La última carga
Sinopsis de la película
El capitán Nolan, procedente de la India, se incorpora al regimiento de Lord Cardigan. Considerado un oficial de inferior categoría por sus compañeros, Nolan mantendrá continuos enfrentamientos con Lord Cardigan a causa de su despótica actitud. En la guerra de Crimea (1854-1856), en pleno asedio de Sebastopol, tendrá lugar una terrible batalla.
Detalles de la película
- Titulo Original: The Charge of the Light Brigade
- Año: 1968
- Duración: 141
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Opinión de la crítica
Película
6.3
92 valoraciones en total
La guerra es muy perra, se mire donde se mire, lo mismo en Vietnam en el S.XX que en Crimea en el S.XIX. Lo que ya son opciones personales es el contenido que cada cineasta quiere prresentar, y en concreto quiero empezar hablando del final, porque no siempre hay finales felices. Desde aquí y ahora yo aplaudo el final de La última carga , sin duda de lo que más se ha hablado y del que obviamente haré mención detallada en la zona oculta. Eso junto a los maravillosos dibujos de los Monthy Python en los títulos de presentación de la película, al final y justo en la mitad como separación de las dos partes tan distintas supone el mayor mérito de la película. Como casi todos, opino que la primera hora de película es un tostón insoportable, puede que sea una parte necesaria por lo que tiene de presentación de personajes, sabemos quiénes y cómo son, pero me cuestiono si era necesaria una hora. Estoy convencido que con menos se hubiera conseguido lo mismo.
Tras el desembarco del ejército británico por fin se desata la película, alcanza un ritmo adecuado y sobre todo suceden cosas, sencillamente eso, suceden ciertas cosas, con más o menos gracia, pero al fin y al cabo por fin pasa algo una vez los personajes ya han sido sobradamente presentados. Al que le guste el género bélico no pestañeará con esta segunda parte, a quienes gustamos de cine bien hecho aplaudimos comedidamente. Las miserias de los jefes y la dura vida del soldado raso se presentan abiertamente. No hay lugar para otra opinión: incompetentes los de arriba, machacados los de abajo. Triste y dura.
La última carga es una película muy irregular, con momentos auténticamente insoportables con otros verdaderamente maravillosos. Por ejemplo si durante la primera media hora larga su visionado decepcionará a casi todos, una vez entrados en faena y trasladados a Crimea toda la historia gana y mucho.
Es en esa segunda parte donde podemos ver algunas de las escenas más perfectas de cómo era la guerra en la primera mitad del siglo XIX. Magníficas escenas de batallas que el propio Stanley Kubrick le sirvieron para inspirarse en la creación de Barry Lyndon.
Mención aparte merece los extraordinarios carteles de los Monty Python que podemos ver en los títulos de créditos y a lo largo de varios insertos de la película. Una lástima que un arte como el de los carteles se haya perdido para siempre, cuando es la última representación artística moderna que me interesa.
Pero más que hablar de la película, que recomiendo, aunque sea por ver a una Vanessa Redgrave guapísima -aunque en un papel de florero- quiero replicar a la crítica de nuestro querido Miguel.
Según él, la guerra de Crimea fue beneficiosa para los intereses de España y su argumento se basa en las exportaciones de grano.
Pues bien Miguel siento mucho llevarte la contraria.
Te cuento, la exportación de nuestros cereales provocó el desabastecimiento del mercado interior, además de la elevación brutal de los precios. Esto produjo famosas huelgas generales como la de Barcelona de 1855 y un sin fin de revueltas campesinas con el epicentro en mi ciudad Valladolid.
El nivel de vida de los españoles no experimentó ninguna mejoría, y se incrementó la pobreza, al no aumentar los salarios pero sí los precios. Sólo hubo beneficios para los grandes terratenientes, pero en ningún caso para las clases humildes que se convirtieron en más pobres que nunca.
Eso desde el punto de vista económica, que provocó una pérdida de nivel de vida, pero aún fue peor en lo político.
La neutralidad española en aquella guerra hizo que se dejase de una forma total de contar con nuestro país para las alianzas europeas y el aislamiento que no era históricamente algo español provocó que cuando años después se produjesen los acontecimientos del 98, España no tuviera ni un solo aliado.
