La pintora y el ladrón
Sinopsis de la película
Cuando dos cuadros de la pintora naturalista checa Barbora Kysilkova son robados de una galería de arte en Oslo, las autoridades noruegas identifican rápidamente a los dos ladrones responsables, pero no encuentran ni rastro de las obras de arte. Con la esperanza de descubrir qué ha sucedido, Barbora se acerca a uno de los ladrones, Karl-Bertil Nordland, durante una audiencia. Le pregunta si está dispuesto a que realice un retrato sobre él, y Nordland acepta. Lo que viene después (una serie de retratos a lo largo de los años) es una extraordinaria historia sobre la conexión humana y la amistad.
Detalles de la película
- Titulo Original: The Painter and the Thief
- Año: 2020
- Duración: 102
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Opinión de la crítica
7.2
22 valoraciones en total
Detrás del cuadro del título se esconde una compleja y profunda relación de amistad: la que une a Barbora y Bertil, pintora y ladrón respectivamente, a raíz del robo de la obra.
Tiene, por momentos, una dolorosa veracidad y no solo por la drogodependencia de él sino también por las penurias artísticas de ella y su especial sensibilidad tanto en el lienzo como en la vida.
Verla ha sido observar, comprender, no juzgar y compartir lo que en ella se nos muestra de forma cálida y cercana… Y tiene un final impresionante.
Sin explicar la trama más allá de la sinopsis, en este documental se nos explica el encuentro de una pintora con uno de los ladrones que robó dos cuadros suyos.
La forma en la que está rodada, cómo juega con los puntos de vista de cada uno, dando el tiempo justo a cada escena, entendiendo fácilmente las motivaciones, los miedos y las preguntas que se plantean mientras se van conociendo.
El timeline que sigue hace que tengamos sorpresas en la historia, lo que nos mantiene en todo momento atentos a la misma.
Obviamente la historia es real, pero nos narra las cosas de una forma tan peculiar, que te olvidas de que es un documental y te encariñas con los protagonistas, lamentando tener que despedirte de ellos con un final muy poético y apropiado.
La pintora y el ladrón es un documental premiado por el jurado del festival de Sundance que narra una historia sobre la conexión humana, la amistad y el propio proceso de creación en el arte. De un suceso que aparentemente puede generar distancia entre dos personas, una pintora y el ladrón que ha robado dos de sus obras, surge una sincera y profunda relación de amistad. Ella es Barbora Kysilkova, una mujer de origen checo que vive en Oslo donde tiene un estudio en el que crea sus obras de pintura hiperrealista. Él es Karl-Bertil Nordland, un ex convicto lleno de tatuajes y adicto a las drogas. Con ausencia total de datos o voces en off, el documental muestra las imágenes del robo de los cuadros para dar paso al juicio y los dos puntos de vista de los protagonistas sobre la relación de amistad que lentamente se va forjando entre ellos. Pero eso es solo la punta del iceberg. Cuando el documental profundiza en la propia inspiración de Barbora para crear su arte o en los pilares en los que se fundamenta la amistad entre ella y Karl, las luces y sombras hacen su aparición e inundan el relato. Una historia de amistad profunda, íntima y sincera pero que a su vez da la impresión de ocultar algo muy oscuro en su interior. El montaje del documental es todo un acierto de Benjamin Ree, ya que va desvelando lentamente los secretos de los protagonistas como si de un film de suspense se tratase. Reflexión sobre los traumas pasados, la necesidad de compartir nuestra experiencia y el poder curativo del arte. Una joya.
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*Humanidad
La pintora y el ladrón es un documental inteligente y austero que tiene una carga de humanidad fuera de lo común. Podríamos pensar que la amistad que une a sus dos protagonistas es la razón principal por la que esta historia nos llega a marcar. Sin embargo, igual de importante es la composición de la obra documental, que nos permite observar a Barbora Kysilkova y Karl-Bertil Nordland en momentos de intimidad y desaliento.
En su segundo trabajo como director, Benjamin Ree (Magnus) demuestra tener el tacto necesario para contar una historia llena de vulnerabilidad sin caer en la sensiblería. De hecho, hay momentos en que la cámara invade espacios muy personales y es testigo de una honestidad extremadamente incómoda de ver. Ello se debe tanto a la espontaneidad con la que Ree cuenta la historia, como a la relación que existe entre la pintora y el ladrón del título.
*Esbozos que engañan
Nada es lo que parece en La pintora y el ladrón. Como si de un cuadro se tratara, las primeras capas de pintura no indican hacia dónde se dirige la obra. Poco a poco, nuevas pinceladas cubren las anteriores y se unen a ellas para ir dando forma a una imagen, una idea. De ese modo, en vez de solo disfrutar de la versión final de la obra, estamos siendo testigos del proceso de creación de la misma.
Al tiempo que construye su documental, fotograma a fotograma y diálogo a diálogo, Benjamin Ree va dejando al descubierto los miedos y las inseguridades de los protagonistas. Parece incluso que Barbora Kysilkova y Karl-Bertil Nordland se expongan ante la cámara sin ser conscientes de ello. Esa calidad de observador discreto por parte de Ree es la que consigue que La pintora y el ladrón esté cargada de sorpresas muy bien hilvanadas por medio de un montaje atípico.
*Lienzos imperfectos
Si la visión de Benjamin Ree es vital en el desarrollo de La pintora y el ladrón, es gracias a las grietas que vamos descubriendo en la vida de los dos protagonistas que el conjunto final de la obra cobra sentido. Los obstáculos a los que se enfrentan Barbora Kysilkova y Karl-Bertil Nordland son muy diferentes, pero ambos tienen cicatrices que nunca podrán borrar.
Curiosamente, aunque los protagonistas queden expuestos a nuestro juicio, la carga de sinceridad en sus conversaciones es tal que resulta imposible juzgarles. Muy al contrario, su amistad sirve de espejo en el que podemos ver reflejada nuestra relación con los demás y con nosotros mismos. Tal vez no sean tan profundas como las de Barbora y Karl-Bertil, pero todos tenemos cicatrices que querríamos hacer desaparecer.
*Conclusión
Del mismo modo que Barbora Kysilkova comparte el proceso artístico de su obra con el espectador al principio La pintora y el ladrón, Benjamin Ree hace lo propio como documentalista. De esa manera, nos permite acompañarle en la creación de su relato acerca de una pareja cuya atípica relación nos recuerda que, sobre el lienzo y el celuloide, todo es posible.
Escrito por Esther Alvarado
La desaparición de un cuadro es el punto de partida para contar una bella historia de amistad entre dos almas que sufren y buscan respuestas. Ella es una artista que moldea el dolor a través del lienzo, mientras que él arrastra traumas que le conducen a una vida disoluta. La relación comenzará a fraguarse a fuego lento, a la vez que sus heridas comienzan a sanar. Pese a ser un documental, Benjamin Ree domina a la perfección el lenguaje de la ficción capturando con acierto momentos emotivos y sinceros gracias a una fotografía cuidada y a la naturalidad de sus protagonistas.
En definitiva, una película por momentos terapéutica que retrata la belleza de las cicatrices como esos vestigios de lo que hubo y permanece en nosotros.