Instinto sádico
Sinopsis de la película
El cadáver desnudo de una adolescente brutalmente asesinada yace en la orilla de un río. En el instituto cercano, Samson (Roebuck), presume ante Matt (Reeves) y sus amigos de ser el autor del crimen. Los jóvenes, incrédulos, se acercan al río, tambaleándose bajo los efectos del alcohol y la marihuana, y descubren que Samson les ha dicho la verdad. Inexplicablemente, los muchachos deciden proteger a su compañero con un pacto de silencio. Pero, atormentado por la culpa, Matt cuestiona el pacto y se enfrenta a la difícil disyuntiva de actuar de acuerdo con su conciencia, o callar y vivir con el peso del terrible secreto el resto de su vida.
Detalles de la película
- Titulo Original: Rivers Edge
- Año: 1986
- Duración: 100
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Opinión de la crítica
5.7
95 valoraciones en total
La película pintaba bien, un grupo de adolescentes en un pueblo de california relacionados con un asesinato, eso más sumado a Dennis Hopper en 1986 llamaba mi atención. Si te lo digo así la quieres ver!, los problemas son el guion, las actuaciones y la dirección de estas actuaciones!, el único que se salva es Dennis y su «Doll«.
Lo de Crispin Glover es de lo más estúpido que vi en mi vida, nadie se puede creer su personaje. Me es imposible de imaginar al momento de filmar sus tomas que «el director« este contento con la elección de este actor.
Los diálogos y como se relaciona esta banda de amigos con la muerte de uno de ellos es un disparate, sin pies ni cabeza.
Parece increíble que esta película tuviese tantos premios y que alguien se la tomase en serio, siendo un cúmulo de despropósitos.
La trama va de un grupo de amigos del instituto, donde uno de ellos mata a una de ellas asfixiándola. Y va, y lo cuenta en el propio instituto, como si tal cosa. No sólo eso, si no que los lleva de excursión a ver el cadáver. Vemos también chavales de 12 años conduciendo, robando y fumando hierba. A adolescentes que salen de casa entre semana a altas horas de la noche, sin que los padres les pregunten dónde van. A cajeros de gasolinera que son apuntados con una pistola por no vender unas cervezas fuera de horario.
Total, que ni siquiera tienes que fijarte en los detalles para buscarle las cosquillas al argumento. Es un disparate en sí mismo. Imagino que su éxito en los 80 se debió a presentar chicos malotes, a mostrar maldad por puro sadismo, y a que los protagonistas fuesen chavales.
Un río, una orilla. Una chica ha sido asesinada, se pudre, su piel se empieza a endurecer, las hormigas le devoran los dedos de los pies y las manos, y comienzan a subirle por el pelo, grasiento, la cara y los músculos se están hinchando, sus pechos congelados se están oscureciendo…
Espectáculo grotesco y triste. Y ellos observando impasibles.
Hay que remontarse 41 años atrás. El cuerpo desnudo y demacrado de Marcy R. Conrad fue encontrado en un barranco y todo apuntaba a una violación y posterior estrangulamiento, el autor del horrendo crimen fue su propio novio, y esto vino a atraer la atención de toda la nación sobre la pequeña ciudad de Milpitas, en el condado de Santa Clara, mayormente porque el asesino era menor de edad, al igual que la víctima. Suceso ya olvidado que serviría de inspiración para el guionista Neil Jiménez, entonces estudiante de cine, poco faltó para que la industria del cine quisiera llevar este suceso a la pantalla.
Y el encargo pasa a Tim Hunter, un hombre muy especializado en dramas sobre la juventud, y que más tarde se acomodaría bien en el medio televisivo, siendo elegido por Lynch para Twin Peaks (y queda claro que fue gracias a esta Rivers Edge que nos ocupa…dadas algunas claras similitudes que hay entre ambas). El inicio ya empieza revelando cosas que poco a poco irán adquiriendo volumen, mientras un niño arroja una muñeca a un río, un joven en la lejanía está sentado frente al cadáver de una chica (Sam en lugar de Anthony y Jamie en lugar de Marcy)…
Pero no se asusta, ni corre a pedir auxilio, incluso luego lo veremos acercándose al susodicho Sam, quien ha dejado el cuerpo a la vista de todos, y contando lo que ha presenciado, esta inesperada muestra de desafección e indiferencia es la que marca la pauta y la atmósfera del film, la que modela Hunter a partir del desolador guión de Jiménez, desolador en su trato de una generación que parece haber sido despojada de todo valor moral, sentido ético, emoción y responsabilidad. Es su visión atroz de la generación americana del momento, hijos de los que fueron jóvenes a finales de los 60, los amargados por la Guerra de Vietnam y lanzados a las revoluciones y la reestructuración social a través de las drogas y la anarquía.
De ese sentimiento combativo sólo han quedado cenizas, y ahora ellos serán representados como viejos cansados y impotentes (la madre ignorada en casa que sólo sabe romper a llorar, el padre que prefiere usar la escopeta en lugar de dialogar, el profesor al que no le queda más que exaltarse por la actitud de sus alumnos), incapaces de hacer nada pues ya no tienen fuerzas para hacer nada ni les interesa en un país supuestamente preocupado por la joven sociedad. Poco se diferencian estos adultos de los ya vistos en Pesadilla en Elm Street y sus secuelas.
