La vida sin Grace
Sinopsis de la película
Stanley Philipps (Cusack) acaba de recibir la noticia de que su mujer, soldado en la guerra de Irak, ha muerto en el campo de batalla. El mundo se derrumba a su alrededor, pero Stanley debe mantenerse sereno porque tiene dos niñas a las que no sabe cómo dar la noticia. Al final, decide llevárselas de viaje a un Parque de Atracciones, esperando que el ambiente festivo mitigue el dolor de las niñas al saber que su madre ha muerto. Pero la ocasión propicia no acaba de presentarse.
Detalles de la película
- Titulo Original: Grace Is Gone
- Año: 2007
- Duración: 90
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Opinión de la crítica
Película
5.8
87 valoraciones en total
Presa fácil de acusaciones de sensiblería y de caer en lugares comunes del cine indie norteamericano, Grace is gone, es sin embargo una estimable road movie que indaga con sensibilidad, pero sin caer en el abismo de lo excesivo, en la aceptación de la pérdida de un ser querido.
Puede pecar de previsible y abusar de tópicos del género (el uso del paisaje o el encuentro con personajes peculiares) pero por el camino deja escenas tan estremecedoras como la del padre hablandole a la grabación del contestador que dejó su esposa muerta en combate en Irak, o el estallido de ira ante la provocación de su hermano. Y hay también momentos de gozoso humor (la escena del cigarrillo). Y hay dos revelaciones en forma de asombrosas actrices infantiles. Y una estimable música de Clint eastwood cuyo minimalismo le va al relato como anillo al dedo.
Pero por encima de todo, la película pertenece a un inconmensurable John Cusack que realiza una interpretación de las que marcan una carrera, dando vida a un padre que, confundido por el dolor y el sentimiento de culpa, no encuentra el modo de decir a sus hijas que su madre ha muerto.
Más allá de otros juicios, críticas y valoraciones, lo más necesario de destacar de este reseñable debut es la mezcla de dos materiales altamente sensibles, entrelazados de modo sereno a la vez que con hondura.
El primero no es otro que el valor con mayúsculas. No tiene más nombre. Personas que, ahora mismo, están poniendo en juego algo que los que no lo hacemos, ni tan siquiera podemos acercarnos a comprender, pero que debiéramos hacer el esfuerzo, por lo menos, de reconocerlo. Son sus vidas de lo que se trata, la posibilidad de no volver a ver al hombre al que se ama, o a los hijos que se vio nacer. La posibilidad de que no haya mañana, y de que para los que se quedan sólo vaya a existir el ayer. El final del sufrimiento y la soledad para unos, pero también de la esperanza, del amor y de las ganas, para otros.
En la pérdida de Grace vemos la necesidad de una madre y la pérdida de una esposa, compañera, amiga y confidente. Es el viaje una excusa de Stanley para prepararse, junto a sus hijas, para cuando llegue el momento.
A pesar de que el piano de Jaimie Cullum nos guía en el trayecto, sin embargo, son las imágenes las que hablan por sí mismas. Es en una escena, que en principio parece una pequeña trampa, donde hallamos toda la esencia de aquello de que se trata… Del amor a los hijos. En la visita al supermercado, permite, finalmente, que las niñas se hagan los agujeritos en las orejas, una especie de iniciación para ellas. La ilusión en sus ojos es el contraste entre el mundo detenido del padre y el todavía rodante de las hijas. Y, aunque parezca buscado, no por ello deja de ser natural, ver entrar al padre en la casita de juguete. Enternece y emociona. Una maravillosa escena
A través de dos magnificas actuaciones, gracias a la contención y concisión de John Cusack, y a la mirada vulnerable, a la vez que inocente y comprensiva de Shélan OKeefe (Heidi), no son pocas las escenas imborrables. Las horas insomnes de una niña de 12 años (y medio) son fáciles de comprender desde la experiencia que dan los años, pero difíciles de contemplar por todo lo que contienen. El padre, observando a su hija sola, sentada en la calle, sin haber dormido…
Se comprende a ese hombre que llama diariamente a su casa tan sólo para oír la voz de su mujer.
También que en un momento cualquiera pare el coche y se decida a hablar con sus hijas. Da igual que la escena discurra frente al mar, porque lo único que importa es el qué, no el cómo. Que es el momento. Ese en el que sólo existen ellos, nadie más ni nada más, el mundo detenido.
No es recurso fácil dejar el silencio, centrarse en las miradas, en las lágrimas. Poder imaginarle diciéndoles ¿Cuidaréis de mí, verdad?.
La suerte de que tras la muerte y el duelo, le queden esas dos maravillosas criaturitas en las que siempre podrá apreciar el reflejo de su madre.
Stanley y Grace se querían mucho. Eran muy amigos.
La verdad es que no estaba muy seguro de si ver o no Grace is Gone , pero coincidió que iba bien de tiempo y la elegí como mi primera película para ver en el Festival de cine de Gijón. La sorpresa que me llevé ante la pantalla fue enorme. Estamos ante una cinta pequeña, con intenciones bastante ambiciosas pero con un corazón que hace bombear cada elemento de la trama, armándose toda esta sobre un hecho que no puede salir a la luz. A lo largo de 90 minutos, asistimos a la lucha interior de Stanley Philipps (Cusack) por no contarle a sus hijas que su madre ha fallecido en la Guerra de Irak, donde se encontraba enviada como soldado.
