Fitzcarraldo
Sinopsis de la película
Brian Fitzgerald Fitzcarraldo , un excéntrico y megalómano hombre de negocios obsesionado con la ópera, ha ido perdiendo su prestigio y su fortuna en absurdas empresas sin futuro. Su último proyecto consiste en construir un teatro de ópera en un poblado peruano a orillas del Amazonas, para conseguir el capital necesario para financiar tan magna empresa se dedica al comercio del caucho. Su extravagante plan exige sacar del río un gran barco fluvial y transportarlo hasta la cima de un monte.
Detalles de la película
- Titulo Original: Fitzcarraldo
- Año: 1982
- Duración: 157
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Opinión de la crítica
Película
7.6
55 valoraciones en total
Despues de ver la locura emocional que desarrolla en Aguirre y el gran Nosferatu que nos hizo olvidar por momentos a Schreck, Klaus Kinski se nos vuelve a presentar en esta película para realizar otro papelón utópico. En esta ocasión es un tal Fitzcarraldo quien pretende realizar una empresa que a ojos de cualquier mortal resulta simplemente impensable, pero además, es que la manera de conseguir los fondos para ello es incluso más descabellada. ¿el fin justifica los medios… o… los medios justifican el fin? en cualquier caso tal grado de excentricidad adquiere tintes de realidad durante la trama. El gran trabajo en la dirección de el maestro Herzog mezclada con la mirada infinita de Kinski nos transporta a la credulidad de hechos extraordinarios enmarcados en la tenebrosa bruma amazónica.
El cuadro técnico sigue siendo el mismo que en Aguirre, la cólera de dios , por motivos obvios, con lo que el montaje final sigue teniendo la magia y el especial sabor dejado por esta película. La fotografía es excelente y la música acompaña perfectamente a las imágenes.
Quizás se le puede achacar que en la parte final la velocidad narrativa aumenta sustancialmente, con lo que se puede entender cierta precipitación durante este tramo. La realidad es que durante las dos primeras horas degustamos las imagenes con tranquilidad, creando una atmósfera de tensión alrededor de esa lentitud. Esa sensación desaparece en cierta forma en los últimos minutos aunque sin llegar a notarse en demasía en el resultado global final. No me hubiera importado que la duración fuera de tres horas, porque las dos horas y media se pasan volando.
Para no repetir lo ya dicho, no escribiré sobre aspectos técnicos de esta impresionante película, pero sí me gustaría aportar una visión distinta sobre ella.
Todas las críticas que he leído se centran en la psicología del personaje principal, Fitzcarraldo, de quien se admira su tenacidad en busca de los sueños imposibles o se deplora su exceso demente. De acuerdo. Pero echo de menos, para complementar, una interpretación más social y menos centrada en el individuo.
En este sentido, creo que el tema principal (o uno de los temas principales) de la película se podría resumir con la famosa frase de Walter Benjamin: No hay documento de cultura que no lo sea, al mismo tiempo, de barbarie . Y es que parece bastante claro cómo la obsesión por la alta cultura (en este caso la ópera), que puede parecer un fin loable, acaba siendo un documento de barbarie criminal. No olvidemos que los protagonistas, además de ignorar por completo la cultura local en su aspiración por la alta cultura (es decir, la europea), cometen actos atroces para financiar sus proyectos.
Es decir, para que Caruso venga a Iquitos (lo cual puede parecer, como digo, incluso loable a primera vista), y sea solo disfrutado por una minoría acomodada, los protagonistas no dudan en explotar a los nativos: desde las indígenas a las que la mujer prostituye para financiar el barco hasta el proyecto de extracción de caucho, que comienza por la compra ilegítima de tierras indígenas, y pretende igualar el imperio del rico del pueblo, con 8.500 personas en situación de semi-esclavitud.
Una plasmación, extrema pero clara, de cómo las grandes obras de la cultura occidental han necesitado la sangre de los explotados para nacer y tener ese aura de belleza divina que se les atribuye y gracias a la cual, además, se intenta justificar la desigualdad (por ejemplo en la escena donde el protagonista intenta impresionar a los nativos con la música de Caruso).
Esta película es una oda a los románticos.
A todos aquellos que crean en algo imposible, a los soñadores y a todos los que atesoren algo dentro por el cual fuesen capaz de luchar contra lo imposible.
No niego que que Kinski sobreactue, pero un personaje así solo puede abordarse con la más alta exageración de los sentimientos..
Fitzcarraldo es un soñador y durante 2 horas Herzog nos hace creer (en una película que por momentos se funde en documental) que hasta la empresa más descabellada si se agita desde la personalidad más tenaz persistente e imaginativa se puede llevar a cabo…
Me encantó, disfruté un montón de la película, de kinski, de los indios, de caruso, de ver como se puede llevar a cabo de una manera tan solvente un rodaje en medio de la selva…
dejando a un lado todo pensamiento objetivo… mi puntuación es un 10!
Lástima que solo sea cine,
Realizar una crítica medianamente objetiva de Fitzcarraldo es para mí algo complejo. La película me emociona con la misma intensidad que me repele. Desde luego es distinta. La obsesión disparatada de un loco por la ópera de Caruso, que pretende hacer dinero con el negocio del caucho para construir el mejor teatro de Iquitos en plena selva amazónica es un argumento, cuando menos, de un enfermo mental. Si además de constatar ese dato colocamos a Kinski en el papel principal, la película que salga será para morirse. Y así fue.
Cuando alguién quiere arriesgar su patrimonio o su libertad por un sueño al uso, ésto es: una casa, una vida mejor, pan para su familia, etc…, uno lo entiende perfectamente. Ahora bien, si montas un cristo impresionante por la mera obsesión de una idea abstracta -ópera en la selva-, y además debes de subir un barco enorme por una montaña… pues te quedas perplejo sobre lo que estas viendo, sobre sus motivaciones y sobre la absurda belleza que contiene todo aquello. La perseverancia de un hombre por conseguir aquello que desea. Un film de y para locos.
Fitzcarraldo forma con Aguirre, la cólera de Dios un díptico con muchas cosas en común en la filmografía del imaginativo y particular Werner Herzog:1) las dos están centradas muy marcadamente en 2 seres humanos oscurecidos, a la par que iluminados hasta la ceguera y la locura, por la consecución de un sueño, con más pinta de pesadilla, 2) ambas están interpretadas por Klaus Kinski, 3) las dos se desarrollan en la selva amazónica, un contexto, mezcla perfecta de aventura exterior e interior, de peligros e improvisadas situaciones.
Aquí el sueño/pesadilla es la construcción por un millonario irlandés arruinado, gran amante de la ópera, de un palacio de la Ópera en Iquitos, en el corazón de la selva amazónica, para que lo inaugure su adorado Enrico Caruso.
Secuencias como las de transportar caucho de la zona más inaccesible del Amazonas, cruzando el barco de río a río, ¡a través de una montaña!) son de lo más llamativo en una película tan singular como de infernal rodaje, con un Kinski insoportable, pero dónde el resultado, quién sabe si precisamente por esto, es muy sólido, dónde lo quimérico, la locura, la obsesión como único asidero vital, la megalomanía, se dan cita al convite preparado y condimentado por un cineasta francamente muy poco común en sus nada conservadores proyectos.