Guerra y paz
Sinopsis de la película
Adaptación de la novela homónima de Leon Tolstoi. En 1805, Napoleón prepara la invasión de Rusia. Pierre Bezukhov (Henry Fonda), hijo natural de un noble, es un intelectual pacifista y ocioso. Cuando estalla la guerra, se mantiene al margen de la contienda y frecuenta la casa de sus amigos los Rostov, una acogedora familia aristocrática, en la que brilla por su encanto y generosidad Natasha (Audrey Hepburn).
Detalles de la película
- Titulo Original: War and Peace
- Año: 1956
- Duración: 208
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Opinión de la crítica
Película
7.3
24 valoraciones en total
King Vidor no se despidió bien del cine, y él lo sabía, ni esta Guerra y paz y ya no digamos Salomón y la reina de Saba hacen justicia a un director que es uno de los más grandes de las décadas de los 20, 30, 40 y parte de los 50. Aunque no fue muy prolífico nos dejó un ramillete de películas maravillosas entre ellas La ciudadela o westerns tan apreciables como Duelo al sol o La pradera sin ley. Sin embargo cuando dispuso de más dinero y en definitiva de más medios es cuando peor lo hizo.
Y es que no todo el mundo sabe manejarse igual de bien en películas multimillonarias y todo hay que decirlo King Vidor nunca fue un director de grandes presupuestos e historias kilométricas y por eso en ningún momento se llega a encontrar cómodo en esta gigantesca Guerra y paz.
Vidor es ante todo un gran director de dramas románticos y nos guste o no Guerra y paz no es eso, al menos no sólo eso, ni siquiera principalmente es eso.
Guerra y paz no es una historia romántica como se pretende en esta cinta norteamericana sino un drama histórico donde la intrahistoria está subordinada al devenir histórico.
La película tiene dos partes claramente diferenciadas, y en ninguna de las dos se termina por encontrar el punto a lo que escribió Tolstoi. Mientras la primera parte parece una versión de Lo que el viento se llevó pero ambientado en Rusia, la segunda por su parte se acerca de modo peligroso a una película bíblica-religiosa tan de moda en aquella época. Los franceses son los ateos malvados y los rusos los cristianos en apuros, por eso Dios les ayudará una vez más. Todo muy infantil.
Audrey Hepburn estaba en el mejor momento de su carrera, venía de rodar varios éxitos y era una verdadera estrella del momento, pero este papel de Natasha exigía otros registros que la Hepburn no nos muestra, y al final se acaba plagiando a sí misma. No puede ser una película como esta una excusa para salir y poner sus caras y sus movimientos de siempre de soy la señorita dulce y guapa enamoradiza, asustada pero con gran corazón y determinación.
No voy a ser yo quien niegue que Audrey Hepburn fue una buena actriz pero también es cierto que en demasiadas ocasiones pecaba de narcisismo y repetía una y otra vez el mismo papel. Aquí no existe Natasha sino Audrey. Y eso no es lo que demandaba una de las mayores novelas de la literatura universal.
En realidad el gran problema es que esta película exigía un reparto más coral y no convertirse en un club de amigos donde la estrella fuera la actriz principalmente.
Mel Ferrer enchufado hasta las cejas por la propia Audrey con el que se había casado dos años antes, realiza un papel que le queda muy grande. Ferrer fue toda su vida un decente secundario, nada más. Menos mal que el cine le hizo justicia.
La gran obra de Tolstoi ha sido llevada a la pequeña y gran pantalla unas cuantas veces, pero posiblemente esta sea la versión más conocida, aunque en mi opinión no es la mejor.
Guerra y Paz tenía todo lo necesario para ser una gran película. Buen director (King Vidor), buenos actores (Henry Fonda, Audrey Hepburn) y una buena trama (la novela de Tolstoi). Y sin embargo se quedó en un espectáculo pirotécnico lento y aburrido.
Reconozco que no he leído la novela. El estilo de Tolstoi me parece bastante lento, así que no se si la película intenta reflejar esa lentitud aposta. De todas formas hay que reconocer que resumir una novela de 1200 páginas en una película de 3 horas y medias no es nada fácil. La película se centra en los avatares de los personajes interpretados por Fonda y Hepburn sobre el fondo de las guerras napoleónicas que culminará con la invasión de Rusia. Desde el punto de vista histórico veremos parte de las batallas de Austerlitz, y Borodino y por supuesto el desastre que supuso la retirada de Rusia para los ejércitos napoleónicos.
