La vida de un hombre tatuado (Tattooed Life)
Sinopsis de la película
Tetsu, un miembro de rango medio de la yakuza, es traicionado por sus superiores y su hermano menor le salva la vida. Juntos huirán a Manchuria, donde intentarán vivir una vida pacífica, pero el pasado, como ese tatuaje oculto debajo de la camisa, volverá para cobrarse las facturas impagas. Influyente film sobre yakuzas cuya secuencia final fue homenajeada por Quentin Tarantino en Kill Bill Vol 1.
Detalles de la película
- Titulo Original: Irezumi ichidai (Tattooed Life) aka
- Año: 1965
- Duración: 85
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Opinión de la crítica
Película
6.7
81 valoraciones en total
Seijun Suzuki, además de famoso actor en su tierra natal, fue un prolífico y controvertido director japonés de serie B en los 50 y 60 que fue adoptando gradualmente un estilo visual impactante y heterodoxo, y sobre todo narrativamente surrealista, ganándose sonados desencuentros con sus productores, la compañía Nikkatsu.
En Tattooed Life nos encontramos ante una típica película de samuráis (yakuzas en este caso) japonesa en que toda la acción está aislada y confinada en los últimos minutos de la película.
Puedo citar Yojimbo, Samurai Rebellion, la reciente trilogía del samurái de Yamada o incluso la norteamericana Yakuza de Pollack, y las que me dejo y me quedan por ver…
Algunas más y otras menos, pero todas tienen en común el dejar para el final casi todo el peso de la acción, convirtiéndose el resto de la película en un constante preliminar y preparativo de la inevitable catarsis de violencia final.
Pero algo diferencia a esta película, y es que visualmente es un portento, y muy moderna teniendo en cuenta que es de 1965 (si me dicen que es de finales de los 70 me lo creería, y aún así diría que es sorprendentemente moderna), y no sólo por la parte de acción final, toda la película de principio a fin está salpicada de pequeños momentos, secuencias en movimiento de gran dinamismo o planos estáticos de inusitada belleza, tanto por el uso de la cámara como por los decorados y exteriores.
Se nota mucho que Suzuki ante todo quería probar cosas, romper convenciones y academicismos en el lenguaje visual y cinematográfico, sin olvidar que era un director de serie B que tenía que dar al público lo que pide, su sello está en impactarles para mantenerles entretenidos.
Porque lo que es el tratamiento de la historia y los personajes, es donde vemos que esta película no raya a la altura de otros clásicos de drama/aventuras como algunos de los citados más arriba de Kurosawa o Kobayashi. La trama y su desarrollo, eso sí, no es surrealista, como lo serían obras posteriores de Suzuki, sino muy convencional.
(sigo en spoiler)
Cuando uno está marcado por el estigma de la violencia y el crimen es imposible ocultarlo a los demás, al igual que los tatuajes grabados en la piel, que siempre se deben mantener alejados de los ojos ajenos.
Este es el sino del yakuza.
En Nikkatsu entran, a finales de los 50, dos asistentes de dirección muy prometedores llegados de Shochiku: uno es Shohei Imamura, el otro Seijun Suzuki. Ambos demuestran unas habilidades y talento únicos, pero hay una diferencia, y es que mientras el primero no aguantó más las exigencias de los ejecutivos de la compañía y se largó para crear la suya propia, el segundo se quedó resignado a las órdenes del presidente Hori, sufriendo así numerosas represalias cuando decidió acometer sus baratos encargos de una manera más arriesgada visual y estéticamente hablando.
Las malas vibraciones comenzarían con la llegada de una de sus mejores obras, La Juventud de la Bestia , que inaugura su etapa más perfeccionista , en el rodaje de Akutaro se une al excelente diseñador Takeo Kimura y juntos facturan una serie de obras donde lo que destaca es el derroche de imaginación. Para 1.965 Suzuki estrena su (quizás) obra maestra, Historia de una Prostituta , y ese mismo año se le encarga un relato pulp de yakuzas sin mucha miga, pero que él y Kimura convertirán en algo especial, pues en efecto la labor del diseño artístico destaca desde el primer momento, presentándonos el director una serie de hombres con increíbles tatuajes impresos en sus cuerpos.
