La casa de papel
Sinopsis de la película
Anna Madden es una chica de once años bastante solitaria y muy ensoñadora, que tiene muchas fantasías y cuya vida transcurre entre sus clases en el colegio y las visitas que hace a la solitaria casa que ha dibujado en un papel mientras echa en falta a un padre que siempre está fuera del hogar por negocios. Conforme plasma elementos en el papel, éstos se hacen realidad en sus sueños, sea una puerta, un amigo tan solo como ella o su propio padre, cada día más distanciado de su madre, con la esperanza de que vuelva a casa, pero éste no se le aparece como su progenitor sino como un peligroso asesino.
Detalles de la película
- Titulo Original: Paperhouse
- Año: 1988
- Duración: 92
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Opinión de la crítica
5.9
75 valoraciones en total
Es curioso como un director que debuta con una película tan interesante, como la que nos ocupa, puede acabar dirigiendo bodrios dos décadas después como Snuff Movie …
No nos vamos a engañar, tampoco es que Bernard Rose sea un director genial pero en La Casa de Papel cuenta una historia de evasión de la realidad con toques de terror de una manera amena y con algún momento verdaderamente interesante sin perder el pulso narrativo en ningún momento, otros con más nombre lo han intentado (me viene a la mente Gilliam con su Tideland y no sé por qué) y el pastiche resultante era de vergüenza ajena.
En resumidas cuentas, una película estimable que sin ser la octava maravilla dejará un buen sabor de boca para los amantes del terror clásico que detestan, como yo, la casquería imperante en los últimos años en el género (se creerán que metiendo más vísceras y sangres se hace un buen guión, en fin….).
Pegas, un evidente ochenterismo que a estás alturas canta la traviata, pero me temo que es algo inherente a esa década.
Existe un lugar, dentro de cada uno, para esas pesadillas infantiles.
Sueños desconcertantes e ilógicos, que se alimentan de nuestra indefensión vital mezclada con nuestra imaginación aún no delimitada por márgenes adultos.
Anna, como cualquier niña a punto de entrar en la adolescencia, sigue todavía llamando la atención en clase de manera exagerada y teniendo berrinches de niñata, pero también fantasea con la idea de besar a un chico con su amiga mientras ambas se maquillan pobremente.
Se trata de una crisálida a punto de estallar, entre dos maneras de sentir, o dos sensibilidades si se quiere. La primera más inocente e inocua, la segunda tratando de desatar una sexualidad incipiente.
Entre ambas es donde coexiste esa Casa de Papel del título.
Un espacio irreal, nacido de la más pura incoherencia, donde Anna se encontrará con Marc, un niño a medio camino como ella (¿a medio camino de la vida o a medio camino de la adolescencia?).
Al principio, es un espacio de creación, el propio (inquietante) lienzo en blanco de Anna donde puede dar rienda suelta a su creatividad y escapar de una realidad dominada por la corrección, pero luego acaba siendo retrato incorrecto y mutante para, finalmente, ser pesadilla auto-creada.
¿No crean los niños sus monstruos porque los ven, aunque sea brevemente, en una realidad a la que tendrán que enfrentarse?
En la Casa de Papel el monstruo principal, sutil y terrible al mismo tiempo, es la incomprensión juvenil de los horrores adultos, y el aislamiento en un lugar que contiene todo lo que en principio creemos que necesitamos. Por eso es más terrorífica que nada: porque realmente no se sabe de que estamos huyendo.
Solo al final, tras superar el desconcierto, nos daremos cuenta de que huíamos de nuestra madurez, es decir, de nosotros mismos, o de la peor parte de nosotros mismos: crecer sin saber qué significa.
Crecer va implícito en cada nueva visita de Anna a ese espacio onírico, a esa Casa, que le da pero también le quita, la seduce pero también la abandona, porque es algo que no durará lo suficiente en su imaginario.
Es el lugar de sus pensamientos descastados, de sus ganas de establecer contacto con alguien representadas en Marc (no por casualidad, chico), de la bicicleta inamovible que es reflejo de los juguetes que debe dejar atrás, de las últimas comidas extrañas de niña como ese helado multicolor que se sirve de una cocina cualquiera, y también de sus miedos, sexuales y primarios, representados en ese ogro ciego aterrador con la forma de su padre. Sensaciones e imágenes que ella trata de redibujar o borrar, sin éxito, porque arraigan en ella apenas existen.
Un batiburrillo donde cabe lo extraordinario y lo terrible, a la espera de que el conocimiento le permita distinguirlos.
La Casa de Papel es una fábula sobre el miedo implícito a nosotros mismos creciendo, cambiando.
Un retrato de cómo es nuestra mente en esos momentos en los que somos demasiado mayores para seguir soñando con un espacio de juegos, pero demasiado jóvenes para evitar volver a él, y seguir llenándolo con nuestras obsesiones.
Todos lo acabamos abandonando, de eso no cabe duda. Pero existió, por un breve momento, dejando su huella en nosotros.
