La flor. Parte III
Sinopsis de la película
Tercera y última parte de las tres que componen La flor , tercer largometraje de Mariano Llinás.
Fue premiada como la mejor película en la competencia internacional del BAFICI como una sola película junto a las dos partes restantes, que en total suman 840 minutos (14 horas), siendo exhibidas por separado.
Detalles de la película
- Titulo Original: La flor. Parte III aka
- Año: 2018
- Duración: 317
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Opinión de la crítica
Película
7
55 valoraciones en total
Ojiplática me ha dejado esta tercera entrega de La Flor , intrínsecamente araña, porque captura también… Yo hubiese eliminado el episodio de las cautivas, pero quién soy yo para enmendarle la plana al maestro artífice Llinás… (eso sí, me hizo sufrir el vadeo por el río de las embarazadas, pobres chicas). El episodio mudo en cambio, tan lúdico, me parece una delicia, piruetas aéreas incluidas, como asimismo la música.
La flor finalmente es más que un esquema. Este último episodio hace homenaje a los inicios mismos del cine en el momento en que comenzó a volverse más que un truco de magia, en el momento en que comenzó a ser narrativo, con Méliès. Retrocediendo al quinto episodio Renoir, hijo del pintor impresionista que supo captar la esencia de la pintura de su padre en su obra y que fue capaz de traspasar la enorme barrera que supuso el sonoro para la antigua escuela del cine mudo, creando una escuela, tanto sonora como visual, de la que surge el cine moderno: el metalenguaje, el cine de ensayo, la Nouvelle Vague, la serie B e incluso los melodramas. La flor es un viaje del presente al pasado, lento, reposado, desde los pétalos flamantes de todas las flores hasta las raíces, hasta el nacimiento del cine surgido de la tierra, una antología del cinematógrafo que guarda muchas similitudes, tanto estructurales como narrativos, con los episodios sin conexión aparente de 2666 de Roberto Bolaño. Si esta está considera una de las obras capitales de la literatura del nuevo siglo, La flor no se queda atrás en su epopeya digna de D.W. Griffith y se convierte por méritos propios en una de las obras cinematográficas imprescindibles de nuestros días.
Nunca había visto una película donde el modo de proyección cobrara tanto protagonismo, con el riesgo de que la película misma quedase opacada.
La Flor dura 14 horas (yo le calculé unas 13 horas 20 minutos aprox., sin contar los cinco intervalos y los extensos títulos de crédito), se proyecta en tres días y es la película de ficción más larga que se haya hecho hasta la fecha en cualquier parte del mundo. Existe algún documental de mayor duración, lo mismo que muchos films experimentales que se exhibieron alguna vez en museos sin la pretensión de ser vistos por más de 5 minutos.
Vi La Flor los días 21, 22 y 23 de septiembre de 2018 en la Sala Leopoldo Lugones del Centro Cultural San Martín.
Oí por primera vez del proyecto años atrás, quizás en el 2012, poco tiempo después de ver Historias Extraordinarias. Inmediatamente pasó a integrar mi lista de películas por ver, aunque fueron pasando los años sin que aparecieran noticias sobre el rodaje o una posible fecha de estreno. Más adelante, en 2016, supe de la proyección de una primera parte de la película en el Festival de Mar del Plata, y tardíamente me enteré de su emisión por el canal ISAT. Pero se trataba aún de algo inconcluso, por terminar.
Ya en este 2018 decidí no ver la película en el BAFICI, para evitar que me tomara el festival por asalto, y opté por esperar a una mejor ocasión. Esa ocasión, en correspondencia con el título de la obra, se presentó finalmente durante los primeros días de la primavera que anda comenzando.
La Flor se compone de seis episodios. Dos integran la primera parte, uno solo la segunda, y otros tres la tercera.
Mariano Llinás, el director, demuestra una vez más un gran amor por el cine como posibilidad de creación de mundos de ficción alucinantes. Es así como se anima a correr los límites de lo decible, de lo filmable, en al menos dos sentidos vitales. Primero, arrojando por la ventana todo lo que huela a ley del mercado, filmando durante 10 años una película de 14 horas, y segundo, materializando ideas que parecían escapar a la lógica y a la realidad del cine argentino.
