Hotel Transilvania 2
Sinopsis de la película
Todo parece mejorar en el Hotel Transilvania. La rígida norma establecida por Drácula de sólo para monstruos se ha suprimido y se aceptan también huéspedes humanos. Lo que preocupa al conde es que que su adorable nieto Dennis, medio humano y medio vampiro, no dé señal alguna de vampirismo. Aprovechando que Mavis ha ido a visitar a sus suegros humanos, Drácula recluta a sus amigos Frank, Murray, Wayne y Griffin para hacer que Dennis pase por un campamento de entrenamiento de monstruos. Lo que ignoran es que Vlad, el gruñón padre de Drácula, está a punto de llegar al hotel. Y cuando descubra que su bisnieto no es de sangre pura y que los humanos pueden frecuentar el establecimiento las cosas se complicarán. Secuela de Hotel Transilvania (2012).
Detalles de la película
- Titulo Original: Hotel Transylvania 2
- Año: 2015
- Duración: 83
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Opinión de la crítica
5.7
43 valoraciones en total
Sin llegar al nivel de originalidad de la primera (como no podía ser de otra manera), Hotel Transilvania 2 es una mas que aceptable secuela de la que sin duda es una de las producciones no Disney-Pixar de los últimos años que mejor acogida ha tenido entre pequeños y grandes, sobre todo gracias a un plantel de personajes secundarios divertidísimo (en el que el sufrido hombre-lobo y su revoltosa camada brillan con luz propia en ambas películas) que acompañan a uno de los Dráculas más entrañables que han pasado por la pantalla.
En la nueva entrega de las aventuras y desventuras del vampiro-hostelero transilvano ya no hay demasiado espacio para la sorpresa, pero los gags son continuos y la diversión está asegurada en una producción muy dinámica y llena de acción en la que nos encontramos a Mavis casada y mamá de un simpático pequeñajo, vivo retrato de su atolondrado padre (sigo sin entender qué habría podido ver una vampiresa tan fashion y mona en semejante elemento) y al que su abuelo Drácula no le ve llegado el momento de que le salgan los colmillos y que aflore ese monstruo que está convencido que lleva dentro, pese a la oposición de su madre. Y al servicio de ese objetivo pondrá el vampiresco abuelo todos sus talentos .
En fin, una película muy recomendable para ver en familia y echarse unas sanas carcajadas a cuenta de un guión chispeante y un doblaje muy logrado (atentos a la voz del bisabuelo Vlad). Lo malo es que cuando te das cuenta… ha terminado.
¿Cómo se le ocurre a Sony Pictures Animation entregarle un proyecto tan divertido y renovado en el género de la animación a Adam Sandler?
La dirección sigue estando en las manos de Genndy Tartakovsky, quien en el 2012 nos entretuvo con un nuevo mundo de monstruos, que a pesar de ser muy conocidos, los abordaba de una manera ágil y dinámica que le permitió plantear una historia fresca y más que entretenida.
Pero todo esto se rompe en esta nueva entrega, con un guion (a cargo Adam Sandler, que para rematar también hace las veces de productor) lleno de situaciones repetitivas que buscan la risa fácil, momentos lentos y terroríficamente monótonos donde impera el aburrimiento. Sus personajes principales no logran soportar la historia, ya que se demoran más de 50 minutos en explicarnos cuál es la idea principal de la historia y hacen del resto del metraje, una fábula sobre la tolerancia y la importancia de ser auténtico, un guion carente de imaginación.
Los personajes secundarios, siguen siendo eso, secundarios: Frankenstein, Wayne (el hombre lobo), Griffin (El Hombre Invisible) y su novia imaginaria, Murray (la momia gordita) y el gelatinoso Blobby, todos ellos carentes de peso dramático en la historia y mal aprovechados.
Lo rescatable, como en la mayoría de los films de animación de hoy en día, es su apartado técnico. Es colorida, llena de suculentos detalles y guiños que hacen que el espectador pase un momento decente.