Cuando era pequeña, hace mucho tiempo, me desperté una mañana para ir con mi familia de excursión a Chiclana. Había sido una noche de sueños agitados, copiosos y extraños, aunque no podría decir ahora cuáles fueron. Pero recuerdo muy bien ese día, porque cuando estaba desayunando, tuve el siguiente pensamiento: ¿Y si en realidad no me he levantado y todavía estoy soñando? . Desde ese momento, este pensamiento me acompañó cada día en que me despertaba. Todavía estoy soñando. Un día despertaré y me estaré preparando para ir de excursión a Chiclana con mi familia .
Han pasado veinte años desde entonces y todavía pienso en ocasiones que quizás estoy soñando aún y en cualquier momento abriré los ojos y volveré a mi infancia, a ese día en que decidí que seguiría soñando: nada de lo que ocurrió desde entonces fue real. Volveré a un tiempo anterior al instituto, a los trabajos, a los viajes, a los sinsabores, a los amoríos, a los amigos nuevos y viejos. Ignoro si esto lo hace la gente normalmente pero creo que más de uno ha tenido un pensamiento como ese alguna vez en su vida. Si eres uno de ellos, te recomiendo muy encarecidamente una visita a La casa de papel .
No recuerdo haber visto películas parecidas a esta. Es rara, misteriosa y única. Además, tiene un valor añadido para mí. Otro enigma.
Con las pinturas pasa que te pueden gustar más o menos cuadros y artistas pero están todos los que te gustan por un lado y por otro algo que llamamos en nuestro interior Mi cuadro . Esa imagen que te perturba y se te queda dentro como un libro abierto en el que estuvieran inscritas las normas que habría de seguir un pintor para detallar un universo que se corresponda al cien por cien con una necesidad que tienes en tu cabeza. Para mí, se trata de ese cuadro de Wyeth que se llama El mundo de Cristina . Es verlo y ponerme literalmente enferma. Lo que me perturbó de esta película es que las escenas que constituyen el pasaje onírico de Anna, la protagonista, son IDÉNTICAS a ese cuadro. La inmensa pradera amarilla y la casa gris al fondo. Incluso aparece un crío arrastrándose en algún momento. Igual que se arrastraba la muchacha del cuadro. La atmósfera de la película es perturbadora, para mí, esa perturbación se multiplica por mil. Esto sumado a que La casa de papel es tan exacta a la sensación de soñar que da mucho, mucho mal rollo.
Recordar lo que se sueña es horror puro, pero engancha como la peor de las drogas duras. Dicen también que es signo de mal dormir. Puede que lleve durmiendo mal toda mi vida. Yo siempre los recuerdo. Joder, si como Anna, también sueño en fascículos. Ayer vi la película y cuando me dormí no sabía si había terminado realmente o la terminé yo en sueños. No me ha pasado con ninguna otra, qué raro.
No estoy de acuerdo con los que sostienen que este film es el mejor de su autor Bernard Rose, ya que en mi opinión la gran CANDYMAN es infinitamente mejor a esta pseudo-película ¿de terror? Yo discrepo. El film no sé si pretendería crear inquietud o suspense o un mínimo atisbo de terror, pero no asusta ni a un crío de 3 años. El argumento a priori es bueno, de hecho a mí me interesaba mucho al principio cuando la empecé a ver, y hasta es bastante original en resumidas cuentas. En el apartado visual la peli también resulta un gran acierto, porque aunque no destaca necesariamente ni en fotografía ni en decoración, sí que tiene un ambiente enrarecido que es uno de sus pocos puntos a favor. Sin embargo el resto es puro aburrimiento. La película es tan lenta y tan descafeinada que no llega a llamar la atención. Se queda a medio camino entre una película de fantasía y una historia de amistad-amor entre dos niños sin llegar a decantarse por ninguna de las dos opciones. Los personajes están muy mal tratados, la verdad, no profundiza psicológicamente en ninguno de ellos, sus vivencias resultan cojas y ridículas y el argumento se torna tan malo que deja de interesar. Es una lástima porque el film prometía mucho, pero se quedó a medias no pasa de ser un bodrio de tres al cuarto con cierta trascendencia porque el autor consiguió su repercusión en el género con la gran CANDYMAN sino este film basurilla habría acabado en el más absoluto de los olvidos.
Opera prima de Bernard Rose y con diferencia su mejor película.
La casa de papel es un cuento que deseas que nunca acabe, es una historia diferente llena de imaginación, donde una niña de 11 años dibujara una casa en una hoja de su cuaderno, en la primera escena de la película. A partir de ahí empezará a tener unos repentinos sueños que ira transformando con los cambios en su dibujo. Es una película incomparable, donde se mezclan varios géneros, a veces te invadirá una sensación de calma o desasosiego y otras veces se te encogerá el corazón de miedo. Película indispensable para todo amante del genero fantástico.