La mujer del aviador
Sinopsis de la película
François, un joven estudiante que trabaja de noche, sospecha que su novia, Anne, se está viendo con otro hombre. A partir de ese momento empieza a seguir al supuesto amante, un aviador al que encuentra con otra mujer. Durante su espionaje, François conoce a una joven que le ayudará a encontrar una explicación a esta confusa situación. Amor y celos de juventud dominan esta primera película de la serie de Comedias y proverbios de Rohmer.
Detalles de la película
- Titulo Original: La femme de laviateur aka
- Año: 1981
- Duración: 104
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Opinión de la crítica
Película
7.2
62 valoraciones en total
Primera entrega de la serie de seis films Comedias y proverbios, del realizador Éric Rohmer. El guión, original del propio Rohmer, adapta el relato Es mejor no pensar en nada, escrito por él en 1946. Se rueda en escenarios reales (interiores y exteriores) de Paris, con un presupuesto ajustado. Producido por Margaret Ménégoz para Les Films du Losange, se estrena el 4-III-1981 (Francia).
La acción dramática tiene lugar en Paris a lo largo de una jornada de 12 horas que comienza algo antes de las 7 de la mañana y concluye algo después de las 7 de la tarde, de un día de septiembre de 1980. François (Marlaud), auxiliar de Correos, de 20 años, asignado al turno de noche, acaba de pasar unos días de vacaciones con Anne (Rivière), de 25 años, administrativa de una empresa comercial. Mientras sigue a Christian (Carrière), auxiliar de vuelo, amigo de Anne, se encuentra con Lucie (Meury), de 15 años, que le ayuda a investigar los movimientos aparentemente misteriosos de aquél. François es indeciso, impetuoso y está muy interesado en seguir su relación con Anne. Ésta, veleidosa y voluble, trata de encontrar el equilibrio entre independencia y soledad, no está interesada en François y se siente herida y alterada por la visita que ha recibido a primera hora de su antiguo amante, Christian, con el que ha mantenido relaciones íntimas durante los últimos 3 años. Lucie es simpática, abierta, graciosa y encantadora.
El film desarrolla un drama romántico que explora las aspiraciones, deseos, frustraciones, ilusiones, satisfacciones y esperanzas que se cruzan en tono al amor. Explora también las dificultades de la vida en pareja y de la vida cotidiana (encontrar un lampista). Con su estilo realista y clasicista inconfundible, Rohmer focaliza la atención en lo sencilla que es la realidad y en lo mucho que los personajes la complican y embarullan. La objetividad de la mirada de Rohmer se descompone en el film a través de las visiones parciales y las especulaciones subjetivas de cada uno de los protagonistas (François, Anne y Lucie). El film superpone la visión más amplia del espectador con la agitación que mueve a los actores en orden a completar su corta información mediante el uso de suposiciones e hipótesis supuestamente verosímiles. La descomposición del relato en una suma de percepciones subjetivas diferentes y en ocasiones contrapuestas, el interés humano asociado a su observación y análisis, la revelación a través de estos análisis de los deseos e inquietudes de los protagonistas y la belleza que se puede crear mediante su contemplación, aportan probablemente pistas relevantes sobre la concepción de Rohmer sobre lo que es el cine y el arte en general. De ahí el interés de la obra y su trascendencia dentro de la filmografía del realizador. No es el film más intenso y conmovedor de Rohmer, pero es uno de sus trabajos más significativos.
(Sigue en el spoiler sin desvelar partes del argumento)
Una película con encanto, sin alharacas ni subrayados, rodada con la máxima naturalidad por uno de los directores más transparentes del mundo. Con un mínimo de elementos, Rohmer construye una historia entretenida y eficaz. Consigue, como casi siempre, que la cámara pase inadvertida. Elimina cualquier intermediario entre el espectador y la historia narrada. Dibuja con maestría a la mujer incomprensible y veleidosa, feroz y vulnerable, magníficamente interpretada por Marie Rivière. Y qué decir de la frescura comestible de Anne-Laure Meury, dando vida a una quiceañera deliciosa. Da gusto asistir a un capítulo más de la comedia humana que constituye la obra de Rohmer, con ese universo de pequeños individuos, tan reales. París resulta mucho más verdadera en su cine que en las innumerables postales al uso. Nada de estridencias. Una simple rasgadura en el telón de fondo de la vida y, ¡hop!, nos sumergimos en la inagotable aventura de lo cotidiano.
084/08(08/03/10) El francés Eric Rohmer nos ofrece aquí un producto que lleva su marca por todas partes, es un compendio de lo que es su cine, un cine no apto para todos los paladares, hecho de relaciones humanas, protagonizado siempre por gente de clase media, donde todo el peso reside en la fuerza de sus ingeniosos diálogos, los personajes se mueven en tormentas de sentimientos de amor, suele ser gente con necesidad de amar y en la búsqueda no siempre encuentran lo que buscan, a veces lo pierden por el camino, en sus historias los deseos suelen ser cadenas en las que unos anhelan a alguien que a su vez pretende a otro y esta ‘La mujer del aviador’ no es un excepción. Es una minimalista historia que sucede en París durante unas 12 horas en las que seguimos a un muchacho de 20 años, François (buen Philippe Marlaud), que mantiene una relación de pareja con una mujer de 25 años, Anne (excelente Marie Riviere), pero esta a su vez está enamorado de un aviador del que es amante, este mismo día él le dice que la va a dejar, François por casualidad ve al aviador y lo sigue, por el camino conoce a una extrovertida muchacha de 15 años, Lucie (deliciosa Anne-Laure Meury) que le ayuda en el seguimiento. El relato tiene sus pilares en dos escenas que se llevan casi la mitad del metraje, una es el encuentro entre François y Lucie en el que se notan las chispas de amor que desprenden, vemos a una muchacha segura de sí misma que deja descolocado a François con su fuerza vital, la otra escena es el encuentro en el pequeño apartamento de Anne, entre esta y François, en el que queda más que patente de quién está enamorada ella, y como él no tiene futuro con Anne por mucho que la ame. Recomendable sobre todo a los seguidores del cosmos Rohmer. Fuerza y honor!!!