El problema de esta película es que en mi opinión Vidor quiso hacer una especie de Lo que el viento se llevó pero en versión europea. De hecho el personaje de Mel Ferrer recuerda bastante al interpretado por Leslie Howard en dicha película. Pero los actores no transmiten la misma magia y fuerza. Mel Ferrer en concreto parece más bien un maniquí que un actor. Otra cosa que no me convenció de la película es que se notan muchísimo los decorados, incluso para una película de los años 60.
La batalla de Borodino es representada a través de los ojos del personaje de Fonda, un aristócrata liberal y algo escéptico (un niño bien progre de aquellos días) que cree que la guerra es algo que no va con los de su clase e ideología. Éste va al campo de batalla como un turista y por lo tanto la observa en la lejanía. Sin embargo poco a poco dicha batalla se va acercando hasta que al final queda involucrado en la misma. De esa forma, Vidor nos muestra como la guerra afecta a todas las personas sin importar lo que ellas deseen. Siendo un prisionero de guerra, Fonda descubrirá las miserias de la misma, que nadie puede permanecer indiferente y que lo más importante es amar la vida viviéndola intensamente.
Audrey Hepburn también interpreta un papel que cambiará profundamente a lo largo del relato. Comienza como una adolescente ilusionada y acabará como una adulta resignada en el presente y esperanzada hacia el futuro. No es el mejor papel de ella (como tampoco lo es el de Fonda), pero siempre es un placer verla.
Lo dicho, no está mal pero podría haber sido mejor. Y de hecho cuando uno ve la adaptación de Sergei Bondarchuk comprende entonces lo que es una buena adaptación.
The most difficult thing, but an essencial one is to love Life, to love it even while one suffers, because Life is all. Life is God, and to love Life means to love God. TOLSTOY, War and Peace .
Lo más difícil pero esencial es amar la Vida, amarla aun cuando uno sufra, porque la Vida lo es todo. La Vida es Dios y amar la Vida significa amar a Dios. TOLSTOY, Guerra y Paz .
Se trata de una gran producción y magnífica película, no ya sólo por su duración de casi 4 horas (208 minutos), sino por compendiar fílmica y notablemente la gran novela de León Tolstoy.
Estupenda la narración donde vamos conociendo la vida de una familia principal de aristócratas moscovitas (los Rostov) y otros diversos personajes en tanto y cuanto se cruzan o relacionan con ella. Su existir de gente rica que vive de fiesta en fiesta y de vacaciones en la casa de Moscú a vacaciones en la casa de campo, de sus amores, de su patriotismo, de su paces y guerras a niveles individuales y de la primaveral Paz social en la que transcurre sus vidas y la infernal Guerra que atrapa primeramente a algunos de ellos cuando aún se desarrolla lejos de sus fronteras y luego cuando llega al corazón mismo de su país.
Me quedo entre todas las interpretaciones con la de Mel Ferrer, pues resulta de una compostura y una elegancia impresionante, la más acorde y perfecta con el personaje que encarna.
Y entre todas las escenas destaco esa en la que está el Príncipe Andrei Bolkonsky (Mel Ferrer) junto a su anciano padre contándole que se acaba de enamorar de una joven y quiere casarse con ella, ante lo cual el padre (papel que hace Wilfrid Lawson), un hombre bastante autoritario y amargado, le dicta con consejo que pone el vello de punta retorcida: Ya has cumplido treinta años. Cuando un hombre tiene más de 30 años, la vida debe ser triste, sin sentido y sin esperanza . O sea la antítesis del mensaje principal de la obra citado al inicio de este análisis filmográfico.
¿Y qué decir de las masas de personajes terciarios e innominados, dirigidos con gran esplendor y realismo por Vidor a lo largo y ancho de la película, en concreto en varias escenas bélicas rodadas en exteriores de la campiña italiana? Son de una magnificencia indiscutible.
