La doctora de Brest
Sinopsis de la película
Narra la historia real de la doctora Irène Frachon (Sidse Babett Knudsen), la mujer que en 2010 se atrevió a plantarle cara a la industria sanitaria y farmaceútica francesa, cuando se destapó el escándalo mediático en torno a la comercialización de un controvertido medicamento cuyos efectos secundarios provocaron la muerte de cientos de personas.
Detalles de la película
- Titulo Original: La fille de Brest
- Año: 2016
- Duración: 122
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Opinión de la crítica
Película
5.4
73 valoraciones en total
La película es una oportunidad perdida para mostrar de un modo claro el estado de la medicina convencional. En lugar de mostrarnos como la industria farmacéutica ha secuestrado la medicina, la película se centra en la lucha de una doctora, cuyo personaje es poco creíble, con unas reacciones histriónicas que no se sabe bien a qué vienen. Nos muestra unos médicos que beben, fuman y se alimentan a base de comida basura. En ningún momento se habla de prevención, se resalta la importancia de la nutrición y los hábitos de vida para la salud, centrándose simplemente en la importancia de los medicamentos, dejando el mensaje subliminal de que, si tenemos unos buenos medicamentos y una buena legislación, todo irá bien. Nos advierten por supuesto en boca de la protagonista que ¡yo no soy anticapitalista!, lo cual nos deja muy tranquilos pero por si acaso a alguien se le hubiera ocurrido plantearse una crítica con un espectro más amplio que el caso aislado que la película nos pretende mostrar, al final nos cuentan que ya se han tomado las medidas necesarias para que no se den casos de medicamentos dañinos: cambiarle el nombre a la agencia encargada de su vigilancia.
Junto a la absoluta falta de crítica con el sistema médico y la industria farmacéutica en su globalidad -el caso se presenta como algo puntual y solventable- la película no olvida mostrarnos cómo trabajar de manera dispersa, comiendo mientras escribo un informe, leyendo documentos mientras escucho un concierto etc. mandando nuevamente mensajes subliminales a las mentes de los que ven la película, en forma de hábitos perjudiciales y que causan desasosiego: dispersión, distracción, falta de atención, desorden…
En lo meramente cinematográfico, la película me aburrió a los veinte minutos, los giros son previsibles y, además de haberlos visto mil veces en películas similares, son los que uno se espera desde el minuto uno. La estructura del guión hace que la trama sea pesada y a uno le carga tanta preparación del éxtasis heróico de la protagonista.
Por último decir que las escenas explícitas de operaciones y descuartizamiento de cadáveres parecen un intento injustificado de cargar de dramatismo a la historia, son completamente innecesarias para la trama y un recurso exagerado en lo que más parece un intento de llamar la atención que de contar una historia que realmente vaya a aportar algo.
Las farmacéuticas siempre están en el punto de mira de la sociedad. Justificadamente o no, su alarma ante supuestas pandemias que luego no fueron tales (H1N1, la famosa gripe porcina) agrava una valoración ya resentida por la existencia de ciertos medicamentos más nocivos para la salud de lo que estas empresas informan. Uno de ellos fue el Mediator, usado como tratamiento contra la obesidad pero con unos efectos secundarios demoledores, capaces de llevarse por delante la vida de quien lo tomaba. La omisión de estas consecuencias por las autoridades sanitarias y las propias farmacéuticas llevó a una neumóloga de Brest, Irène Frachon, a emprender una lucha para dar a conocer las maldades del Mediator, conseguir su retirada del mercado y hacer que los responsables pagaran por su error.
La historia real de esta mujer es narrada en La doctora de Brest, film dirigido por la francesa Emmanuelle Bercot que pretende contar todo el proceso de investigación sobre el medicamento. Sirve también como una especie de biopic, al tratar la personalidad y ciertos detalles de la vida de la protagonista. Ésta es encarnada por la danesa Sidse Babett Knudsen, quien no se parece en nada a la Irène Frachon real, pero cuya fuerza interpretativa termina por ser de lo mejor que ofrece la cinta.
Solo por la sinopsis resulta evidente que Bercot quiere adentrarse con La doctora de Brest en los recovecos del cine como denuncia social (algo que ya pudimos ver en La cabeza alta, su anterior trabajo). El antagonista queda claro desde el principio, quizá demasiado: el representante de la farmacéutica es un completo imbécil, arrogante y soberbio, por lo que no tarda en ganarse la antipatía del espectador. Pocas cosas hay que discutir a partir de aquí. Frachon tiene toda la razón en su denuncia, la empresa a cargo del producto es responsable de la muerte de muchas personas y las autoridades sanitarias son cobardes por no cortar de raíz el problema. Todo en la película queda entonces visto para sentencia, siendo la única intriga (para aquellos que no conocíamos la historia real) el veredicto final de absolución o culpabilidad.
