La importancia de llamarse Oscar Wilde
Sinopsis de la película
Biopic centrado en los últimos tres años del gran poeta Oscar Wilde (1854–1900). Wilde (Rupert Everett), recluido en un hotel de Francia con sus amigos (Edwin Thomas y Colin Firth), decide atravesar Europa, presa de impulsos contradictorios: ir a ver a su mujer (Emily Watson) o a su amante, Sir Alfred Bosie Douglas (Colin Morgan).
Detalles de la película
- Titulo Original: The Happy Prince
- Año: 2018
- Duración: 100
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Opinión de la crítica
Película
5.7
65 valoraciones en total
Pais
Directores
Actores
- Alexis Julemont
- Alister Cameron
- André Pasquasy
- André Penvern
- Anna Chancellor
- Antonio Spagnulo
- Béatrice Dalle
- Benjamin Voisin
- Christian Bronchart
- Christian Tye
- Ciro Petrone
- Colin Firth
- Colin Morgan
- Daniel Weyman
- Edwin Thomas
- Emily Watson
- Franca Abategiovanni
- Giovanni Scotti
- Howard Perret
- Jean-Luc Bubert
- John Standing
- Joshua McGuire
- Julian Wadham
- Laurent DElia
- Oliver Cater
- Patrick Hannaway
- Riccardo Ciccarelli
- Ronald Pickup
- Rupert Everett
- Sam Barrett
- Toby Sherborne
- Tom Colley
- Tom Wilkinson
- Torren Simonsz
Un interesante y personal proyecto del siempre exquisito Rupert Everett, los años de decadencia y miseria moral y intelectual del gran dramaturgo Oscar Wilde, con aceradas críticas a la hipócrita y bien pensante sociedad victoriana de la epoca. Por ponerle un pero la interpretación de Rupert Everett es un poco grandilocuente, personalmente me gustó mas la de Stephen Fry, por otra parte los secundarios están estupendos, en especial Colin Morgan como el repulsivo lord Douglas, o el siempre efectivo Colin Firth como fiel amigo de wilde y no olvidemos a la magnífica Emily Watson como la sufrida señora wilde. con un poquito menos de duración hubiera estado mejor, al final la rebundancia pasa factura.
Puntuación: 6,5
¿Biopic o sencillamente últimos días?
Un biopic suele centrarse en contar la vida de alguien para ver su evolución. En La importancia de llamarse Oscar Wilde no es así. La película comienza directamente por el final de su vida, tras salir de la cárcel, retratando así su decadencia hasta su muerte. Se trata muy bien la relación tóxica que mantuvo Oscar con Alfred Douglas (Bosie). Este es su lado sucio, el lado que no nos gusta recordar de Oscar Wilde, cómo pierde la ilusión por seguir escribiendo e incluso por vivir. Tras su salida de la cárcel no puede ver a su familia, ni a su mujer ni a sus hijos. Solo le quedan sus amantes, amantes tales como Bosie, que fue el motivo de su encarcelamiento, pero vuelve a él.
Es interesante mencionar que en 2017, la ley Alan Turing perdonó a todos los hombres castigados por ser homosexuales, más de 50.000 en Gran Bretaña, entre ellos Oscar Wilde.
Rupert Everett: El hombre multitarea
Rupert Everett escribe, dirige e interpreta en el papel protagonista estos últimos años de Oscar Wilde en el exilio, se nota que trata al proyecto con mimo y con pasión, de hecho su propia actuación es lo más destacable del filme, pero no termina de funcionar. Tenía tantas ganas de realizar esta película que la estuvo planificando durante 10 años. El director quiere enseñarnos la caída en picado de Oscar Wilde y la dureza con la que fue tratado en una sociedad que no aceptaba la homosexualidad. Los últimos días de Wilde rozaban la pobreza extrema y la vida de vagabundo, conviviendo con un par de niños a los que contaba historias. La forma en la que lo cuenta es al más puro estilo Wilde, el lenguaje está adornado continuamente, lo que nos hace ver al protagonista tan afable como monstruoso.
El príncipe feliz y la niña de las cerillas
A lo largo de la película se mencionan tanto el cuento de El príncipe feliz de Oscar Wilde como el de La niña de las cerillas de Hans Christian Andersen. De hecho, el título original del filme es The Happy Prince, aludiendo a este cuento. La niña de las cerillas narra la historia de una chica muy pobre que ha de vender cerillas para poder vivir, pero se les mojan.
El príncipe feliz trata sobre una estatua bañada en oro y joyas que ve las desgracias del mundo sin poder hacer nada al respecto y pide a una golondrina que le despoje de sus pertenencias y se las lleve a los más necesitados, hasta que finalmente se queda sin nada y deciden que la estatua es inútil. Ambos cuentos simbolizan perfectamente el aura de tristeza, soledad y terrible pobreza que vivió Wilde en sus últimos días.
