La ciudadela
Sinopsis de la película
Andrew Manson, un joven médico que consigue su primer empleo en una población minera de Gales, se entrega al cuidado de trabajadores enfermos y gentes oprimidas. Las circunstancias, sin embargo, acabarán poniendo a prueba sus principios morales.
Detalles de la película
- Titulo Original: The Citadel
- Año: 1938
- Duración: 110
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Opinión de la crítica
Película
7.1
31 valoraciones en total
Excelente película, como excelente es su director King Vidor —poco conocido por esta obra La ciudadela y mucho más por otras cuyas historias resultan menos profundas o esenciales, como son el caso de Duelo al sol (1946), El manantial (1949), Pasión bajo la niebla (1952), La pradera sin Ley (1955) o Salomón y la reina de Saba (1959), sólo supera a La ciudadela , por la enjundia y contenido, su film más laureado con toda razón Guerra y paz (USA 1956)—.
La película es una estupenda exposición crítica de las componendas, sinvergonzonerías e intereses creados que se dan en la profesión médica, válida no ya sólo para la primera mitad del siglo XX (tiempo en que se sitúa la historia), sino también para antes de esas fechas, para nuestros días, e igual y por lo que vemos continuamente para las décadas que aún no han llegado.
King Vidor nos narra filmícamente, de manera espléndida, contundente y sobrecogedora, la vida de un médico desde que llega a su primer destino en una aldea, después de titularse como facultativo, con los problemas primeros de novato inexperto, con las adversidades que representan la gente ignorante o malintencionada y el medio en que hay que trabajar, con las luchas sostenidas con los propios colegas y sus círculos acotados donde no quieren que nadie les haga sombra ni perder sus cotas de poder, etc.
Es decir, una magnífica película que debían de pasarle en el primer año y de nuevo en el último, a los estudiantes que quieren licenciarse en medicina (al menos para que tengan constancia imantadora y magnífica de lo que son los primeros ideales de la profesión, y que el protagonista encarna de forma magistral, además de las tentaciones de hacer del ideal un negocio para enriquecerse y sobre todo para que observen bien a las claras qué es moral médica, o si lo prefieren, qué es ética médica).
En definitiva, y como K. Vidor bien hace decir a la mujer del médico protagonista, en un momento en que éste ha perdido todos sus ideales y dignidad humanitaria, habiendo caído en la práctica médica sólo como negocio y modo de enriquecerse: «Tu trabajo no es ganar dinero, sino ayudar a la Humanidad.»
La ciudadela es de las mejores y más concienciadoras películas, que pueden hallarse en la historia de la cinematografía, sobre el tema de profesionales médicos y el ejercicio de la medicina ya con moral ya con inmoralidad. Maravillosa película que hace llorar de emoción y que vista una vez les aseguro guadarán como una joya y volverán a ver complacidamente numerosas veces más, o sea una verdadera obra de arte.
Fej Delvahe
Siempre me han flipado las historias de vocaciones mantenidas contra viento y marea. Supongo que es por el contraste con el mundo moderno, que cambiamos de todo cada dos por tres.
Esta es la historia de una vocación médica en la Gran Bretaña de principios de siglo XX. Desde que el médico se licencia y obtiene su primer trabajo, la ilusión y el nerviosismos de su primer paciente, su pasión por mejorar la sanidad de donde vive, cómo transmite su ilusión a su chica, su entusiasmo en la investigación, sus fracasos vocacionales unidos a sus éxitos profesionales, sus amistades, etc. En resumen, una vida. Con sus altibajos y sinsabores también, pero vida de verdad.
La acción transcurre básicamente en dos escenarios: la pobreza galesa, y la opulencia londinense. Y es curioso el contraste entre los dos lugares y su relación con el éxito o fracaso profesional o vital del protagonista.
A algunos médicos escocerá esta película, porque igual rastrea en su vocación frustrada de juventud. Pero ya se sabe que las heridas para que curen, los mejores remedios escuecen.
