La bruja
Sinopsis de la película
Nueva Inglaterra, 1630. Un matrimonio de colonos cristianos, con cinco hijos, vive cerca de un bosque que, según las creencias populares, está dominado por el mal. Cuando el hijo recién nacido desaparece y los cultivos no crecen, los miembros de la familia se rebelan los unos contra los otros: un mal sobrenatural les acecha en el bosque cercano.
Detalles de la película
- Titulo Original: The Witch aka
- Año: 2015
- Duración: 92
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Opinión de la crítica
Película
6.2
26 valoraciones en total
La Bruja es una vuelta del género de terror a unos origines que muchos echábamos ya de menos. Seguro que no soy el único al que las películas de jump scares o sustos a lo Insidious le empezaban a cansar el alma. Al fin y al cabo, son todas iguales, ¿no? Una trama que podría escribir mi sobrina pequeña, música de tensión y susto barato cada X minutos. Son películas hechas con plantilla que, en fin, me empiezan a sobrar. La Bruja está más en la línea de La Profecía (1976), en la que es la existencia del Mal, con mayúscula, la absoluta certidumbre de su presencia, la que es aterradora y no tanto un tío feo que aparece de la nada. Esta rodada con plano/contraplano en su completitud pero se disculpa su simpleza de recursos por lo efectivo que es el resultado narrativo. Excelentes actuaciones de todos ellos, incluida la cabra, (especialmente la cabra).
El resto de la crítica es básicamente una teoría que contiene spoilers así que sigue abajo.
La Bruja. Esa película que tanto estaba aterrorizando en el Festival de Sundance, llega a los cines. La expectación era alta. La gente la ansiaba.
Y llegaron las distribuciones. La película se empezó a vender como una película de terror al uso. Error. Cuando yo vi las distribuciones, me llevé las manos a la cabeza. Otra vez ha vuelto a suceder. Yo sabía por lo que leí sobre ella, que era un terror más psicológico, no el típico terror comercial. Otro caso más, de por qué el cine de terror independiente, no debe comercializarse tanto. Ya pasó hace poco con la maravillosa Babadook.
¿Qué ocurre? Que los típicos chavales que van al cine para ver una de miedo y dejar al cerebro en modo off, se encuentra una película como La Bruja o Babadook, y salen cagándose en todo. Y esto me da mucha rabia.
Esto no es Annabelle, esto no es Ouija, esto no es un cine de sustos sin sentido. Esto es una película seria. Es una película para ver con cabeza y con el corazón cinéfilo, y dejarte llevar por su trama.
No estoy diciendo que el cine comercial sea una basura, en absoluto, puede gustarte, a mí hay algunas que me gustan, pero esta película no ha de tratarse como tal. Espero explicarme.
La película la están vendiendo mal. No es una película de terror. Es una película SOBRE el terror.
Nosotros no estamos viendo una película que se centra directamente en asustar al espectador. Es una película que intenta que el espectador sufra desde dentro, poniéndose en la piel de sus protagonistas, llevándole a la angustia que sufren… Y lo consigue… Vaya si lo consigue.
Respecto al título de mi crítica, esto tiene que ver con mi reflexión de comercializar el cine independiente. La película no es una más. Es una película lenta, muy lenta, que se va cociendo poco a poco llevándote cada vez más, y más, y más, a la angustia más insana. Todo sin la necesidad de sustos. Por eso entiendo la gente que se aburría. La película es muy lenta, sumamente lenta, y entiendo el cabreo de los que fueron a ver una de terror estilo Annabelle. No se encontraron con lo que buscaban, pero eso es culpa de las distribuidoras, por venderla mal.
Dejando esto ya de lado, voy a explicar qué me pareció.
