Lady Chatterley y el despertar de la pasión (Miniserie de TV)
Sinopsis de la película
Miniserie de TV de 4 episodios. Constance Chatterley (Joely Richardson) vive en una época de abismales contrastes entre riqueza y pobreza y, por consiguiente, entre clases sociales. Ella y su marido Sir Clifford (James Wilby), un culto propietario de minas, pertenecen a la clase privilegiada. A causa de una herida de guerra, Sir Clifford regresa del frente paralítico e impotente y centrará toda su atención y energía en la dirección de sus minas, quedando su mujer relegada a un segundo plano. Constance, atraída más intelectual que físicamente por su marido, vivirá un apasionado romance con Oliver Mellons (Sean Bean), el guardabosques de sus tierras.
Detalles de la película
- Titulo Original: Lady Chatterley
- Año: 1993
- Duración: 205
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Opinión de la crítica
5.3
38 valoraciones en total
Porque, me decía, si la historia es tal y como aquí nos la cuentan, en serio que no comprendo el escándalo. Mi impertinente curiosidad ha hecho que mire por encima el libro de D. H. Lawrence, y así he descubierto que la hecatombe contra las buenas costumbres en 1928 quizá se deba a que nos describen momentos íntimos con cierto, y sólo cierto, detalle, centrando el foco de la historia en el sexo como concepto psicológico más que físico. La promiscuidad sexual femenina se ha retratado desde muchos años antes, y a mi entender de una forma más erótica y pasional. Sea como sea, lo que nos atañe es esta miniserie de Ken Russell, por lo que el libro no ha de importarnos.
Así pues, me reitero en mi primera opinión sobre «Lady Chatterfield y el despertar de la pasión»: esta historia no suscita ningún escándalo, y no lo digo como algo negativo, sólo como dato. Un romance de chica rica-chico pobre envuelto en sedas de la alta sociedad de los años veinte y hojarasca de los bosques ingleses, que queda todo más bonito y salvaje. Me temía lo peor de lo peor al ver que el susodicho amante era Sean Bean, ya que a este señor le suelen pasar cosas muy malas en el Cine. No puedo decir nada al respecto, pero sí diré que yo he estado alucinada durante las más de tres horas y media, totalmente embobada con el apuesto Sean Bean, que es un macho alfa lo mires por donde lo mires y que es muy capaz, con sus manos sucias de barro, las botas altas, su mirada viril y el cabello sudoroso por el esfuerzo, de llevarse a la cama a cualquier lady que se acerque a su cabaña.
Aunque no me creo mucho que todos los personajes inciten a Lady Chatterfield a que tenga un affaire con toda confianza, se agradece que el romance se tome su tiempo. Lo que no me explico, quizá porque la adaptación no ha sabido plasmarlo o porque yo no lo he pillado, es la apatía sexual de la protagonista (y más con semejante amante), que por algún motivo se muestra fría y distante, aún cuando arde de deseos y de amor. Sí es de aplaudir, sin embargo, su actitud personal hacia su marido, su amante y sus sentimientos, con valentía, coherencia y compromiso.
Los minutos pasan volando a pesar de su extenso metraje, el estilo rudimentario y el espantoso doblaje, me quedo con las ganas de haberla visto en versión original. Si tú puedes hacerlo, no lo dudes.
Que no nos engañen, en realidad, no es drama sino una novela rosa, un tanto obscena dada la época, pero tampoco tan escandalosa como la fama que la precede. Al respecto, nada puedo decir de la novela original, El amante de Lady Chatterley publicada en 1928, ni tampoco si lo narrado es fiel o no a lo original por la sencilla razón de que no la he leído. Más podría decir de su autor, D. H. Lawrence, personaje excéntrico, contradictorio y pasional al que algunos engloban erróneamente en los antecedentes del fascismo por su culto a la sangre, los instintos, la naturaleza y la sexualidad.
Como decía, el libro causó tal revuelo que estuvo censurado en países como Estados Unidos, hasta 1959, y el propio Reino Unido, hasta 1960, por cierto, las dos democracias consolidadas que respetan la libertad de expresión hasta la muerte. Sea como fuere, la versión en forma de miniserie británica que nos trae Ken Russell es un producto ameno, intrigante y fogoso, aunque previsible y reiterativo. Me parece a mí que el paso de los años le ha restado mordiente. Me preguntaba, no fue idea mía, qué hubiera pasado si Sean Bean interpreta al marido y el otro, al guardabosques. Esto sí que hubiese sido fuerte.