Después de dos sofisticadas producciones históricas (La marquesa de O y Perceval le Gallois), Rohmer vuelve a la esencia minimalista de los ‘Cuentos morales’ para abrir un nuevo ciclo: ‘Comedias y proverbios’.
Busca una más radical simplificación de su cine, empezando por la producción: presupuesto ínfimo, rodaje en dos meses, con interiores y exteriores naturales y apenas iluminación, muchas tomas en calles y parques, en 16 mm luego ampliados a 35 mm para conseguir grano, textura recia y primaria, unos pocos actores desconocidos, sin figurantes (numerosos transeúntes miran a cámara con curiosidad).
Rohmer parte de un relato propio (escrito en 1946, convertido en guión en 1980) que comparte parcialmente el esquema de los cuentos morales: un hombre vinculado a una mujer conoce a una segunda, cuyo trato le reconducirá a la primera.
La comprimida acción transcurre entre las 06:00 y la 19:45 de un solo día. El título original era Un jour exceptionnel y se cambió sobre la marcha. La mujer del aviador es un personaje misterioso sobre el que nunca hay certeza, lo que provoca equívocos y conjeturas en los tres personajes principales.
-Anne, secretaria de 25 años, hace equilibrios entre independencia y soledad, y vive en una minúscula buhardilla parisina. Allí recibe temprano la visita de un piloto, antiguo amante que ahora va a ocuparse exclusivamente de su esposa, embarazada (Marie Rivière se reveló con el papel, antes de protagonizar El rayo verde).
-François (Phillipe Marlaud), de 20, estudiante de leyes y empleado nocturno de Correos, novio de Anne. Cuando ve a los anteriores salir del portal imagina celosamente citas clandestinas.
-Lucie (una radiante Anne-Laure Meury), de 15, dicharachera alumna de alemán en quien François encuentra cómplice durante el seguimiento detectivesco del piloto por autobuses y parques. Al confiarle él sus temores, ella lanza hipótesis y le ayuda a entender qué está ocurriendo, si bien evita hábilmente las confidencias acerca de sí misma.
Conforme avanza el día, la incertidumbre de cada uno ante el porvenir de las mutuas relaciones gira en torno a la incógnita encarnada por la mujer del aviador, incógnita sobre su identidad y sobre su existencia misma, macguffin manejado con soltura por el astuto Rohmer quien, con criterio esta vez más musical que pictórico, mide al segundo la duración de los planos, el ritmo de los contraplanos o la distancia de la cámara. Captura así, con lenguaje delicado y diáfano, un tramo de vida y las múltiples perspectivas que los personajes adoptan al vivirla. La relatividad que se desprende del conjunto no permite conclusiones, y menos aún con las sorpresas que Rohmer introduce al final para eludir un cierre empobrecedor y recomenzar, activando ecos sueltos.
Son admirables renuncias de un autor que se desprende de lo conseguido para continuar con más libertad de movimientos su indagación cinematográfica de la vida sentimental.
Eric Rohmer abre el ciclo Comedias y proverbios con su proverbial sencillez formal e inteligente sentido del humor. Quizás dentro de la obra del autor no tenga el peso específico de otras, pero contribuye magistralmente a dibujar los contornos de la obra de uno de los autores más originales que ha dado el cine. Filmada con muy bajo presupuesto, aprovechando exquisitamente los paisajes urbanos parisinos (es notable como está filmado París, como una suerte de barrio escondido, cotidiano y sublime, misterioso y universal), con una excelente utilización del sonido, del ritmo cinematográfico y del encuadre, una auténtica lección de puesta en escena.
En La mujer del aviador la historia se centra en el desarrollo de un día cualquiera, fijándose en las aventuras y desventuras de un joven de veinte años (Francois) y su relación con dos mujeres, una algo mayor (Anne) y la otra solo de quince años (Lucie). Rohmer se limita a poner ante el espectador, una situación paradójicamente sencilla, pero que sus personajes se empeñan en complicar, quizás por el miedo a mirar directamente al fondo de sí mismos y aceptar la vida con sus pinceladas de amor, de aventura, de frustración y, como no, de azar. Una historia mínima, muy del estilo de Rohmer, una historia de diálogos, conversaciones, pasiones, dudas… Cine que vive y respira, cine de verdad, cine que hace pensar. Una película quizás menor en la obra de Rohmer, fascinante como todas, pero menos, entretenida, pero a ratos, plomiza, en ocasiones, pero verla no es perder el tiempo.