La caza
Sinopsis de la película
Tres amigos van de caza a un coto que fue escenario de una batalla durante la Guerra Civil. Todos ellos están pasando por momentos difíciles, separaciones, problemas con el alcohol, de modo que lo que iba a ser una tranquila jornada de caza se convierte en un enfrentamiento entre los tres.
Detalles de la película
- Titulo Original: La caza
- Año: 1966
- Duración: 93
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Opinión de la crítica
Película
7.5
74 valoraciones en total
Allí que se van escopeta en mano, con el tomillo cosido a las fosas nasales, mirando directamente ese sol que pica más entre montes y conejos. La frente perlada de sudor fresco, la pana pegada a las piernas y pelados los hombros. Y se miran, se hablan. Y Saura hace resbalar la cámara por ellos como si quisiera que el espectador se ahogara también en ese bochorno de digestión a medias y calor seco, en ese irrespirable, por pálido y espeso, blanco y negro.
Lo que quiero decir es que en esta película de Carlos Saura la crispación te llega, ya lo creo, te empapas de ella. Te empapas de España, los 60s, sus jóvenes y vencidos. Los perdedores. Y todo eso, cinematográficamente, a muchos ya no les importa, les aburre: toda esa España rancia, de mañacos en pantalones cortos, chicas de la Cruz Roja, grises a caballo y niño córtate el pelo.
Pero la crispación, retratarla de este modo… Eso es cine con plena vigencia. El bigote de Alfredo Mayo y su cara adusta, firme, dictatorial. Cara de cabrón vencedor, de hijo puta. Y los cuellos transpirando, las moscas, el polvo y los matojos. El monte. Eso va más allá de guerras civiles y Franco y posguerras y falanges (una época que a los jóvenes cansa ahora sin conocerla apenas). Pero esta película va más allá de la trillada temática del cine apañó por tratarla no desde el panfleto, no desde la denuncia solapada y discursiva, sino desde eso que algunos directores obtienen en alguna ocasión, muchos de casualidad, que se llama confabulación . De los astros, los hados, las ninfas, de Apolo… De quien sea.
Y ustedes dirán, ¿atmósfera? Pero si esta peli no tiene una atmósfera que vaya más allá de un realismo realista, thriller y documentalista. Pero no estaré de acuerdo, me temo. Porque esta película es España –o lo que fue España– no solo por su trama o su recao, sino por su clima añejo, asmático, de silencios impuestos y guiños forzados. Y eso es lo que a mí me llega de esa época, de esa memoria colectiva de país cerrado en sí mismo, caduco y podrido. De sus odios y recelos contenidos. Sus servidumbres y sus montes y conejos.
La caza , rodada por Carlos Saura en unos momentos en que la dictadura franquista se hallaba en medio de una incipiente apertura al exterior que coincidió con la llegada de la década de los sesenta, es lo que tradicionalmente ha dado en llamar la crítica una película de personajes , es decir, un filme que se estructura en base a la tensión dramática entre dos o más personajes y que depende básicamente del diálogo para expresar dicha tensión. Tres amigos deciden reunirse, pasados algunos años, para salir de caza como antaño solían hacer, pero no tardarán en comprender que las cosas han cambiado entre ellos de manera definitiva y que no es posible recuperar el pasado.
Bajo el abrasante sol de Toledo –elemento recurrente del film, que subraya constantemente la situación extrema en la que se están colocando los personajes–, van aflorando gradualmente los rencores, las diferencias y las envidias. Todo ello desembocará en la dantesca escena final en la que los tres protagonistas acabarán masacrados los unos por los otros en una orgía de violencia y sangre. La cacería actúa, sin duda, como una metáfora de la Guerra Civil, el principal tabú entre los tres amigos, al que aluden en más de una ocasión sin querer profundizar demasiado en él. Así, organizan la caza como si de una operación militar se tratase, con la cámara recreándose en la minuciosa preparación de las armas que llevan a cabo. A esta visión castrense de la actividad de la caza se une la matanza indiscriminada de conejos, filmada con una gran crudeza, que incide en la naturaleza violenta de los tres protagonistas y nos va preparando sutilmente para el terrible desenlace final.
La Guerra Civil es el gran silencio de la película. La caza es una película en la que las alusiones son fundamentales: aquello a lo que se alude pero no se dice es, a veces, mucho más importante que lo que sí articulan los personajes. Arturo es el otro gran silencio del film, la otra ausencia relevante, el personaje que debería participar en la cacería pero que no puede. De él sabemos que se suicidó a causa de cierto desfalco que cometió, pero muy pocos datos podemos recabar sobre él porque los demás personajes aluden a su caso de manera muy superficial.
En definitiva, en mi opinión, La caza constituye una obra maestra del cine español, una película producto de su tiempo y realizada en un período en el que era imperante que los directores fuesen cuidadosos e imaginativos para poder contar sus historias en imágenes salvando el escollo de la censura. Al igual que en Un chien andalou de Buñuel, en La caza la violencia aparece tratada de una manera metafórica, casi lírica, a menudo latente, pero sólo patente –y en toda su crudeza y esplendor– en el desenlace.
