La gran aventura de Silvia
Sinopsis de la película
Descubiertos sus negocios sucios, Henry Scarlett se ve obligado a abandonar Marsella y huir a Inglaterra. Su hija, Sylvia, le acompaña disfrazada de hombre y bajo el nombre falso de Silvestre Scarlett. En el barco en que viajan, Henry conoce a un tipo dudoso, Jimmy Monkley, a quien le confiesa imprudentemente que lleva una cierta cantidad de dinero escondido. En la aduana, Jimmy le delata, una hábil táctica para que no se fijen en él, que también practica el contrabando. Más tarde, en un compartimento del tren, los tres coinciden de nuevo, se reconcilian y deciden asociarse para ganar dinero fácil en Londres con timos y estafas.
Detalles de la película
- Titulo Original: Sylvia Scarlett
- Año: 1935
- Duración: 90
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Opinión de la crítica
6.2
76 valoraciones en total
Después de ver La fiera de mi niña (una obra maestra del cine cómico) tuve la irresistible necesidad de volver a ver la pareja Hepburn-Grant, y entonces se cruzó en mi camino esta película.
No es mala (ni muchísimo menos) pero claro, yo cometí el error de verla con las expectativas de la Fiera de mi niña, con lo cual esta película se me quedó corta, muy corta.
Su ritmo narrativo es muy irregular y su argumento por momentos es irritantemente absurdo, pero siempre tienes en pantalla a esos dos monstruos de la interpretación llamados Katharine Hepburn y Cary Grant que hacen que la película merezca la pena.
Vaya dos que se reunieron en esa película, lastrada por un guión deslabazado y una historia que parece no tener objetivo. Las cosas se van sucediendo sin que se sepa bien el qué nos quieren contar.
A pesar de ello, una buena película por la excelente actuación de dos monstruos de la pantalla, Katharine es curiosamente divertida como muchacho, y divertidamente atlética por añadidura. Además da un papel muy adecuado para ese rostro, cuando le han puesto bigote he tenido unas ciertas dudas con mi heterosexualidad, hacía un muchacho muy guapo la Kathy.
Este primer encuentro entre Katharine Hepburn y Cary Grant, quienes, por aquellos años, se convertirían en una de las más populares parejas de la comedia americana, no estuvo marcada por el éxito en las taquillas, y he de decir que, por esta vez, el público tenía algo de razón, pues, aunque resulta simpática y agradable en general, se trata de una comedia ligera que juega a parecerse un poco a las atrevidas y fascinantes aventuras de Marlene Dietrich en filmes como Marruecos (con beso sáfico incluido, que aquí es osado y directo, y Cukor lo asume con la excusa de la chica disfrazada de chico) o Deseo (donde la deshonestidad se comprueba que no casa con el amor).
George Cukor -quien había tenido, con la Hepburn, uno de sus encuentros más afortunados y la dirigía por tercera vez-, hizo lo que pudo para imponer gracia y romanticismo, a una historia a la que falta creatividad y un tanto más de vuelo.
La historia es bastante sencilla: El padre de Sylvia comete un desfalco y su hija, queriendo protegerlo, le ofrece sus ahorros para que ambos se marchen de Francia con rumbo a Inglaterra. Temiendo que la policía los atrape, ella se corta el cabello y se disfraza de chico. Al pisar suelo británico, se alían con un truhán que vive con un arcaico, pero aún practicado principio: De gorriones y halcones se compone la vida, y los halcones saltan sobre los gorriones . Este descarriado amigo, de casi alado corazón, es quien decide usarlos para desplumar al respetable público… y entonces, tendrá lugar una aleccionadora aventura en la que luego entrarán en escena el pintor Michael Fane y Lily, su atractiva amiga rusa.
Habrá lugar para imponer la dignidad ante el impulso del dinero fácil, la atracción equívoca engañará a Cupido, la tragedia se avendrá cuando menos se la espera, y un encantador regreso a lo que ha dictado la madre naturaleza, dará lugar a una dulce y emotiva escena de amor.
