La doble vida de Verónica
Sinopsis de la película
Weronika vive en Polonia y tiene una brillante carrera como cantante, pero padece una grave dolencia cardíaca. En Francia, a más de mil kilómetros, vive Véronique, otra joven idéntica que guarda muchas similitudes vitales con ella, como su enfermedad y su gran pasión por la música. Ambas, a pesar de la distancia y de no tener aparentemente ninguna relación, son capaces de sentir que no están solas.
Detalles de la película
- Titulo Original: La Double Vie de Véronique
- Año: 1991
- Duración: 96
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Opinión de la crítica
Película
7.3
63 valoraciones en total
La fotografía que Kieslowski y Slawomir Idziak (director de fotografía de la última peli del niño mago) es sin duda, lo más destacado del film. Como siempre, el director polaco se obsesionaba por conseguir una fotografía única para cada una de sus películas. Y lo conseguía. Igual que la fotografía, la música toma (como luego haría en su famosa trilogía) un papel de suma importancia.
Los dos papeles que interpreta de manera más que correcta, Irène Jacob pueden considerarse una premonición del papel que años después interpretó en Rojo (más conseguido debido sobre todo, a un guión redondo). Las dualidades y casualidades que Kieslowski pretende mostrarnos se traban un poco en el ritmo narrativo que impone. Quizá, lo que era una idea original y con juego, nunca llegue a plasmarse correctamente en el guión, quedando en el aire algunos flecos difíciles de obviar.
Aún así, consigue que conectemos con la incertidumbre de encontrarnos la misma mujer en dos lugares diferentes o mejor dicho, dos mujeres diferentes en un mismo lugar: la cabeza de un sesudo y sensible Krzysztof Kieslowski.
No resulta fácil juzgar una obra tan sobrevalorada como la firmada por el director polaco Kieslowsi en su etapa francesa (ésta película se rodó aun en régimen de coproducción, pero ya se percibe la ruptura formal con su etapa polaca). Ante el coro de alabanzas que se vierten sobre él, el choque con su vacua realidad tienta a quien esto suscribe a irse al extremo opuesto y descuartizar sus cintas, pero, francamente, es que esta Doble vida… no merece nada mejor al ser la más floja.
Enmascarar la anemia de contenidos tras una fotografía preciosista pero que acaba por saturar, o tras una partitura deliberadamente culta , solo agrava el calibre del naufragio al añadirle pretensiones. Sobre todo cuando la mencionada fotografía deriva en ocasiones hacia terrenos peligrosamente próximos al video clip: pienso por ejemplo en una de las escenas de sexo de la película (creo recordar que era en ésta, sus cuatro últimas obras se me parecen demasiado), filmada con una lente de distorsión y que resulta calcada de otra ya aparecida en El Muro de Alan Parker. Sólo que Parker rodó lo que rodó, el video clip del disco de Pink Floyd, y no pretendía darnos gato por liebre.
En cuanto a sus dotes ¿narrativas? el problema de Kieslowski no es su lentitud, cada historia requiere su ritmo y éste no tiene por qué ser siempre rápido, pero es que ahí está el quid: el ritmo es inadecuado y cansino porque apenas hay historia que contar, y a ese vacío los entusiastas se empeñan en considerarlo densidad.
¿Densidad? Unos personajes acartonados, totalmente faltos de carácter, incapacitados para mantener otra relación que no sea de naturaleza sexual, unos diálogos insulsos, una historia que se pretende enigmática a base simplemente de no explicar bien las cosas, y un mensaje inexistente que intenta sustentarse en su propio envoltorio sin plantear jamás, no ya respuestas, sino ni tan siquiera preguntas…
Iréne Jacob puede ser fascinante por su físico, pero en tanto que actriz se pasea y exhibe por esta película sin hacer otra cosa más que poner cara de cordera degollada, sollozar de vez en cuando y aparearse accidentalmente casi como por despiste (para regodeo, suponemos, del director y de los incondicionales de la chica). No se la puede culpar de hacer un papel mediocre: lo que le cayó en suerte, más que papel, fue una papeleta.
