Land of Mine (Bajo la arena)
Sinopsis de la película
La guerra no acaba cuando se firma la paz. Cuando Alemania se rindió en 1945, en la costa occidental danesa comenzó otra dura batalla: la de los jóvenes soldados alemanes que fueron obligados a retirar miles de minas plantadas en la arena por el ejército nazi. Zandvliet muestra el maltrato infligido a esos prisioneros, un oscuro episodio de posguerra poco conocido.
Detalles de la película
- Titulo Original: Under sandet (Land of Mine) aka
- Año: 2015
- Duración: 100
Opciones de descarga disponibles
Si quieres puedes descargarte una copia de esta película en formato 4K y HD. A continuación te citamos un listado de fuentes de descarga directa activas:
Opinión de la crítica
Película
7.1
31 valoraciones en total
Buena y, sin embargo, dura película. Visual y mentalmente.
En 1945, cuando los nazis son derrotados, las represalias aliadas no tardan en llegar. En Dinamarca, unos imberbes soldados nazis son obligados a limpiar de minas una playa danesa.
Bajo esta premisa, Martín Zandvliet da una lección de como mostrar el horror de la posguerra. A veces gráficamente y a veces apelando a la imaginación (lo cual es igual o más duro). Un sargento con mucha mala leche y odio hacia los nazis a cargo de unos críos que se vieron envueltos en una guerra que no entienden y que pagan los platos rotos del horror nazi.
Grata sorpresa en el Festival Internacional de Cine de Gijón. Recomendable, sin duda.
LAND OF MINE: 7/10
Tantos horrores generó la Segunda Guerra Mundial en el continente europeo que muchos todavía seguimos descubriendo episodios atroces con el paso de los años. Uno de ellos tuvo lugar en Dinamarca, después de que las tropas nazis firmaran la rendición. Allí, los altos mandos militares daneses encargaron a los alemanes la tarea de desactivar todas las minas que durante la invasión de Dinamarca habían sembrado en la costa oeste del país, con la idea de frenar una posible invasión aliada. Como es lógico, no cabe interpretar este hecho sino desde una posición vengativa, entendible tras el destrozo que los súbditos de Hitler hicieron en tierras danesas pero en ningún caso justificable desde el punto de vista humano.
Martin Zandvliet elabora en Land of Mine una crónica sobre tales hechos. El danés dirige su tercer largometraje tras A Funny Man y su ópera prima Aplausos, drama sobre una alcohólica que impactaba visualmente pero que en su conjunto pecaba de ser bastante olvidable. Con su último trabajo, Zandvliet tenía un reto complicado ante sí, ya que al tratar un conflicto bélico (post-bélico, en este caso) muchos cineastas caen en posturas tendenciosas que fulminan cualquier posibilidad de impactar en el espectador. Por fortuna, el nórdico ha conseguido escapar del maniqueísmo.
De entrada, parece claro que será difícil no ser conmovidos por Land of Mine. En efecto, cuando se asegura que eran los soldados nazis quienes tenían que limpiar las playas de Dinamarca, en realidad se estaban refiriendo a niños alemanes, críos cuyo único pecado fue nacer en territorio germano. No sabían nada de Hitler, no tenían ni idea del daño que muchos de sus compatriotas causaron a Dinamarca, pero los nórdicos clamaron venganza y les daba igual quién pagara los platos rotos siempre que un apellido alemán figurase en el carnet de identidad. La primera escena de la película da buena cuenta de ello, cuando el sargento Carl propina una brutal paliza (seguramente hasta la muerte, aunque Zandvliet prefiera no desvelarlo) a un soldado nazi que marcha custodiado por las tropas danesas. Este sargento será quien posteriormente deba dirigir a un grupo de jóvenes a la tarea de barrer por completo de explosivos una determinada playa.
Zandvliet afronta su primera reválida al equilibrar el carácter de unos y otros para evitar caer en lo arquetípico. Y lo solventa con nota, puesto que la personalidad del sargento Carl está más que trabajada, quedando plenamente justificados sus cambios de humor. Además, el cineasta logra esbozar de grata manera el perfil de los niños alemanes, los cuales gozan de tanta disciplina militar como de tan poca infancia en sus recuerdos. El cineasta danés se mueve bien entre ambos lados de la balanza, repartiendo a partes iguales desgracias, minutos en pantalla, bondades y maldades. Así se genera una genial empatía, provocando que los momentos más duros que atraviesan unos y otros nos conmuevan directamente.
A este buen trabajo de guión, por cierto, se le une una aseada puesta en escena, enmarcada bajo las bondades de una fotografía que deja lucir en todo su esplendor a las bonitas playas danesas. Hace bien Zandvliet en desmarcarse de aquel estilo visual sucio y agobiante de Aplausos que tal vez hubiera funcionado en Land of Mine, pero desde luego no tan gratamente como con esta apuesta por una imagen más bella. Ello permite apreciar con mayor exactitud el horror que transmiten esos explosivos y la bajeza moral que supone encargar a terceras personas su retirada.
