La piel del volcán
Sinopsis de la película
Raquel (Yanely Hernández), una arqueóloga, está a punto de presentar en una rueda de prensa el hallazgo de un yacimiento arqueológico único: dos cuerpos de distintas épocas, el siglo XV y el año 1941, han aparecido en un mismo enterramiento en el municipio de Valsequillo. A partir de este descubrimiento iremos conociendo la vida que esconden esos huesos que explican cómo han llegado hasta ese lugar.
Detalles de la película
- Titulo Original: La piel del volcán
- Año: 2021
- Duración: 90
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Opinión de la crítica
Película
7.2
58 valoraciones en total
En el panorama de Canarias, La piel del volcán se alza imponente en una desoladora inmensidad llena de posibilidades, pero tan tristemente relegada al servilismo como es el caso del archipiélago.
En las Islas se han rodado muchas películas, un número que se ha visto multiplicado en la última década con el desembarco de producciones que venían buscando sus beneficios fiscales, su buen clima y sus variados paisajes. Lo cierto es que la realidad cinematográfica de Canarias se ha centrado en eso. En lo relativo a producciones propias (se podrían haber realizado muchas más debido a los beneficios obtenidos) se cuentan con algunos ejemplos escasos, estrenándose la mayoría muy lejos de los circuitos comerciales. Si filtramos todavía más la búsqueda a aquellas películas que hablen sobre la realidad del territorio nos encontraremos con menos ejemplos, siendo los más significativos Guarapo (1988) y Mararía (1998).
Tal vez sea la ausencia lo que haga tan grande a La piel del volcán, pero, siendo sinceros, es un filme de bajo presupuesto que parece mucho más costoso de lo que es. Por lo tanto, su factura es lo suficientemente buena para que su estreno comercial no sea, ni de lejos, un despropósito fruto del devastado repertorio que nos ha dejado la pandemia.
Nos encontramos con una película que se ajusta de manera sobresaliente a la originalidad de su guion, que tiene reminiscencias de El atlas de las nubes (2012) incluso hasta en su propia ejecución (diferentes personajes interpretados por un mismo actor). El desarrollo de la trama nos conduce a través de tres periodos históricos que, si bien están ambientados en la isla de Gran Canaria, pueden hablar en su conjunto de todo el archipiélago: el dolor remanente tras la conquista, el inicio del franquismo y su consecuente represión, y la actual corrupción política. Tres etapas que su director (al que sin duda podríamos tildar de autor ) ha calificado como cicatrices que siguen causando estragos y debates en la sociedad isleña.
Por eso mismo, y aunque también sea una manera de escatimar los gastos, el formato de usar a cada uno de los tres actores principales para interpretar a tres personajes diferentes resulta, cuanto menos, acertado. Esto resalta una magnífica sensación de trascendencia temporal que nos habla de esos problemas heredados, que siguen latentes y que, al mismo tiempo, son cruzados por un amor eterno que fluye con el mismo tiempo y que, sin duda, nos está hablando de un sentimiento mucho mayor.
Esta sensación también se logra gracias al montaje, entremezclando las historias hasta formar una conjunción que parece formar una sola línea argumental, pese a que su narrativa ofrece hasta cuatro temporalidades en paralelo.
Y si bien su montaje va encaminado a ofrecernos un producto de entretenimiento, con un ritmo que remarca una cadente tensión, su expresividad metafórica y alegórica nos habla también de un cine que no minusvalora la capacidad del espectador por encontrar resquicios y elementos que aporten una mayor complejidad a la trama, surgiendo una diversidad de interpretaciones artísticas: la espera de Salvadora, el canario en la jaula, la iconografía de la Virgen, el relato arqueológico e historiográfico, etc. Ingredientes que pueden hacer más que interesante un análisis exhaustivo del filme ante aquellos que busquen una mayor profundidad.
Lejos de esto también ofrece una buena fotografía, con un plano secuencia inicial muy logrado, ayudando a la película a absorber al espectador en sus entrañas. En términos generales, Mario Blanco captura unos exteriores con una pátina terrosa de colores ocre que, aunque tenga una mayor fuerza visual en sus exteriores, se muestra igual de apagado en sus interiores, donde predominan en muchas ocasiones los claroscuros.
Como broche de oro, la banda sonora de Navid Hejazi, que sin sobrepasar en ningún momento a las imágenes subraya todo el contenido dramático a la par que ayuda a generar esa constante tensión que impregna al filme.
En conjunto La piel del volcán es una película sólida, que oculta bien sus dificultades y que se ampara en una narrativa que emociona, que se aleja del sentimentalismo y de la frialdad, quedándose en un punto de sutileza en el que la pasión, en lugar de desbórdanos, nos conmueve. Sin duda, la producción canaria más importante de lo que llevamos de siglo.
La piel del volcán brinda la oportunidad de dignificar el cine en Canarias, de Canarias y desde Canarias.
Personajes profundos, a los que conocemos desde varias perspectivas, sus emociones y relaciones con los demás y el momento histórico que les toca vivir. Todos los pueblos importantes tienen un Roberto, un Usem o una Raquel, además de odiar a algún Paco o algún monje que llegó sin invitación.
