Lamerica
Sinopsis de la película
Tras la caída del comunismo, los albaneses sueñan con un futuro mejor y confían en la generosidad de la vecina Italia, pero la realidad dista mucho de sus sueños. Algunos de ellos son contratados por Gino (Enrico Lo Verso) y Fiore (Michele Placido), dos empresarios italianos que acaban de comprar una antigua fábrica de zapatos con la única intención de hacer dinero rápido a costa de los inmigrantes. Sin embargo, una serie de circunstancias hacen que uno de ellos conozca en carne propia el drama de la inmigración.
Detalles de la película
- Titulo Original: Lamerica
- Año: 1994
- Duración: 106
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Opinión de la crítica
Película
7.4
97 valoraciones en total
Amelio recurre a su experiencia vital para hacer uno de los más fieles retratos de la inmigración de los últimos años. El calabrés de origen, trasladado a Argentina con su padre y abuelo siendo niño, escribe y dirige un guión situado en la Albania post-comunista para contar fielmente un drama marcado por las paradojas y los simbolismos. Ambos recursos, utilizados maravillosamente por Amelio incluso en el título, reflejarán perfectamente el espíritu de una historia: la de la última gran ola de emigrados dentro de las fronteras europeas.
Porque Albania a principios de los noventa era un caos. El caos de un país que salía de un comunismo devastador para meterse en un capitalismo feroz sin saber muy bien ni el cómo ni el porqué. La pobreza absoluta que reinaba en ese rincón del sudeste europeo provocó un gran flujo de ciudadanos albaneses en dirección a la soñada Italia, instaurada ya en la sociedad del bienestar . Y de esta situación parte Amelio: dos estafadores italianos, Fiore (Michele Placido) y su secuaz Gino (Enrico Lo Verso), viajan a Albania para crear una supuesta fábrica de zapatos con la que obtener una ayuda gubernamental y una vez con ella salir corriendo del país con la pasta en el bolsillo. Solo necesitarán un testaferro que buscarán para colocar como director y redondear la pretendida estafa. Y en esta guisa encuentran al candidato perfecto: Michele (Carmelo de Mazzarelli) un antiguo preso político, mayor y desdichado, de raices italianas y de quien Gino se encargará de cuidar y enseñarle a firmar . Sin embargo Michele se escapa, obligando a Gino a sumergirse en una búsqueda y un posterior viaje que terminará convirtiéndolo en un emigrante sucio, hambriento y sin pasaporte más de los que sueñan con llegar a la tierra prometida.
Personajes fuertes, característicos y auténticos los que crea Amelio. Gino, representante de esa xenofobia criticada con fuerza por el director y encarnado perfectamente por un hipnotizante Enrico Lo Verso, sufre en su propia carne el drama aunque cierto es que Amelio no le dejará redimirse ni en la última escena de la cinta (espectacular imagen e intrigante actitud). Sufrirá y verá impotente como baja a los infiernos, pero nunca comprenderá ni aceptará la miseria albanesa que le rodea y siempre se desmarcará de ella representando perfectamente una mentalidad occidental que mira con desprecio a quien llega sin mirar antes de donde viene. Amelio plasma sin fisuras y medio siglo después la historia vivida por su familia y por un país que muy poco tiempo atrás también aprendía otros idiomas en pos de una vida mejor.
(Sigue en el spoiler sin desvelar partes del argumento)
Año 1982. Una estación de tren en Yugoslavia. Una multitud se abalanza sobre un tren de madera, todavía en marcha, arrojando fardos, jaulas con gallinas, maletas, etc. Cuando subo al tren no cabe un alma. Paso 4 horas en un pasillo atestado de gente, con un hedor muy peculiar. Mujeres , niños, ancianos, hombres jóvenes pobremente vestidos y sin afeitar, personajes que eran IDENTICOS a los que muestra Amelio en su película. La película es mucho más que el documental fíel de una realidad histórica reciente. Ante la destrucción de una sociedad basada en sístema ideológico incomprensible, quedan cientos de miles de miserables naúfragos que buscan cualquier salida. Solo si se es un desposeido como ellos , si se comparte la suciedad, el hedor y la pobreza, (cosa que le sucede al protagonista italiano en un momento de de la pelicula) se puede comprender minimamente lo que allí sucede.
Magnífica película que personalmente me trajo recuerdos de un pasado no tan remoto en la trastienda de Europa.
Lamérica es, sin lugar a dudas, una buena peli. Lo constata su pulcra dirección, su eficiente pulso narrativo, su apropiada puesta en escena y, por supuesto, la correctísima interpretación de su protagonista principal. Virtudes cinematográficas, todas ellas, que -muy probablemente- nadie en su sano juicio sería capaz de rebatir. Otra cosa muy diferente, sin embargo, es que todo el mundo sea capaz de conectar con ella. Yo, por lo menos, no lo he conseguido. Y no lo he conseguido porque un servidor -para conectar con una peli- necesita, por ejemplo, empatizar con sus protagonistas. O, en su defecto, que la propia historia sea capaz de transmitirle algún sentimiento o emoción que consiga ir un poquito más allá de ese aciago y deprimente panorama que nos presenta Amelio.