Este fatídico hecho hace cambiar la personalidad de Stanley, como no podía ser menos, y decide llevarse a sus crías a un Parque de Atracciones como distracción para que, en el momento oportuno, cuando les cuente lo sucedido, les sea menos duro. Así, vamos viendo el viaje de esta familia aparentemente feliz, pero rota, haciendo parada en hoteles o la casa de un familiar (bruta leste tramo con Alessandro Nivola), hasta llegar al citado parque.
La cinta sigue un esquema bastante típico, tiene escenas obviamente lacrimógenas, nos muestra unos personajes magníficamente interpretados -por una vez, los niños actores son geniales y no dan nauseas-, con un Cusack realmente convincente pese a lo fácil que habría sido caer en la sobreactuación. En una trama tan siniestra, dura en el fondo por que desde el principio sabemos lo que ocurre y vemos esa pequeña fantasía creada en torno a la realidad, se incluyen algunos pequeños gags o diálogos con chispa para intentar levantar un poco los ánimos.
Y esto sucede especialmente cuando los acordes compuestos por el magnífico Clint Eastwood suenan, elevando la película al mismísimo cielo, consiguiendo emocionar con ese precioso plano final, manteniéndote pegado a la butaca durante los créditos, para irremediablemente aplaudir compulsivamente al final de la proyección. Hay más películas basadas en el conflicto de Irak y muy variadas (Redacted mismamente), pero esta en especial es fantástica. Una obra pequeña, con un gran corazón y muy sanas intenciones.
Con todo lo que ha dado de sí el cine bélico, muy pocas veces hemos tenido oportunidad de comprobar la crueldad y barbarie de la guerra desde la óptica de los que están en casa y reciben la noticia de la muerte de su (póngase aqui lo que toque, ya sea hermano, hermana, padre, madre, hijo…). Una injustamente olvidada Jardines de Piedra de Coppola se atrevía a plantear el conflicto de Vietnam desde el famoso cementerio de Arlington, e incluso en Salvar al Soldado Ryan y Banderas de Nuestros Padres se podían entrever las arrasadoras consecuencias de las bombas y tiros, en el hogar original de los soldados que pelean en el frente. Por es la originalidad de Strouse es capaz de conmover al más pintado, ha arrasado en el Festival de Sundance, consiguiendo además nominaciones en los Globos de Oro e incluso en el Festival de Gijón: un padre de dos hijas recibe súbitamente la noticia que su mujer, sargento del ejército, ha muerto en Irak. Intentando evitar el momento de decirle a sus hijas lo que ha pasado, se las lleva de viaje a un parque de atracciones… Con la estructura clásica de una road-movie , intentando cortar las ataduras de una sociedad cada vez más ilógica, el personaje del padre realiza a través de ese viaje con las niñas otro trayecto interior bastante más intenso, conociendo mejor a sus dos hijas y a sí mismo, además de recordar con más claridad a su fallecida esposa. Con una simpleza demoledora, el guionista de Lonesome Jim -Dirigida por Steve Buscemi y aún inédita en nuestro país, siendo una de las más certeras crónicas de la juventud norteamericana (y quizás mundial) contemporánea- se lanza a la dirección con un primer film algo tramposo en sus planteamientos, pero ejemplarmente resuelto con una brillantísima dirección de actores y una reflexión tan amable como conmovedora. Quizás el único punto negro que pueda empañar este film sea el tufo reaccionario, proamericano, conservador y militarista que llega a justificar la muerte de la sargento Grace Anne Phillips, la mujer, esposa y madre sin la que se quedó una familia a causa de…¿la Guerra? ¿el Ejército? Los sentimientos y las emociones están muy bien tratadas, pero el director podría haber hablado no solo de las dramáticas consecuencias de las guerras, sino también de los motivos de las mismas.
Cusack no es mal actor, pero no posee la virtud del camaleonismo, esa de la que pueden presumir otros muchos actores (y actrices). Cusack es Cusack. Un tipo que suele caer muy bien o muy mal, sin término medio. Es lo que hay.
En esta peli, por error, le han encasquetado el papel de Tom Hanks, otro buen actor nada camaleónico, que también suele caer muy bien o muy mal. Hanks es Hanks. Pero Cusack no es Hanks, es Cusack. Por tanto, aquí hay algo que no funciona.
La película entera es un cúmulo de despropósitos. Usaré, mejor, el término Desgracia, porque de eso va la cosa. De que Gracia se muere, y su marido, digo viudo, no ve la manera de dar la noticia a sus hijas, digo huérfanas. Esto significa que la peli no tiene historia argumentada, es tan sólo una circunstancia, dramática y dolosa, que se alarga durante hora y media de metraje, con el fin último e innoble de hacer lloriquear al espectador con trucos de baratillo. El señor Eastwood, por cierto, hace una apreciable aportación a tal efecto, con una de esas musiquillas suyas al piano que parece que la esté tocando un caracol con artrosis.
Hay que tener en cuenta, también, que Gracia no muere de un patatús común o accidente habitual, sino que la diña por su país, luchando en el frente. Concretamente, en Irak. Todo un honor. Si tus hijas pequeñas se van a quedar sin madre, al menos que sea por algo útil. Claro.
Una película que se tira de cabeza a la moda ésta tan americana de mostrar el dolor humano ante los peores dramas de la vida de la manera más plana, estúpida y exhibicionista. Un asco.