El viaje por dos hitos históricos cruciales en Canarias (más el presente), asimilables a cualquier pueblo, acompasados por una banda sonora magistral, que siente y emociona, que traslada al barranco, la lava, la playa, la cueva y al hogar. El color, que cambia según el año que refleja, se convierte en un personaje más, imprescindible e imposible de ignorar.
Película que, con presupuesto irrisorio, se hace grande en la pantalla y dignifica momentos históricos desconocidos para canarios y no canarios. Su director maneja cada hilo tejido de la trama como un sastre experimentado, fruto de años de esfuerzos y aprendizajes, viéndose en los detalles desde el arte, la foto, la música, el color y el mínimo gesto entre los personajes.
Hace uso de uno de los principales papeles del cine: llevar la cultura de un lugar a primer plano y hacerla eterna. Película necesaria en un momento donde queremos mirar a nuestro pasado y ver de donde venimos, con una narrativa ligera, envolvente, que no permite pestañear durante la hora y media que dura.
Armando Ravelo hace una propuesta muy atrevida en este filme, ofreciendo tres tramas paralelas de tres épocas diferentes: la conquista de las islas, el auge del franquismo en Canarias y el presente. Las tres historias se entrelazan y muestran similitudes y paralelismos claros, evidenciando la genialidad de la trama.
A pesar de tener algunos puntos flojos, La piel del volcán compensa con creces sus defectos gracias a la complejidad de su trama y el mensaje político que quiere transmitir. Sin duda alguna, el filme rebosa con orgullo identidad canaria.
Con una propuesta de puesta en escena potente y un ritmo de gran precisión en el montaje, La piel del volcán se erige como la gran sorpresa del año y convierte a Armando Ravelo en el cineasta a seguir del archipiélago.
Las tres historias, ubicadas en 1483, 1940 y 2021, se mezclan en una especie de trenza a través del tiempo cuyo resultado son 90 minutos de pasión cinematográfica. Porque es la pasión lo que mueve a la historia en uno y otro sentido y es la pasión lo que transmite un equipo al que se adivina entregado a la historia. Es de esas películas.
Un mensaje universal en una historia local que transciende lo general y se adentra en lo personal a través del tiempo. El director demuestra destreza para contar una historia sencilla y compleja al tiempo, sustentada sobre un reparto que se revela como magistral. Cabe destacar la figura monumental de Yanely Hernéndez en sus tres encarnaciones (aborigen, posguerra y actualidad) y a un Mingo Ruano que, de no ser por lo desconocida que resulta la cinta en el resto de España, se merecería todos los premios que recibiera. Maykol Hernández, al que descubrí en la serie Hierro, y que aquí realiza una interpretación memorable, completa un trío protagonista de primer nivel. Todo el elenco realiza un trabajo brillante con personajes bien construidos y desarrollados que cumplen su función de manera precisa en la trama.
Una fotografía que baila entre lo académico, la cámara al hombro y algunos planos secuencia de gran ejecución técnica y artísticia, cambiando según la época que se narre en el momento, da un lustre que uno no espera de una película de tan bajo presupuesto.
La música merece una mención especial. La partitura a cargo de Navid Hejazi emociona y sobrecoge a antojo de su creador.
Todo lo dicho sumado a unos aspectos técnicos cuidados, con alguna deficiencia en el diseño sonoro perdonable, elevan la cinta por encima de cualquier estreno nacional de los últimos años y la encumbra como una cinta que está llamada a formar parte de la historia del cine español como la gran aportación del Archipiélago Canario a la filmografía nacional.
Armando Ravelo es, con hechos demostrados, la gran esperanza del cine canario.
Un film sobresaliente y mejor aún, honesto. Ha llovido mucho desde que su director Armando Ravelo comenzó su aventura de retratar la cultura y el corazón del archipiélago canario y con esta pieza confirma una vez más que se puede hacer cine con mayúsculas y por un equipo CANARIO.
En sus primeros compases de la película, Ravelo se toma su tiempo para descubrir a sus personajes y de esa forma ya nos sentimos parte de ellos. La dirección impecable y sus actores traspasan fronteras. Mención especial a un gran Maykol Hernández cuyos 3 personajes que interpreta tienen una sensibilidad exquisita, con sólo una sutil mirada es capaz hacer vernos su alma. Su conexión con una genial Yanely Hernández hicieron llorar a un servidor y a buena parte del público en la sala. Los llantos eran tan evidentes como lo bien construida que está esa historia de amor que vimos en el film. Mingo Ruano, cuyos personajes comparten una crudeza que atraen. La evolución de este actor a largo de la historia y la gran diferencia entre sus 3 personajes hacen de Mingo un actor totalmente polifacético y capaz de dominar cualquier registro en el film.
Con una gran BSO por parte de Navid Hejazi y fotografía digna de que la hubiera firmado el Chivo Lubezki, terminamos de empacar una obra maestra de CINE. Un cine que nos acerca a la cultura canaria pero que al mismo tiempo sus sentimientos son tan universales como la lava que emerge de un volcán. Un volcán que me da la impresión sólo ha empezado a erupcionar. Porque si siguen así, el talento de Ravelo y su equipo va a romper todas las barreras que se propongan.