Flash Gordon
Sinopsis de la película
El doctor Zarkov, un científico expulsado de la NASA, viaja en un cohete espacial con el joven jugador de rugby Flash Gordon y su amiga Dale Arden. Los tres intentarán salvar al planeta de la amenaza de Ming, el emperador del lejano reino Mongo, que ha lanzado una de sus lunas para que choque contra la Tierra. Adaptación al cine de un cómic de Alex Raymond.
Detalles de la película
- Titulo Original: Flash Gordon
- Año: 1980
- Duración: 110
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Opinión de la crítica
Película
5.3
64 valoraciones en total
He leído las críticas que se han vertido acerca de esta película y pienso que los críticos estaban siendo sometidos a una lavativa radical mientras estrujaban sus cerebritos en busca de ataques verbales. Flash Gordon no es una obra maestra, eso lo sabe hasta el panadero de mi barrio, pero no se merece los ataques que he leído.
Esta película es un exceso, tanto en sus errores como en sus aciertos. La peli no fue un éxito en taquilla, ¿y qué? Muchos peliculones no lo han sido y no pasa nada. Esta peli se rodo en 1980 y, cómo no, sigue la estela de Star Wars. Evidentemente, no está a su altura, pero sus creadores tampoco lo pretendían. Sin embargo, al igual que Star Wars, el universo que crea es único. El planeta Mondo parece sacado de las más irreales fantasías de un Lewis Carroll puesto hasta las cejas. La puesta en escena, los decorados, el vestuario, TODO, es una orgía de barroquismo, sastrería delirante y colorismo a raudales.
Humor, esa es la clave. Esta película se ríe de todo y de todos, del cine de aventuras y de la ciencia-ficción, coge el comic de Alex Raymond y lo pasa por la turmix de la carcajada: Flash Gordon se convierte en una comedia-ficción.
Los actores, qué decir!!! Dalton vestido de Robin Hood espacial y Max von Sydow en plan cardenal maligno. Sam J. Jones no hace un gran papel, es verdad.. Y Melody Anderson, haciendo de Dale Arden, reconozcamos que desprende un aire alegre y juvenil que se agradece: cuando dice Go Flash, go, en la escena del partido de rugby galáctico, dan ganas de meterse en la peli y hacer de quarterback de Flash. Ornella Muti, simplemente fantástica. Y Topol, un caso aparte.
El productor, Dino de Laurentis, es el creador de bodrios importantes pero también de joyas de la talla de Dune.
El guión es sencillo y eficaz: simplemente no sobra nada. Hay tantos detalles en esta peli, los títulos de crédito con ese aire entre cómic y serie B, la música de Queen retozando por doquier…
Lo dicho, que nadie espere un tostón de cine iraní, ni un ejercicio filosófico a lo Wody Allen. El cine fue creado para ENTRETENER, que nadie se engañe, y Flash Gordon es capaz de sacar a ese niño que todos fuimos (y que seguimos siendo, por mucho que nos cueste admitir) y hacerle disfrutar como nunca, o como siempre…
Estamos delante de un clásico, eso es cierto. ¿Pero también lo es Barbarella, no? ¿Acaso la hace buena, todos dudamos? ¿O un clásico como el guerrero rojo, y tampoco el resultado es muy meritorio, verdad?
Más allá de eso que por otra parte gran mayoría pondría en seria duda, lo que de verdad nos importa es el contexto en el que está realizada la película y extrayéndolo de tal, observamos varios detalles y cantidad de momentos inolvidables del cine ochentero, explosión de la mayoría de estas pequeñas maravillas multicolor, que nos hacían disfrutar con 12 años.
Que la película no es buena, de acuerdo, que los actores son de feria, también, que posiblemente observemos la peor escena del cine quizá, cuando Flash está a punto de ser atrapado y decide (muy habilmente y lógicamente, claro.) zafarse de sus enemigos haciendo lo mejor que sabe jugar al Fútbol con una especie de melon apepinado, que es lo que la mayoría de nosotros haría en una situación similar. No olvidemos aquel go Flash, go .
¿Y Ming, del planeta Mong? ¿Y Ornella? Todo forma parte de un universo rojo y dorado en el que una especie de motos aquáticas vuelan por los aires acompañadas de unos tipos que más bien parecen camioneros en estado de total embriaguez. Y sin olvidar al Señor Bond Dalton, vestido con una graciosas mallas vedes, a cual paquete más apretado.
Merece la pena, un visionado con los amigos o família, para poder comprobar ese cambio en el cine moderno que ha supuesto el efecto Matrix y la pérdida total de un estilo, que al menos, sin ser del todo bueno en su resultado final, llegaba a nuestras casas hace veinte años y que desprende un sabor a viejo, pero que goza de una popularidad única en nuestros días y eso grácias a productos como Flash Gordon.
Viva Flash!!!!
En los albores de los años 80, mi padre entró un buen día en casa con una bolsa de cartón de esas que usan los polis en USA para esconder los donuts.
De la bolsa salieron piando asustados tres pollitos cruelmente coloreados. Azul, verde y naranja. Mi hermano llamó a su pollo Gruñón y mi hermana al suyo, Eire. A mí me tocó el naranja, al que bauticé como Flash.