El tercer episodio, que es el más largo y ocupa toda la segunda parte, ejemplifica lo recién mencionado. Es una historia de espías ambientada en las décadas de los ’80 y ’90 y que transcurre en: alguna parte de América del Sur (según reza la propia película), Bruselas, Berlín, Londres, Nicaragua, Budapest, Sofía, París, Moscú, Siberia, y algunos lugares más.
Ese episodio es el mejor y el único que funciona con autonomía del resto. Es el pistilo de la flor. El resto de los episodios vendrían a ser los pétalos. Para no extenderme demasiado, basta con decir que el Episodio III de La Flor es una de las cosas más increíbles que he visto en cine, con momentos de un lirismo supremo y una belleza embriagadora. Es una historia de esas que no se olvidan jamás. Si Tarantino viera este episodio creo estar seguro de que se volvería loco.
Los otros episodios, irregulares quizás, refuerzan la obsesión de Llinás por jugar con el lenguaje cinematográfico y los géneros. Las historias de estos episodios encuentran su fuerza como parte de ese todo magnificente que es La Flor (como pasa con El Decálogo de Kieslowski, con Los Sueños de Akira Kurosawa, o con Jim Jarmusch y su Night on Earth, dicho sea de paso).
El que llama particularmente la atención es el Episodio IV, que comienza como una autoparodia del proceso de producción de la película, y que acaba refiriéndose concretamente a la experiencia de Llinás como director de la película y a la relación que lo unió a las cuatro actrices protagonistas. Es importante remarcar que Pilar Gamboa, Elisa Carricajo, Valeria Correa y Laura Paredes vienen trabajando juntas desde que fundaron el colectivo teatral Piel de Lava hace 15 años.
El Episodio V es una remake de la película de 1936 Partie de Campagne, de Jean Renoir, pero en clave gauchesca y sin sonido. El Episodio VI conjuga imágenes pictóricas con cuadros de texto para mostrar la huida de un grupo de cautivas en tiempos de los malones indígenas. En los dos primeros episodios, los más convencionales en la métrica de Llinás, aparecen momias malditas o sectas que creen haber encontrado la fórmula de la inmortalidad.
Llinás presenta a La Flor como cuatro historias que empiezan y no terminan (I al IV), una que empieza y termina (V) y una que termina sin haber empezado (VI), lo que es en parte engañoso, ya que el episodio I y el IV sí terminan, al menos a su manera, y el VI no necesita de comienzo.
Seguramente no falten quienes piensen que ver una película de 14 horas es una locura, pero sería por lo menos curioso en una época en la que se consumen masivamente (y en plan maratón) series como Game of Thrones, que ya debe andar por las 65 horas, o Breaking Bad, que alcanzó las 50.
Cierro con una cita extraordinaria de la crítica de Diego Lerer al film: LA FLOR es pura épica, el deseo transformado en cine, la pasión por contar historias y, a la manera de LAS MIL Y UNA NOCHES, ser una suerte de Scheherezade que eduque al soberano espectador con sus fantásticas aventuras y lo vuelva más humano, más libre, más ávido de conocimiento.
Algunos apuntes sobre La Flor (2018), la colosal película argentina de 13 horas y media de duración dirigida por Mariano Llinás y protagonizada por el colectivo teatral Piel de Lava.
Por Nicolás Bianchi
Alguna vez alguien escribirá un libro sobre La Flor para tratar de abarcar todos los sentidos y las experiencias que propone una película enorme, que llevó diez años de trabajo y cuenta con un trabajo fotográfico, de guión, musical y cinematográfico que resulta imposible de analizar por completo en unas cuantas líneas. Lo único que resulta viable es, ante tan generosa producción, resumir y resaltar algunos puntos salientes tras una primera vista del film.
Qué es. La película cuenta con seis episodios que cuentan historias diferentes y además algunos inserts en los que Llinás describe el film, o nos señala por qué parte vamos, o nos indica que ya no falta tanto para que termine. A su vez, según presenta el director, cada capítulo tiene su género. Las primeras cuatro historias empiezan pero no terminan, advierte, aunque en verdad de alguna manera concluyen. La quinta empieza y termina, y la última arranca empezada y cierra todo el film. Cada una tiene un género distinto. Hay ciencia ficción con algo de terror, musical, una de espías, comedia y más ciencia ficción y dos tramos finales en los que se recuperan formas arcaicas de hacer cine. Los episodios se podrían ver por separado, como si fueran películas individuales, pero gran parte de la experiencia tiene que ver con la acumulación, con que todo eso junto sea una única y gigante película.
