La teta asustada
Sinopsis de la película
Fausta (Magaly Solier) padece de La teta asustada , una enfermedad que se transmite por la leche materna de mujeres maltratadas durante la época del terrorismo en el Perú. Los infectados nacen sin alma, porque del susto se escondió en la tierra, y cargan un terror atávico que les aísla por completo. Pero Fausta esconde algo más, guarda un secreto que no quiere revelar, hasta que la súbita muerte de su madre desencadenará hechos inesperados que transformarán su vida y la de otros. Seleccionada por Perú como candidata al Oscar 2010 en la categoría de película de habla no inglesa.
Detalles de la película
- Titulo Original: La teta asustada
- Año: 2009
- Duración: 94
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Opinión de la crítica
6
47 valoraciones en total
La segunda película de la directora Claudia Llosa tiene un esquema narrativo tripartito. Uno que se sitúa en el mundo andino cuyos representantes viven en Lima por obligación, otro mundo, también andino, que se ha adecuado a la ciudad y ha mezclado voluntariamente las costumbres andinas y costeñas. Y el tercero que representa a la herencia española y colonial que mira a los dos primeros abriendo simplemente sus puertas o portones y ventanas.
La historia central, que envuelve la película, tiene que ver con el primero de los nombrados cuya protagonista es Fausta (Magali Solier).Al respecto, Claudia Llosa, que también hace de guionista, al contrario de lo expuesto en Madeinusa, su primer film, mitifica el mundo andino puro por la necesidad del argumento exaltando los diálogos y canciones en quechua, que son mucho más inteligentes y profundos que los ridículos y risibles en el español de los integrados, siendo sus exponentes máximos Fausta y el jardinero filósofo.
La directora misma, por otro lado, ha dicho que la película tiene la intención de crear conciencia en la conservación de la memoria histórica por las víctimas del terrorismo guerrillero y de las fuerzas del orden de los años 80 y 90 en el Perú donde se cometieron asesinatos, matanzas, desapariciones y violaciones de derechos humanos. Algo que constatamos en la trama principal que sirve de alegoría al respecto.
La segunda trama es una parodia del mundo andino afincado en Lima que entra en permanente contradicción con sus orígenes y con algunas costumbres de la Sierra. El resultado se plasma en escenas y diálogos muy chirriantes, cargados de humor negro y frivolidad sobre la vida cotidiana, como por ejemplo, los preparativos y los desarrollos de dos bodas.
En cambio, el mundo de la herencia hispana se muestra en forma seria. Tradicional hasta en los muebles de la casa, hipócritamente racista, explotador y aprovechador de su posición dominante.
La mezcla de los tres, da un resultado solo parcial de lo complicada que es la sociedad peruana y limeña.
Por otra parte, creo que tiene sus ventajas y desventajas usar permanentemente las escenas simbólicas y demasiado explicativas. La ventaja tiene que ver con el poder de la película de generar debate y polémica, no pasando desapercibida. Pero también le quita dinamismo por la reiteración de los conceptos.
La actuación de Magali Solier es la de un personaje lleno de temores y triste hasta la hipocondría sin expresar casi ningún matiz en el rostro. Quizás en eso la directora ha debido trabajar más.
Sin embargo, en su conjunto, me parece que la puesta en escena trasluce un trabajo muy delicado y coordinado de dirección y producción, utilizando actores amateurs, casi en su totalidad, con resultados satisfactorios. Se trata, en suma, de una película notable.
Lenta película, real, pedregosa como los caminos de Lima. Con planos impresionantemente bellos, que recuerdan a grandes del realismo mágico como Onetti o Juan Rulfo -esas suciedades, esa miseria casi extrema-, la villa natal de Fausta nos mira con un toque poético, enternecedor, y las alegrías puntuales de sus habitantes enmarcan un crudo cuadro cotidiano, mísero, pero también colorido y vivo. Arena, amarillos rayos de sol, pieles morenas reflejando la vida, arrugas viejas en caras curtidas al polvo. Observamos así consternados, a vista de pájaro, esas chabolas azules, verdes, en las que los días pasan como sin querer, resbalando por encima de tanta pobreza, de tantas vidas, de tan pocas alegrías, de tantas tristezas cotidianas.
Así, todo este esteticismo nos va meciendo despacio, de una escena a otra, flotando en su ronroneo como sobre el agua de un río suave…
Y sin embargo…
Sin embargo es lineal, monótona, como las melodías que canta Fausta. Nos muestran las consecuencias de un sentimiento, el miedo, sin hacérnoslo sentir. ¿Qué es el cine sino una maravillosa manera de transmitir emociones? Claudia Llosa lo intenta, pero no lo consigue. La patata no es más que un resultado, una consecuencia de algo que no llegamos a entender. Con todo aquel bello marco, con toda esa potencia visual, con todo el realismo crudo que desprende la cinta desde el principio, a la directora se le olvida meternos en la historia, en la piel, en el corazón de Fausta. ¿Cómo vamos a comprender sus actitudes, su sepulcral silencio, sin ser partícipes de su miedo, si no nos hacen mamar a la fuerza esa leche agria que ella tanto mamó? Seguimos el pelo liso de la protagonista por pasillos, caminos de tierra, chabolas, y algún que otro jardín, pero no sentimos lo que ella siente, no vemos a través de sus ojos. Para conseguir eso no basta una melodía tarareada, no basta una mirada apagada y unos pasos dudosos.