Empezó lenta. Introductoria, sumergiendo al espectador a la situación de la familia. Y poco a poco, la película va subiendo el tono, sumergiendo al espectador, minuto a minuto, más y más. Va in crescendo. La película tiene la absoluta capacidad de agotar psicológicamente al espectador. Soy una persona difícilmente asustadiza, en el sentido de la angustia. Y esta película me angustió de una forma brutal. No exagero, la película terminó, y me flaqueaban las piernas, temblaba, sudé muchísimo. Terrorífica.
Los recursos de la película son mínimos. Cinco actores, una granja, y un bosque. La fotografía es espectacular. La atmósfera es opresiva como pocas. La banda sonora, simplemente perfecta. Los actores, bueno, un trabajo maravilloso. Madre mía las actuaciones… La dirección, maravillosa. Una historia complejísima. La ópera prima de Eggers, con los mínimos recursos, hace una película que perturbará y perdurará en la mente de muchísimas personas. Y, esto es, señoras y señores, la magia del cine.
Un saludo.
Carente de ambigüedad y de suspense, visualmente cuidada pero estéril, se supone un retrato fidedigno sobre las historias de brujería del siglo XVII, pero acaba siendo un fárrago insulso y pretencioso sobre aquellas obsesiones de hechicerías que lindan entre el fanatismo religioso y la superstición desbocada. Con poco encanto, con nulo encantamiento, con tantos tópicos estomagantes que produce vergüenza ajena por lo serio y forzado del empeño, contiene algunos mimbres reseñables al recuperar una época obsesiva y llena de embrujos y sortilegios fruto de la ignorancia y el envilecimiento de una población ignorante y mezquina. Pero todo combinado con tanta artificiosidad y poco arte que aburre hasta al más predispuesto.
Debido a un guión carente de cualquier atractivo, se va al traste un proyecto que contiene el embrión de algunas ideas interesantes pero que naufraga por su nula capacidad de sugerencia ni sugestión, por ser tan literal que impide cualquier equívoco insinuante y la hunden en el fango del despropósito atroz. La credulidad del espectador tiene un límite y aquí se rebasa con creces ante la perplejidad de una sala adormecida y fatigada por la sinrazón de cartón piedra que repele y repugna hasta al más candoroso. Al no saber incluir ni un ápice de incertidumbre, al no abrir la puerta a la duda o a la insinuación se adentra en las espesuras del espectáculo gratuito y trasnochado que se toma en serio y pierde de vista la complicidad del espectador del siglo XXI.
No basta con subrayar, al final, que la historia se basa en hechos reales o en cachos mal cosidos de fragmentos verídicos que pudieron ocurrir alguna vez hace ya siglos. Así no se crea ni una atmósfera ni se sostiene un relato ni se transmite un microcosmos tóxico y lacerante, sino que deviene en una sórdida amalgama de pedazos pretéritos mezclados sin gracia, sin lustre, sin convicción ni pasión. La cuidada fotografía que recrea la falta de luz natural y el tenebrismo social, moral y espiritual de su época, poco aporta cuando la construcción es tan rebuscada y explícita que no deja más lugar que el rechazo visceral. La pobreza y torpeza del cuento es penosa. Y la literalidad vergonzosa del desenlace resulta un sinsentido que echa por tierra los pocos logros alcanzados hasta entonces.
Prescindible. Aburrida. Árida. Anticuada. Anodina. Un prontuario de cómo malversar un punto de partida interesante y convertirlo en un revoltijo indigesto.
Parece mentira que La Bruja sea en realidad el debut de Robert Eggers, porque es una película tan obsesionada con los detalles, con construir una atmósfera en base al encuadre perfecto y el uso de las herramientas que da el medio que parece creada por un veterano que lleva bastante más tiempo trabajando en la industria. Ganadora del premio a la mejor dirección en Sundance, su premisa no podría ser más sencilla pero es su ejecución lo que la eleva mucho más allá. Y es que pensándolo en frío, El exorcista , Al final de la escalera o Expediente Warren no contaban con puntos de partida en absoluto revolucionarios pero fue todo lo demás lo que las ha convertido en lo que son a día de hoy, clásicos del cine de género, terror, fantástico o sobrenatural, lo mismo da, porque al final todo son simples etiquetas.