Definitivamente, sin Hepburn, Grant, Gwenn o la divertida Dennie Moore como la doncella-cantante, que sabían de sobra de eso del histrionismo, y sin la soltura y talento del director George Cukor, esta aventura de la traviesa y dulce Sylvia, no habría, probablemente, logrado la permanencia que ahora tiene en la historia del cine.
Título para Latinoamérica: UNA MUCHACHA SIN IMPORTANCIA
Ante una acusación de desfalco un hombre y su hija huyen de Marsella hacia Inglaterra, y por si buscan a un padre y su hija, ella se disfraza de hombre para despistar. Y aquí empezaremos diciendo que Katharine Hepburn hace de muchacho mejor que un muchacho. Hay que verla correr y saltar con ese desparpajo, parece un chaval.
La gran aventura de Silvia es, sin duda alguna, una historia onírica que envuelve como lo hace la nieblina en el barco en el que huyen. Es un sueño para no despertar, y como en El sueño de una noche de verano surgen dos parejas rápidamente para contar la historia. Una historia con su sensualidad, besos por aquí y por allá, jugueteos con roces y pronto aparece una criada en paños menores enseñando las piernas, cuando entonces las faldas iban una cuarta por debajo de las rodillas. Al poco, dicha criada y la muchacha (sigue con el atuendo de chico) se funden en un beso ávido de pasión (recordemos que estamos en el año 35). Hablamos de apuntes eróticos de una imaginación ardiente (con su ambigua homosexualidad).
Llegan a un pueblo con intención de trabajar ( cría un hijo para que te salga con estas dice el padre) en un espectáculo musical, y a continuación surge la representación bucólica en la fiesta campestre, con esos atuendos de payasos que nos acentúa el aspecto onírico de las escenas, con canciones, risas y la burla al borracho que dormita, su confusión… Todo eso proviene de una imaginación desatada para llegar donde uno quiera.
La angustia de pesadilla que sufre el padre cuando pierde a su joven pareja (la criada que despide sensualidad por todos sus poros) es la angustia de ella también, de la chica/chico enamorada, que como todo el que sueña, sufre momentos confusos que la desespera, intervalos de terror.
Uno de los momentos más hermosos del film (o el más hermoso) es la parte en la que el pintor se levanta y se asoma por la ventana estando ella abajo, vestida de chico. Es maravilloso contemplar esas secuencias desde atrás, como espiando, ver como entra ella por la ventana en el mundo de él con ese deseo fortísimo de sexo, a ella el hombre siempre le ofrece dormir a su lado pero tiene que huir porque si sigue un segundo más sabe que caerá irremisiblemente. Así escapa rauda por donde ha entrado como si hubiera sido un sueño de pasión, un sueño que no obstante deja su estela de ternura que nos embarga.
Ese amor de juventud que vive ella hará que se declarare como solo el amor puro puede hacerlo.
Me recordó a la que si duda alguna es la declaración de amor más hermosa dicha en la pantalla, la de Audrey Hepburn a Sean Connery en Robin y Marian. Es curioso, las dos Hepburn, para mi, son las que mejor han expresado su amor al hombre que las cautiva, con la diferencia en el tiempo y en la forma.
Genial Cukor y Katharine, no olvidemos a Cary Grant, curioso también, de granuja perdedor, y su gradiosa interpretación, bailando y luego riendo al final.
Un sueño de película.
Esta entrañable comedia pone de manifiesto la buena química entre Katharine Hepburn y Cary grant, además Katharine se muestra convincente incluso haciendo de hombre.
Tres estafadores sin maldad y de poca monta se trasladan a Londres: un padre, su hija (disfrazada de hombre) y un estafador que conocieron en el barco que les trasladó desde Francia.
Estos personajes se debaten entre estos engaños para conseguir dinero y sobrevivir (al final deciden montar una compañía de teatro ambulante, porque les remuerde la conciencia) y sus historias amorosas.
Comedia entretenida y recomendable.