Horizontes perdidos
Sinopsis de la película
Año 1935. Varios pasajeros, entre los que se encuentra un joven diplomático inglés, sobreviven a un accidente aéreo en el Himalaya. Cuando creen que la muerte es inevitable, son rescatados por los habitantes de Shangri-La, una idílica y utópica comunidad que vive oculta en el Tíbet. Mientras la Guerra Mundial amenaza al mundo, ellos descubrirán un lugar donde la gente es feliz y no envejece.
Detalles de la película
- Titulo Original: Lost Horizon
- Año: 1937
- Duración: 132
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Opinión de la crítica
Película
7.5
85 valoraciones en total
Resulta imposible hablar de una película como Horizontes perdidos sin hacer algo de historicismo, sin ello, toda la trama resultaría totalmente ajena a nuestros ojos de hoy en día.
Cuando el novelista James Hilton escribe la novela en 1933 y más aún cuando Capra la rueda en 1937, en la mayor parte del mundo, sobre todo Europa, la sensación que algo gordo se estaba gestando era evidente. Los nazis habían llegado al poder en Alemania, y varios dictadores en otros países como Italia, Japón o la URSS estaban moviendo fichas expansionistas en sus áreas de influencias.
Los movimientos pacifistas que habían nacido a raíz de la PGM se movilizaron para llevar a sus conciudadanos un mensaje de esperanza y de amabilidad para que la contención fuera pacífica. Así estuvieron hasta el 1 de septiembre de 1939 con la invasión de Polonia donde ya el vaso de agua rebasó sus límites.
¿Y a día de hoy como queda esta película? Evidentemente con un marchamo de clara ingenuidad, por no hablar de excesivo infantilismo, no digo que sea mala, que para nada lo es –aunque como para serlo costando 2 millones de dólares de la época-, pero todo el castillo de naipes que pretende vender sobre esa sociedad utópica donde reina la concordia no es más que una falacia.
En primer lugar porque ni siquiera es natural con la esencia del ser humano, un homo sapiens que no deja de ser un mamífero que lucha por la vida y por mejorar y que la competitividad está en sus genes. Pensar que convertir a las personas en vacas estabuladas donde reciben todo lo que necesitan no deja de parecer más una decapitación de las aspiraciones de ciertos grupos e individuos más que un verdadero sentido pleno de la vida. Por lo menos para mí y seguro que para otros muchos también.
Narrativamente Horizontes perdidos tiene otros problemas como es esa mezcla de budismo y cristianismo ético que no deja de ser un sincretismo muy masónico donde todo vale porque no vale nada. La amabilidad que proponen como modelo para resolver problemas está muy bien como actitud, pero muchos conflictos se arreglan con otra palabra muy parecida a la anterior, que es aptitud, y que sin embargo son muy distintas.
Además no deja de pecar como siempre de un claro occidentalismo, aquello podrá ser el Himalya –aunque esté rodado en las montañas de Californa- el lama (curiosa acepción medievalista para una sociedad sin jerarquias) pasa de manos belgas abritánicas, y parece que idioma oficial es el inglés.
De todas formas no piensen que en sus pases previos la película gustó, para nada, era aún más ingenua que la versión final y recibió bastantes críticas negativas, tanto que el propio Capra tuvo que modificar en dos ocasiones más el montaje final dándole más fuerza para parecer más adulta.
Eso sí, las intenciones de Capra y sobre todo su corazón sigue siendo el más grande de toda la historia del cine. Ya no queda gente en la industria así.
Nota: 6,8
Todos sabemos que lo que plantea Capra es una contradicción para el ser humano, nuestra condición inherente, casi diría que genética, impide el desarrollo de relaciones sociales del tipo que se plantean en las lejanas montañas de Sangri-la. Todos podemos reconocer que en general las desgracias del vecino nos la traen al pairo, pero la historia aquí planteada es tan bonita y está tan llena de ilusión que es inevitable pasar por alto el tono infantil que tan bien apuntan la mayoría de críticas. El mensaje es noble y es su contexto histórico lo que hace que tome mayor conciencia, en la antesala de una guerra mundial no se podría plantear la esperanza de mejor forma. Es imposible, claro, ¿y qué?, los imposibles yo los prefiero de este tipo.
