Katmandú, un espejo en el cielo
Sinopsis de la película
Laia, una joven maestra catalana, se traslada a Katmandú para trabajar en una escuela. Allí, además de la miseria, descubre un panorama educativo desolador que excluye a los más necesitados. Tras contraer, a su pesar, un matrimonio de conveniencia para legalizar su situación, emprende un ambicioso proyecto pedagógico en los barrios de chabolas de la ciudad, aunque pronto se da cuenta de que necesita ayuda para hacerlo realidad. Al mismo tiempo, de forma inesperada, se enamora de su marido. Siguiendo a Sharmila, una joven maestra nativa, llega a conocer a fondo la sociedad nepalí e incluso a sí misma. Drama basado en la historia real de Victoria Subirana, una maestra catalana, nacida en 1959, que descubrió que su trabajo era mucho más útil en un país sin alfabetizar.
Detalles de la película
- Titulo Original: Katmandú, un espejo en el cielo
- Año: 2011
- Duración: 104
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Opinión de la crítica
5.9
72 valoraciones en total
Para los que buscan en el cine algo más que un mero entretenimíento, en esta película encontrarán motivos más que suficientes para conmoverse, emocionarse y sentir la vida y, en cierta forma sentirnos afortunados. Le doy muy alta calificación porque , tanto la dirección de Iciar Bollaín, también guionista, como la actuación soberbia de Verónica Echegui, así como la fotografía, el montaje..etc. me parece impecable. No te dejará indiferente. Te hace sentir y pensar, cosas muy recomendable en estos tiempos de insensibilidad social y moral y lo que aquí se nos muestra es absolutamente real.
Esperas una gran película emotiva, comprometida, y con la garra que se necesita para embarcarse en una aventura social de semejante calibre.
Pero, sin embargo, te encuentras con que, desde la primera frase de la protagonista, no coincide la voz con los labios, ni el tono en el que se interpreta coincide con la fuerza que tiene la actuación. Desde el primer minuto tienes la sensación de estar viendo una película en tu casa con el sonido desfasado en vez de estar en una gran sala de cine.
Cuando intentas olvidar los garrafales errores técnicos del doblaje que Echegui y demás actores principales, te das cuenta de que escasamente se esfuerza en dedicar tiempo a los detalles y se pasea por toda la historia con un rápido barrido, dejando a un lado la emotividad y el compromiso que una película de estas características debería tener para introducir al espectador en la trama. Te pierdes en momentos en los que se hacen flashbacks muy mal diferenciados al pasado de la protagonista y que no aportan absolutamente nada al film. Sin contar con que al final de la película hay una frase en inglés que no está subtitulada, y que creo que es importante para el desenlace.
Sales del cine con un sentimiento de indignación por ver cómo han estropeado lo que podía ser una gran película y donde lo único que merece la pena es la magnífica fotografía de los paisajes de las montañas de Nepal.
Desconozco si la Sra. Bollaín vio La clase de Laurent Cantet y un póster en la Gran Vía madrileña de Viajes el Corte Inglés, especial Nepal, encendió la bombilla. Para su nueva película decidió basarse en los hechos reales (y loables) de Victoria Subirana y de esta manera trazar un retrato global sobre las personas y la importancia de la educación (pública) en un lugar remoto, donde las diferencias sociales y económicas están mucho más marcadas. Lo que sí me parece es que la autora de guiones ejemplares como Flores de otro mundo y Te doy mis ojos está perdiendo el norte narrativo cada vez que coge un avión armada con una cámara de cine.
En Katmandú, un espejo en el cielo se nos narra una historia bigger-than-life que se desparrama entre numerosos ramales que propician las historias de los personajes secundarios cometiendo errores de guión de primeriza: quiere contar tanto que acaba narrando todo y contando lo mismo. El material dramático es numeroso: la explotación infantil, la venta de niñas, la condición de la mujer, las tradiciones impuestas, el aumento del precio de la educación, la corrupta burocracia, las pésimas condiciones con las que tienen que vivir las clases más bajas… Ese gran todo hace que la protagonista se percate que no se puede cambiar una porción dejando intacta al resto y tal vez se trace el nacimiento, por necesidad, de proyectos que necesitan un apoyo social y financiero extranjero.
Pero la cineasta, que demuestra trabajar excelentemente bien con actores no profesionales y numerosos niños a los que esperemos no haya explotado mucho, quiere contarnos todo y no dejar nada dando cierta sensación a pastiche con bellos paisajes y exóticos escenarios. Y todo, por supuesto, netamente dramático y fatalista, apartándose de ese espejo en el cielo…, la propia alma y luz interior de la protagonista. La narración está articulada sobre dos grandes anticlímax con grandes tragedias que tiene que superar y el primero de ellos se resuelve con uno de los recursos de guión más sonrojantes del drama-progre: ¡una visita a un astrólogo que lea el futuro de las protagonistas! No veía algo así desde Candy Candy y mira que ha llovido desde entonces… Y hablando de llover, una cosa Icíar, ¿por qué tienen que llorar los personajes a la intemperie en una noche de tormenta y copiosa lluvia y rebozarse por el empapado? Será muy ‘coixet’… y lo que tú quieras, ¿¡pero no te das cuenta que si fuera así cogería una pulmonía!? Podría enumerar numerosos elementos que me parecen pifias con las que se suspenderían (o amputarían miembros) a alumnos en talleres de guión pero prefiero quedarme con las intenciones de la cineasta.
