Goltzius and the Pelican Company
Sinopsis de la película
Hendrick Goltzius solicita al Margrave de Alsacia un mecenazgo para imprimir un volumen de historias bíblicas ilustradas con grabados. A cambio, el pintor y su compañía de teatro representarán dichos cuentos para diversión del benefactor y su corte. Fiel a su discurso culto y abigarrado, Peter Greenaway sigue elaborando una concepción multidisciplinar del cine que, todavía hoy, pertenece únicamente a él.
Detalles de la película
- Titulo Original: Goltzius and the Pelican Company
- Año: 2012
- Duración: 128
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Opinión de la crítica
Película
6.3
73 valoraciones en total
Hablar de cualquier obra del galés Peter Greenaway es hacerlo de alguien controvertido, que despierta pasión y odio a partes iguales, y que es considerado por la crítica especializada como algo más que un simple director de cine. Y es cierto. Sus influencias van desde la pintura a la arquitectura, pasando por el teatro y el ballet. Es, como le gusta decir a algunos, un artista multidisciplinar que hace cine como podría hacer casi cualquier otro arte considerado como tal. Ahí está su filmografía para demostrar que se enfrenta a tabúes inconfesables prácticamente película por película. Casi siempre relacionado con el sexo o algún derivado. Se han escrito páginas y páginas sobre sus amorales obsesiones. Y, precisamente, eso es lo más interesante que le encuentro a este autor (si él no es un autor, no sé quien puede serlo). Habla de cuestiones difíciles de afrontar por el ser humano, aunque nos enfrentamos a ellas en secreto. Alguna vez hemos tenido un pensamiento horrible sobre alguien o nos hemos imaginado en situaciones de los más embarazosas. O las hemos soñado. O, peor aún, las hemos vivido. Y forman parte de nuestros secretos. Esos que no se confiesan ni en el lecho de muerte. La hipocresía natural de la humanidad olvida que todos poseemos pequeñas incógnitas y enseguida nos escandalizamos cuando vemos o leemos algo de un tono alto, incluso intolerable hasta considerarlo peligroso. Y el sexo es uno de ellos. Y la religión. Los dos temas sobre los que trata esta nueva película del director de The Tulse Luper Suitcases. Part 1: The Moab Story (2003). Particularmente, el sexo en el cine no es de mi agrado, porque en el 99% de las ocasiones se usa como simple excusa para escandalizar o mostrar los dobles de cuerpo de las estrellas de moda, ralentizando la trama y no aportando nada que no pueda mostrar una insinuación o una elipsis narrativa. Pero este caso es diferente. Porque Greenaway aspira a reescribir el Antiguo Testamento desde un punto de vista judío (nunca cristiano, como su protagonista se empeña en recalcar) y con un fuerte contenido sexual, rozando lo pornográfico. No es un sexo feo (salvo un par de excepciones), que te haga quitar los ojos de la pantalla. Sobre todo debido al cuidadísimo diseño de producción y a la fotografía de Reinier van Brummelen, cuya luminosidad y pulcritud convierte a seres poco agraciados en poco menos que sirenas (al menos, momentáneamente). Greenaway, como todos los autores, cuida cada detalle hasta la obsesión y, en su particular búsqueda de elementos propios que decoren su mundo (también, valga la redundancia, propio), juega y alterna con la plasticidad de los encuadres y sus construcciones. Sobre todo con un montaje de marcado carácter teatral (no podría ser menos, dada la propuesta y temática), realizado con incesantes planos generales, frontales y laterales, donde los personajes interactúen entre ellos como si estuvieran subidos a las tablas. La utilización de panorámicas, en su alternancia con los anteriormente citados, ayuda a recrear esa atmósfera y ambiente teatral que Greenaway quiere captar de manera tan fidedigna. Evidentemente, las interpretaciones también son puramente teatrales, con unos espléndidos F. Murray Abraham y Rmasey Nasr, aunque es de recibo aplaudir al reparto completo.
He de admitir que cuesta entrar en Goltzius and the Pelican Company a las primeras de cambio. Cuesta acostumbrarse a su estilo casi onírico en ocasiones y extremadamente experimental en otras. Pero la película te da a elegir entre abrir la mente o abandonar la proyección, por lo que es recomendable optar por la primera opción. Y no es que vayamos a presenciar una obra maestra imperdible, pero al menos no asistimos a la pesadilla que augura su comienzo. Por supuesto, la capacidad de inventiva y visual del director galés está fuera de toda duda, y daría para unos cuantos buenos elogios. Pero me parece más interesante detenerme en algunas reflexiones que se pueden extrapolar de su visionado. Por una parte, Greenaway hace hincapié en la constante presencia del sexo en las sagradas escrituras y como la mayoría de lectores de las mismas pasan de puntillas en ciertos aspectos en los que, lógicamente, él se detiene y se explaya. Porque es cierto que la Biblia está poblada de narraciones sexuales, omitidas o no, y esta particular compañía teatral se gana la vida representándolas, con el riesgo que eso conlleva. De hecho, gracias a eso se producen las mejores observaciones del film. La politización de elementos puramente artísticos, la sobredimensión del drama teatral con fines interesados y rastreros entre las altas esferas del poder.
Sigo en spoiler sin ser spoiler