Así que en Horizontes perdidos encontramos la bendita utopía, un viaje a un mundo mejor, fábula y fantasía, desde luego, dos horas sin pausa repletas de aventuras en las que encontraremos entre esas murallas de montañas comida en abundancia, mujeres, longevidad, salud y realización personal. ¿Alguien puede aspirar a más en la vida material? Cada día hay que escuchar las quejas del vecino, en el bar, donde sea, el trabajo… Yo quiero algo como lo que Capra presenta, no hay nada malo en ello. Lo que no entiendo es que una vez encontrado ese paraíso alguien quiera abandonarlo, como es el caso del hermano del protagonista, supongo que tienen que haber imbéciles en todas partes porque no se puede pedir más.
En definitiva no apta para incrédulos y sí para aquellos que buscamos joyas del cine en B/N.
Ya hace algunos siglos el filósofo y dominico italiano Tommaso Campanella (1568-1639), escribió estando en la cárcel y publicó en los primeros años del siglo XVII, un libro de utopía social y humana titulado La ciudad del sol . Y un poco antes (1516), el británico Thomas More, también había escrito un libro de prospectiva utópico-social al que precisamente llamó Utopía .
Ambos autores son por excelencia las principales referencias de planteamientos utópicos acerca de una sociedad, una ciudad, un lugar en la Tierra donde los seres humanos puedan vivir en armonía, respeto mutuo, paz, satisfacción, felicidad, etc. En el siglo XX, en la misma línea, el escritor británico James Hilton publicó en 1933 una novela titulada Horizontes perdidos , en la cual, persiguiendo el mismo ideal que antes habían perseguido Tomás Moro y Tomás Campanella, describía un utópico paraíso tibetano denominado Shangri La , donde sus habitantes vivían maravillosamente bien,
Frank Capra, al llevar al cine la obra de James Hilton, no estaba sino acercándonos a través del cine el ideal que conlleva todo ser humano de hallar antes o después su Shangri-La , su paraíso. Para ello rodó este filme, en blanco y negro, el cual tiene el mérito de ser el primero en contar esa historia, pero deja mucho que desear en el modo de contarla. Porque en verdad, los decorados son pésimos, el viejo lama da miedo en lugar de inspirar confianza, y el desarrollo del guión resulta más emocionante en su etapa previa a la llegada a Shangri-La que durante el tiempo que los personajes pasan en dicho lugar idílico, dado que toda la parte de la película correspondiente a la estancia en Shangri-La, en lugar de ser lo más bello y cautivador, resulta lo más aburrido y peor transmitido. Aún así, lo esencial de este filme es la fantástica historia que cuenta, una ilusión que el ser humano necesita y conlleva siempre en sí mismo: hallar el paraíso, establecer y gozar la eternidad ya en este mundo, dar urgentemente con algún SHANGRI-LA.
A resaltar estos diálogos de la película:
–¿Qué religión profesan aquí?
–Yo diría que nuestra creencia común se basa en la moderación. Predicamos la virtud que reside en evitar los excesos de cualquier tipo, incluso el exceso de virtud misma. (…) Gobernamos con una severidad moderada y a cambio nos corresponden con una moderada obediencia, como resultado nuestro pueblo es moderadamente honesto, moderadamente puro y moderadamente feliz.
Hay momentos en la vida de todo hombre que se vislumbra la eternidad.
Vaya por delante una cosa: Capra es un director de los buenos, de los muy buenos. En su legado cinematográfico figuran obras míticas, de las que sobresalen con letras de molde, negritas, cursivas y subrayadas en cualquier libro que trate de cine. Dos ejemplos (aunque hay más): ¡Que bello es vivir! y Arsénico por compasión.
En Horizontes Perdidos, anterior a las dos citadas, Frank Capra ya demostraba sobradamente sus habilidades como artesano del celuloide y sus técnicas. Y en este sentido, la película tiene instantes magistrales como la procesión de antorchas ó el alud y, en general, las escenas sobre la nieve, a las que, un espléndido montaje confiere dinamismo y sobre todo realidad.
