Iván el Terrible. Parte I
Sinopsis de la película
Terribles fueron las luchas que Iván IV el Terrible, primer zar de Rusia, tuvo que sostener contra sus enemigos del interior y del exterior para crear un estado fuerte y moderno. En 1547, a los 17 años, Iván es coronado zar en la catedral de Moscú por el patriarca Macario. El apoyo de la Iglesia confirió al acto un prestigio sagrado que sería la base de la autocracia zarista. En el interior, para combatir a los boyardos (la poderosa aristocracia feudal rusa), creó la Oprichnina, milicia muy fiel, gracias a la cual los nobles fueron asesinados o deportados, y sus tierras confiscadas y distribuidas entre los miembros de esta milicia. Nacía así una nueva aristocracia, tanto feudal como de servicio, que sirvió ciegamente al zar y contribuyó a consolidar su poder. Una vez pacificado el país, el zar acometió una política expansionista hacia el sur (conquista de Kazán y Astrakán) y hacia el este (conquista de Siberia). La expansión hacia el norte, cuyo objetivo era encontrar una salida al mar Báltico, fracasó, en cambio, completamente.
Detalles de la película
- Titulo Original: Ivan Groznyy I (Ivan The Terrible) Part I aka
- Año: 1944
- Duración: 100
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Opinión de la crítica
7.9
93 valoraciones en total
Particularmente, Eisenstein es de mis directores favoritos, y me parece el director más infravalorado de la historia. Esta obra de arte demuestra que merece estar en los altares de la historia del cine. Una película perfecta. Desde el momento de la coronación de Ivan, vemos lo que la película nos va a contar: las conjuras de unos y otros para derrocarle. Y todo mediante el uso de un montaje perfecto. No podía ser de otra manera tratándose del mago del montaje. A algunos les puede parecer rudimentario y tosco, pero ciertamente, el montaje que usa Eisenstein muestra en una sola secuencia los pensamientos de los persanejes. A eso le llamo yo economía de medios. Y el ritmo es extraordinario, ya que en ningún momento hay parones en la historia y en ningún momento resulta pesada.
Las interpretaciones son más propias de teatro que de cine, haciendo que todo parezca exagerado, aunque le dan el tono perfecto a la historia. Pero entre todas destaca Cherkassov. Hizo pocas peliculas, pero en todas hizo interpretaciones perfectas. Pero sin duda alguna, su recreación del Zar Iván está a la altura cualquier interpretación de un Olivier, Brando o Henry Fonda. Pudiendo parecer sobreactuado, su continuo movimiento le dota al personaje de una gran excentricidad, pues era un gran paranoico. El guión nos muestra como el personaje va creciendo en demencia y viendo como sus familiares pretenden derrocarlo mediante alianzas con otros reinos enemigos. Nos muestra perfectamente los entresijos de una mente obsesionada con la traición, pero que debe liderar a todo un pueblo en las guerras. La fotografía está muy influida por los grandes directores alemanes del expresionismo, como Murnau o Wiene, con un gran juego de luces para agrandar por ejemplo, la sombra de Iván en algunas escenas y jugar con la dualidad y la paranoia del Zar.
En definitiva, una película muy recomendable para todo aquel que quiera inciciarse en el mundo de Eisenstein.
Einsestein creó una historia imperecedera, trágica e intensa. Iván el terrible cuenta la ascensión al poder de Iván IV, su proclamación como zar ruso y su posterior caída. En un principio, Iván el terrible estaba concebida como un film dividido en tres partes, desgraciadamente, la muerte de Einsestein nos privó de la tercera entrega.
La parte que nos ocupa, la primera, narra la coronación de Iván (Nikolai Cherkassov), y la instauración de su poder en favor de los campesinos, tras derrotar a los boyardos.
El rodaje de este film comenzó en plena segunda guerra mundial, cuando los años cuarenta comenzaban a vislumbrar el calibre de la guerra, y fue el propio Stalin el impulsor de este grandioso film, magníficamente narrado por Sergei Einsestein y perfectamente interpretado por Nikolai Cherkassov.
Einsesntein utiliza decorados entre lo expresionista y el realismo más puro y grandes primeros planos inolvidables. El uso de las sombras es soberbio y acentúan en todo momento la grandeza del zar Iván.
La primera parte de Iván el Terrible es una obra maestra, pero que quizás tenga un ritmo cansino y cargante, y si la historia no te engancha es muy probable que puedas quedar insatisfecho con el film. A mi no me ocurrió, considero a Iván el terrible una gran película que incluso mejora en su segunda parte.
Ambicioso proyecto biográfico en torno a la figura del zar Iván IV, el primer gobernante que asumió dicho título. Un trabajo inacabado, ya que inicialmente incluía la filmación de tres partes, pero debido a la prematura muerte del cineasta, sólo consiguió rodar las dos primeras.