Fej Delvahe
Cuando una peli de más de tres horas logra mantenerte expectante durante todo su metraje, mala no es. Básicamente porque eso significa que está bien narrada y que su historia merece ser prolongada el tiempo que sea necesario. Mi problema con Guerra y paz, sin embargo, es que no consigue emocionarme del todo. Y eso que de melodramática tiene un rato largo. Pero no, no consigue conmoverme lo suficiente. En parte, supongo, por sus personajes. Porque Pierre me parece demasiado pánfilo, porque Natacha me parece una consentida y porque Andrei me parece un mártir a la fuerza. Pero en parte, también, porque la peli de Vidor carece —a mi juicio— del lirismo de Lean. El rey de las superproducciones. Un cineasta que se manejaba como pez en el agua en este tipo de pelis y que supo extraerle todo el jugo posible (véase Lawrence de Arabia, Doctor Zhivago o La hija de Ryan) a la particular relación de sus personajes con su entorno natural. Algo que, a mi parecer, no consigue Vidor. Y, cuidado, que digo Vidor y no Tólstoi. A Tólstoi no lo he leído. Que conste en acta.
Sería injusto por mi parte, no obstante, obviar todo lo bueno que tiene Guerra y paz. Porque lo tiene. Empezando por la música de Nino Rota, continuando por la magnífica fotografía de Jack Cardiff y acabando por un buen puñado de secuencias (sobre todo la de la retirada de las tropas napoleónicas vencidas por el ‘General Invierno’) que, puntual y aisladamente, son excelentes. Pero, repito, tratándose de una superproducción, echo de menos la épica de Ben Hur, el lirismo de Doctor Zhivago y el carisma de Espartaco, por ejemplo. Y ésa es, a mi juicio, la diferencia entre una buena peli y una gran peli.
En tres horas conocemos los vaivenes amorosos de Natasha Rostova y el peregrinaje existencial del conde Pierre Bezukhov, desde la juventud libertina hasta la iluminada comprensión en la madurez, con las guerras napoleónicas al fondo.
Natasha es una adolescente soñadora y los hombres cercanos la deslumbran, incluso el donjuán sin escrúpulos que se encapricha de ella. Pierre trata de vencer el carácter derrotista y autodestructivo por el que se cree merecedor del desastre y por el que renuncia a amar a Natasha.
A lo largo de los años van dando pasos en falso, entre la corte moscovita y las mansiones campestres, bailes, ópera y cacerías, cada uno por su lado, aunque no para extraviarse definitivamente sino descubrirse en el curso de la maduración.
La película de Vidor no tiene la genialidad de Tolstoi al desenvolverse en profundidades emocionales, esos procesos del espíritu que desembocan en arrolladores despertares y aperturas cósmicas, pero sí su grandeza.
Con grandeza son presentadas las relaciones entre los personajes, y no sólo por las proporciones monumentales de la producción, en la estela de Lo que el viento se llevó, con decorados colosales, millares de extras, incendios devastadores, escenarios panorámicos, no sólo por eso sino porque los protagonistas son descritos con óptica ennoblecedora, capaces de evolución, sacrificio, perdón , amor y entrega.
Algunas secuencias nos parecen hoy, cuando los efectos especiales son casi ilimitados, de lo más naif, a pesar de la suntuosidad. El desplazamiento de Pierre al frente bélico en Borodino como espectador para, en su búsqueda espiritual, conocer de primera mano la vida y la muerte, resulta tan candoroso como ese uso prehippie de una flor en medio de la carnicería de cañonazos.
Pero no debilitan fatalmente la narración. Tampoco la terca insistencia en poner caballos sufriendo. La estética de superproducción queda más arcaica en el pesado y redundante tramo invernal, la penosa retirada del ejército francés y sus prisioneros hacia la frontera, a través del hielo y la nieve.
Todo ello es compensado de sobra por las presencias de Audrey Hepburn y Henry Fonda, ajenas a circunstancias temporales. El encanto que ella ejerce ante las cámaras es tan literal que, en ocasiones (cuando acusa el cortejo del seductor, entre otras), su imagen parece de dibujos animados, tal es la magia que desprende. Y la elegante solidez de Fonda, aquí matizada por ese factor de introversión y tormento, es igualmente sustancial para insuflar vida duradera a lo filmado, así pasen los años.
Audrey y Henry, ellos son la verdadera superproducción…