El cinco, por la fotografía, por la poesía que rezuman sus planos, por la dignidad de las gentes, de las historias que cuenta. Y por haberme hecho recordar, aunque sólo fuese unos instantes, las calles sucias de Santa María, las fantasmagóricas figuras de Colama.
Los que se consideren amantes de la pantalla grande, deberían ver este poema triste que con pequeños detalles y canciones suaves de lamento, consigue reflejar el miedo y la obsesión de las tetas asustadas , esas mujeres embarazadas que fueron violadas durante la guerra y que transmitieron a sus hijas esta enfermedad del miedo. También a través de esos pequeños detalles conocemos al pueblo Quetchua, su lengua y su cultura de una manera lenta y pausada. No es apta para gente que sólo busque entretenimiento en el cine, es una película de las que gusta ver en los festivales o ciclos de cine y que hacen tertulia, de esas películas que empiezan a crecer cuando ya estás fuera de la sala.
A veces me cuesta horrores entender a la crítica, lo comento porque en esta cinta en particular, había leído cosas muy interesantes y lo cierto es que después de su visionado, me he quedado aturdido, incapacitado para entender algunas reflexiones que tambalean en mi interior.
Quizás la cavilación en la que más indago es cuando llego a pensar si el problema es mío, cuando la película no me ha gustado (este es el caso) y dudo: o no he entendido la trama o soy un poco corto . Evidentemente me quedo más tranquilo cuando amigos o familiares coinciden en mi postura y en gran parte de mi crítica que es la siguiente…
Una historia tremendamente lenta, con un argumento mícero y vacío, sin ninguna chispa.
De esas obras que esperas a que la trama de un giro de 360º y pasen cosas para poder empezar a engancharte, … pero nada.
Por destacar algo, me quedo con una fotografía muy lograda y trabajada. También con el papel principal de la protagonista (Magaly Solier), una mujer asustadiza, desconfiada por su pasado y tremendamente dubitativa por su futuro.
Quizás sea una historia con diminutas apreciaciones que un servidor no sea capaz de intuir y no sepa desgranar esa grandeza que para muchos es palpable, pero el caso, es que, me ha resultado un ¡TOSTÓN!
De ritmo conciso e inteligente, en La teta asustada se nos narra una historia sobre raíces, sobre las raíces que ha echado una persona aun temerosa por el pasado, todavía asustada de aquello en que pueda devenir su futuro, y sobre todo, de una persona que se protege como puede de ese pasado. En ocasiones a trancas y barrancas, aguantando y sosteniéndose día a día sin saber exactamente como debe girar su particular mundo, pero siempre tras un halo de pretendida seguridad, que se ve desmoronada ante la presencia de cualquier desconocido, aunque en ese mundo no quepan ni conocidos ni desconocidos.
Para desgranar a un personaje así, una fantástica Magaly Solier demuestra que lo suyo, aquella solvencia de Madeinusa , no era pura casualidad, y sorprende con uno de esos papeles que se desenvuelve entorno a gestos y miradas más que otra cosa, uno de esos papeles capaces de aferrarse a la superficie y rasgarla sin apenas proponérselo, y logra con creces su cometido.
Por su parte, Claudia Llosa sigue realizando un trabajo enorme, en el que no sólo nos remite a una historia curiosa y cuidada, de pequeñas apreciaciones y, aparentemente, sencillas conclusiones, sino que además se vuelve a aferrar a esa ambigüedad que desprende el hecho de tocar temas cercanos a lugares recónditos, y manejando ese hecho con absoluta tenacidad, logra que el espectador pueda entender lo que se está exponiendo sin necesidad de realizar insustanciales cuestiones que no sólo no beneficiarían esas anticipaciones introducidas en base a diálogos y situaciones de lo más bien buscadas, sino que tampoco ayudarían a comprender el ritmo sobre el que se sostiene la obra. Un ritmo impecable, un ritmo necesario. Impecable puesto que funciona maravillosamente gracias a la pulcra realización de Llosa, y necesario debido al hecho de contar una historia que se desenvuelve entorno a susceptibilidades y un contenido análisis sobre esos pequeños resquicios en la mente que algún día vivieron lo que ahora temen conscientemente.
Con calma y con lentitud, se recorren los parajes, los peldaños, las festividades y últimos adioses, con la misma lentitud que una psique asustada y retraída logra enterrar todos sus temores y enfrentarse al presente como si nada hubiese sucedido. Como si esa teta, jamás se hubiese asustado.