En el filme objeto de crítica –la primera parte de la trilogía–, se narra un fragmento de su reinado: su ascensión al trono y traición sufrida. Un portentoso trabajo donde Eisenstein, vuelve a demostrar por qué se le considera el mejor montador de la historia del cine, exhibiendo una excelsa capacidad para la puesta en escena.
Como ya hiciera en El acorazado Potemkin, su obra cumbre, Eisenstein se sirve de metáforas visuales para dotar de mayor fuerza al filme. En él, predominan los primeros planos y los planos detalle, todos ellos cargados de valor simbólico, convirtiendo a la cinta en un formidable medio de transmisión de ideas y emociones.
Aunque las interpretaciones pueden parecer bastante exageradas, debido a la influencia del kabuki japonés y del teatro chino, Iván el Terrible. Parte I no deja de ser una película extraordinaria. Una obra maravillosa, de estilo visual y fotografía insuperables, que tuvo más suerte que la segunda parte, la cual fue censurada por el gobierno de Iósif Stalin.
Eisenstein es el único director de la historia que puede hacer que una película con un objetivo panfletario, sea universal para todo el mundo. Era plena segunda guerra mundial, el estado soviético necesitaba subir la moral del pueblo y uso la historia del Zar Ivan para sus objetivos. Conspiraciones, guerras, discursos para la unidad y la fortaleza de Rusia. Todo ello podía terminar de malas maneras pero ahí estaba el maestro ruso para crear una extraordinaria epopeya.
La fuerza visual es impresionante. El Barroquismo fílmico en todo su esplendor. No escatimará en detalles. Los decorados sobrecargados, vestuario espectacular, interpretaciones llevadas al limite. El uso de las sombras proyectadas en la pared, enardeciendo al propio Zar. Que manera de meter primeros planos y alucinar con los generales, el dominio técnico es acojonante, la primera secuencia de la coronación esta todo lo que sé vera más adelante. Una verdadera maravilla que se disfruta en cada segundo. Con un montaje más tranquilo que lo que fue en su época muda, un caballo mejor domado.
El uso de las elipsis es sensacional. Pasan los años sin tener que poner rótulos, solo con el detalle de ver como crece la barba de Ivan, ya vale. Sera Zar, se casara, tendrá hijos, sé ira de Moscu, luchara en guerras. Sin estridencias ni fases de relleno. Elegante hasta con el paso del tiempo
Heisenberg era un físico alemán que, allá por el principio de siglo, aplicó una máxima universal a su campo, la física de partículas. Con la rápida evolución de este campo, pronto se descubrió que su postulado no era sólo una mera hipótesis y que, tal y como afirmaba, dichas partículas atómicas cambiaban su comportamiento cuando se intentaba determinar alguna de sus propiedades. Así, se volvía imposible determinar la velocidad de una de ellas y todo quedaba en manos de la estadística. Se podría decir entonces que Heisenberg y su principio de indeterminación constituyen la aplicación física del subjetivismo filosófico.
El arte ya conocía lo que Heisenberg teorizó, lo conocía y siempre lo tuvo presente, pero bajo otra perspectiva: lo que se volvía imposible era la observación de la realidad, o de una supuesta realidad, sin que nuestra óptica la transforme y reconduzca, convirtiéndola así en nuestra realidad. Nadie piensa que los asistentes al entierro del conde de Orgaz fuesen todos casi anoréxicos y sufrieran de una anemia brutal que les blanqueara la piel hasta los extremos en los que El Greco plasmó (1). Es, precisamente, el prisma con el que el pintor español miraba a la realidad lo que hacía de sus pinturas auténticas obras de arte atemporales. La ejecución técnica acompañaba, pero no deslumbraba por sí sola, necesitaba, pues, de algo que sólo unos pocos poseen y utilizan: una concepción estética, una sensibilidad especial que transforme la realidad en arte.
En los albores de siglo, el cine, como arte en ciernes, también necesitó de artistas que pusieran los primeros pilares, que marcaran los caminos a seguir. Eisenstein fue, sin duda alguna, uno de ellos. El transcurrir de la Historia podrá cambiarnos la perspectiva sobre su obra, sobre el ala bajo la cual trabajaba y pulía su genio, pero disfrutemos sin juicio moral ni político externo de una obra de marcado carácter gestual, de fuerte y evidente simbolismo visual, de los excesos teatrales de Cherkassov, del manierismo en la construcción del plano, de unos decorados y vestimentas que, por sí solos, caracterizan personajes y situaciones.
Las comparaciones con El Greco no eran casuales pues, ¿quién si no habría pintado una extremaunción tal y como es la de Iván Grozniy tras la cual su vida da un vuelco? Largas barbas, blanco y negro extremado por la práctica ausencia de iluminación. Las secuencias de la coronación y la estancia en Aléksandrov, así como la vigilia de la tumba de su mujer (la de Iván), también quedarán para la posteridad en las retinas de todo espectador que sepa cómo disfrutar de esta auténtica e innegable obra de arte.
(sigo en spoiler sin desvelar nada)