Se señala así la marca tan imponente y reconocible del yakuza antes de pasar a un prólogo muy convenientemente situado a principios de una era Showa que llevará al país a una situación socioeconómica peligrosa e inestable. Vemos a Tetsu, un gángster descrito a la manera romántica, esto es: duro, honorable, bondadoso y cuyo destino está teñido de tristeza y soledad, una traición bastante rastrera por parte de sus jefes sólo le da la opción de huir junto a su hermano menor Kenji, retrato del artista japonés cuya sensibilidad artística y humana lo feminiza (creando un gran contraste con la imagen ruda y viril del protagonista).
Éste desea huir de Japón hacia Manchuria, descrita como una especie de tierra prometida ignorando aquél que pronto habrá de convertirse en un cruento campo de batalla. Tras ser engañado por un individuo repelente, vestido a la manera occidental, perfecto residuo de los tiempos de la era Meiji (Suzuki se encarga de definir bien a sus personajes a través del aspecto estético que le brinda Kimura), Tetsu y Kenji van a refugiarse en una ciudad portuaria a la espera de poder marcharse pronto de allí. Esta estructura no parece muy distinta de la mostrada en Sandanju no Otoko , pues se recupera la idea del forastero inmiscuyéndose en los problemas de una comunidad oprimida por los poderosos.
Y también habrá un grupo de trabajadores en las montañas y dos familias enfrentadas: los Kanbe y los Yamashita. Se presenta una imagen bastante deprimente de los yakuza, en comparación con Tetsu, Ezaki y los miembros de los Kanbe no son más que sibilinos e hipócritas hombres de negocios que se valen de su poder y estatus para imponer sus reglas sobre los demás, siendo Toku, ese anciano manco otrora yakuza, con el que más o menos se identifica. Reina el deseo de expansión y la ambición capitalista, que se enfrenta con los honorables códigos de los clásicos gángsters, caídos en desgracia.
Los Kanbe desean hacerse con el control del túnel de los Yamashita y el conflicto no tarda en estallar, y lo más sencillo es culpar a los recién llegados, más aún cuando Kenji profesa un profundo amor por Masayo, esposa del jefe de la compañía (más bien una extraña admiración que revela un significativo complejo de Edipo, al buscar en la mujer la belleza de una madre perdida tiempo atrás), por su parte, Tetsu también se enamora de la joven hermana de Masayo, Midori, acosada por el repulsivo Ezaki. El efecto espejo-negativo del romance entre las parejas de hermanos ofrece un interesante contrapunto sentimental al sencillo relato de traiciones, corrupción y engaños que se dispone en primer lugar.
Relato que Suzuki llevará hacia un clímax emocionante y donde se aprecia más que nunca su ambición por elevar sus pobres trabajos a un alto nivel artístico, se ha de cumplir una venganza, la de Tetsuo, y lejos de desarrollarla por medios convencionales la convierte en un espectáculo que obedece a las modulaciones de la poesía, el teatro kabuki o la música en lugar de a leyes narrativas tradicionales. La atroz violencia se transforma así en poesía visual cautivadora, prestándose especial detalle a la escenografía de la acción, que Suzuki maneja con nervio y un gran sentido del ritmo.
Los colores vibran en pantalla acordes al movimiento de los cuerpos y las katanas, enlazándose en una hipnótica combinación de registros sensibles, este tramo, que deja extasiado por su fuerza visual, es un film independiente, desligado al cual pertenecía en principio (la secuencia influenció sobre todo a Tarantino, Woo y Sono, quienes darían cuenta de ello en sus obras, en especial el primero para Kill Bill ). Hideki Takahashi brinda su carisma a su muy tópico personaje, y los correctos Akira Yamauchi, Hiroko Ito, Seizaburo Kawazu, ese repelente Yuji Kodaka y la guapa Masako Izumi (estrella de Hiko Shojo ) se amoldan bien a los suyos, el más interesante es el joven Kotobuki Hananomoto.
Debido a la arriesgada experimentación de Suzuki, los señores de Nikkatsu tuvieron que reprenderle por, según ellos, hacer películas que el público no comprendía y que no eran rentables. Por esto mismo le encargan un proyecto más convencional y adaptación de una novela: Kawachi Karumen .
Este sentimiento de rechazo al potencial artístico del cineasta tendría su mayor consecuencia unos años después con la llegada de Marcado para Matar .