La dama de Shanghai
Sinopsis de la película
Michael OHara (Orson Welles), un marinero irlandés, entra a trabajar en un yate a las órdenes de un inválido casado con una mujer fatal (Rita Hayworth) y queda atrapado en una maraña de intrigas y asesinatos.
Detalles de la película
- Titulo Original: The Lady From Shanghai aka
- Año: 1947
- Duración: 87
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Opinión de la crítica
Película
7.8
64 valoraciones en total
De haber nacido en la segunda parte de siglo, y por consiguiente, encontrase vivo, Orson Welles hubiera sido un realizador completamente diferente. Igual de atípico y lleno de altibajos, pero me imagino que más consecuente. Veo a Welles como un tío extraño, ensimismado en su ego, y buscando la gracia y ayuda de un Hollywood que él detestaba. Quizá nunca le gustó Hollywood, pero acabó casándose con él (Rita Hayworth). De esta comunión con la Industria, han salido sus mejores películas y aunque La dama de Shanghai no es de las mejores películas, guarda en sus bobinas, algunas de las mejores escenas de Welles.
Es esta, una película irregular. Con una trama que se adivina antes de que toque hacerlo y algunas escenas de peleas callejeras donde Welles está torpe y fuera de lugar. Ver a la Hayworth sin si larga melena pelirroja podría ser suficiente para detener la película, pero con ese rubio platino, aún consigue perpetrar más de un pecaminoso pensamiento carnal. Rita luce aquí sensualidad y misterio y consigue solventar su pape con buena nota.
Everett Sloane hace aquí el papel más completo de todos. Bajo su falaz sonrisa, jamás sabemos que está planificando. Es un personaje que esconde todas las intenciones y nos llena de dudas. Por el contrario, su socio Glenn Anders, está algo perdido entre tantos tiburones.
Es su final lo mejor de toda la película, rematado esta gran resolución de la cinta con la voz en off de un Welles caminando que a mí amigos míos me pareció hermosamente sincera.
Un guión complejo, cómo toda película de cine negro que se precie, sostenido en ocasiones por finos hilos argumentales, pero servido con la sabiduría de un Welles que de nuevo vuelve a moldear la imagen con un gusto barroco que no deja de atraparnos. La mítica de Hollywood cuenta que Welles estaba buscando dinero para montar una obra de teatro y que decidió llamar al despótico Harry Cohn, dueño de la Columbia, ofreciéndole una película. Cuando Cohn le preguntó sobre el proyecto, Welles le dio el título de una novela barata que había en el kiosco, y de ese material de desecho salió una de las películas más fascinantes del maestro que, en aquel entonces, terminaba su tormentoso matrimonio con Rita Hayworth.
La mítica Gilda realiza aquí realmente su primer papel de femme fatale. A diferencia del recordado personaje, la maldad de Elsa Bannister no es aparente, sino el único modo de sobrevivir en ese nido de víboras que nos muestran (fascinante la presentación de Rita: Un primer plano de su rostro, fotografiado por la turbia mirada de Charles Lawton Jr, que pica para terminar en el plano de un perro negro, casi diabólico…). Para conseguir esta transformación, Welles da una vuelta más de tuerca, casi una herejía: cortar su famosa cabellera pelirroja (un año antes había hecho la mítica Gilda que la había convertido en la sex symbol de los años 40) y teñirla de un rubio platino. Con estos cambios y la mano maestra de su marido, Rita Hayworth hará una interpretación de altura, llena de matices, pero siempre recorrida por una maldad que no la abandona ni en los instantes de amor, pero aún así tan fascinante que quedamos presos del delirio que su presencia provoca. A su lado, Everett Sloane, abogado criminalista y en su debilidad (está tullido), un tiburón de dientes afilados. Ese terceto maléfico se completa con Glenn Anderrs, en una actuación sorprendente, delirante, como hermano de Sloane que teme que llegue el fin del mundo por lo que hace una alucinante oferta a Welles, que interpreta aquí a un marinero irlandés, casi un maestro de ceremonias, pues pese a lo que ha vivido en ningún momento olfatea el peligro que encierra esta historia tan turbia y morbosa.
La imagen final con que se cierra esta película ha pasado con justicia a la historia del cine al ser una secuencia tan fascinante como compleja en su juego de apariencia y realidad, pero de maldad multiplicada hasta el infinito. Incomprensiblemente, con esta obra maestra Welles iniciará su peregrinaje por Europa para poder realizar el cine que él quería, no volverá a Hollywood hasta diez años después para rodar Sed de mal.
Orson Welles es un director grande e incluso con una historia de porquería como la de La dama de Shanghai hace algo decente, cosa que no podrían hacer muchos directores en este caso. La peli está bien a pesar de que el guión parece sacado de una de esas novelitas pulp que la gente se dejaba olvidadas en las mesillas de los moteles allá por los años 40.
La cosa se resume en lo del título, ella es una guarra (o dicho finamente, una femme fatale) y el tío es un duro machote que caerá en las redes feminiles como otro cualquiera, pero con más estilo. La gente aquí habló ya de la escena de los espejos, que es una maravilla y ya sólo por eso vale la pena ver la peli aunque sea en fast forward para llegar hasta ahí rapidito. Yo no lo hice, pero se puede. La atmósfera y los personajes resultan o bien turbios, o turbantes o turbadores: turbiedad a gogó. Hasta ahí, bien.
