Las hermanas de la Magdalena
Sinopsis de la película
Los conventos de la Magdalena en Irlanda eran gestionados por las hermanas de la Misericordia en nombre de la Iglesia católica. Acogían a muchachas enviadas por sus familias o por los orfanatos, que allí quedaban encerradas y a las que se obligaba a trabajar en las lavanderías para expiar sus pecados. Dichos pecados eran de distinta naturaleza: desde ser madre soltera a ser demasiado bella o demasiado fea, o demasiado simple o demasiado inteligente, o víctima de una violación, y por tales pecados trabajaban sin percibir ninguna retribución, 364 días al año, y se las hacía pasar hambre, se las sometía a castigos físicos, humillaciones, violencia fisica y moral, y se las separaba de sus hijos. Las penas que tenían que cumplir eran ilimitadas. Miles de mujeres vivían y morían allí. El último convento de la Magdalena en Irlanda cerró sus puertas en 1996.
Detalles de la película
- Titulo Original: The Magdalene Sisters
- Año: 2002
- Duración: 119
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Opinión de la crítica
7.3
35 valoraciones en total
Es difícil imaginar que la última de estas cárceles se cerrara en 1996. Cárceles entrecomillado porque bastaba que un pariente tuyo fuese a recogerte para sacarte de allí, aunque hubieses permanecido presa durante años. Se me hace duro pensar en las miles de inocentes que murieron entre aquellos muros por el simple hecho de ser mujeres y haber atentado contra una moral religiosa. Desde entonces no tengo el mismo concepto de los irlándeses.
Peter Mullan realiza un trabajo notable. Los films de denuncia deben ser llevados con ritmo, fuerza y rigor, y en el caso de Las hermanas de la Magdalena está más que conseguido. La escena de la violación y posterior sinceramiento con los parientes de la ultrajada, así como la escena del cura que se despelota en el campo por la venganza llevada a cabo por una de las hermanas debido a sus abusos sexuales, son los recuerdos más vivos que tengo del film.
Debería ser obligatoria en todos los colegios católicos de Irlanda, en ésos en los que abusar del débil parece una máxima. Malditos…
En muchos sitios y en diversas épocas y culturas ser mujer es un pecado y una lacra de por sí. La hembra humana desde su nacimiento es considerada y tratada como un ser inferior y abyecto. Una raza que por naturaleza y de modo congénito es defectuosa y trae la deshonra y la perversidad a civilizaciones dominadas por los hombres, los cuáles son los elegidos divinos y los que han de velar por la gloria de la Humanidad, castigando a las hembras díscolas.
Por supuesto, las desgraciadas que traen el sello del pecado, o que cometen cualquier acto deshonroso (o que son forzadas a cometerlo, siendo ellas simples víctimas), son juzgadas por la preclara justicia misógina. Si eres muy guapa, te condenan. Si eres un adefesio, te condenan. Si eres demasiado lista, te condenan. Si eres demasiado simple y torpe, te condenan. Si te acuestas con alguien siendo soltera, te condenan. Si eres madre fuera del matrimonio, te condenan. Si los hombres te desean, te condenan. Si te violan, te condenan. Y ya prácticamente sólo falta que te condenen por respirar, aunque creo que eso es lo que principalmente hacen.
En Irlanda, los vertederos a los que iban a parar los desechos de la decentísima sociedad eran unas cárceles, disfrazadas de instituciones religiosas, donde las infelices condenadas iban a dar con sus huesos de por vida. Algún fallo inadmisible debía de tener la sociedad irlandesa, ya que decenas de miles de mujeres perdidas se pudrían como ratas en esos antros llenos de gentuza vestida de hábito y sotana que rezaba a Dios mientras destrozaba física y mentalmente a un montón de mujeres, algunas de ellas casi niñas. Imagino que, si existiera ese Dios al que tanto rezaban hipócritamente, volvería la cara de vergüenza y se preguntaría si no habría sido un mal Padre (como lo haría cualquier padre cuyos hijos fuesen criaturas despiadadas carentes de sentimientos y calor humano.)
Las mujeres son el renglón torcido de Dios que ha de expiar por los pecados de los hombres, esos pobrecitos débiles sometidos a tentaciones de las que hay que librarlos a toda costa.
