La venganza de una mujer
Sinopsis de la película
Adaptación libre y cinematográfica de uno de los cuentos más famosos del francés Barbey d´Aurevilly (1808-1889), incluido en el libro Les Diaboliques. Roberto es uno de esos hombres para los que la simulación es todo un arte. Para unos, se trata de un caballero refinado, para otros un libertino. En cualquier caso, Roberto es un hombre sumido en el más profundo de los aburrimientos, ya que ha agotado y satisfecho todos los placeres de la vida. Hasta que conoce a una cortesana que le introduce en una historia de amor verdadero, pero también de pasados imperfectos.
Detalles de la película
- Titulo Original: A Vingança de Uma Mulher aka
- Año: 2012
- Duración: 104
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Opinión de la crítica
7
33 valoraciones en total
Que sí, que ya lo sé, que la historia de Dante y Beatrice es sublime, pero, ¿qué quieren que les diga? Este menda lerenda prefiere la de Paolo y Francesca. No sé, me parece más creíble. Se narra en el Canto V de la Divina Comedia, así como en el segundo verso del Canto VI, y recordamos todos de qué va, ¿verdad? Bueno, en esencia, Francesca de Rímini se casó con Gianciotto Malatesta, un personaje contrahecho físicamente, pero se enamoró del bello Paolo, hermano de Gianciotto, con quien mantuvo un apasionado romance hasta que Gianciotto los asesinó. Eros y Tánatos, una vez más, que han sido plasmado en infinitud de ocasiones tras la colosal creación del poeta florentino y muy significativamente en La barca de Dante, de Delacroix, y El beso, de Rodin.
La poesía española también se hizo eco de ese episodio en Rubén Darío y Gustavo Adolfo Bécquer, por citar sólo dos ejemplos. Y si procedemos en orden cronológico inverso, es decir, empezando por Darío, ya en Azul se menciona a Paolo y Francesca:
El Invierno es galeoto,
porque en las noches frías
Páolo besa a Francesca
en la boca encendida,
mientras su sangre como fuego corre
y el corazón ardiente palpita.
En cuanto a las Rimas, de Bécquer, comienza así la XXIX:
Sobre la falda tenía
el libro abierto,
en mi mejilla tocaban
sus rizos negros,
no veíamos las letras
ninguno, creo,
mas guardábamos entrambos
hondo silencio.
En todo caso, los enfoques tanto de Rubén Darío como de Bécquer se mueven el plano de un amor vaporoso, evanescente, que es lo que nos muestra La venganza de una mujer (2012), de Rita Azevedo Gomes, que ha tardado cuatro años en llegar a las pantallas españolas, puesto que en esta película se plantea el amor absolutamente contemplativo de la duquesa de Arcos de Sierra Leona con Esteban, primo de su esposo, que es uno de los primeros en el escalafón de grandes de España.
Todo podíamos y nada queríamos, cuenta la duquesa a Roberto, un hombre de mundo al que lleva a sus aposentos, y en la película vemos cómo el simple hecho de hilar es uno de los momentos de mayor intensidad emotiva, lo que a mí, insisto, me recuerda el momento de la lectura conjunta entre Francesca y Paolo que poetiza Dante.
También como en la obra del genial florentino, el marido mata al amante, pero permite que viva la mujer, lo que es novedoso con respecto a la Divina Comedia. La acción se sitúa en Lisboa en el último cuarto del siglo XIX y es indudable que Barbey d’Aureville (1808-1889), autor del cuento en que se basa libremente el largometraje de Azevedo, quiso darle otro enfoque y apelar a la idea de la libertad de elección de la mujer.
En cuanto a escenografía, hemos de recurrir a este término de las tablas, por la enorme textura teatral de La venganza de una mujer, algo a lo que más o menos estamos acostumbrados por todas las adaptaciones cinematográficas que se han realizado de los grandes clásicos de la dramaturgia, así como de autores más contemporáneos, entre los que quizá destaque Arthur Miller. Es imposible realizar una enumeración exhaustiva de todas las veces que el cine ha buscado inspiración en el teatro, pero es que en la película que ahora nos ocupa Rita Azevedo ha montado todo un escenario teatral para narrar su historia. Es decir, no es que el cine se inspire en el teatro, es que el teatro se apoya en el cine, puesto que lo que vemos en la pantalla es una auténtica representación escénica: el theater, término de la variante americana del inglés que significa ‘sala de cine’ se hace live theater, término de la variante americana del inglés que significa ‘teatro’, donde en un momento dado se ve a la protagonista, Rita Durão, repasando el libreto, o aparece un señor vestido a la actual leyendo fragmentos a modo de acotaciones para mayor verosimilitud teatral.
