La région centrale
Sinopsis de la película
Rodada enteramente con una cámara robotizada colocada en lo alto de una montaña en mitad del desierto canadiense y en invierno. La cámara tenía un brazo mecánico que permitía el movimiento en cualquier dirección e incluso podía grabar boca abajo. Utilizando instrucciones grabadas en una cinta magnética, Michael Snow podía controlar el movimiento del brazo, creando breves rutinas que tenían que ser comprobadas y programadas diariamente. El único sonido que se escucha son pitidos y ruidos electrónicos sincronizados con el movimiento de la cámara. En una entrevista, Michael Snow dijo que su objetivo era mostrar el tipo de imágenes que una nave alienígena que aterrizase en la Tierra trasmitiría a su planeta.
Detalles de la película
- Titulo Original: La région centrale
- Año: 1971
- Duración: 180
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Opinión de la crítica
6.9
47 valoraciones en total
Según el público al que se dirige, podríamos dividir el cine en tres categorías: experimental, de autor y comercial.
Jerarquías aparte, entiendo como cine comercial aquel en que la mayoría de las decisiones de calado se toman con vistas al ‘box-office’. Cine de autor sería aquel en el que predomina la visión del director/artista, más allá de las posibles exigencias comerciales, en él las decisiones no quedan vinculadas a los resultados de taquilla –que, por lo demás, resultan siempre inciertos–. Y, finalmente, considero que el cine experimental es aquel cuyo hábitat más natural podría ser la sala de un museo. La resbaladiza frontera entre autor y experimento está, para mí, en la diferencia ambiental que encuentro entre museo y sala oscura: el cine que prefiero es alimento de ‘voyeur’.
Al ver ‘La región central’, del canadiense Michael Snow, no tengo la impresión de estar en una sala oscura, sino de recorrer un espacio museístico. No me refiero a un lugar físico concreto, bien sabemos que hoy en día consumimos todo tipo de cine en la pantalla del ordenador. Hablo sobre todo de una pulsión emocional y subjetiva. Cuando veo ‘Inland Empire’, observo de otro modo, esa cinta me mueve a la inmersión, cine-experiencia más que cine-experimento, cine de autor, por tanto.
Repaso las líneas anteriores y puedo calibrar lo endeble de mi triple distinción. ¿Acaso un ‘weepie’ de Douglas Sirk no alberga excelsos rasgos de autoría? ¿O un western de John Ford? ¿Acaso ‘La soga’ no es un maravilloso experimento? Y todo ello dentro de los límites de Hollywood…
Aun así, no doy mi brazo por torcido.
El cine comercial busca lo que busca, aunque no siempre lo consigue. Quiere enganchar a un amplio número de espectadores. Lo hay nefasto, bueno y regular, con medios y sin medios. El ‘show business’ en EEUU ha conseguido incluso rizar el rizo de la venta: ha convertido buena parte de su cine ‘independiente’ en otra rama de la industria, igual que Aquarius pertenece a Coca-Cola. El marketing de altura es su elemento.
Jonas Mekas es considerado un gran maestro del cine experimental y, sin embargo, su cine sí es de autor. En arte, probablemente, nos sobra la etiqueta. En cualquier caso, es cine fronterizo.
A diferencia de Mekas, en Snow prima una cierta cualidad mecanicista. El zoom preciso de ‘Wavelength’, la sucesión medida de fotografías en ‘Un segundo en Montreal’, que parece montada con cronómetro, los movimientos programados de ‘La región central’. Hay algo en sus propuestas que nos aleja de lo humano. Pienso en Descartes, que creía que los animales no eran sino autómatas, carentes de mente y sufrimiento. Como las bestias cartesianas, las cintas de Snow no tienen ánima, dicho sea sin el menor matiz peyorativo. Nos mueven a reflexionar, son menos arte que ensayo, más meta-cine que emoción. Quizás en eso resida la principal diferencia entre cine de autor y cine experimental, quizás sólo sea una cuestión de proporciones en sus ingredientes. Quizás baste decir que es cine estructural.
Con ‘La región central’, Snow quiere ensayar una suerte de mirada extraterrestre. Construye un artefacto articulado, lo fija en la montaña. Programa movimientos y rutinas. Experimenta con velocidades, trayectorias y distancias, que se erigen en distintas formas de mirar, con singulares cadencias y texturas.
Y, como Vicente Huidobro en Altazor, deroga los puntos cardinales.