Las chicas. El grupo teatral Piel de Lava, compuesto por Pilar Gamboa, Valeria Correa, Elisa Carricajo y Laura Paredes, protagoniza el film. La película es sobre ellas y para ellas dice Llinás en la introducción, y luego cumple con sus palabras. Las chicas hacen de espías, de asesinas, de investigadoras, de todos los papeles posibles que en otros tiempos estuvieron reservados exclusivamente para hombres. Se las muestra inteligentes, astutas, violentas y frías cuando es necesario. La cámara las enaltece y las destaca. Siempre están por encima de una galería de personajes varones muchas veces detestables, otras tantas débiles, en todo caso siempre menores ante ellas. Brillan hasta cuando están ausentes, se escucha en algún momento de la película, y es cierto.
Sobre qué es. La Flor es un gigantesco ejercicio narrativo donde el punto de partida y el final no son tan importantes. Llinás sostiene el estilo desbordante que había mostrado en Historias Extraordinarias (2008). Los capítulos de la película se pierden en historias derivadas de personajes supuestamente secundarios o en autores o personajes de libros que pueden aparecer en el film. El relato se puede mover lateralmente entre distintos personajes, hacia atrás o hacia adelante en el tiempo. ¿Cómo termina Las mil y una noches? ¿Cuánto importa eso en comparación con todo lo otro? Lo mismo se aplica para La Flor y sus historias. No importa tanto cómo concluyen, a dónde llegan sino cómo lo hacen. Cada una pinta un mundo, y eso es lo más importante.
Belleza. Dentro del cómo, además de lo narrativo, en La Flor resulta destacable la estética de su disposición. No parece haber una toma que no haya sido meticulosamente pensada y diseñada. Cada cuadro de la película luce inmejorable. Desde las secuencias que preceden a las presentaciones de Llinás, que suceden en un parador del ACA en una ruta bonaerense cualquiera, hasta árboles en floración y mil tomas de las chicas en sus distintos personajes, todo está envuelto de una belleza sobresaliente. La Flor llena los ojos.
De acá para el mundo. En un ejercicio poco frecuente para el cine argentino La Flor se presenta como una película distinta porque está hablada, además de en castellano, en catalán, inglés, francés, sueco, ruso y quizás algún idioma más. El tercer episodio, la película de espías, tiene escenas en distintos países de Europa, se recrea el Muro de Berlín, hay alguien que interpreta a Margaret Thatcher y se cuentan historias de guerrilleros y complots internacionales. En el cuarto episodio hay una secuencia que transcurre en la modernidad, con sus atuendos y pelucas característicos. Se trata de territorios muy poco explorados por el cine local, en los que Llinás opera prácticamente como un desmalezador.
Fragmentos. En el recuerdo de a poco se asienta un primer episodio sobrio en el que los rostros de las protagonistas se comienzan a grabar, una canción del musical segundo capítulo que es cantada con odio y rabia, un hombre capturado que mira otro atardecer en la ruta y por las estrellas descubre dónde se encuentra en la historia de las espías, las imágenes de árboles más lindas que se hayan filmado alguna vez en el episodio que no se sabe muy bien sobre qué se trata, los aviones danzando en el anteúltimo capítulo y los cuerpos embarazados de las chicas en el final, que resultan deslumbrantes, una vez más.