Una película sorprendentemente divertida, llena de gracia y ternura, con elementos modernos que hacen olvidar las simpáticas bromas de siempre de las películas animadas. Sin duda un excelente ritmo, que mantiene la entretención todo el tiempo.
Y una vez más, la memoria, que simplemente es así, nos remite a los Simpson. A aquella época dorada cuyos capítulos pueden revisionarse hasta el infinito y más allá. Te acuerdas, pues, de la decimocuarta vez (por lo menos) en que viste aquella escena en la que Bart se encontraba en un coche junto a su padre, Moe, Barney… y tal vez algún maníaco depresivo más. El chaval no se había subido al auto por voluntad propia, y la verdad es que no tenía ningún reparo en exteriorizar dicha circunstancia. Las vibraciones no eran buenas y no iban a invertirse así como así, de modo que poco o nada importaba taladrar una vez más al conductor con la misma pregunta. Oye Homer, ¿qué puñetas estamos haciendo aquí? , Ya te lo he dicho, hijo. Vamos a cazar. Vamos a hacer de ti un auténtico hombre, a lo que el chaval contestó Pues no sé… sinceramente, a mí lo de un puñado de hombres reuniéndose en el bosque… como que me parece un pelín sospechoso. Y claro, se hizo el silencio.
Momento -incómodo- ideal para reírse a gusto y, claro está, reflexionar. Groening y su equipo lo habían logrado. De nuevo. En prime time, y bajo la apariencia inofensiva de los dibujos animados, nos habían vuelto a alcanzar con otro dardo envenenado marca de la casa, tan desternillante como amargo como, a la postre, certero. Se trataba, en aquel caso, de hablar de forma inteligente y sin tapujos, sobre un tema tan complejo y, por ende, peliagudo como la identidad (sexual, por ejemplo) y su difícil (¿imposible?) encaje en una comunidad demasiado hostil al factor diferencial. Ahí quedó… y como por arte de magia, parpadeamos y el episodio se terminó, dejando antes, eso sí, ese tan característico poso del que seguramente fuera el mejor show televisivo de todos los tiempos. Y qué tiempos aquellos. Los 90, que cuando quisimos darnos cuenta, volvimos a parpadear y nos encontramos en el año 2015. Así las cosas, con el siglo XXI asentándose cada vez más en nuestros riñones, al espíritu de Bela Lugosi le toca compartir careto, voz y quién sabe si alma con Adam Sandler… aunque peores herejías se cometen en las redacciones de ciertos periódicos.
El caso es que, como somos así de tontos, hemos cambiado la pequeña por la gran pantalla, y a los Simpson por los Dracula. Por suerte (o no), cuando menos lo esperábamos, se nos presenta una escena de los más familiar. El rey de los chupasangre está en un coche junto a su nieto y compañeros de parranda. Podría parecer que se van de juerga, pero en realidad están en medio de las más crucial de las cruzadas: rescatar la vampirilidad del mocoso del pozo de la ambigüedad. Cosas de los tiempos que corren (lo hemos avisado), ahora a cualquier cosa la llaman matrimonio, y así salen los frutos. Hotel Transilvania 2 luce sin demasiados complejos el número en la cola de su título, tanto por la derivación lógica de los eventos acaecidos en la primera aventura como por el descaro que permite la frialdad de unos números en el box office que funcionaron y que, de momento, siguen en las misas. En clara tendencia ascendente, por cierto… y tercera entrega, ya que estamos, casi del todo confirmada. Así de fácil. Quien avisa no es traidor, luego no se escandalicen ante, por ejemplo, lo desagradable de un (self-)product placement que, por desgracia, es del todo ilustrativo.