Se puede decir que aquel conflicto marca la salida de España de la primera división de los países del mundo, condición que se fue aumentando a lo largo del XIX y que hoy en el siglo XXI aún no hemos recuperado.
No se puede ser un país grande aislado y neutral siempre, y menos aún pensar que cuatro duros que fueron a parar a muy pocos bolsillos justifican una política exterior. Así nos va.
Por cierto, los británicos ganaron la guerra, aunque les guste recordar la dichosa carga en tono trágico, y comenzó su dominio del mundo hasta la Segunda Guerra Mundial.
Remake de La carga de la brigada ligera (1936). Dirigido por Tony Ridhardson, se basa en hechos de la Guerra de Crimea (1853-56). Se rodó en Black Park y Greenwich (Inglaterra), con un presupuesto estimado de 8 M dólares. Obtuvo 7 nominaciones a los BAFTA. Se estrenó el 11-X-1968.
La acción tiene lugar en Inglaterra y en Crimea en 1850-54. Culmina con la participación de la Brigada de la Caballería Ligera, cuerpo de élite del Ejército británico, en la batalla de Balaklava (25-X-1854). Narra la historia del capitán Louis Edward Nolan (David Hemmings), procedente de las fuerzas destacadas en la India, hecho por el que se le considera persona inferior y es tratado como tal. Se ve hostigado, sobre todo, por Lord Cardigan (Trevor Howard), arrogante jefe de la Brigada. Traba amistad con el capitán William Morris (Mark Burns) y con su esposa, Clarissa (Vanessa Redgrave). Entre los tres se establece un triángulo amoroso.
La película explora con ojo crítico la sociedad victoriana, el Imperio británico, la Guerra de Crimea y, por extensión, todas las guerras. Es una pieza antibelicista y antimilitarista, al gusto del público de la segunda mitad de los 60, muy sensibilizado por los errores y excesos de la guerra de Vietnam. Las películas antibelicistas se dividen en varios grupos: explican la crueldad y los horrores de la guerra ( Black Hawk derribado , 2001), muestran los estragos en la población civil ( Ángeles perdidos , 1948), glosan las secuelas de las heridas físicas ( El regreso , 1978), se refieren a las secuelas psicológicas o a la inadaptación social de los que han intervenido en ella ( Un lugar en la cumbre , 1959), hablan de los intereses espúreos que ocultan, satirizan la guerra ( MASH , 1970) o denuncian la ineptitud, los errores, la crueldad y la arbitariedad del mando. En este último apartado se incluyen Senderos de gloria (1957) y La última carga (1968). Ésta ofrece una combinación de imágenes de lucha, arrojo, sacrificio y muerte, con imágenes del desconcierto, errores, torpezas e irresponsabilidad del mando, que resulta escalofriante. Para España la Guerra de Crimea tuvo consecuencias positivas. La producción cronicamente excedentaria de trigo encontró salida en el mercado internacional a buen precio. De ahí que se acuñara la expresión Agua, sol y guerra en Sebastopol como referencia a las bendiciones necesarias para una buena cosecha.
La música, nominada al Anthony Asquith Award, combina fanfarrias marciales, melodías dramáticas y aires heroicos. La fotografía acusa la brillantez propia de su autor, David Watkin ( Memorias de África , 1985). El guión construye una sátira dramática. Las interpretaciones de Howard y Gielgud brillan por encima de las demás. La dirección realiza una ambientación muy cuidada y ocupa a más de 600 extras a caballo en la escena final.
Película aclamada por el público de la época, algo devaluada por el paso del tiempo. Pese a todo, interesante y recomendable.
Los ingleses son unos expertos consumados en el arte de tornar derrotas bochornosas en gloriosos hechos de armas- Isandlwana, Dunkerque-. Arcanos de la comunicación de masas y una medida generosa de estulticia colectiva. El precedente de mayor relumbrón se sitúa, no cabe duda, en el desastroso papel que jugara en Balaclava, durante la Guerra de Crimea, la Brigada Ligera al mando del dandi Lord Cardigan- cuyo principal objetivo con la invención de la prenda del mismo nombre no fue otro que evitar despeinarse-. Loada por el vate Lord Alfred Tennyson en su celebérrimo poema- … Into the valley of Death, / rode the six hundred-, una decisión militar más que discutible, sumamente reprensible- una carga frontal de caballería contra toda la artillería enemiga-, pasó a los anales de la historia como uno de los más acabados ejemplos del arrojo y la superioridad moral de los hijos de la Gran Bretaña triunfante.
