La habitación del hijo
Sinopsis de la película
En una pequeña ciudad del Norte de Italia, vive apaciblemente una familia formada por los padres (Giovanni y Paola) y dos hijos adolescentes: Irene, la mayor, y Andrea, el pequeño. Giovanni es psicoanalista. En su consulta, situada al lado de su apartamento, sus pacientes le confían sus neurosis, que contrastan con la calma de su propia existencia. Su vida se rige por una serie de costumbres o aficiones: leer, escuchar música, aislarse y agotarse haciendo largas carreras por la ciudad. Un domingo por la mañana, Giovanni tiene que salir para atender una urgencia, así que no puede ir a correr con su hijo como le había propuesto, el chico decide entonces ir a bucear con sus amigos.
Detalles de la película
- Titulo Original: La stanza del figlio
- Año: 2001
- Duración: 100
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Opinión de la crítica
7.1
81 valoraciones en total
En La habitación del hijo (La stanza del figlio, 2001), última película hasta el momento de Nanni Moretti, se representa una tragedia humana de tal envergadura, la muerte de un hijo, que se hace dueña y señora de su primer visionado y, por lo tanto, de su núcleo argumental en la transmisión boca a boca del mismo.
Sin embargo, por lo que respecta a ese hecho, la película no ofrece nada nuevo: se muere un hijo y, de la misma forma que había un antes, habrá también un después. Es algo incomprensible, pues parece decirnos que la vida del hijo no valía nada, pero esto es algo que Moretti filma con meridiana claridad y a lo que no dedica más atención de la necesaria: el dolor de la familia, el sentido de culpabilidad por lo que pudo haber ocurrido para que esa muerte no ocurriese, la difícil digestión del consuelo religioso, la reflexión sobre lo inesperado…
¿A qué dedica, entonces, su atención? Pues nada más y nada menos que a la luz que esa muerte ofrece sobre la vida. Pero no se trata en este caso de una luz revalorizadora, de una luz que nos advierta de la fragilidad de la vida y, por tanto, del mimo que exige su disfrute. No. Se trata aquí de una luz indagadora, de una luz que al multiplicar por infinito la complejidad del ser humano es capaz de llevar la muerte al plano estrictamente individual, extirpando la tragedia de los corazones que se quedan para llevarla a una tierra de nadie, en medio de la vida misma.
La habitación del hijo se construye a partir de una metáfora central, que se enuncia en su título: la habitación del hijo es el corazón del hijo, el inaccesible reducto de intimidad de todo ser humano a salvo de los otros.
Esta película contiene una de las más terroríficas escenas de suceso anticipado que he visto en mi vida. Sabes que el hijo del protagonista se muere, pues la película va de eso, pero el Moretti director hace como que el Moretti actor no lo sabe. Aplicando el principio hitchcockiano de la bomba debajo de la mesa, el inicio de la película se aproxima inexorablemente a esa muerte esperada con la determinación de una guillotina. Apenas unos segundos antes, quisieras entrar en la pantalla, avisar al chaval de que no se vaya a bucear ese día, que no vaya a hacerlo nunca, que no haya una llamada telefónica que lo cambie todo, que la niña siga jugando su partido y ganen, o no lo hagan y que luego regrese a casa y su hermano se meta con ella y que pidan una pizza y luego es inevitable, pero piensas, tengo que volver a casa a comprobar que todos los recalcitrantes y queridísimos miembros de mi familia estén donde los dejé por la mañana, a salvo.
Con este anticipado comienzo, unos veinte minutos, te has convertido en los padres del chaval que ha muerto y a partir de aquí, todo se juega desde esta posición. De este modo puedes comprender e integrarte momentáneamente en el largo proceso de luto de esta familia que, como cualquier otra familia, no conoce respuestas, no cómo proporcionarse consuelo y muestra que el dolor es un demonio humano y por tanto un demonio contra el que hay que batirse en solitario.
No es una manual de autoayuda, no es para recomendársela a quienes hayan pasado por un suceso similar, no es un placebo ni un seminario en forma de película. Trata sobre unos temas determinados de manera introspectiva y renuncia a ofrecer conclusiones, ni positivas ni negativas. Creo que es real, se percibe real y puede que por eso resulte tan demoledora, no tengo hijos pero la veo y no dejo de imaginarme qué haría y qué diría y cómo se comportaría la gente a mi alrededor y pienso que no sería distinto a lo que se muestra en esta película.
En ninguna otra película he visto reflejado tan claramente el dolor y más bien el vacío que se siente al perder a alguien tan cercano.