Y al otro lado los hijos. Corre la mitad de los 80 y el cine se está llenando de películas con chavales al frente, la mayoría de ellas en una línea humorística o romántica desde que irrumpieran por igual Porkys y 16 Velas en el panorama, se propone el reverso de pesadilla de esas comedias románticas destinadas a un público con la misma edad que los protagonistas, más cercanos a los de En el Abismo o Suburbia . Según la retorcida visión de Hunter este pueblecito tan tradicional sirve de caldo de cultivo de una generación X abocada al desastre, sin rumbo, sin esperanzas, sin ilusiones, sin responsabilidades, rebeldes sin causa.
Un pedacito de Infierno en cuyas entrañas todo el mundo se revuelve, se traiciona, se mata y se odia. El director parece tener a Hooper, Ferrara, Lustig, tal vez a Stephen King o al mismo Lynch de inspiración, y se esfuerza en crear un clima de desasosiego perpetuo y una atmósfera aberrante, extraña, asfixiada por la maldad, donde nada tiene sentido, ni hay límites a la violencia y la depravación, y donde esos adolescentes prefieren ser testigos mudos de su destrucción emocional, psicológica y espiritual. Resulta chocante el modo en que se dispara la tensión al mostrar Sam el cuerpo a sus compañeros, pero es que eso fue exactamente lo que hizo Anthony, sí…
Sin embargo estas ocasionales ráfagas de humor negro no destapan una comedia negra. Hunter no puede permitirse ni rastro de humor, y eso que su presencia habría ayudado a digerir mejor el film, poco a poco, como les va sucediendo a los chicos, vamos cayendo en una vorágine desquiciada y desquiciante, y mientras avanza la trama más nos cuesta vislumbrar qué maniobras tomará, pues el delirio se apodera de ella al estar dirigida por el chiflado de Layne, un esperpento escabroso e increíble (parece mentira que parte de estos hechos sucedieran realmente) en cuyo centro están éste y Sam y orbitando a su alrededor Matt, su hermano Tim y Clarissa, todos grotescos reflejos de su generación perdida.
Y mientras Jiménez disecciona ésta a través de la psicopatía, la locura y la obsesión por las drogas y el sexo sin sentimiento, a lo lejos queda Feck, versión atormentada del Frank encarnado por el mismo Hopper en Terciopelo Azul , y que también simboliza el fracaso de su propia generación, la que creía que podía cambiar el Mundo dos décadas atrás (y esto a colación de que su Billy era el alma de Easy Rider ), sin duda la única imagen futura a la que pueden aspirar los chavales. El drogadicto Layne lo ve más claro que nadie al espetar a Sam que por culpa de gente como él el país se está ahogando en el caos , una descripción que valdría para el resto de personajes.
Cuesta salir indemne del recalcitrante sadismo, el indigesto nihilismo y la invasiva apatía de Rivers Edge , si bien se hace por medio de una resolución menos impactante de lo que podría haber sido. Destacan los púberes Ione Skye, Daniel Roebuck, Crispin Glover (pasadísimo de vueltas) y un inspirado Keanu Reeves, previo a Las Alucinantes Aventuras de Bill y Ted .
Tenebrosa, absorbente y cuasisurrealista, lógico es que se ganara a pulso el premio en los Independent Spirit Awards…
Detrás de tan horrísono titulo castellano, River´s Edge en realidad es una peli con ciertos aspectos interesantes. El gris realizador Tim Hunter nos cuenta una historia basada a pachas en hechos reales y en vivencias del guionista, Neal Jiménez, con un reparto coral, la trama sigue las peripecias vitales de un grupillo de jóvenes perdidos en una de esas pequeñas ciudades del campo de California, en un ámbito temporal marcado por las colas del Vietnam y de la coyuntura socioeconómica de los primeros ochenta en EEUU. Estos chicos no tienen un horizonte claro, sus trayectorias vitales deambulan, más que fluyen, en un presente en el que las estructuras morales se resquebrajan y pierden el sentido. El concepto del bien y del mal ya no importa demasiado, y mucho menos tratándose de unos jóvenes cuyos únicos estímulos son la promiscuidad sexual y la droga barata. Las familias están desestructuradas, no pueden guiar a unos hijos que, a ciegas, optan por las soluciones más fáciles.
El hallazgo de una amiga muerta a manos de su pseudonovio, otro chico de la pandilla, será la catarsis que haga que los chavales tomen conciencia de que algo va mal en el grupo, que no deja de ser un microuniverso reflejo del mundo que les rodea, y todo cambiará.
Una vez que tenemos claro el leit motiv del asunto, la cosa sería mucho mejor si unas manos más hábile dirigieran la nave, pero, aún así, hay suficientes detalles que consiguen que ver la peli no sea una pérdida de tiempo. Tal vez lo más destacable sea ver a Keanu Reeves en el papel de Matt, uno de sus primeros trabajos en el cine, y también a Dennis Hopper (con quien volvería a coincidir años después en el blockbuster Speed), interpretando a Feck, tal vez el futuro que les espera a los chicos si siguieran por el camino que tenían antes de la muerte de Jamie. El resto del reparto pasa desapercibido, un conjunto de rostros ochenteros sin demasiada calidad o suerte para haber continuado una carrera sólida en el cine.