La conspiración del silencio
Sinopsis de la película
Un joven y ambicioso fiscal descubre cómo importantes instituciones alemanas y algunos miembros del gobierno están involucrados en una conspiración cuyo fin es encubrir los crímenes de los nazis durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945).
Detalles de la película
- Titulo Original: Im Labyrinth des Schweigens (Labyrinth of Lies)
- Año: 2014
- Duración: 122
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Opinión de la crítica
Película
6.5
66 valoraciones en total
Hay películas que se basan en interesantes hechos reales, teniendo como soporte un argumento bastante prometedor. Ese es el caso de La conspiración del silencio. Pero lo que pasa luego es que creo que se ha confiado demasiado en el peso dramático de su historia, que lo tiene, pero no se ha trasladado esa tensión ni al guión ni a la dirección, que corre a cargo de Giulio Ricciarelli, el cual en contados momentos consigue imprimir el nervio necesario. En manos de un director más experimentado su resultado nos hace sospechar que hubiera sido bastante más logrado. Puede que en un futuro Ricciarelli sea un director más diestro, ya que cuenta con cierta sensibilidad como aquí demuestra, porque aunque funcional tampoco es despreciable.
Su ambientación, aunque no cuente con un despliegue de medios, aprovecha su presupuesto. Quizás en las escenas de exteriores han tenido una tendencia a hacerla más colorista para que contraste con las escenas de interior, sobre todo las correspondientes a despachos, que son más oscuras, pero por lo demás todo va por el camino de la corrección más discreto. Quizás haya que sumar, como punto negativo, esa tendencia mundial de producir películas con cierta asepsia, que menos mal que sabemos dónde se desarrolla, pero casi sin identidad, en este caso exenta del sello característico del cine alemán, arrimándose a un estilo casi estandarizado y muy extendido en la producción actual.
Su banda sonora acompaña bien al relato. El reparto, encabezado por un joven Alexander Fehling, desempeñan sus personajes con eficacia. Y su vestuario, sobre todo los modelos femeninos, son preciosos. A lo mejor terminar así el comentario puede sonar frívolo o a que no recomendaríamos el film, y no es así. Aunque tiene sus puntos en contra creo que en estos casos mi balanza particular tiende a inclinarse más a recomendar que a ignorar esta clase de películas. Porque reconocemos que al menos se trata de un film interesante, que si se lo encuentran en alguna ocasión, lo pueden visionar porque está bien construido, y porque tiene esa cualidad tan poco estimulante que comúnmente se conoce como un producto comercial con dosis de didactismo, que no sé si emocionará al espectador, pero al menos, con cierto nivel tanto de corrección como de cierta frialdad, sí les podrá mantener entretenidos con cierta dignidad. Y porque también, aunque sea un ejemplo más del cine alemán, han tenido el valor una vez más de contar historias nada agradables para ellos, como el caso presente, una historia bastante dura y que con parcialidad, que se cuenta sin pudor, quizás con el firme propósito de que nunca jamás se vuelvan a repetir. Y es que con esa base, cualquier film, por pequeñito que sea, siempre nos enseña más de lo que a priori podemos pensar.
A veces se nos olvida que las cosas no han sido siempre como las conocemos hoy. Que ha habido gustos, conveniencias, concesiones, limitaciones o miedos que han condicionado el decurso de los acontecimientos y han marcado el cómo vemos, asimilamos, recordamos y recontamos el pasado. Ahora nos parece un tópico, un lugar común o incluso un terreno demasiado trillado y fatigoso el de la persecución, acoso, internamiento y masacre de los judíos durante la II Guerra Mundial por el maniaco delirante de Adolf Hitler, que creía que el culmen de todos los males, el origen de toda las desgracias, el catalizador de todos los infortunios radicaba en lo que él veía como ‘pueblo judío’ y que acabó convirtiendo en el ‘problema judío’.
Pero la memoria es lo más endeble, manipulable y antojadizo que hay, siempre sujeta a modas, a utilidad política o social o a simple vagancia edulcorada. Se tardó muchos años en comprender, asimilar y asumir lo que significó el aciago holocausto judío, tanto por la población mundial como por el propio pueblo alemán, que tan concienzuda como sañudamente había colaborado (o al menos no había impedido) que sus semejantes fueran asesinados por el simple hecho de anularles como seres humanos, por centrarse sólo en una particularidad genealógica (entre tantas posible) para negarles primero su nacionalidad, luego su dignidad y su patrimonio, hasta acabar con sus vidas. Lo fatal es que costó mucho que los alemanes asumieran su responsabilidad en semejante atrocidad, en semejante despropósito (los austriacos aún no han realizado un acto de contrición semejante). Y por ello hace mucho bien que nos recuerden que la memoria hay que labrarla y forjarla, aún a riesgo de convertirse en un mero tópico devaluado.
Vaya por delante el loable intento de esta película de mostrar (ahora que se cumple el 75 aniversario de Auschwitz) el tenaz y titánico esfuerzo que supuso que Alemania misma abriera aquellas heridas cerradas en falso para permitir que cicatrizaran de forma sana, provechosa y fructífera. Sólo desde la conciencia de que la inhumanidad no hay forma de justificarla ni excusarla, se consigue avanzar y permite responsabilizarse del pasado, labrar un presente digno que nos permita ganar un futuro saludable.
La pena es que esta película sea demasiado simple, demasiado plana, llena de buenos propósitos pero escasos logros. Se deja ver con indulgencia y entretiene, pero se queda muy corta y casi trivializa lo que fue una de las grandes vergüenzas del siglo XX. Bienvenida sea, pero supone casi una oportunidad perdida.