Si Kieslowski quiso entender al ser humano como títere en manos del destino olvidó que es, en cualquier caso, un títere fascinante y extremadamente complejo. Demasiado complejo para él.
Cualquiera que haya tenido el placer de leer El doble (Dostoievsky), habrá podido comprobar lo que un auténtico genio puede hacer con una historia basada en la existencia de un enigmático alter ego, y eso hace aún más grave este quiero y no puedo de un director que tuvo un nivel muy superior en su No amarás , rodada en su Polonia natal cuando aún sabía hacer buen cine sin recurrir a envoltorios de lujo.
¿Profunda? Sí, casi casi toca fondo…
Para mí, junto con Rojo, la obra maestra de Kieslowski, curiosamente —o quizá no— protagonizadas ambas por la gran Irène Jacob. Una actriz, dos películas y tres personajes.
Antes de llegar a las franjas de la bandera francesa, Kieslowski impregnó a la manera impresionista, hecha de retales, la pantalla del ocre de la soledad, el misterio, la búsqueda, el reencuentro. A menudo he pensado que la luz de esta película debe parecerse a la que Huston concibió originariamente para Reflejos en un ojo dorado, un film también donde lo más importante se dice con miradas y silencios.
Aquí, con una expresividad siempre sutil, de la medida de una pelotita de goma o el lazo de una carpeta, Weronika y Verónica miran el mundo, se miran entre ellas y a sí mismas. El rostro de Irène Jacob, como si fuera una versión adulta de los ojos de Ana Torrent en El espíritu de la colmena, lo dice todo sin tener que pronunciar demasiadas palabras.
También Kieslowski habla únicamente con el lenguaje de la cámara. Como diría Godard en sus años mozos, esto no podría ser una novela o una obra de teatro, sólo puede existir como forma puramente cinematográfica.
Kieslowski trasciende —en el mejor sentido de la palabra— la excusa argumental para ofrecernos un cúmulo de sensaciones tan imborrable como la majestuosa banda sonora de Zbigniew Preisner. Por eso creo que la mejor definición de esta película la dio su propio autor cuando afirmó que es un film sobre las emociones, hecho sólo de emociones.
Escrita y dirigida por Krzysztof Kieslowski, se rodó en Varsovia, París y en los Studios de Lodz (Polonia). En Cannes obtuvo el premio a la mejor actriz, el FIPRESCI, el Premio Ecuménico y la nominación a la Palma de oro. Ganó otros 5 premios.
La acción tiene lugar en Varsovia, Cracovia y París en 1989/90, a lo largo de unos 3 meses. Narra la historia de dos muchachas, nacidas el mismo día (23-XI-1966), que llevan el mismo nombre (Veronika y Veronique), tienen gran parecido, no se conocen y no tienen relación de parentesco, pero ambas sienten que no están solas, aprecian igualmente la belleza que les rodea, sienten pasión por la música y padecen una misma malformación congénita cardíaca. Veronika (Irene Jacob) vive en Polonia, tiene una magnífica voz de soprano, se relaciona con muchos amigos, le gusta el sexo, trabaja con celo y frenesí, le falta tiempo, con frecuencia va corriendo por la calle y, en un momento de estrés, le falla el corazón y muere. Veronique (Irene Jacob) vive en París y a la muerte de Veronika se siente profundamente triste, lo que le hace dar un giro a la vida. Deja el canto para dar clases de música en una escuela primaria y se enamora de un marionetista, Alexander Fabbri (Philippe Volter), que escribe cuentos infantiles con historias que ella siente como propias. Una tarde, entre las fotos que ella hizo en un viaje a Polonia, Alexander identifica una en cuyo fondo se ve la imagen de Veronika.