Si decido que me conformo con el guión tal cual, diré que el gran fallo sería entonces Rita Hayworth. Sí, sale muy guapa de rubia, aunque lleva un peinado diseñado por Satanás, que aquella época era el peluquero de Barbara Stanwyck. Pero era un producto, se nota, es forzada, su rostro está cerrado por completo a la cámara. Sus ojos no transmiten nada, por mucho colirio que gaste y sus gestos y poses son tan ridículos y antinaturales que resulta casi imposible meterese en la peli cuando la escena se centra en ella. Luego está la cuestión de los modelitos, que merecen mención aparte. Hay una variedad escalofriante, pero se destaca con malignidad un trajecito de marinera con gorro ladeado e insignias (doradas, aunque la peli sea en B/N) que harían atragantarse de asco a Balenciaga y sudar de envidia a Donatella Versace. Un crimen y una desgracia. Nunca vistas a una mujerona de pecho en pelo con un vestidín para una niña de cinco años, no es sexy, es estúpido.
Me da pena decir que Rita es lo peor porque estaba muy bien en Gilda y la pobre tuvo una vida muy triste, con lo que es difícil que te caiga mal, pero su falta de talento era inversamente proporcional a su exceso de fotogenia. Tampoco su ex-marido, director y co-protagonista de la peli se lució mucho en el personaje y eso salva un poco las escenas en que salen juntos, ya que no hay grandes diferencias entre sus interpretaciones, los dos son malos con premeditación y alevosía.
La dama de Shangai , a pesar de todo esto, sigue siendo una película que merece la pena ver por su espléndido final, por esos primeros planos tan vigorosos que se marca el Welles y por toda la escena del juicio, anodina en hechos, pero muy disfrutable en la parte visual. ¿Qué luego te la pela de qué vaya la cosa? Pues también.
La dama de Shanghai fue en su día un fracaso de crítica y de público. Hoy en día está considerado por algunos como una obra maestra. Pues ni una cosa ni otra. La dama de Shanghai es una obra menor en la trayectoria de Welles, muy inferior a Ciudadano Kane , El cuarto mandamiento o Sed de mal , que sin embargo contiene algunas secuencias y planos de primera calidad y algunos diálogos y monólogos (la voz de off de Welles es muy ingeniosa) de lo mejor de la época.
Welles intentó una película de cine negro tan habituales en la época de los años 40 con el atractivo de su mujer (aunque llevaban dos años sin hablarse y estaban a punto de obtener el divorcio) una bellísima Rita Hayworth, que aunque no está como en Gilda evidentemente, hace una interpretación más que aceptable. Sin embargo la jugada le salió mal y tuvo que emigrar a Europa para relanzar su carrera. Welles gana mucho en los diálogos y lo pierde dando mamporros a diestro y siniestro en ciertas partes del film que no resultan muy verosímiles. No cabe duda que estamos ante una de esas películas de grandes momentos pero que en conjunto baja bastante.
Una buena película, que con la firma de Welles, la presencia de la Hayworth más alguna escena mítica (por ejemplo la final de los espejos) ha hecho con el tiempo que se sobrevalore un tanto.
Quinto largometraje de Orson Welles, protagonizado por Rita Hayworth. Welles interviene como guionista, productor, actor y director. Se basa en la novela If I Die Before I Wake (1938), de Sherwood King. Se rueda en escenarios naturales de NY, Méjico (Acapulco) y California (Sausalito, San Francisco, San Luis) y en los platós de Columbia Studios (Hollywood, CA), con un coste agregado de 2 M dólares. Producido por Welles para Columbia, se estrena el 24-XII-1947 (Francia).
La acción dramática tiene lugar en NY, Méjico, Sausalito y San Francisco, en 1947, a lo largo de varias semanas. El marino americano de origen irlandés Michael OHara (Welles), salva de un atraco en Central Park a Elsa Bannister (Hayworth). Su marido, Arthur Bannister (Sloane), prestigioso abogado criminalista, con discapacidad motora, le contrata como capitán de su yate de recreo, con el que quiere visitar la costa occidental del país. Durante el viaje conoce a George Grisby (Anders), socio de Bannister, y a Sidney Broome (Corsia), detective privado contratado por Bannister. Michael es ingenuo, honesto, enamoradizo, apasionado, débil de carácter y desarraigado. Participó en la guerra civil española y mató a un hombre en Trípoli durante la IIGM. Elsa es fría, contradictoria, manipuladora y ruin. Luce una presencia seductora y deslumbrante.
La obra es un film noir singular y en cierto modo único. El realizador consigue crear una atmósfera malévola, siniestra y turbia, que se apoya en una magnífica fotografía, una música rotunda e inquietante, unas situaciones impregnadas de misterio, unos personajes oscuros y retorcidos y un protagonista que prodiga comentarios fatalistas y lacerantes. Imágenes y acompañamiento sonoro se presentan llenos de sugerencias e indicaciones simbólicas. La tergiversación de la verdad, la ocultación de las intenciones y la manipulación de las personas, se acompañan de imágenes y sonidos distorsionados. Los sentimientos de amenaza y peligro se potencian con tomas elevadas que producen percepciones inquietantes: presencia de un abismo, un rompiente de mar… La agitación dependiente del fatalismo y del acecho del mal se ve incrementada por la pulsión del deseo y del interés sexual de los protagonistas. Elsa juega con las pasiones de tres hombres, con quienes forma un cuarteto amoroso de infaustos augurios. La trama parece enrevesada y compleja hasta que Michael descifra sus claves. La cinta está impregnada de una violencia latente, oculta y solapada, pero irrefrenable y furiosa.
Welles compone una crítica acerada del sueño americano, de la figura mítica del triunfador, del poder del dinero y del sistema judicial. Muestra a dos abogados de éxito repulsivos y miserables. Descubre cómo un letrado de prestigio proyecta burlar la justicia con argucias y artimañas ignominiosas. Dibuja una sesión judicial en la que luce una inusitada violencia verbal entre letrados y un autointerrogatorio esperpéntico.