La delgada línea amarilla
Sinopsis de la película
La delgada línea amarilla es el viaje de cinco hombres que son contratados para pintar la línea divisoria de una carretera que conecta dos pueblos de México. A bordo de una vieja camioneta, inician el trabajo de más de doscientos kilómetros de asfalto y pintura amarilla que deberán completar en menos de quince días. Cinco solitarios que, por azares del destino, se unen con el único propósito de ganar unos pesos, pero sin buscarlo, este viaje cambiará su manera de ver y entender la vida. Al finalizar el recorrido, comprenderán que existe una delgada línea entre el bien y el mal, entre la risa y el llanto, entre la vida y la muerte.
Detalles de la película
- Titulo Original: La delgada línea amarilla
- Año: 2015
- Duración: 95
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Opinión de la crítica
6.6
72 valoraciones en total
Con el curioso título-guiño de La delgada línea amarilla (aunque en las antípodas de Malick), esta bonita película mexicana nos cuenta la historia de un grupo de trabajadores que se dedica durante un par de semanas a pintar la señalización de una carretera, de ahí el título.
Se trata de una amable y en ocasiones algo complaciente película cuyo argumento a priori podría juzgarse de muy escaso interés, pero que logra solventar este aparente problema y resultar amena gracias a la contrastada personalidad de los personajes y a las situaciones planteadas, así como la buena labor del reparto, encabezado por el solvente actor que siempre es Damián Alcázar.
Cuando se tienen cosas que decir, sensibilidad y talento, no son necesarios grandes medios. Bastan cinco personajes y un perro siguiendo una línea amarilla en un paisaje desolado y semidesértico, para rodar una joya como esta, donde todo resplandece. Después tanta basura hollywoodense y europea, de factura perfecta, pero sin alma, ver algo así tiene el efecto de un bálsamo, es como llegar a un oasis. Un cine que hable de lo que somos de verdad, del corazón humano, y que lo haga sin trampas ni retorcidos subterfugios le devuelve a uno la esperanza. Aunque el engaño solo dure lo que la proyección, esto ya es mucho en los tiempos que corren.
Esta obra consiguió conmoverme desde su arranque en un desguazadero de coches del Méjico profundo, una verdadero metáfora del mundo en que vivimos. Es un auténtico canto a la inocencia que te atrapa con su limpia mirada, su exquisito humor y con la humanidad de los personajes. Una fábula iniciática narrada con sencillez, casi con la mirada de un niño, en la que todo está apenas insinuado y nada sobra. Incluso cuando bordea el sentimentalismo termina siendo un magistral ejercicio de contención.
No tengo mucho más que decir. Me temo que esta película es de las de todo o nada, o la odias o te rindes a ella. Si estás en la segunda categóría, no deberías perdértela.
La película habla de cómo la vida es una búsqueda incesante y de cómo esta es con frecuencia impredecible o, como decía Gilda Radner, una deliciosa ambigüedad .
Desde el punto de vista formal, la película es mejorable: algunas actuaciones acusan falta de espontaneidad y algunos efectos visuales son demasiado evidentes. Sin embargo, a pesar de estas limitaciones, tiene elementos sobresalientes.
La fotografía refleja muy bien, a través de la naturaleza, cuán dura y áspera es la vida de los trabajadores mexicanos (y en general de la mayor parte de los mexicanos). La música, a mi parecer intencionalmente áspera y estridente, subraya este rasgo que recuerda algunas descripciones de Juan Rulfo.
Sin embargo, al igual que las yucas u otros elementos de la naturaleza presentes en el paisaje, la vida del mexicano sigue floreciendo en medio de condiciones tan adversas y no pierde la alegría de vivir a pesar de los no pequeños ni infrecuentes sufrimientos. En este sentido, La delgada línea amarilla es una lección del realismo mexicano: se puede ser feliz —y a veces mucho— a pesar de no encontrarnos en medio de las circunstancias perfectas.
Los paisajes del desierto, capturados por una excelente fotografía, nos recuerdan que la belleza natural no tiene por qué ser necesariamente verde.
La película procede a un ritmo lento. Al inicio te puede desesperar un poco, pero, una vez acompasadas las expectativas, resulta profundamente conmovedora al ponernos de frente ante una experiencia existencial por todos conocida: la vida es imprevisible. Y misteriosa. De ahí, en la mayoría de los casos, su belleza.
Tras prepararse un café al más puro estilo Clerks (del envase al vaso sin pasar por la cafetera), Toño recibe la noticia de que esa será su última mañana como vigilante del desguace, ya que la empresa ha decidido otorgarle tal responsabilidad a un fiero perro. El tipo lía el petate y acude a trabajar a una gasolinera de mala muerte, donde se acabará topando con un viejo conocido que le tiene una misión preparada: pintar líneas por una carretera a lo largo de 217 kilómetros a cambio de una grata remuneración. Toño acepta y el jefe le asigna cuatro compañeros para llevar a cabo el trabajo, todos de muy variada índole y espíritu.