Una tarde de aquel verano les dejamos al fresco en la terraza. A nuestro regreso nocturno nos encontramos a Gruñón y a Eire secos. Más tiesos que la mojama. Ver cómo sus hermanos consumían su vida chamuscándose delante de él, en su mismo pico, hizo fuerte a Flash. Su corazón se recubrió de hielo.
Comencé a entrenarle a los pocos días de la tragedia. Le lanzaba al aire y trataba de cazarlo al vuelo con una pizarra vileda. Se llevó muchos golpes, sí, pero aprendió a encajar.
Con el transcurso de las semanas nos fuimos cogiendo cariño, y pronto pasó de comer alpiste a devorar trocitos de entrecot.
Le llamaba desde mi habitación, ¡Flash, Flash!, y él venía corriendo entusiasmado desde la terraza. Entonces le lanzaba pilas rodando por el pasillo que él esquivaba mediante fintas y saltos con el estilo de un campeón.
Por las tardes se encaraba con los rottweiler en el parque y era capaz de pulsar el 7º en el ascensor con el pico, de un salto. Ese era Flash. Una máquina de matar.
Pero pasó el tiempo y aquel pollito se hizo grande. Mi madre decidió que no podía habitar entre nosotros, eran épocas de flaqueza económica, y no nos podíamos permitir otra boca que alimentar. Sobre todo cuando ese pico tragaba por dos. Así que se lo dio a Venancio, que tenía una granja en las afueras.
Aún recuerdo el gesto sobrio que me dedicó cuando nos dijimos adiós.
Un día llamó Venancio. Se conoce que el pollito no era pollo, si no polla.
Mi polla Flash…
Al parecer ponía huevos naranjas, como si sólo de yema estuviesen hechos. Algún ser humano se echaría al plato a mis pequeños flashecines para engullirlos con patatas mojando pan. Tranquilo, Flash, donde quiera que estés. Daré con él. Y te vengaré.
Y es que poco a poco las noticias sobre Flash comenzaron a llegar con cuentagotas, hasta que no volví a saber de él.
Cuántas veces la condición natural de los seres nos obliga a tomar distintos caminos para no volvernos a ver… pero nuestras memorias pasean de la mano por el sendero de los recuerdos.
Hay que ver… a principio de los 70, George Lucas quería llevar a la Gran Pantalla a Flash Gordon y lo único que consiguió fue que se le cerraran las puertas de grandes estudios hollywoodienses . Después de su rotundo éxito (Star Wars) a alguien se le ocurre la idea de Lucas (un poco tarde, por cierto) aprovechando el tirón de la ciencia-ficción que reinaba por esa época. Como no, el patrón de lo imposible, Dino de Laurentiis, puso el dinero a una ópera colorista del espacio. La música de Queen, Max Von Sydow y la bellísima Ornella Muti ponen la guinda. El resto: actores y efectos especiales sositos y un guión que no lo mantiene ni el mejor café.
La película es tan mala, que te puede insultar hasta la saciedad o te levanta unas carcajadas que no olvidarás. No te confundas, aún hoy hay gente que la considera de culto, que la tienen original y junto a la banda sonora de Queen en una vitrina… es mi caso.
Algunos críticos de cine señalan que algunas películas tienen un punto bueno en que se ríen de si mismas o que de imitar o directamente plagiar a otras se convierten en parodias, desafortunadas hijas bastardas de obras mayores. Esto no siempre tiene que ser algo negativo, es más, ¡hasta puede ser algo simplemente mágico!
Pues bien, ésta es sencillamente la película, una carcajada continua de si misma y una parodia involuntaria de otras de manera tan flagrante y desvergonzada que es imposible no quererla, un ejercicio kitsch sin un igual que nos traslada a un mundo multicolor estupendo.
Si no la hubiese recordado tan recientemente, sencillamente hubiese dicho de ella algo así como bonito recuerdo de infancia, o solo le gustara a los niños. Nada más lejos de la realidad, es un obra disfrutable y plena, llena de magia y si os vais a quedar a gusto pensando que soy un exagerado o un friki… ¡quién soy yo para quitaros la ilusión! Porque es sumamente difícil no engancharse con este desfile de despropósitos casposos y verbeneros, en los que se declara amor eterno en la primera escena y que a golpe de aventuras nos cuenta una historia tan simple como vieja y efectiva, la lucha entre el bien salvador y el tiránico mal repleta de momentos oníricos y delirantes. Actores corriendo por escenarios rojos, dorados y verdes con toda la ilusión y con las clásicas y conocidas caras de Max Von Sydow, Topol, o Timothy Dalton, que después fue James Bond, aquí disfrazado con unos leotardos verdes muy coñeros. No debemos olvidar a una sensual Ornella Muti seduciendo a un Flash con el rostro del desconocido, ahora también lo es, Sam J. Jones, ¡tu legado te sobrevivirá con Flash, Sam!
Cuanto encanto riéndose de si mismo y que lástima que no se la reconozca como la fantástica película que es. Me deja ese regusto especial, de cuando has visto algo que te ha gustado y lo añoras una vez termina y escuchas la música en los créditos finales, una deliciosa sensación de satisfacción por redescubrir un gran clásico de la serie B realizado con muchísimo más amor y oficio del que uno se esperaría, divertidas y delirantes aventuras en Mongo de la mano de Flash Gordon, ni más ni menos… Bravísimo!!