La pesadilla de Oscar Wilde
La película está narrada desde la visión de nuestro protagonista en su lecho de muerte, y cómo va rememorando sus últimos momentos. Wilde es repudiado por todo aquel que le alabó, le es dada la espalda por todo el que le apoyó, no tiene nada y lo poco que tiene lo invierte en alcohol. Fue encarcelado a causa del padre de su amante por gran indecencia y sodomita.
Allí en la cárcel escribe De Profundis, una larga carta dirigida a Bosie que nunca obtuvo respuesta y que fue publicada póstumamente. Esta obra es particularmente importante para comprender bien a la figura de Oscar tras salir de la cárcel. Pasa dos años solo, en los cuales Bosie no va a visitarle ni una sola vez, y decide escribirle una carta muy larga exponiendo cómo se siente, cómo se ha sentido y cómo Bosie destroza su vida, poco a poco, sin echárselo en cara. Cómo cuando están juntos ya no puede escribir, y cómo se siente él sin la escritura, su bien más preciado. Se siente improductivo y arrebatado de su motivo de ser. No es una crítica hacia su amante sino hacia sí mismo. Se reprocha todo lo que hizo mal y que ya no hay marcha atrás. De Profundis es precisamente el principio de su decadencia, tanto como escritor y dramaturgo como en su propia vida.
Esta historia es lo que no se nos suele mostrar en los grandes cuentos, el qué viene después de la fama, qué hay tras los telones del teatro, cómo de genio a olvido solo hay un pequeño paso. La importancia de llamarse Oscar Wilde podría ser la mayor pesadilla del propio escritor.
Para fans de Oscar Wilde
Si no conoces la vida de Oscar Wilde es probable que te pierdas durante su visionado. Uno de los mayores fallos de la película sería ese, dan por hecho que el espectador sabe, pero puede no ser así. Los escenarios están bien ambientados. El Nápoles de la época, París, Normandía, Londres, el vestuario y el imaginario colectivo están muy conseguidos. Sin embargo, hay veces que ni siquiera menciona los lugares en los que se encuentran, creyendo que el público lo sabrá. Considero que si estás haciendo un estudio tan meticuloso sobre un autor durante 10 años, al menos el espectador debería saber tan bien como tú qué se le está contando.
Conclusión
La película está bien rodada, narra muy bien los últimos días de Oscar Wilde, Colin Firth en su actuación como personaje secundario lo borda y Rupert Everett es el perfecto Oscar Wilde, parece que haya nacido para interpretar ese papel y nunca había visto una actuación mejor del propio Oscar. Pese a esto, tiene cosas que no se pueden pasar por alto, como que el ritmo narrativo se haga denso y pesado en ocasiones, la música no nos ayuda a movernos por la historia y habría sido un punto muy a su favor, y el espectador está desinformado en ocasiones de lo que sucede en la vida de Oscar.
Escrito por Conchita David
https://cinemagavia.es/la-importancia-de-llamarse-oscar-wilde-pelicula-critica/
Clásico caso de trailer prometedor y film irregular.
El principal error de The Happy Prince es que está enfocada a wildeanos que ya conocen bastantes detalles acerca de la vida del escritor, los que no sepan nada, se sentirán como si se hubieran bajado en la estación equivocada, rodeados de personajes que no entienden y que aparecen de repente sin presentación previa. Es, por lo tanto, una película dirigida a gente que esté familiarizada con Wilde, su obra y su vida.
La verdad es que Rupert Everett (jamás me hubiera imaginado que pudiera interpretar a Wilde, sobre todo después del soberbio retrato que hizo de él Stephen Fry en 1997) da el pego, en especial desde ciertos ángulos y encuadres, de manera que a veces la ilusión de estar viendo al auténtico Wilde resulta inquietante: también convincente parece la ejecución de su modo de caminar, moverse y hablar, indagando en ese lado suyo más descarado y juguetón. De cerca la aventura ya es más arriesgada: especialmente nerviosa me ponían algunos gestos desagradables, el efecto burdo de la caracterización y maquillaje, que si bien lo hacían más humano, también daban un tono repulsivo a su figura: ¿quizás es lo que pretendía?
Mientras que el Wilde de Stephen Fry era un gigante bonachón, apesadumbrado y bondadoso, el de Everett es más tirado y desesperado: un Wilde que toma drogas, que se mueve por los bajos fondos, que canta y que bebe, muy alejado de ese hombre elegante y distinguido que se paseaba con los guantes en la mano. Hay alguna escena conmovedora bien resuelta, pero en general, la película no te sitúa bien a los personajes secundarios ni el timeline. Robert Ross, Reggie o incluso el archiconocido Bosie, aparecen de la nada por generación espontánea: también tienes que hacer un esfuerzo por situar a la pobre Constance. Un poquito de background se hubiera agradecido para no separar tanto a los wildeanos de los no wildeanos a la hora de enfrentarse a la película.