La Bruja arranca cuando una familia es expulsada de una colonia y se instala en una pequeña granja donde viven el día a día para servir al Señor. Su fe es lo que domina su entorno y en esas férreas ideas de lo correcto -e incorrecto- es donde comienza a cimentarse la atmósfera que poco a poco va adquiriendo capas de profundidad hasta llegar a ser densa como una capa de niebla. Por sus imágenes se filtran La cinta blanca de Haneke, en ese acercamiento a la violencia infantil casi inocente, y sobre todo a El Bosque de Shyamalan, contando la historia como un cuento oscuro que no olvida la iconografía de Hansel y Gretel y otras historias que involucran la brujería como parte de su relato.
Lo que hace que todo funcione es, incuestionablemente, la forma. El cómo se lleva a cabo cada uno de los aspectos fundamentales de la narrativa, desde la presentación hasta el desarrollo de los personajes, la construcción de la tensión, la inteligencia con la que cada hecho de la historia acaba engarzando con otro aspecto decisivo, cómo utiliza a cada personaje para crear nuevos focos de interés, y esa bruja, personificación de lo prohibido, que adquiere la forma que cada persona quiera darle en base a las necesidades. Es un film mutable, clásico en la forma pero muy actual en la forma en que juguetea con las herramientas a su disposición para crear mecanismos y puntos de interés. Y esconde uno de los mejores finales que ha dado el cine fantástico en muchos años, quizá, el más impactante desde aquel que Lars Von Trier ofreció en su Melancolia (insisto, por fuerza expresiva, en lo argumental no tienen nada que ver). Es cierto que La Bruja no es una película de terror per se, de sustos. Pero tampoco lo pretende, es un drama psicológico que usa el género como excusa para construir a sus personajes. Es gran cine. Y por eso merece tanto la pena.
Una revisión del género de brujas y del cine de terror en general. The witch es una película sin apenas sobresaltos, con una ambientación austera, pero que provoca inquietud genuina.
El argumento es simple, y eso hace que no estemos precisamente ante una obra maestra. Sin embargo, Eggers lo compensa con una gran eficacia en la creación de atmósferas y con mucha economía narrativa. La trama, verdaderamente sórdida (una familia excomulgada y desterrada, expulsada de su comunidad, en una sociedad aún medieval, cerrada y beata), se formula en apenas cuatro trazos, lo justo para ponernos en situación de alerta. Y ese clima de constante desasosiego se desarrolla en cada toma, con un suspense siempre creciente. La ambigüedad de los personajes, la dureza del entorno, la niebla… El ser humano se presenta como un ser frágil, vulnerable, en un entorno hostil y marcado por la superstición. La sensación de terror se acentúa cuando aquello ante lo que nos enfrentamos es ignoto, desconocido y, por definición, tan poderoso como el mismo Dios.
Y lo grande de la película es que el conjunto funciona. The witch puede parecer lenta en cuanto a desarrollo argumental, pero los 87 minutos van perfectos. Para algunos, habría sido mejor un cortometraje, pero seguro que a muchos el tiempo se les habrá pasado muy despacio, de puro miedo. Para Eggers la angustia es un plato que se cuece a fuego muy lento, y cocinando con calma consigue que los giros de guión nunca se nos atraganten. Un banquete digno de paladares exigentes, que sobrecoge sin empalagar, ni hartarnos. La película es una sucesión de grandes escenas, al servicio de una idea básica: Eggers ha desarrollado una tesis sobre el terror, entendido como estado, y no como sentimiento. Y todo desemboca en un clímax arrollador, en el que el pánico se retroalimenta en un bucle desenfrenado (el miedo genera más miedo), hasta llegar a un desenlace deslumbrante y, lo mejor, coherente.