Sí señor: esa España de odios y envidias, no sólo sigue viva y ha vuelto a salir de la alcoba, es que crece cada día, y lo hace gozosa, llenándose la boca de faltas y reproches ni reflexionados ni fundamentados, por el mero hecho de bravuconear, entregándose el individuo a una de las pocas opciones que se le ofrecen, frente a un contrario que no es más que un ente, en cuanto a que está creado a partir del odio a tus ideas, igual que tú a partir del odio a las suyas… un frontón sin pared de fondo.
Tal vez sin querer, y sin ser adaptación a ninguna de sus novelas, comparte esta película de Saura la estructura y sequedad de la literatura de Don Miguel, el más grande. Y no hablo de ese de Alcalá de Henares, hablo del de Vallalodid, y se nota porque es dialogando, con palabras y miradas, como se retratan los personajes y a esto añade Saura los silencios para dibujar también sus mezquindades…
Oso de Plata. No fue de oro porque los contactos de Polanski le permitieron imponerse a Saura y a Satyajit Ray. Y puedo decirlo tranquilamente tras haber visto las tres películas. No encuentro otra explicación.
Ganó, además, otros tres premios españoles de menor repercusión.
Tres actores de los mejores de su tiempo, un director que alcanzó su culmen artístico, un montón de técnicos competentes, y ya tenemos una película para el recuerdo, una de las mejores de nuestra filmografía autóctona, aunque eso tampoco sea decir mucho si nos comparamos con otros países.
La jugada que propone Saura se resume sucintamente: un experimento etológico-fílmico con un acabado muy académico. Las críticas sociopolíticas metafóricas de tendencias izquierdistas, sobre todo visuales (despiadados aburguesados que abaten salvajemente a indefensos conejos, un coto yermo por culpa de la despreocupación de su dueño, el cadáver republicano que se quiere olvidar…), la cuidada fotografía, un montaje notable, del que destacan las reflexiones internas de los personajes, y una música grotesca idónea, contribuyen a esa perfección estilística. Pero, en mi opinión, la aproximación costumbrista a la España de posguerra, aun siendo muy relevante, no alcanza la misma importancia que el desarrollo dramático, califiquémoslo como universal, de las relaciones entre los tres amigos. Nunca llegaremos a saber qué negocios se traían entre manos, pero la desesperación de José, el egoísmo de Paco y la indiferencia de Luis, son actitudes que no combinan bien con una jornada cinegética, aquí y en el resto del mundo.
Han sido muy interesantes las críticas previas a la mía, salvo una de algún señorito de ciudad con ideas demasiado exuberantes sobre lo que él supone que es la caza y la flora en España, seguramente acostumbrado a terrenos más planos que los de los senderos por los que se tiene que transitar si se quiere cobrar una pieza tan buena como ésta. Otro, más acertadamente, recalcaba las similitudes con la obra de Delibes, aunque yo no llegaría nunca a equipararla con la soberbia adaptación de Mario Camus. Sin embargo, en todas ellas echo en falta alusiones al verdadero mensaje de la película. Me refiero, por supuesto, a la apocalíptica advertencia de Luis: «Llegará un día en que los conejos se coman al género humano. Nos invadirán y formarán una nueva civilización. Y, como son más pequeños que nosotros, habrá lugar para todos, y la lucha de clases desaparecerá, y no habrá mas envidia. Y así se arreglará el mundo. Pero antes sostendrán una gran guerra con las ratas». Tiempo al tiempo.
Si nos vamos al Top de filmaffinity y con los filtros buscamos western españoles, sólo nos aparecerá una película: Un dólar por los muertos. Su valoración no es muy positiva (por no decir algo peor). Esto puede llevarnos a confusiones tontas, como que los españoles no sabemos hacer un western.
Carlos Saura, hace mucho, hizo un enorme western. Cuatro años antes que Peckinpah rodara uno de los mejores western de todos los tiempos: Grupo Salvaje. Y puedo decir sin miedo a equivocarme que el viejo Sam bebió de fuentes muy españolas para perfilar su gran obra maestra. Y es que aquí en La caza hay mucho de Peckinpah, y hay mucho del mejor Bardem de cine negro.
Empezamos por el principio, por eso que se dice presentación de los personajes. Y por el principio Saura coge al conejo por las orejas. Ya he hablado alguna vez de lo que para mí es una presentación de personajes prodigiosa -Hannah y sus hermanas (Woody Allen, 1986)-, pues Saura no se queda atrás y nos planta en cinco minutos de metraje la maravillosa presentación de sus cuatro protagonistas: José, Paco, Luís y Enrique. Y en cinco minutos ya olemos que esta caza no va a ser normal. No necesita ni voz en off, ni llevarnos en estúpidos y complacientes flash backs. Sólo los cuatro y sus diálogos, sólo el ingenio de guionistas que manejaban el acervo popular con tanta soltura como el dominio del Ulises de Joyce.
La caza tiene unos treinta minutos iniciales magistrales. Y si algo puede decaer, sale Violeta García bailando, y chicos, para que vamos a engañarnos. Violeta baila, y no sé si bien, sólo sé que no llevaba sujetador.
Quedan perdigones que disparar.
Bang. Una excelente banda sonora acorde con ese clima de celos, engaños y disputas.
Bang. Espléndidas actuaciones.
Bang. Magistral guión.
Bang, bang… final. ¡Y qué final!