Y todo ello dentro de una puesta en escena preciosista, con gran cuidado del vestuario de época, y el apoyo musical de grandes piezas de lo mejorcito de la música clásica. Todo un goce, pues, para la sensibilidad estética y los sentidos.
La venganza de una mujer es una adaptación dirigida por Rita Azevedo Gomes del relato homónimo de Jules Barbey D’Aurevilly, con un planteamiento sencillo sobre la experiencia de un dandi aristócrata que observa su propia vida como un tedio predecible, con la certeza de haber agotado todo lo que ésta puede ofrecerle… hasta que una noche conoce a una prostituta que le narra una historia.
Con esta premisa sencilla nos adentramos en una película que parece realizada toda ella con el objetivo de reivindicar el artificio. Gomes parece querer dinamitar la suspensión de incredulidad desde el principio, recordando al espectador en todo momento la artificialidad de sus escenarios, el tempo medido e irreal de sus interpretaciones, incluso utilizando directamente recursos metacinematográficos para romper la cuarta pared. Sus encuadres son perfectas representaciones pictóricas, sus personajes interpelan directamente al espectador utilizando la cámara como un altavoz y no como un registro pasivo.
Combinando el lenguaje del cine con la representación teatral, la pintura y la literatura a partes iguales, la cinta de Gomes se mueve constantemente en un desequilibrio narrativo y estilístico plenamente conscientes, transformándose en una amalgama que en vez de tratar de alcanzar un punto en común o al menos una visión de conjunto eficaz, parece decidida a resaltar las cualidades individuales de cada una de estas artes. Este enfoque desde luego no desmerece el apabullante despliegue estético de la misma, más bien al contrario, es capaz de potenciarlo hasta el punto de proporcionar una identidad tan radical y desatada como coherente en su propósito y memorable en su ejecución.
Este ejercicio de estilo es desde luego arriesgado y, sobre todo en lo referente a la inmersión en la historia, parece inevitable y completamente legítimo que ésta termine por generar una falta de implicación por parte del espectador. Pero si algo resalta el mérito de una película como La venganza de una mujer , es que ni siquiera este efecto es inherente. Que con todo el subrayado del artificio presente a lo largo de la cinta, ésta todavía sea capaz de transmitir emociones genuinas a través de su ficción es algo impresionante, que lo haga con la intensidad tan abrumadora de ésta parece un milagro o una paradoja.
Gran parte de ello se debe a la convicción de las interpretaciones. La forma en la que Roberto observa el mundo refleja una complicidad constante con el espectador, pero también un distanciamiento genuino respecto de lo que le rodea que es perfectamente comprensible como parte de su perfil psicológico, la actuación de Fernando Rodrigues no sacrifica ninguno de estos matices y logra crear un personaje creíble en un contexto al que parece no pertenecer del todo.
Así le dice la protagonista de un amor nada vulgar al protagonista de una vida vulgar.
Interesantísima propuesta lusa que nos llega con tardanza (2012). No gustará a todos los espectadores, pero se trata indudablemente de buen cine. De ese buen cine europeo de toda la vida que se puede paladear como un buen vino. La puesta en escena es magnífica, muy adecuada al relato. La música grandilocuente y por momentos sublime. Pero lo mejor es el lenguaje cinematográfico tan personal que la directora, guionista y adaptadora del relato original nos ofrece.
Ay de aquellos que no sepan usar la máscara que han elegido.
Las actuaciones de los dos protagonistas, en especial la de Rita, de concurso.
Poesía y sensibilidad por todas las esquinas. También he disfrutado de la versión subtitulada, el portugués siempre me ha parecido una lengua elegante.
Muy agradable de ver, pero prepararse para un ritmo pausado, un slow film.
(Nota para Filmaffinity: No es dAureville, sino dAurevilly)