La noche que mi madre mató a mi padre
Sinopsis de la película
Isabel se debate entre la necesidad de sentirse valorada como actriz, sus inseguridades, su temor a envejecer, su coquetería y sus contradicciones. Una noche, es la anfitriona de una cena muy especial: su marido Ángel, que es guionista, y Susana, la exmujer de Ángel, y directora de cine, quieren convencer al actor argentino Diego Peretti para que protagonice una película. Pero en un momento dado ocurre algo inesperado que sorprende a todos y perturba la velada.
Detalles de la película
- Titulo Original: La noche que mi madre mató a mi padre
- Año: 2016
- Duración: 93
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Opinión de la crítica
Película
5.7
63 valoraciones en total
Inés París demuestra en esta comedia negra que sabe dirigir de maravilla a sus actores. Sabe levantar la película cuando parece que se va a caer y sobre todo sabe hacer que el espectador esté enganchado a la pantalla para saber que es lo siguiente que va a ocurrir en la trama.
Los seis actores principales están sublimes en su interpretación.
La noche que mi madre mató a mi padre, es al fin de cuentas una joya que homenajea al teatro, a la literatura y en especial al cine. Sobre todo a este último arte, donde enseña lo difícil que es para una mujer madurita conseguir un papel que esté a su altura, aunque el productor y guionista del mismo sea tu propio marido.
Un notable film español que no hay que perderse y donde casi todo es lo que parece ser.
Tuve el placer de verla en primicia en el palacio de la prensa, y me agradó ver que la comedia de situación clásica, muy inspirada en el maestro Wilder sigue viva en 2016. El reparto está muy logrado, y se les ve que hay complicidad, Diego Peretti es un fuera de serie, lo mejor de la cinta y María Pujalte también destaca. En definitiva, que me lo pasé muy bien, que es un cine de evasión y que está hecha por y para el público.
¿Dónde está la comedia española? ¿Para qué tanto drama, tanta congoja, tanta tragedia y tanta desmesura si a veces nos basta lo más sencillo e inmediato? Queremos reírnos, anhelamos reírnos, necesitamos reírnos. Pero qué difícil resulta toparse con los mimbres adecuados que nos permitan relajar el entrecejo y batir la mandíbula sin remordimientos ni contrariedad, dejándonos llevar por una propuesta impetuosa y bullanguera que nos reconcilie con los sinsabores cotidianos. Por ello bienvenida sea esta trapatiesta centelleante e irregular, llena de buenos momentos y otros desaprovechados, llena de estruendo, algarabía e intriga, colmada de maquinaciones y desafueros, ahíta de canapés y traspiés, de vivos, muertos y desconciertos.
Es una lástima que no acabe de cuajar del todo el proyecto, pero lo que hay resulta simpático y despierta la sonrisa – e incluso, a veces, la carcajada –y se agradece el intento por recuperar la comedia de enredo que parecía deportada del panorama patrio como si pesara una funesta condena sobre ella. Las virtudes de la cinta residen sobre todo en un elenco que está sembrado y abraza con convicción y entrega contagiosa el reto. Todos ellos están formidables en el ritmo, el gesto, la palabra y el lenguaje corporal, sin desfallecimiento alguno ni salida de tono. El engranaje actoral es soberbio y resulta todo un acierto el aire de sainete alocado que adopta, dotando de consistencia una trama demasiado sencilla y apenas desarrollada en un guión que no da la talla y se queda como mero armazón apenas bosquejado y anémico, que se queda corto para todo el gran talento histriónico desplegado.
Sobre todo es ese desacertado, indolente y lacio guión – demasiado endeble como para sostener tan ambicioso andamiaje – lo que acaba por lastrar el conjunto, aunque sin llegar a hacerlo descarrilar. Las situaciones están bien planteadas, pero faltan unos diálogos más chispeantes, unas escenas mejor trabajadas, una cierta capacidad de sorpresa que redondee el conjunto. Así la cadencia pasa de la irrupción volcánica al desconcierto atropellado o la abulia vacilante sin garra ni transición, produciéndose unas arritmias que no están bien resueltas ni enlazadas. El espectador espera y desea que la siguiente escena redima y supere a la anterior, pero es una promesa vana y yerma que se queda insatisfecha.
Pero gracias al excelente reparto y a algunos momentos logrados que parecen salvar las flaquezas recurrentes, la propuesta se ve con agrado. Explota una vena cómica, fresca y licenciosa que echábamos en falta y resulta encantadora y con duende.
Cuando vas no sabes muy bien si va ser una película de humor o de intriga y es que tiene un poco de ambas pero lo mejor de esta es un elenco que consigue que la trama sea creíble. Cabe destacar las figuras de Pujalte y Eduard Fernández.
Altamente recomendable es una película atemporal y podría estar en cualquier cine de Estados Unidos o Francia sin ningún problema. Diseñada para el público, el público que quiere disfrutar del cine.
¿Cuál es la intención de una comedia que no hace reír, que sólo entretiene? Interesante pregunta que ninguna película del género debiera hacerse, pero que La noche que mi madre… se hace cada vez que se levanta y se mira al espejo.
A ese espejo tampoco podrá preguntarle cuál es la comedia con más situaciones rocambolescas, porque no le gustará la respuesta. No hay forma de entender una comedia de enredo que tenga menos malentendidos, y que el único que tenga sea tan sencillo y torpe. La película intenta centrarse en un escenario limitado, una enorme mansión en medio de la nada, y evoca a los clásicos del género de intriga para elaborar una trama que tiene buena intención pero desigual desarrollo. Ese hecho inesperado del que habla la sinopsis en el leiv motiv de una película que se vale de sus actores para levantar el vuelo.
El reparto, muy interesante. Involucrado en todo momento, todos saben lo que el guión espera de ellos, y sacan su vis cómica a pasear para disfrutar de la acción. Rueda, enigmática como gran dama de la velada, Fernández como gracioso y resuelto marido, Pujalte como esa persona que lo controla todo menos a sí misma, Montero y Fele riéndose de ellos mismos con su histrionismo y pasotismo… Cada uno tiene buenos momentos, pero en especial Peretti, que se interpreta a sí mismo con gran normalidad y que entiende lo que es una comedia con intuición.
A pesar de que la película no saque tantas carcajadas como quisiera, hay que admitir que las sonrisas sí que aparecen cuando tira de repertorio resultando competente y divertida aunque menos que en el tráiler inicial. Por eso uno siente que podría haber dado más de sí a poco que se hubiera esforzado en dar una vuelta de tuerca a algunas situaciones.