La película explora las relaciones entre sexualidad, música y feminidad. Para Veronika y Veronique la música y el sexo son dos pasiones paralelas, igualmente intensas y complementarias. La película encierra un gran interrogante ¿Cuenta una historia realista o una fantasía? El color dorado que inunda las imágenes, la atmósfera etérea e irreal que se respira, las extrañas e inexplicables relaciones entre las dos muchachas, parecen indicar que la obra es una deliciosa fantasía. Probablemente, la dualidad de Verónica es, también, una alegoría de las dos Europas, la occidental y la oriental, nacidas al final de la II GM. Es posible que se refiera, además, a las dualidades del mundo contemporáneo (Norte/Sur, opulencia/miseria, Primer Mundo/Tercer y Cuarto Mundo, etc.).
La música, de aires clasicistas, eleva y enriquece la obra con numerosos registros que se manifiestan en torno a una bellísima melodía central, recordada por el clarinete, la flauta, las sopranos. La interpretación es de la Gran Orquesta de la Radio y TV Polaca y del Coro Filarmónico de Silesia. La fotografía hace un uso magistral de la luz, la sombra y el claroscuro, mientras la cámara investigqa la belleza de cada plano. El guión se centra en la expresión silenciosa de los sentimientos íntimos de las protagonistas, sus temores, inseguridades y ansiedades. La dirección busca la elipsis y la concisión expositiva.
Película fantasiosa y ambígua, desconcertante y reflexiva, filosófica y emocionante, que invita a pensar y a gozar de la belleza que nos rodea.
No en vano fueron los mismos autores los inmiscuídos en la trilogía posterior, el propio Kieslowski y su habitual Krzysztof Piesiewicz, además del excelente y también habitual suyo, ambientador sonoro Zbigniew Preisner…
La historia, aparentemente sencilla narra la vida de dos personas clones de sí mismas en cuanto a genética y entorno social, sólo que en diferentes espacios…oriente versus occidente (Polonia versus Francia), origen-adopción del extraordinario cineasta polaco…
Sólo el final de sus vidas varía por las circunstancias de cada cual…Veronika y Veronique son ambas huérfanas de madre, y conviven con sus padres, y sus primeros recuerdos freudianos de juventud son aquellas enseñanzas con sus madres cogiéndoles en su regazo, y ellas observando el mundo del revés, con las estrellas abajo y las casas arriba, como las bolas de cristal souvenir a lo ciudadano Kane.. o las hojas de los árboles y sus terminaciones nerviosas…
Ambas con aptitudes para la música, amantes del sexo pero de salud débil y delicada y con padres creativos y permisivos…
Sus vidas se cruzaron por casualidad durante un viejo de la Veronique francesa por los países del este (Hungría y Polonia), en concreto en una excursión por Cracovia durante una manifestación reprimida por las fuerzas públicas…Aparentemente libre Veronique puede escoger líbremente su futuro, mientras que la repentina muerte de Veronika pudiera simbolizar el sacrificio polaco durante la segunda guerra mundial y su consiguiente adscripción al bloque soviético…Click! Una foto…y todo comienza a tener sentido…
Kieslowki deja elucubrar sus intereses estéticos con el uso de filtros con la intención cromática de una atmósfera etérea claramente predecesora de su mencionada trilogía colorista…
Si para alguno tan sólo se trató de la primera incursión del cineasta polaco parcialmente fuera de sus fronteras patrias como mera fuente de ingresos para la financiación de sus proyectos posteriores más ambiciosos, para otros entre los que me incluyo, supuso una iniciación al contenido abismal de su magna obra…
Vertiginosos y originales movimientos de cámara (…a Veronica se le aparece después de un vaído de origen cardíaco, un gabardinero exhibicionista con su pene al aire…)…
Una historia dual de alguien que vivió en la misma época en dos sitios distintos del orbe bajo distintas coyunturas deterministas…dos finales distintos…una misma finalidad…
¿Y el maestro de marionetas? es el creador que busca simbiosis y sinergias con la diva…alter ego del creador…
C O N M O V E D O R A.