Muchos y muchas sabemos que todo esto que digo con amarga ironía no es en absoluto exagerado. Es totalmente cierto. Las máximas como Las putas van al infierno , son cosas que la hacen a una avergonzarse de ser humana.
Peter Mullan llevó al cine una indignada denuncia. Le veo el gran defecto de ser muy plana en el desarrollo de los personajes, cuando es un tipo de película que se queda coja sin ese rasgo.
Es una película impactante y muy buena en su exposición. No cae en lo fácil de la tragedia, sino que imprime un tinte realista y documental de una situación determinada.
La increible realidad en la que es la propia familia el enemigo sea quizá lo que más traumatice.
No solamente es la impunidad de la iglesia, sino que lo que más indigna es el beneplácito de la sociedad en general en considerar oportunas y justas semejantes medidas correctoras .
Por ser mujer.
Ese es el pecado.
Porque si algo está claro en Las hermanas de la Magdalena es que incluso en el reino divino hay jerarquías y no son las mismas las que amparan a las dulces monjitas de este convento que a las descarriadas jóvenes irlandesas a las que acogen con todo el cariño del mundo.
La película trata de los abusos y maltratos infligidos por las buenas hermanas a sus acogidas, incluyendo palizas, trabajos maratonianos, burlas sádicas y otras lindezas propias de las buenas samaritanas en guardia contra el pecado ajeno pero totalmente ciegas con respecto al propio. Una auténtica historia de horror: las chicas tenen oportunidades para escapar, pero casi todas han sido enviadas allí por sus familias y una chica pobre irlandesa en los años 50 no tenía donde caerse muerta fuera de su casa o el convento.
Mullan dirige sin tirar de efectismos y da en donde más duele, porque además de compadecer a los personajes trata de entenderlos y ni las monjas son malas malas ni las chicas son unas santas y en el fondo todo es un círculo que se renueva cada vez que alguna de las maltratadas decide que su escapatoria pasa por transmutarse en el enemigo mediante una boda de conveniencia con Dios y entonces piensas quienes son los verdugos y cuando empezó la transformación, antes o después de haber sido víctimas.
En vista de los escándalos relacionados con sacerdotes y abusos que han surgido en los últimos tiempos, Las hermanas de la Magdalena no pierden su terreno en la polémica, demostrando que el mal que subyace en la naturaleza humana no se elimina bajo el designio moral de religión alguna, sino que se institucionaliza e incorpora nuevos argumentos que llegan incluso a justificarla.
Viendo la película de Mullen, una se pregunta si realmente una persona precisa de un Dios (o una religión) que le diga que sea bueno con sus congéneres cuando carece de las nociones más elementales de la ética.
La música tradicional y los rostros raciales de los figurantes no dejan lugar a la duda, con toda certeza visitamos Irlanda, cuna de Oscar Wilde, de Bram Stoker, de Francis Bacon, de John Field, de los Chieftains… Sin embargo, a Peter Mullan, director y guionista (y con un pequeño pero intenso papel, el de padre de Una), no le interesa la historia con mayúsculas de Eire, sino las historias minúsculas de los habitantes de una sociedad machista y católica de lo más cerril. La primera secuencia es modélica: la cámara se posa en los rostros de los asistentes a la fiesta de una boda mientras el folk irlandés es lo único que se escucha. En una habitación del piso superior se comete una violación, ipso facto, la víctima de la afrenta lo confiesa a una mujer de su familia, no se oyen las palabras, pero se ven los rostros, los instrumentos, los bailes, los crucifijos y el ir y venir de las personas que difunden el crimen hasta los oídos de los más viejos, hombres de gesto duro y áspero. Los patriarcas toman una rápida decisión: la deshonrada es una sinvergüenza. En el resto de la película, la cámara intenta pasar desapercibida y deja que la expresividad de los magníficos actores vigorice unas escenas tan tremendas que quitan el hipo.
The Magdalene Sisters es un alegato contra la moral cristiana y la moralidad de su iglesia, contra la sociedad machista y la prepotencia de los hombres. Las vejaciones narradas crean una sensación de impotencia en el espectador con un legítimo y casi desusado fin: avivar conciencias.