Afortunadamente, de un tiempo a esta parte ha venido apareciendo abundante literatura desmitificadora- The Reason Why, de la historiadora británica Cecil Blanche Woodham-Smith, en que se basa la película que nos ocupa, The Homicidal Earl, del historiador militar, y ahora también novelista (mediocre, todo sea dicho) británico Saul David, o la chocarrera, y sin embargo brillante, Flashman y la carga de la Brigada Ligera, de George McDonald Fraser. Incluso una obra contemporánea de los hechos, Cartas de un oficial del estado mayor en Crimea, escrita por el coronel J. Gough Calthorpe se alejaba ya de la versión oficial, apuntando cierto comportamiento poco valeroso de Lord Cardigan en el fragor de la batalla-.
La última carga- así traducido en España a fin de no confundirla con la romántica visión que, 32 años antes, Michael Curtiz diera de los mismos hechos en La carga de la Brigada Ligera- se inscribe de lleno en dicha tendencia escéptica. Rodada en plena efervescencia del 68, su pacifismo, antimilitarismo y descontento general son evidentes. Una amarga ironía, rayana en el sarcasmo, impregna cada una de sus hermosas estampas. Éstas se alternan con unas maravillosas animaciones a cargo de los Monthy Python, a medio camino entre la psicodelia y el realismo industrial. Sólo las que abren la película y sirven de fondo a los títulos de crédito ya dan una idea bastante ajustada del tono cáustico que predominará durante los 140 minutos siguientes. Si bien es cierto que Tony Richardson llega a resultar un tanto retórico, recreándose demasiado en la belleza y la potencia de sus imágenes, tanto reales como animadas.
En cualquier caso, nos hallamos ante una curiosidad cinematográfica- casi una joya, podría decirse, por su espléndida rareza-, excelentemente fotografiada, e interpretada por la aristocracia del cine británico- Trevor Howard, John Gielgud, Vanessa Redgrave-, que se empeña en desvelar la ciega estupidez de los héroes- ese capitán Nolan encarnado por un intenso David Hemings, cuyas inquietudes parecen circunscribirse a los caballos y a hacerse matar lo antes posible- y la incompetencia manifiesta de los mandos- la discusión final entre Lord Raglan, Lord Lucan, Lord Cardigan y el brigadier Airey por la responsabilidad en el desastre no tiene desperdicio-.
Lo que tampoco tiene desperdicio es ver a Trevor Howard tratando de encajarse en los ceñidos pantalones rojos del 11º de Húsares. Forward the Light Brigade! / Charge for the guns´ he said…
Richardson se sitúa muy lejos de la pomposidad del poema que he mentado en la primera parte de la frase y de la glorificadora cinta La carga de la brigada ligera , donde (al igual que hicieron con la biografía de Custer del 41, también con Errol Flynn de protagonista) si no hay en la realidad motivos que justifiquen una acción, directamente se los inventan. Aquí la realidad ocupa un lugar importante. Y es que estamos a punto de entrar en los años 70, años de desmitificación de los mitos patrioteros, años en los que la guerra ya empieza a dejar de verse como algo ni siquiera remotamente glorioso, algo que debe evitarse y no buscarse por motivos espúrios (una lección que todavía no ha calado). Es recomendable verla más como documento histórico que como entretenimiento.
El 80% de la cinta constituye una introducción bastante excesiva (y que puede llegar a cansar en algunos tramos) en la que se nos presentan los personajes (los oficiales, los mandos…) y la situación en la que viven, un mundo tirando a sórdido, lejos de la honorabilidad con la que se le ha pintado tantas veces, con discriminación, maltrato y mandos despóticos y/o ineptos. Cuando la cinta se traslada, ya en los compases finales, a la Guerra de Crimea, podemos ver muy claramente que la guerra no es un juego, sino un lugar terrible y asqueroso, asfixiante y desprovisto de glamour, algo que no parecen entender los pudientes que se han trasladado a los campos de batalla, en un lugar seguro con buenas vistas, como si todo fuera un camping con espectáculo incluido.
(sigo en spoiler)
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