Bastante irritante la falta total de parecido de Colin Morgan a Bosie (ser guapo, joven y rubio no es sinónimo de saber hacerse con un hombre de una personalidad tan cruel y peculiar), y algún que otro pasaje cuya edición produce cierta vergüenza: por ejemplo el uso de la cámara lenta con frecuencia está mal utilizado, parece muy de amateur, en contraste con otros cuidadísimos sets y escenas.
Como ejercicio para fans, ávidos siempre de cualquier cosa que tenga que ver con la fascinante figura de Oscar Wilde, lo veo pasable: no sentirás que has tirado unas horas a la basura, pero tampoco vas a alucinar. Para los demás, lo veo arriesgado: mejor ver antes la versión de Fry.
Rupert Everett debuta como director en esta película que narra la última etapa de la vida del genial escritor. Wilde sale de prisión tras una condena de dos años de trabajos forzados. ¿Su delito? Su conducta homosexual. La sociedad inglesa de finales del siglo XIX no toleraba ese tipo de sexualidad. Repudiado en Londres, Wilde se traslada a París tras cumplir la condena. Allí empieza su decadencia que lo llevará a su prematura muerte a los 46 años.
El título original de la película es The happy prince. Se trata del título de un cuento real de Wilde, con el que Everett nos hace recorrer su vida, desde que se lo contaba a sus hijos hasta su lecho de muerte. En cambio, en España se ha optado por el título La importancia de llamarse Oscar Wilde. Hace referencia a su libro La importancia de llamarse Ernesto y a los últimos años de vida del escritor, cuando vivió bajo el nombre falso de Sebastián Melmoth, para evitar ser reconocido.
El propio Everett da vida al protagonista y lo hace realmente genial. Su actuación en las diferentes etapas de la vida de Wilde que se muestran en la película es inmejorable. Desde el éxito con sus obras teatrales a la enfermedad que acabaría con su vida, Everett nos hace creer que estamos viendo al mismísimo Oscar Wilde.
Colin Firth y Edwin Thomas interpretan a Reginald Turner y Robbie Ross, respectivamente, los únicos amigos de Wilde tras su caída en desgracia. Colin Morgan interpreta al amigo y amante de Wilde, Lord Alfred Bosie Douglas, el que se puede considerar su gran amor. Las actuaciones de los tres son muy buenas, así como la del resto de secundarios de la cinta.
Aunque la película es muy emotiva, también tiene momentos divertidos. No hay que olvidar que Wilde era un humorista nato, que hubiese triunfado si en la época hubiese habido un Club de la Comedia.
No hace falta conocer a Oscar Wilde ni haber leído nada suyo para entender la cinta, aunque la presentación de los personajes no es demasiado clara al principio. Pero está claro que gustará más a los fans del escritor. Yo he leído hace poco varios relatos suyos y la he disfrutado muchísimo. Y, por otra parte, la película me ha hecho entender más algunos de sus textos, sobre todo De profundis.
Si a todo esto le añadimos una buena banda sonora y unos escenarios espectaculares, conseguimos una película tan genial como la que nos ocupa.
https://concdecultura.com/2019/04/25/bcn-film-fest-la-importancia-de-llamarse-oscar-wilde/
Tenía mis prevenciones cuando entré en la sala, en parte debido a que las películas sobre personajes célebres suelen caer con cierta facilidad en el acartonamiento y el estereotipo. También en parte porque estoy bastante saturado en lo que a obras de temática gay se refiere, y las suelo evitar a menos que la alternativa sea aún peor. No obstante, me equivoqué de medio a medio, pues reconozco que he disfrutado durante toda la proyección. Aún más por contraste con el deprimente panorama que ofrece el cine occidental actual, que parece haber perdido no sé si el norte o el alma en algún punto del camino.
La única objeción que se me ocurre tiene que ver con la exactitud histórica de los hechos que se narran. No conozco la biografía de Oscar Wilde salvo en sus aspectos más superficiales pero, en cualquier caso, tanto si las cosas sucedieron de esa manera como si se trata de una recreación libre por parte del director, la historia está narrada con tanto convencimiento, que en realidad da lo mismo. No soy ningún fan de Rupert Everett, pero esta película me ha obligado a reconsiderar mi punto de vista. A mi parecer esta vez, en su doble papel de director y protagonista, ha puesto de verdad toda la carne en el asador. El resultado es brillante, y si ese no es el Oscar Wilde histórico, perfectamente pudo haberlo sido.
La verdad es que no tengo mucho que añadir, como me suele suceder con todas las películas que me encantan. Esta película cuenta con escenas auténticamente antológicas, unos diálogos brillantes y un tratamiento visual de una gran belleza. Consigue reflejar toda la sordidez de los últimos días del escritor, sin caer en tremendismos ni perder nunca de vista su perfil humano ni la fragilidad que escondía detrás de la fachada.