La delgada línea amarilla, película dirigida y escrita por el mexicano Celso García (que debuta aquí en el largometraje), toma el nombre de estas finas rayas de separación entre carriles de una carretera. Líneas que parecen indicar el sendero de Toño y compañía para buscar una nueva vida que les alivie de un nada reconfortante pasado, el cual se irá desvelando conforme pasen los minutos.
García deja claro desde un principio que lo suyo no es hacer experimentos con la cámara, sino contar una historia. Historia que tampoco es en absoluto original, como pronto adivinaremos: hombre amargado al que, gracias a una milagrosa y oportuna aparición, se le presenta la ocasión de redefinir su vida junto a una tropa de colegas que también presentan los clásicos rasgos de personajes secundarios. Es decir, el cineasta pretende embarcarnos aquí en un relato cinematográfico concebido al estilo añejo, dejando que el guión y el carisma de los personajes arrastren todo el peso de la película. Y, de hecho, no le sale mal la jugada.
La delgada línea amarilla se define como un film agradable, reposado, ciertamente buenrollista. Casi no encontramos malicia en toda la cinta y, cuando esta surge, se identifica de manera muy efímera o nula. Por tanto, lo que busca García es no resultar en exceso trascendente, aunque ello conlleva un precio en forma de resultar en exceso típica, sin que su visionado aporte grandes cosas a alguien que busque algo más profundo en una película.
En cualquier caso, el problema principal que impide a La delgada línea amarilla alcanzar mayores cotas de esplendor cinematográfico es su excesiva tendencia a tratar de conmover al espectador. Esto se nota no sólo en lo ya comentado acerca del carácter de los personajes, sino también en los medios técnicos que García utiliza para adornar varias escenas o el desarrollo de la trama misma, el intento de escena romántica con una suave música de fondo es el perfecto ejemplo de ambas situaciones. No obstante, esto no termina de torpedear el núcleo argumental de la película, el cual es resuelto con bastantes garantías por García en una escena que es predecible pero necesaria para terminar de rematar el guión.
Pese a los incuestionables defectos de La delgada línea amarilla, al final terminan pesando más sus virtudes. Desde una perspectiva sincera, García consigue su objetivo de contar una buena y sencilla historia, sin meterse en problemas difíciles de resolver. Una película cuyo visionado merece la pena siempre y cuando no haya demasiadas expectativas previas, ya que no ofrece nada más (y nada menos) que 95 minutos muy interesantes y entretenidos dentro de los límites que el propio cineasta se marca. Bien es cierto que un director novel debería ser más arriesgado en su ópera prima y mostrar todas sus inquietudes personales y artísticas, dejando para más adelante aquellas películas que, con las directrices ya aprendidas, se pueden dirigir con el piloto automático puesto. Pero esperemos que este mexicano conduzca en sentido contrario.
Álvaro Casanova – @Alvcasanova
Crítica para http://www.cinemaldito.com (@CineMaldito)
53 Festival Internacional de Cine de Gijón
El debut del realizador mexicano Celso García es una sólida película en el formato de una road movie pero a pie, que narra la forzada convivencia de un grupo de trabajadores en una carretera, que si bien no es del todo redonda, deja un agradable gusto tras su visionado.
Un hombre maduro (Damián Alcázar) es despedido de su trabajo como velador, después de conseguir un mal pagado trabajo en una gasolinera, un viejo conocido le ofrece ser el capataz de una obra que consiste en pintar la línea amarilla separadora de una desolada carretera.
Tras conocer al equipo de trabajo integrado por cuatro hombres de diferentes edades (Gustavo Sánchez Parra, Joaquín Cosío, Silverio Palacios y Americo Hollander), vivirán un cúmulo de experiencias en su trayecto de poco más de 200 kilómetros, que les cambiará la vida para siempre.
Varias son las virtudes que sobresalen en ésta ópera prima, donde lo más sobresaliente está en el trabajo de su solvente reparto y una historia noble, pero no exenta de cierto maniqueísmo en su narrativa.
Damián Alcázar es el bastión de un relato que se torna por momentos cerca del costumbrismo mostrando la interacción de estos variopintos personajes, a los que se suma un perro que se convierte en lo mejor de la película, pero que va decayendo ante el constante subrayado de los simbolismos varios que atraviesan la película.
Celso García no confía del todo en el poder de las imágenes y pone en sus personajes discursos que sobre explican lo que se ve, y por el final añade un forzado giro que mueve a la tragedia dejando de lado la sencillez y campechanía de sus personajes y agregando un innecesario peso dramático a un relato que rebosaba candidez.
http://tantocine.com/la-delgada-linea-amarilla-de-celso-garcia/