Pero no es del todo malo que un film desvele sus bazas con tanta prontitud. De hecho, La doctora de Brest sabe remontar la situación al inmiscuirse en el proceso de investigación médica. De la mano de una excelente Babett Knudsen, la directora pone las cosas fáciles al no utilizar demasiados detalles técnicos y analizar prácticamente todo desde una perspectiva humana. Así, la relación de Irène Frachon con sus pacientes es vital para que el argumento de la cinta cale hondo en sus espectadores. La doctora arriesga su vida y su reputación por defender a aquellos a los que debe su profesión. Una postura algo grandilocuente pero que, por sorpresa, no le sienta del todo mal a la película.
Es evidente que La doctora de Brest no puede luchar contra la clarividencia de los hechos que plantea (se probó que Mediator mataba, era necesario denunciarlo), por lo que tampoco se le debe exigir que mantenga una posición más aislada que pudiera haberla llevado hasta el cinismo. La historia real está ahí y no puede ser manipulada. No obstante, sí se echa en falta algo más de picante en el guión. La trama se sigue con comodidad porque, al fin y al cabo, todos hemos usado y usamos medicamentos sin saber muchas veces las consecuencias que poseen. También despierta interés la fuerte personalidad de la protagonista. Pero, en su conjunto, La doctora de Brest adolece de una pequeña pero clara falta de cohesión en su estilo y desarrollo de los hechos que rebaja considerablemente la empatía que se pudiera sentir por una causa necesaria de dar a conocer.
Álvaro Casanova – @Alvcasanova
Crítica para http://www.cinemaldito.com (@CineMaldito)
Abriendo el festival de cine de San Sebastián nos encontramos La doctora de Best, un drama basado en hechos reales que cuenta la lucha de Irene, neumóloga danesa, contra una farmacéutica francesa a propósito de la comercialización de un producto antidiabetico potencialmente peligrosos para la salud.
Irregular es el mejor adjetivo que se puede aplicar a muchas facetas de esta cinta. El excesivo metraje de la cinta hace mella en un ritmo con muchos altibajos. La actriz protagonista esta perfecta en unas ocasiones y pasada de vueltas en otras. El resto de personajes están muy desdibujados. El uso de la música es sutil a veces y obvia e intrusivos en otras. Lo mismo puede decirse del simbolismo de algunas escenas (ese mar).
En todo caso el intresante guión justifica el visionado, y tiene ciertos momentos rescatables
Interesante film francés que narra un hecho verídico de enorme importancia en Francia en su día, y que concernía a la salud de muchos pacientes.
Una película que cuenta la lucha titánica ente David y Goliat, siendo David la Doctora de Brest y su equipo de investigación, y Goliat las poderosas industrias farmacéuticas que, incluso sabiendo el riesgo que tenían sus productos (en este caso uno en concreto) no permitían que desapareciera del mercado, ganando, claro, enormes sumas de dinero a costa de la salud de los enfermos.
Como he dicho es interesante el argumento, de eso no hay duda, y durante la primera hora el ritmo es ágil y las interpretaciones ayudan a que el espectador tome conciencia con el caso.
Sin embargo, casi desde el primer momento nos damos cuenta de que su tono es todo menos sobrio. Resulta histriónico desde muchas de sus imágenes, a la forma de hablar de los personajes, pegando gritos cuando no hace falta, y queriendo, y esto es lo peor, llevar al espectador al terreno de la sensiblería, de la lágrima fácil… y creo que mayoritariamente no lo consigue.
Y es una pena por cuanto hay momentos, escenas, que están bien rodadas, como la primera confrontación entre los buenos , el equipo investigador que se da cuenta del real y letal riesgo que comporta tomar dicho medicamento, y los representantes de la industria farmacéutica.
Pero la cinta está llena de subidas de tono melodramátcias que empobrecen el resultado final, restándole calidad, cuando podría y debería haber estado más contenida y seria.
En fin, que se puede ver, aunque se hace larga, pero no convence, desgraciadamente.
http://filmsencajatonta.blogspot.com.es/2016/09/fille-de-brestla-150-millligrams.html
Nada más salir del cine mi comentario fue de como habría abordado la misma historia una película americana comercial. La historia es simple, una doctora descubre que un medicamento de una poderosa (y malvada) farmacéutica) está causando un importante número de muertes en los pacientes que lo toman. Habrían habido intentos de asesinatos, topos, muertes, asesinos a sueldo brutales, huidas y un sinfín más de clichés que habitualmente caracterizan este tipo de películas.
La película francesa discurre por otros derroteros mucho más aburridamente reales. Es una historia de una investigación médica y lo complicado que es en ocasiones poner en duda a los poderes establecidos. Esa sucesión de hechos más o menos habituales puede hacer que la película esté falta de ritmo, no hay momentos de tensión importantes y cuando se podrían haber explotado desgraciadamente la directoria no es capaz de dotarle del suficiente brío.
Si a eso le sumamos una duración quizá excesiva, hay dos o tres momentos que parece que la película va acabar, y ese tono plano hace que sin ser una película mala no acabe de despertar mucha pasión.
En cualquier caso a mi me ha gustado, y aunque sea una historia de lo aburrido que puede ser luchar desde la administración con pruebas y números contra la injusticia y el poder, te hace reflexionar que imposible es sólo una opinión.