Los decorados son otro aspecto destacable del film, y eso teniendo en cuenta que la obra, aunque muy bien restaurada, presenta altibajos en lo que a calidad fotográfica se refiere.
Claro que, siempre tiene que haber algún pero ¿No?, uno tiende a confundir al Gran Lama Perrault con el Charles Perrault de los cuentos, porque de esto se trata, de un cuento maravilloso, para contárselo despacito a nuestros hijos hasta verlos dormir placidamente.
Seguro que alguno me dirá ¿Porqué Capra no puede filmar un cuento maravilloso? ¿Es que solo podía hacerlo Walt Disney and company? Y tiene razón. Es una idea y la acepto.
Cambiando de tercio: Cada nueva interpretación que tengo la suerte de encontrar de Thomas Mitchell aumenta mi devoción cinéfila por él. Además aquí tiene un aire a lo Tintin en el Tibet absolutamente ad-hoc. Y si encima tiene a Edward Everett Horton como pareja de baile figurada y cinematográficamente hablando, el cuento es tan maravilloso que hasta nosotros soñaremos con Shangri-La y sus fuentes de la eterna juventud.
Y colorín, colorado…
Cuando los seres humanos carecemos de la voluntad para iniciar la búsqueda de aquello que tanto anhelamos, el destino se las ingenia para llevarnos, a rastras , hacia el encuentro con nuestros ideales. Esto sucede, cuando en el interior de nuestro ser se manifiesta una fuerte ebullición que nos impulsa, incesantemente, contra toda atadura que pueda retenernos.
Lo que deseamos es más poderoso que lo que hacemos, lo que sentimos es más diciente que lo que expresamos con palabras, y lo que se realiza es lo que se manifiesta en lo profundo de nuestras entrañas. El universo es complaciente y se reacomoda siempre para ajustarse a nuestros más íntimos y perseverantes pensamientos.
Robert Conway, es un hombre de mundo, aspira a ser ministro del interior de Inglaterra, ha escrito varios libros y parece tenerlo todo… al menos, en lo que a lo terrenal se refiere. Pero, lo que escribe Conway, va en contravía con lo que vive y ha llegado a sentir que, hay momentos en la vida de cada hombre en los que se vislumbra lo eterno.
Así, cuando en 1935, dirige la evacuación de unos compatriotas suyos de la ciudad de Baskul, China, que se encuentra en estado de guerra, el avión en el que viaja con los últimos cuatro pasajeros cambia de repente su destino… y el grupo termina en las heladas montañas del asombroso Tíbet. Rescatados, casi de inmediato, por unos extraños, pero amistosos guías, ellos se sorprenden cuando son llevados a un magnífico lugar conocido como Shangri-La. Allí comenzará la renovación y el reencuentro con la realidad que todos soñamos, pues, Shangri-La posee la fuente de la eterna juventud, porque allí el tiempo se detiene, no por lo que se come ni por lo que se bebe, sino solamente porque se alcanza la armonía y se ahuyentan los conflictos.
El nombre tuvo su origen en la novela, Lost Horizon, que, el inglés James Hilton, publicara en 1933, y luego trascendería identificando así algunos lugares, diferentes organizaciones espirituales y grupos artísticos de varias partes del mundo. El sitio descrito por Hilton, se inspira en Sambhala, la mítica ciudad del Tíbet que se considera escondida en las montañas del Himalaya, y la cual muchos imaginan como la morada del Creador, un lugar donde se vive y se manifiesta la voluntad de Dios.
La experiencia de Conway, lo marcará para siempre, y para nosotros, es una intención de vida que debería dejar honda huella en nuestras mentes y corazones, pues, la presencia de seres como el padre Perrault, transformado en el longevo Gran Lama, o la de Chang, el anfitrión de los visitantes, contiene una honda sabiduría que penetra hasta encontrarse con ese ser sagrado que todos llevamos dentro.
No tenemos que seguir siendo como un niño que silba en la oscuridad, podemos convertirnos en poderosas fuentes de luz que un día iluminen muchos otros caminos.
Con, HORIZONTES PERDIDOS, Frank Capra ha hecho otro de esos filmes que perdurarán para siempre.