Un ordenador aquí, un smartphone allá y alguna que otra referencia más o menos disimulada a la legión de productos de un conglomerado empresarial que necesita reafirmarse ante el espejo para que éste siga devolviéndole su propia imagen. El objetivo es gritar ¡Aquí estoy! para que el gran público, en su implacable e inmisericorde amnesia, no se olvide de mí… y obviamente, para que las puertas del hotel sigan girando, es decir, para que el dinero no pare de fluir. Cualquier placer artístico que pueda inmiscuirse entre las rejas de tan flagrante caso de mercantilismo, lo ha hecho por pura casualidad, en el mejor de los casos, por el oficio y/o eventual inspiración de un pequeño-gran genio que por el momento sigue condenando a emitir destellos de su innegable calidad desde las catacumbas del (semi)anonimato. Por desgracia, la razones de tan injusta situación tienen mucho que ver con, precisamente, este a veces tan doloroso ejercicio de mirarse al espejo. En este tan incómodo escenario, se dice que los vampiros tienen que tirar de imaginación, y algo similar le ocurre al director de la cinta, Genndy Tartakovsky.
Solo que aquí ésta brilla por su ausencia, al menos en la amplia mayoría de ocasiones en las que debería, no pidamos lucirse, pero sí al menos hacer acto de presencia. Aquí manda, por encima de cualquier amago de autoría, el conservadurismo de la continuidad… en su versión más rebajada y descafeinada. Como se ha dicho, el objetivo es cumplir con la hora y media que exigen los exhibidores para que sepamos que la familia sigue viva… aunque, eso sí, con algo menos de alma. Gajes de la eternidad vampiresca. Pregunten sino a Mel Brooks, quien para la ocasión pone voz al abuelo Vlad, es decir, al padre ficticio del ya citado Adam Sandler, quien por su parte extiende sus tentáculos hasta hacerse co-responsable de un guión extremadamente negligente en lo que a consistencia de personajes e historia se refiere, pero hábil (las cosas como son) a la hora de propiciar un ritmo de los eventos tan endiablado, que los bultos puedan ir escurriéndose a ritmo de trilero. Tiempo, ahora sí, para que Tartakovsky mueva sus prodigiosos dedos, y nos lleve, de paso por una montaña rusa del gag que compensa su falta de acierto con la velocidad en la concatenación de pinceladas slapstick light, referencias pop evidentes y otras pedorretas mentales.
Yo es que me troncho: se estrena una película de animación para niños y enseguida aparece en Filmaffinity una legión de pseudocríticos gafapastas que, desesperados por conseguir visitas a sus blogs cinéfilos, vienen aquí a deslumbrarnos con su sapiencia diciendo que la película carece de alma , que su guión presenta lagunas , que la caracterización de los personajes es pobre , que su técnica de animación presenta un nivel de profundidad de la que carecía la primera y bla, bla, bla…
A ver, genios, ya sabemos que sois muy listos y que os encanta ir al cine con la biografía oficial de Pauline Kael bajo el brazo (¡Venga! ¡Mirad corriendo la Wikipedia a ver quién era!), que para vosotros el cine murió con Hiroshima mon amour y que os conocéis al dedillo la filmografía del gran realizador kazajo Shaken Aimanov… Pero permitidme que os recuerde que HOTEL TRANSILVANIA 2 es una película COMERCIAL para NIÑOS. Este es su público, así que vuestras pedanterías intelectualoides están de más.
El pasado fin de semana acudí con mi sobrino de 9 años a ver esta película. La sala estaba LLENA de niños y niñas de su edad, de otros más pequeños y de otros mayores acompañados de sus padres. Empezó la pelí, la chavalería enmudeció, se echó sus buenas risas con las aventuras y desventuras de Drácula y de sus amigos, los padres disfrutamos de algunos chistes malos y de más de un doblaje cachondo y al acabar casi todos salimos con una sonrisa en la cara.
NO ES UNA OBRA MAESTRA NI LO PRETENDE. Es un entretenimiento.
Así que ya sabéis, críticos : esta película NO es para vosotros. Disfrutaréis más de cualquier película de Akira Kurosawa o de Almodóvar.
Para terminar, un consejo: cerrad esos blogs que anuncíais con la coletilla Esta y otras críticas en …… , pues vuestras críticas no le interesan a casi nadie, poned los pies en la tierra, buscaros una novia y un curro y vivid la vida. Lo siento, pero ningún periódico ni ninguna emisora de televisión os va a contratar.