Para los que hemos tenido la desgracia de pasar por este trance ésta película retrata fielmente el sentimiento (que no sentimentalismo, la película no hace concesiones a la sensiblería ni a la lágrima fácil) del duelo, la manera en que una familia (encabezada por un padre psiquiatra, que se ve superado y llega a perder la fé en la religión del psicoanálisis), intenta volver a adaptarse (que no superar) la muerte de uno de sus miembros.
El giro final desconcierta un poco, pero después uno lo va entendiendo y se maravilla del fino tacto de Moretti para contarnos el final de la historia, que no es sino el principio de otra. ¿Y ahora qué? parecen preguntarse los personajes. La respuesta no la sabemos, les dejamos sólos cada uno en su duelo, sabiendo que no es una pregunta que pueda responderse.
Lo que más me gustó fueron las actuaciones de todo el reparto, la naturalidad con la que destilan los sentimientos, el buen sentido de los diálogos, lo que se dice y lo que no se dice…
Es una peli conmovedora y muy intimista, para nada simplona, de una gran humanidad, y pese a hablar de la muerte, o tal vez gracias a ello, positiva y vital.
No es ficción. No es crítica. No es parodia. Es, ni más ni menos, un trozo de desgracia que te podría haber pasado a ti, que puede pasar a ti, que probablemente te pase a ti, aunque lleve otro nombre y apellidos, aunque no se trate de tu hijo o hermano, aunque el accidente no lo sea en Ancône, ni siquiera en Italia.
Una familia que se muestra bien avenida, donde el día a día no pesa más que una malentendida broma que se confunde con robo, donde la ocupación del padre como psicoanalista sirve para dibujar los tics más incómodos de la sociedad moderna: suicidas, perfeccionistas, obsesos, maníacos… eso sí, desde la distancia de un diván. Una familia llena de complicidades y sonrisas que incluso por momentos puede llegar a resultar excesivamente unida, casi empalagosa.
Pero tampoco hay demasiado tiempo para indigestarnos. Un accidente y el chico fallece. Dolor. Mazazo. Estupefacción. Lágrimas y una banda sonora que súbitamente calla extendiendo su silencio durante minutos. Más llanto. Y el padre que primero se colapsa, después se culpabiliza, cede al cinismo e incluso descuida a los suyos. Múltiples reacciones diferentes ante una única certeza: el dolor que no descansa, el sufrimiento sin tregua y una sensación de desahucio ante una habitación vacía.
La historia es conducida suavemente, con algunos momentos de crispación, de atormentada tensión, pero en absoluto efectista, con una sutilidad que impactará tanto más a quienes hayan padecido experiencias parecidas.
Película de una estrella para quien busca sangre e hígados, de tres para quien desea tiros y acción, de cinco si tenemos interés en evadirnos, de ocho si tenemos el día para reflexionar. Película de diez estrellas, definitivamente, como terapia para convencernos de que el dolor es implícito a la existencia, que nadie tiene el monopolio del sufrimiento, que no hay antídotos contra la desgracia y, sobretodo, como indica el propio protagonista a sus pacientes, que deberíamos aprender a ´holgazanear´ más, aceptar el inesperado devenir y renunciar al control para cada secuencia de nuestra existencia.
El padre, epicentro y omnipresentes ojos que buscan expresar lo inexpresable, se encuentra interpretado por Nanni Moretti, el también director de la cinta y bastante criticado por su excesivo protagonismo en la cinta. Aún así, el papel de Laura Morante, como madre y esposa, no pasa desapercibido, especialmente desde el momento en que las ojeras hacen su aparición, en el que se hace latente su frialdad con el marido e hija, esa tensión contenida de quien pierde parte de sus entrañas.
No es ficción. No es una película para pasar el rato… no para dejarnos caer por azar.
Triste, dura, brutal, auténtica faltan adjetivos para describir lo que sentí viendo esta joya de Nanni Moretti. Una historia simple que llega directa al corazón, cine totalmente puro, sin añadidos, solo la cámara y un suceso realmente trágico, la muerte de un hijo. Contiene secuencias muy emotivas, nada de ficción, son totalmente reales y que ocurren cada día en las vidas de persona como tú o como yo. Se distinguen tres partes claras en el film, primera parte, totalmente rutinaria y coloquial, la segunda y más dura sencillamente escalofriante y por último ese viaje final en que hay un momento para recordar sin llegar hasta lo que más nos preocupa, la muerte.