La heredera
Sinopsis de la película
Año 1849, en Nueva York. Catherine Sloper, una rica heredera, tímida, inocente, poco agraciada y no muy joven, es pretendida por un apuesto joven. Ella se enamora de él apasionadamente, pero su cruel y despótico padre se opone a la boda y amenaza con desheredarla. Adaptación de la novela de Henry James Washington Square .
Detalles de la película
- Titulo Original: The Heiress
- Año: 1949
- Duración: 115
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Opinión de la crítica
Película
8.1
77 valoraciones en total
Descubrí esta película en uno de que aquellos míticos ciclos que la entonces TV2 pre-cadenas privadas, casi pre-cadenas autonómicas y por su puesto pre-canales por satélite o cable dedicaba allá por los años 80 a actores y directores y que al menos para mi fueron el germen de mi pasión por el cine. Este en concreto estaba dedicado al actor Montgomery Clift, que instantáneamente se convirtió en mi actor favorito( además de mi nick ) y La heredera , sin duda, en la película de mi vida.
Basada en la novela de Henry James Washington Square ( 1880 ), pero más directamente en una versión para teatro escrita a mediados de los 40, fue dirigida por William Wyler con suprema elegancia y clasicismo.
El film, rodado en blanco y negro y ambientado en Nueva York a mediados del siglo XIX, es un melodrama puro y de época que narra la historia de la extremadamente tímida, torpe, inocente y poco agraciada( Olivia no era en absoluto fea, pero su interpretación y el maquillaje asi nos lo hacen creer ) Catherine Sloper, auténtica carne de solterona, hija y heredera de la gran fortuna del prestigioso cirujano viudo Austin Sloper( Ralph Richardson ) , hasta que aparece en su vida un apuesto y elegante joven, Townsend( Montgomery Clift ), todo un principe azul ( de recursos económicos dudosos, eso sí, ) que la corteja y logra enamorarla. Pero el perspicaz padre sospecha que el pretendiente es un cazador de dotes y se opone a la boda…Y para quien no haya visto la película, hasta aquí puedo contar.
La heredera es extraordinaria en todos los sentidos, una verdadera lección de cine, repleta de escenas y diálogos antológicos y con unas interpretaciones magistrales:
Olivia de Havilland sencillamente borda una de las interpretaciones más grandes de la historia del cine ( y he visto unas cuantas ) y consigue el milagro de que, independientemente de nuestro sexo, nos apiademos de ella, nos emocionemos con ella, nos enamoremos con ella, suframos con ella y, finalmente, nos quedemos con la boca abierta ante la evolución que sufre su personaje en la parte final ( la última escena, inesperada, con suspense, es inolvidable ).
Ralph Richardson, en el papel de su vida, es ese padre refinado, egoista, cínico y despótico que desprecia a su hija y se cree obligado a abrirle los ojos. De su boca salen algunas de las mejores réplicas de la película. Es el malvado de la función. Aparentemente…
Y finalmente Monty Clift, igualmente sensacional, es un ambiguo encantador de serpientes, aunque su personaje resulta quizás el menos matizado de los tres debido a su aura un tanto enigmática.
Perfecto retrato femenino, gran película de amor, pero sobretodo de desamor ( en todos los sentidos ) he visto La heredera en repetidas ocasiones y me sigue maravillando como el primer dia, densa, atemporal, intensa, cruel, su riqueza es inagotable.
El maestro William Wyler, empleando la misma técnica que en La Loba consiguió otra excelente película La Heredera, una obra de gran éxito teatral basada en la novela de Henry James Washington Square con guión de los hermanos Augustus y Ruth Goetz, los cuales también serian los encargados del guión de la película por expreso deseo de Wyler. El gran acierto del film está basado en dos aspectos fundamentales, el primero en el mencionado guión de los hermanos Goetz, ya que estos dan con el perfil exacto de cada uno de los personajes que intervienen en la misma, y el segundo la capacidad de Wyler en saber escoger a los actores.
Magnífico Ralph Richarson, que había realizado el mismo papel en el teatro (un severo y rígido padre, que sin duda debe sentir cariño por su hija aunque realmente le muestra bastante desprecio). Excelente Olivia de Havilland, como Catherine Sloper, una mujer soltera, tímida, poco agraciada físicamente y que adora a su padre, heredera de una gran fortuna y a la cual su padre le dirige la vida. Un acertadísimo Monty Clift, el apuesto joven Morris Towsend sin oficio ni fortuna, que aparentemente siente interés por Catherine, y de lo que realmente no llegamos a estar seguros del todo, es si solamente busca su fortuna. Wyler consiguió que el personaje de Morris fuera un personaje ambiguo, sin una determinación totalmente diáfana, consiguiendo que fuera más creíble. Miriam Hopkins, en el papel de Celestina atolondrada. Todos ellos conforman una historia de desengaños y falsedades, de renuncias forzadas que desembocan en un cambio radical en el personaje de Catherine, al verse engañada por los dos seres que más ha llegado a querer, convirtiendo el amor que sentía por ellos en un odio cruel y una total indiferencia.