La belleza de Katmandú, un espejo en el cielo justamente se encontraba en sus escenarios e instantes de descubrimiento, como ese viaje que hace Laia con su marido de conveniencia y donde halla el amor. Es, precisamente, cuando menos se habla y donde más se dice.
En la filmografía inicial de Icíar Bollaín pudimos encontrar películas acertadas y devastadoras como Flores de otro mundo (1999) y la merecidamente reconocida Te doy mis ojos (2003). En ellas podíamos encontrar a una directora capaz de arriesgar y defender grandes discursos sociales a través de pequeñas historias humanas.
Tras los premios llegó Mataharis (2007), que supuso un giro errático en su forma de contar historias. Su discurso se hizo tan pretencioso como el tratamiento de unos personajes con demasiadas esquinas y conflicto abstracto. También la lluvia (2010) causó indiferencia y aplausos a partes iguales. Las buenas intenciones de Bollaín son indiscutibles, sin embargo su evolución como cineasta genera más dudas. Con más y mejores medios ha conseguido resultados dispares en cuanto a intensidad.
KATMANDÚ, UN ESPEJO EN EL CIELO es el título del nuevo filme dirigido por la directora, guionista y actriz (no sería justo olvidarlo) madrileña.
La historia se centra en el personaje de Laia, una profesora catalana empeñada en importar sus métodos docentes y occidentales a una escuela del Nepal. Si algo hay que agradecerle a Bollaín son su valiente posicionamiento y su respeto hacia las diferencias culturales a través del rigor en cuanto a tradiciones, lenguas y paisajes. Sin embargo y pese a estar realizada muy correctamente, cabe la posibilidad de que este sea el largometraje más flojo y fallido de su filmografía.
Su férrea defensa de la educación como base para la libertad del individuo queda difuminada en una narración que tiene demasiados delirios de grandeza y descuida los aspectos más pequeños y significantes. Cada acto se hace más tedioso que el anterior e incluso al espectador menos exigente le rechinarán los dientes durante algún que otro diálogo. La trama romántica invita a salir corriendo de la sala.
Es harto complicado encontrar una explicación lógica a los continuos y desagradables fundidos a negro como principal recurso de transición, por no hablar de los flashbacks inconexos que no conducen a nada. El montaje carece de personalidad y es bastante torpe en líneas generales. Nada que reprochar al reparto no profesional y menos aún a Verónica Echegui, quien trata de defender con sus pocas armas un personaje irrisorio, desastroso y rematadamente mal escrito.
Hay algunos retazos, cuatro o cinco secuencias en las que el espejo nos devuelve un reflejo interesante. De la docencia se obtienen recompensas enormes en la vida real pero en esta ocasión la ficción logra un débil calado. A veces el carácter idealista y luchador de la insoportable profesora Laia parece vivir en Los mundos de Yupi. Demasiado pasada de rosca.
Esta vez los conflictos humanos y sociales de la directora quedan ocultos tras las miserias de un guion que poco se corresponde con su fuerte personalidad. No cabe duda que Icíar Bollaín seguirá haciendo la guerra por su cuenta. No se lo debe a nadie más que a ella a misma.
El frio de Cuenca me llevo al cine y ¡sorpresa! me vi la última película de Iciar Bollain, directora que siempre me ha gustado y que aquí se supera a sí misma. Cuenta una de las muchas historias posibles de cooperación de manera que hace inteligible el por qué una persona decide que su mundo está en otro país, como siempre sin maniqueísmos ni buenismos al uso. Sobre todo los flash backs a la infancia y juventud de la protagonista aclaran el por qué su vida tiene más sentido ayudando a otros con los que se identifica.
Verónica Echegui esta superlativa. Pero además los actores nepalís, al parecer no profesionales, están increíbles. Por suerte la película está en versión original. Bollain es una maestra en la dirección de actores y en las distancias cortas, donde te sobrecoge.
No me extiendo en sus virtudes cinematográficas, que las tiene (por momentos parece un documental y Nepal está increíblemente bello) porque la historia en sí y como está contada te deja tocada (se te hace corta, querrías seguir enterándote de la suerte de todos los personajes) y salir secándote la lagrimita con disimulo no es cosa que a mí me pase en todas las películas.
Es una suerte que no todo el cine español sea mas de lo mismo y que directores como Bollain se arriesguen a salir fuera ya sea a Bolivia ya a Katmandu, para hacer un cine que interese en todo el mundo.