conmovedor escribiendo en la pizarra: No desearás los bienes del prójimo?
Narrativamente el documental es extraordinario, tanto por la voz del narrador, como por el uso que hace Buñuel de las imágenes para provocar que el espectador se interese por lo que cuenta. Técnicamente intachable, vamos. Ahora bien, la información real en la que Buñuel se basa está contaminada por la intención reivindicativa y el desmesurado uso de exageraciones, lo cual impide que la obra pueda tratarse como una aproximación realista a los problemas de la zona.
El problema de la información comienza ya cuando Buñuel intenta adaptar una tesis doctoral de 1200 páginas (la obra de Maurice Legendre, que el autor tardó 20 años en realizar) en 26 minutos, obra que él mismo reconoció haber leído por encima. A este respecto, la película hace referencia a problemas reales que asolaban la zona: La dificultad para conseguir pan, la ausencia en la ingesta de carne (paliada por alguna cabra despeñada o la matanza de algún cerdo), el paludismo o la disentería provocadas por la ingesta de agua contaminada y bayas verdes respectivamente, la abundancia de enfermos de bocio y cretinos (pobrísima ingesta de yodo), la promiscuidad exagerada y la muerte a edades tempranas. Problemas endémicos de una región con una situación geográfica particular y que se reproducían también en otras zonas. Con este material, es difícil creer que el director necesitase de más florituras para lanzar un grito de socorro a la zona.
Sin embargo, el autor no se dedica a denunciar con imágenes, sino que pone en tela de juicio la actitud de la población local, hecho que le granjeó una lógica enemistad y repulsa de ciudadanos e intelectuales de la talla de Gregorio Marañón. En el documental, los hurdenses son tratados como salvajes (los cretinos que se matan unos a otros), paletos (los habitantes que al intentar curarse una herida se la infectan), egoístas (los niños que encuentran pan y no lo comparten con los padres, no vaya a ser que se lo quiten), borrachos (los albercanos ebrios tras la fiesta del pueblo)…
Además, Buñuel utiliza metáforas de la muerte (calaveras, gallos, buitres) para potenciar unas imágenes ya de por sí desoladoras. Por no hablar de las conocidas escenas trucadas: La cabra despeñada que en realidad es abatida a tiros, el plano de la boca inflamada de una niña que en realidad es el de una anciana, el entierro de los cadáveres que es simulado, el niño muerto que no lo está, el hombre aquejado de paludismo acrecentado por la ingesta de aguardiente…
Y para terminar, un texto en el que se prevee la victoria del Frente Popular en las elecciones y se habla de la ayuda de los antifascistas para derrocar a Franco, y blablabla…Patético.
Película de gran revuelo por la convulsa situación sociopolítica de la época, ha sido reivindicada a lo largo de los años en un lamentable ejemplo de lameculismo hacia el señor que hay detrás de la cámara, y no hacia lo que esta proyecta.
Paradigma de la antropología visual. El impacto que causa la crudeza de sus imágenes concede a Las Hurdes (Tierra sin pan) un lugar selecto en la historia del cine documental, más allá de aquéllos que la acusan de oportunista, provocadora o falsaria (algunas escenas son meras recreaciones: la cabra que se despeña, por ejemplo, fue abatida previamente al rodaje de su caída). La Dirección de la Semana Internacional del Film de Mannheim (Alemania) organizó en 1964 un referéndum para que los críticos e historiadores señalasen los 12 mejores documentales de la Historia. El resultado fue el siguiente:
-Nanuk, el esquimal (1920), de Robert J. Flaherty.
-Correo Nocturno (1936), de H. Watt y B. Wright.
-Turksib (1929), de Viktor Turin.
-Berlín, sinfonía de una gran ciudad (1927), de W. Ruttman.
-El hombre con la cámara (1923-29), de Vertov.
-Louisiana Story (1946-48), de R. J. Flaherty.
-Farrebique (1945-46), de G. Rouquier.
-Nuit el brouillard (1955), de Alain Resnais.
-La línea general (1926-29), de Sergei M. Eisenstein.
-Drifters (1929), de J. Griersen.
-Tierra española (1937), de Y. Ivens.
-Las Hurdes (Tierra sin pan), 1932, de Luis Buñuel.
A la vuelta de su primera estancia en Hollywood, Buñuel leyó la tesis doctoral de Mauricio Legendre, dedicada a Las Hurdes, y viajó a la comarca.
Aquellas montañas desheredadas me conquistaron enseguida. Me fascinaba el desamparo de sus habitantes, pero también su inteligencia y el apego a su remoto país, a su tierra sin pan, dijo después.
Dedicó un par de meses a rodar allí un precario documental.
El film arranca en La Alberca, justo antes de entrar en Las Hurdes. Durante una celebración nupcial, unos jinetes arrancan la cabeza a unos gallos colgados.
En las aldeas hurdanas son tan pobres que carecen de folklore. La única actividad cultural son los enterramientos, en camposantos con cruces de palos.
Alguna noche una vieja con una campanilla pasa entre las casas. Su letanía avisa a los mortales para que estén listos.
Verdadera tierra sin pan: en las aldeas no ven el pan tierno. Alguna vez llegan desde Andalucía mendrugos, y sirven de moneda de cambio.
En una escuela un niño escribe en la pizarra: Respetad los bienes ajenos. Las únicas riquezas, aun modestas, se ven en una pequeña iglesia.
Los intentos de agricultura fracasan en la mala tierra, aunque la trasladen en sacas a las riberas [semejanza con Man of Aran, aún no filmada], para hacer entre muretes huertas que se llevarán las crecidas.
Se alimentan de cerdo y frutos silvestres. Las enormes carencias causan enfermedades endémicas: paludismo (hay presentación del anopheles en láminas científicas), disentería y bocio.
El incesto y la consanguinidad son origen del abundante cretinismo. Varios enanos adultos recuerdan a los velazqueños.
Algunas secuencias están escenificadas. Particularmente crueles son dos que involucran a una cabra y a un burro.
En un efecto casi sarcástico suena todo el tiempo la 4ª de Brahms, el romántico paisajista de la Alemania boscosa y abundante.
A falta de moviola, Buñuel montó los rollos en la mesa de la cocina, con lupa y tijera, destrozando bastante material.
En el empeño de mostrar con bronca poesía desoladora lo oculto, una región apartada y terrible de lo real, su lado crudo y tenebroso, lleno de muerte y pesadilla, Buñuel no se apartó de la búsqueda surrealista tanto como podría parecer.
El surrealismo no es sólo una vaca saliendo por la puerta de una casa (aunque no falta).
Hoy estamos acostumbrados a todo pero entonces, en la era pretelevisiva, ver imágenes tan tremendas, y saberlas rodadas cerca de la histórica Salamanca, y a poco más de la capital de la República, pero no en lejanos continentes primitivos, resultaba casi inasimilable.
De hecho, el Gobierno prohibió la exhibición del film.