A partir de ahí, como dice el aforismo: para gustos, colores. Y lo que tengo muy claro es que el color indispensable en mi paleta cinematográfica es el drama. Un elemento que Amelio decide dejar en un discreto segundo o tercer plano para otorgarle, quizás, mayor credibilidad, mayor verosimilitud, mayor crudeza o mayor realismo a su película. Despojándola de todos esos artificios, asideros melodramáticos o envoltorios sentimentales a los que la mayoría de espectadores estamos acostumbrados. Un recurso que, por supuesto, respeto pero que personalmente me impide -como ya he dicho antes- estimarla con mayor desprendimiento.
Siete estrellitas mondas y lirondas, pues, para una peli de irreprochable factura cuya mejor cualidad y peor defecto, al mismo tiempo, es que -sin ser un documental- guarda excesivas similitudes con Documentos TV. Algo que, sin ser ni bueno ni malo, no encaja exactamente con mi forma de apreciar el cine.
La herencia del neorrealismo asoma por los cuatro costados de esta película de Amelio, fabulosa incursión en ese particular corazón de las tinieblas que fue la Albania poscomunista, y en la que los personajes viven en continuo tránsito, en pos de espejismos de prosperidad.
Pues prosperar, y no otra cosa, es lo que buscan ese par de emprendedores italianos, aunque ello sea a costa de alguna que otra corrupción (léase agilización de trámites ), así como de la inevitable explotación de la miseria y desesperación ajenas. Y es de nuevo la prosperidad encarnada por Italia el único sueño que les queda a quienes vivieron la pesadilla del comunismo albanés. Pero pronto la mirada de Amelio nos revela los espejismos que anidan tras ambos afanes, sirviéndose para ello del personaje encarnado por el amateur Carmelo Di Mazzarelli, y muy brillantemente del Gino que compone Enrico Lo Verso, sin duda el personaje cuya mirada se transforma más a lo largo del filme.
Si la evolución de este personaje es acertada e importante, tanto o más lo es la recreación de la realidad albanesa, pocas veces se ha transmitido con tanta fuerza y veracidad la sensación de zozobra de un país, aquí plasmada en la miseria y ruinas que asoman a cada instante, en el trasiego de gentes en huida constante, atestando las carreteras, los camiones, los barcos… Si alguien se pregunta alguna vez cómo es un país fallido puede encontrar aquí un buen ejemplo, con esos niños que persiguen al italiano y su coche, o los parroquianos que abarrotan los bares para ver los subproductos televisivos italianos, soñando con la impostada felicidad que sugieren.
Toda esta tremenda realidad nos es mostrada a través del forzoso periplo de Gino en compañía del huido testaferro , un pobre viejo que retoma el hilo de una vida truncada, y que paradójicamente saldrá más fortalecido de la situación, pues quizás por su demencia, sus sueños de prosperidad ( lamerica ) carecen de temores. Es Gino el personaje que a mí me interesa más, concretamente me llama la atención la evolución que se produce en su mirada, al principio llena de desprecio, de desdén y casi de repugnancia (actitud que también encarna muy bien su socio). Conforme avanza la película y Gino se sumerge en el caótico marasmo de una sociedad quebrada, su mirada cambia, hasta el punto de acabar aparentemente asimilado en esa masa de emigrantes que huyen en pos de la prosperidad. Su mirada no es ya despreciativa, pero tampoco le identifica completamente con los demás, es más bien una mirada de estupor, propia de quien vive una realidad cuya comprensión le resulta inalcanzable.
Rodada con una sobriedad y acierto sobresalientes, la película transmite siempre el desasosiego que generan el contexto y los personajes, cuyos sueños, traumas e ilusiones quedan bien expuestos por el guión, sobre todo en las conversaciones que se ambientan en el atestado camión. Otros momentos sobresalientes son el viaje en coche de los dos italianos, que recién llegados traban rápido contacto con la realidad albanesa (los búnkeres, los desplazamientos de población, el abandono de los edificios, etc.), y sobre todo, la secuencia del barco, con el reencuentro de los dos personajes principales en medio de una masa de emigrantes, todos ellos esperanzados con su América particular.
Una de las grandes películas del nuevo cine italiano, obra maestra que cuenta el drama del pueblo albanés, que se vió obligado a emigrar masivamente a Italia (L´america) en 1991, como consecuencia del fin del comunismo. Este éxodo se ejemplifica en la historia de un joven empresario italiano (Lo Verso) que en compañía de otro socio (Placido) deciden comprar una destartalada fábrica de zapatos albanesa, para lo cual deben inscribir como falso socio a un viejo albanés (Milkani), cuya única meta parece salir de su tierra.
Amelio hace un maravilloso retrato del paisaje/paisanaje albanés: es una nación hambrienta, olvidada y arrasada y el pueblo consecuentemente está en la misma situación, es el culo de Europa, para la cual Albania no entra para nada en sus planes. La película mantiene un punto equidistante y soberbio hacia la historia que trata, está narrada con sobriedad y gran estilo formal, sin el más nimio ni obstaculizante enfatismo, hecha con sutil finura y elegancia, con inteligencia y un pulso maestro que la hace ser pariente inmediata del gran neorrealismo.
Una película ejemplar y además cada día más vigente en cuanto al tratamiento/problema de la inmigración, situación que deviene absolutamente lógica por los asquerosos y tremendos desordenes que afectan a este mundo. Las interpretaciones son convincentes, pero especialmente memorable la de Milkani como el viejo, zarandeado y sensible albanés errante.