Film producido por la MGM en el RU, realizado por King Vidor (1894-1982). El guión, de Ian Dalrymple, Frank Wead y Elizabeth Hill, con diálogos adicionales de Emlyn Williams, adapta la novela The Citadel (1937), de A. J. Cronin. Se rueda en escenarios naturales de Gales y Londres y en los platós de Denham Studios (Inglaterra, RU). Es nominado a 4 Oscar (película, actor, director y guión adatado). Producido por el realizador Victor Saville (Adiós Mr. Chips, 1959) para MGM British Studios, se estrena el 3-XI-1938 (NYC).
La acción dramática tiene lugar, antes de la IIGM, en dos localidades mineras de Gales (Blaenelly y Aberalaw) y en Londres. Andrew Manson (Donat) es un joven médico escocés, soltero, recién titulado, que consigue su primer trabajo en una pequeña localidad minera. Algún tiempo después se hace cargo con contrato fijo, previo concurso de selección, de una de las cuatro ayudantías del Dr. Llewellyn (Ambler), titular del servicio médico de otra población minera, mejor dotada en medios sanitarios que la anterior. Aprovechando los pocos días libres de que dispone para el traslado, se casa con la maestra de Blaenelly, Christine Barlow (Russell). Él, de unos 23 o 24 años, es idealista, íntegro, honrado, sincero e intransigente. Trabaja por vocación y se siente impulsado a investigar las causas de las enfermedades que afectan con mayor prevalencia de la normal a la población que atiende. Ella es desenvuelta, inteligente, equilibrada, atractiva, generosa y resistente.
El film suma drama, romance, crítica social y medicina. Explora las dificultades con la que se ha de enfrentar un médico recién licenciado a causa de su inexperiencia, la ignorancia de la población a la que asiste, la fuerza de los prejuicios colectivos y las inercias que obstaculizan la aceptación de nuevos remedios y nuevos métodos de diagnóstico. Por lo demás, el idealismo y la intransigencia propios de la juventud pueden suscitar la hostilidad de algunos colegas deseosos de evitar problemas, amparándose en prácticas y corruptelas inconvenientes: prescripción de medicinas que no curan y no perjudican (pero gustan a los enfermos), demora del anuncio de diagnósticos alarmantes (foco de tisis), etc. Otros peligros son la ofuscación que producen la fama y el éxito y las tentaciones que genera la codicia. Las reflexiones sobre las obligaciones del médico y los peligros que le acechan tienen una validez que va más allá de los profesionales de la medicina. Son de aplicación a todas las profesiones y a todo tipo de profesionales.
Para la correcta interpretación del film se ha de tener en cuenta que se refiere a una etapa temporal anterior a la reforma sanitaria que se aplica en el RU tras la IIGM, durante el gobierno laborista de Clement Attlee (1945-51) con la creación, gestionada por el ministro de sanidad Aneurin Bevan, del National Health Service (NHS).
Basada en la obra de Cronin, nos muestra la vida de un médico quien se ve obligado a decidir entre su austera profesión con mucha incomprensión por parte de la gente y una vida holgada pero sin las verdaderas motivaciones que lo llevaron a ser quien era.
Filmada en la década del treinta, todo el trasfondo que nos entrega está plenamente vigente. Si bien la suntuosidad que nos presentan es un poco anacrónica no cuesta nada extrapolarla a nuestra vida actual y todo calza perfectamente. Los valores mas nobles de la profesión médica están muy bien expuestos. La decisión vital equivocada a la que un hombre con nobles ideales puede ser empujado por circunstacias de la vida y que finalmente termina por traicionar sus mas profundos principios sin darse cuenta del todo, está magnificamente representada en esta obra.
Emotiva ,conmovedora, remecedora de conciencias, un film que todo médico no debiera dejar de ver.
Película dinámica, ágil, sugerente, armoniosa y concisa.
Estupenda cinta si exceptuamos el desenlace de la historia y la moralina final con la que Vidor la despacha.
Hasta ese momento el director había conjugado con mucha habilidad el desarrollo de una trama delicada y el manejo de unos actores que, en todo momento, cumplen su cometido a la perfección.
Si hubiera suprimido los últimos minutos del metraje habría conseguido una obra extraordinaria.