En el cine William Wyler, no podemos olvidar ese otro gran personaje que es la escalera, ya que es mucho más que un elemento decorativo, es un camino hacia la derrota y el abandono, es como si al subir sus peldaños se perdiera un tiempo fugaz de nuestra vida, hasta que la luz de la lámpara se apaga.
Si tiene toda la razón, puedo llegar a ser muy cruel, he tenido muy buenos maestros
La heredera es hablar de Olivia de Havilland. William Wyler nos la quiso colar quisiendo que la viéramos como un monstruo de feria: recatada, poco inteligente, tímida… pero fea no!! Nunca. En pocas películas de Hollywood los sentimientos se han mostrado de una forma tan magistral y tan cruda. Retrata perfectamente las acciones y reacciones de una mujer completamente enamorada de un hombre. Las interpretaciones son magistrales aunque para mí, de este trío cojee un pelín M. Clift, aún así magnífico.
La atmósfera de la película es a veces claustrofóbica. Ella siempre encerrada en casa viendo como los acontecimientos pasan delante de ella y sobre ella. Ralph Richardson está soberbio como defensor de su niña. Las expresiones, los gestos, la forma de hablar… todo en Olivia de Havilland es perfecto. Interpreta con brillantez el papel de rica enamorada. Es maravillosa. Es, posiblemente, una de las mejores películas de desamor rodada nunca. Tuvo un remake que se lo podían haber metido por el… 9.8
Padre, si hubiera tenido que comprar a un hombre, hubiera comprado a Morris.
Bajo fachadas sobrias y tiempos serenos, William Wyler nos lleva a una exploración impúdica de esa sociedad repleta de buenas maneras, pero con sus entrañas llenas de diablos. Catherine Sloper (Olivia de Havilland), una joven poco agraciada, de modos tímidos y alma inocente, es seducida durante un baile de sociedad por el galán Morris (Montgomery Clift), situación que rechaza un padre más que desconfiado (Ralph Richardson) porque el apuesto joven puede poner en peligro toda la fortuna familiar que esta joven heredará.
Sobre estos tres vértices, Wyler elabora un drama denso y extremadamente cruel. En principio, podríamos hablar de una historia de amor, pero el maestro Wyler muestra de un modo tan claro la psicología de los personajes que siempre te quedan dudas de si esa historia tiene lugar en algún momento. La dirección de Wyler consigue una película en la que el amor y la traición tienen el mismo peso, servido, eso sí, con toda la sabiduría y maestría de este gran maestro.
La labor del reparto principal es magistral. Olivia de Havilland conseguiría un Oscar más que merecido, llevándonos de una inocencia inicial a la crueldad y dureza en la que su personaje queda abandonado. Clift nos conquista a todos. Es tal su poder de atracción, la seducción que realiza en la pantalla que pasamos del odio a la pena en una misma secuencia, aunque a la vez, mantiene un halo de misterio, de ambigüedad en la que no queda del todo clara ni su verdad ni su traición.
Punto y aparte, merece Ralph Richardson. Sin duda uno de los mejores secundarios norteamericanos y que aquí, como el malo de la película, está excelente representando al Dr. Austin, un hombre complejo (su maldad no nace del deseo de realizarla), egoísta, dictatorial, incapaz de amar pues aún está anclado en un amor muerto (su esposa) que gravita por toda la película como un fantasma desafiante. Los duelos interpretativos que mantiene a lo largo de la película tienen una altura prodigiosa. Todo esto llevado por la batuta de William Wyler que consigue otro de sus dramas imperecederos, con una planificación deslumbrante (la secuencia final es sobrecogedora, recordando levemente al clímax de La loba) y un amor por el detalle que va llenado la pantalla de una atmósfera única (todas las metáforas y elipsis que logra con las innumerables labores de punto de cruz que realiza Olivia de Havilland).
Una película de época que nunca conocerá la caducidad. Por muy vista que la tengas siempre sucumbes a su narrativa.
No hace mucho, Hollywood realizó un remake de esta obra maestra. Siendo una película correcta, el gigante que tenía que batir era de una altura tal que no da traspasado en ningún momento. El dinero no siempre paga la genialidad.
¡Camarero! ¡Una de azúcar!
¡¡Y que sea doble!!
Así iban evolucionando mis impresiones tras ese inicio tan poco halagüeño.
Pobre de mí, pensaba que Wyler se me había edulcorado, que ingenuo…
Veía a una Catherine mojigata, extremadamente tímida y nada segura de sí misma.
Veía a un Morris embaucador y falso, que cantaba a leguas (y si no fuese así me iba a morir de sobredosis dulzona) que iba a lo que iba.
Veía al Dr. Sloper como un padre cabroncete pero inteligente.
Pero sobretodo veía que no hacía más que nevar azúcar, todo lleno de dulces promesas de amor, de besuqueos por doquier, de amores de dos días y casamientos al tercero. Me estaba poniendo de mala leche….
…pero de pronto, apareció Wyler.