15/15(15/01/21) Al fin he terminado este desafío personal que para mi fue ver por completo el llamado ‘Film con más metraje de la Historia’, con casi 14 horas de duración, aunque en realidad es el ‘truco del almendruco’ de su director y guionista Mario Llinas, pues en realidad son seis historias independientes unas de otras, cual serie de tv antológica, como si cogemos la serie Black Mirror’ y juntamos todos sus episodios y decimos que es una película ómnibus. Un experimento de producción argentina, mega-pretencioso que ha tenido una cohorte de loadores a los que mi humilde mente no puede ni medio acompañar. Posee una estructura que el propio realizador explica: Seis fragmentos de la historia (cuatro sin final, uno sin comienzo y otro sin comienzo ni final), ninguno de los cuales está relacionado abiertamente con el otro más allá de la aparición recurrente de las actrices (El grupo teatral Piel de Lava) Elisa Carricajo, Valeria Correa, Pilar Gamboa y Laura Paredes. Cada viñeta es (básicamente) representativa de un género diferente. La aparatosa cinta ha sido partida en tres partes, las dos primeras ya comentadas anteriormente, aquí comento la tercera con tres historias, y dentro del peñazo y la tomadura de pelo que es, al menos tiene un elemento que me ha sacado de una modorra de más Guiness que el minutaje de este producto pedante, este es que un director cansado de sus actrices decide hacer una película sobre árboles (¿?), ya sé que no es mucho, pero en el erial que es esto no se puede pedir mucho más. Película donde la mayor parte de su tiempo no pasa nada, siendo un ejercicio de onanismo de Llinas, donde al parecer cree que el espectador se lo traga todo, en un desarrollo de sub tramas de lo más superficial, sin hondura alguna en ningún lado, sin intensidad, sin dramatismo, sin emociones, sin más nada que comentar queda de ella que poder decir que la he terminado, cual día malo que por fin se termina, como cuando sales de un lugar que te ha sido fastidioso y te dices que por fin se queda atrás, pues eso ha sido para mí esta cosa, más aburrida ver crecer la hierba.
Esta tercera parte comienza en la cuarta historia, un relato de meta ficción donde un director de cine se encuentra con sus cuatro actrices en contra de él, ello mostrado en un plano sostenido de varios minutos (igual fue una hora o dos, la noción del tiempo se pierde sumidos en este engendro). Entonces el director tras buscar árboles para rodar fondos por toda Argentina desaparece, y un tipo comienza a divagar sobre lo que le ha podido pasar y de pronto estamos metidos en una historia sobre Casanova. Intenta ser una reflexión sobre el proceso creativo, y se queda en algo que mezcla de modo caótico géneros e historias dentro de la historia, sacándome de cualquier posibilidad de empatizar con nadie o alguna idea, El quinto es en blanco y negro y sin sonido (solo unos segundos para oír unas avionetas con acrobacias en el cielo), siendo una versión gaucha de la bucólica Una partida de campo (1936) de Jean Renoir, que a su vez está inspirado en un relato de Guy de Maupassant. Todo tan evocador como vacío de contenido. Lo mejor es que el metraje es el segundo más bajo con 41 minutos, en lo que es otra demostración de la nadería que es esta cinta. Por primera vez, las cuatro actrices de La Flor no aparecen y se da el protagonismo a otros intérpretes, El sexto es el de menor duración con 23 minutos, cuenta a través del diario de una inglesa que vivió en América durante el siglo XIX, ‘Recuerdos de una inglesa cautiva en las llanuras de la América del Sur de Sarah S. Evans (1900), ella y otras tres mujeres abandonan el desierto después de haber estado cautivas durante muchos años. Narrado cual cine mudo, con intertítulos y música de fondo, con imagen saturada, desenfocada y filmado con filtros de tela de gasa que se asemejan a cuadros impresionistas, Todo esto suena mejor narrado que visto en la cinta, un bodrio insufrible.
Podría hablar de la puesta en escena, de la fotografía, de la música, del montaje, del estilo, pero esto además de no ser nada especial, debe ser accesorio de algo entretenido, emocionante, divertido, o que te haga reflexionar, y esto que he visto (padecido) no me ha movido a sensación alguna más allá del tedio.
Ah, y tenemos la nada despreciable cantidad de 27 minutos de créditos finales con el telón de fondo de una secuencia en el campo montando y desmontando (creo) unas tiendas de campaña, con la particularidad de que lo vemos boca abajo, porque? Pues llegados a este punto, y que más da, la pregunta nos ería por estos pomposos y ridículos créditos, si no porque… este film?
Tenía en ‘boxes’ Historias extraordinarias de Llinas, pero este bodrio me hace repensarme si hacerla dormir el sueño eterno en la papelera. Fuerza y honor!!!
PD. Hay películas que merecen premios, en este caso lo merecen los espectadores que empiecen y terminen esta cosa bochornosa.