Si una nación ha sido derrotada, humillada y sojuzgada por dos veces en apenas medio siglo, al intentar sobrevivir, su mente colectiva al igual que la de cualquier persona individual esconde en lo más recóndito de su conciencia, su lado más oscuro, sus crímenes inconfesable, la condena insoportable de su propio yo o recurre a la más descarada y cobarde mentira para salvar el pellejo y el de sus descendientes. Nadie quisiera verse en su lugar.
Alemania fue juzgada por los aliados y el resto del mundo pero tenía pendiente juzgarse a si misma, expiar sus culpas y ofrecer a sus nuevas generaciones un horizonte limpio de manchas. La tentación de utilizar atajos una vez juzgados los más altos responsables y ofrecida mano ancha por distintos motivos por las dos grandes potencias de la guerra fría, era muy grande y los sucesivos gobiernos de Adenauer en la RFA, sucumbieron a ella. Durante 20 años se fue instalando el olvido premeditado y la ignorancia de la nueva juventud.
Un fiscal, Fritz Bauer y su equipo rompieron esa tendencia al encausar con grandes dificultades a muchos de los responsables oficiales y de menor escala en los horrores de Auschwitz en Polonia, uno de los muchos campos de exterminio. A día de hoy aún sigue el goteo de encausamientos de criminales de guerra que se reincorporaron a la vida civil. La mayoría, ya fallecidos ,consiguieron eludir a la justicia.
Y todo ello con innegable afán didáctico nos lo cuenta un italiano afincado en Alemania, en su primer trabajo como director, que ha hecho carrera como actor, en una cinta de fiel recreación ambiental a la que no le duelen prendas de inventarse un protagonista ficticio con subtrama paralela amorosa para que lo amargo del asunto pase mejor.
Bien interpretada, necesaria, mete el dedo en la llaga solo lo justo para incomodar lo imprescindible y plantear muchas más reflexiones que lo que ofrece en su metraje.
Cierto es que pocas películas tratan exactamente este tema, ese difícil momento en que Alemania decidió juzgarse a sí misma por los terribles crímenes cometidos durante la guerra contra los judíos, pero resulta inevitable enfrentarse a La conspiración del silencio (cuyo título en castellano no podría ser más barato) sin cierta sensación de déjà vu, sin ciertos prejuicios.
Al final, la película ofrece una historia diferente e interesante, pero, por desgracia, la realización parece más propia de un telefilm de tarde que de una producción cinematográfica. La primera escena, de unas ganas de impacto fácil pasmosas, ya augura lo que el resto de la obra depara. Y pocos son los instantes que logran sorprendernos (entre las excepciones, destaco la escena que emplea el roto de la chaqueta como metáfora de la relación entre los protagonistas).
Las interpretaciones son correctas (que no notables), pero el guion tiene baches difíciles de esconder. Y el resultado, aunque en general entretenido, resulta por momentos aburrido por culpa de ello. Por eso, y porque es difícil empatizar con los poco definidos personajes. En definitiva, pese a los prejuicios, la cinta sí ofrece una historia nueva e interesante, pero ni el planteamiento ni la realización están a la altura de la misma.
Juan Roures # La estación del fotograma perdido
No tiene mucho que ver con John Sturges ni con Spencer Tracy, caprichos de quienes se dedican a traducir los títulos de las películas en España. A vueltas con la memoria histórica en la Alemania de los años centrales del XX, este film nos habla de esa generación desleal que se atrevió por primera vez a pedir cuentas a sus mayores por todas las atrocidades que habían cometido en el pasado. En este sentido, el silencio tiene más que ver con la vergüenza que con una verdadera conspiración.
Quizá ese silencio era también sinónimo de ignorancia. Sorprende enterarse de que a finales de la década de los cincuenta, la época en la que se desarrolla la historia, todo un licenciado en Derecho no tuviera ni idea de dónde quedaba Auschwitz ni supiera nada de lo que allí había sucedido sólo unos pocos años antes. Silencio también por omisión, por parte de aquellos que dijeron que solamente pasaban por ahí, y que se vieron arrastrados por un loco hacia el precipicio en un ejercicio de catarsis colectiva. Sin embargo, en su empeño por desmadejar la conspiración, nuestro protagonista descubre que detrás de ella también estaba la responsabilidad individual de cada uno. Y así las bofetadas que más duelen le llegan de su entorno más cercano (la madre, la novia, el amigo).
Es esta una película muy interesante que, al parecer, recrea con bastante fidelidad los hechos que desencadenaron el llamado segundo proceso de Auswitch. Los profanos en el tema podemos incluso darnos cuenta del rigor en cómo se huye en todo momento de posturas maniqueas que hubiesen sido letales (ojalá en España se hiciese por fin algo así sobre la Guerra Civil).
En cualquier caso, hay otros momentos en los que el film no logra desprenderse de ciertos convencionalismos que ya parecen insalvables cuando se aborda este tipo de temáticas. Sus comienzos son ciertamente algo titubeantes, como si a John Grisham le hubiese dado por escribir un best seller ambientado en la Alemania post-hitleriana. No obstante, se observa un desarrollo in crescendo e incluso la trama amorosa, que siempre suele ser un relleno inevitable en este tipo de historias, se inserta con naturalidad, tiene sentido y está muy bien contada. Es una película a la que merece la pena acercarse siquiera por conocer qué paso y cómo pasó, por aquello de que un pueblo que no conoce su pasado… Son las lecciones que da la Historia. Y el cine como reflejo de ella.