En definitiva, Land of Mine es una grata sorpresa para todos aquellos que nos sentimos atraídos por conocer más y más de lo que sucedió antes, durante y después de la Segunda Guerra Mundial. Por su precisión documental y su capacidad para eliminar estereotipos, la cinta de Zandvliet merece ser incluida en un grupo selecto del ya extenso catálogo de la cinematografía que documenta las consecuencias de este conflicto bélico, mientras que su tensión narrativa y lo magnético de sus personajes la confieren, además, el sello de ser una notable película.
Álvaro Casanova – @Alvcasanova
Crítica para http://www.cinemaldito.com (@CineMaldito)
53 Festival Internacional de Cine de Gijón
Mi tierra. Tierra de minas. El juego de palabras del título original fija la temática de esta cinta que explora e ilustra una anécdota apenas conocida de la posguerra mundial. Niños soldados, apenas adolescentes, cuyo único crimen fue ser prisioneros de guerra en territorio liberado, carne de cañón propicia para servir de chivos expiatorios de los crímenes de sus mayores, víctimas de una venganza inhumana con el objetivo de limpiar o borrar la humillación y deshonra de una ocupación lacerante y de la ofensa insoportable de no haberse podido o sabido enfrentar con éxito a los nazis invasores. Pero como en tantísimas ocasiones, pagan justos por pecadores – y la mayor afrenta es haber caído en el olvido.
La crueldad humana no conoce de razas, fronteras o nacionalidades. Y la compasión o la empatía tampoco. Es el relato mínimo y sombrío de una tarea imposible: limpiar de minas las playas de Dinamarca. Y como era una faena no sólo difícil y peligrosa, sino suicida, se decidió utilizar a los presos como herramientas útiles para alcanzar la deseada meta. Sin ninguna consideración sobre su licitud o moralidad, sin reconocer que se estaba incurriendo en los mismos abusos y atropellos que tanto se censuraba y condenaba del nazismo. Conviene recordar unas palabras Hermann Hesse: Lo blando es más fuerte que lo duro, el agua es más fuerte que la roca, el amor es más fuerte que la violencia. Y un clásico como Cicerón lo resumió en que no hay Nada más opuesto a la justicia que la violencia.
Y violentar a unos niños – aunque hubieran sido forzados a coger las armas hacia el final de la contienda por falta de adultos – para someterlos a nuevas vejaciones y brutalidades por el mero hecho de ser alemanes, fue un episodio vergonzoso que forma parte del inagotable y penoso museo de los horrores del funesto siglo XX. Y es un acto de honestidad volver la vista atrás y rescatar su silente dolor y hacerlo presente. No aprenderemos porque el ser humano es lobo para el hombre, pero al menos aún somos capaces de conmovernos por su infortunio y su padecimiento, con la vana esperanza de que no volvamos a repetir los yerros del pasado.
Excelente muestra de cine antibelicista – o humanista – de la mejor estirpe y calidad. Sobrio, implacable, nada edulcorado y del todo pertinente. Basta con mostrar a unos niños travestidos de soldados, arrastrándose exangües sobre la arena luminosa de una playa, desenterrando minas como si fueran tesoros, malviviendo en una choza infecta, tratando de subsistir soñando con el improbable regreso para reflejar la sinrazón de la guerra. Una joya cruel y turbadora.
En 1945, tras la humillación sufrida por el pueblo danés por la invasión nazi, nadie por aquellas tierras quería saber nada que tuviera que ver con alemanes. En este contexto, un grupo de adolescentes germanos fueron forzados a limpiar una playa danesa de las minas que ocultaron en ella sus padres y hermanos mayores, useáse el Ejército Nazi.
A la apuesta por contar -y muy bien- un episodio de posguerra muy interesante y poco conocido, hay que añadir a favor de esta película danesa sus estupendas realización y producción, y un guión y labor actoral que consigue interesar en todo momento.
Una de las pocas películas que no presenta a los soldados alemanes deshumanizados, sino que los pone nombre y cara y lo que es más sorprendente, los presenta como víctimas de la guerra.
Como lector de libros sobre la SGM, debo decir que es muy difícil encontrar material sobre el destino que corrieron los millones de soldados alemanes presos tras la guerra. Los que quedaron en poder soviético, su destino es más conocido: Kolima y las minas de Siberia.
¿Pero, y los soldados en poder aliado? He llegado a leer que hasta 600000 murieron víctimas de abusos, desnutrición o enfermedades en medio del abandono y de la ira de los pueblos que antes sufrieron el poder nazi.
La película es terrible, presenta a los soldados adolescentes (con los que el Reich terminó la guerra) desactivando minas, sin apenas entrenamiento ni medios, teniendo que robar para comer y a la vez soñando con el futuro, o jugando, porque son sólo eso, niños a los que la guerra se llevó por delante.
Sencilla, pero conmovedora, cuando el sargento carcelero que los vigila comienza a sentir afecto por esos niños, defenderlos de la ira de otros daneses, alimentarlos y jugar con ellos.
El final es durísimo, pero con un pequeño rayo de esperanza en el futuro de Europa.