Female Prisoner Scorpion: #701s Grudge Song
Sinopsis de la película
Tras resultar herida de gravedad en un enfrentamiento con la policía, Matsu es acogida por un trabajador de un club de striptease llamado Kudo. Kudo había sido torturado fuertemente años atrás por los mismos policías que habían herido a Matsu, así que deciden formar equipo e ir contra ellos. Cuarta y última entrega de la saga Sasori protagonizada por Meiko Kaji.
Detalles de la película
- Titulo Original: Joshuu sasori: 701-gô urami-bushi (Female Prisoner Scorpion: #701s Grudge Song)
- Año: 1973
- Duración: 89
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Opinión de la crítica
Película
5.8
91 valoraciones en total
A mediados de los 70 la popularidad de Meiko Kaji subía como la espuma convirtiéndose en el epítome de heroína del cine exploitation .
Su encarnación del personaje de Kazuo Koike en la mítica Lady Snowblood confirmó su talento siendo reconocida por todos, incluso por sus detractores.
Poco después regresa a los brazos de Toei, henchida de orgullo (demasiado, quizás) para otra entrega de Joshu Sasori , la saga que tanto había ayudado a cimentar dicha popularidad…sin embargo todo iba a tomar un rumbo distinto por su expreso deseo. La previa Kemono-beya la dejó muy insatisfecha, y amenazó al estudio con no continuar si seguía estando Shunya Ito tras la cámara, a lo que se añadió la decisión de éste de abandonar la serie para acometer otros proyectos más versátiles. Pese a estar escrito el guión una vez más por Hiro Matsuda, se requirieron los servicios del empleado de Nikkatsu Yasuharu Hasebe.
Éste, no sólo era un director más veterano en el cine de acción, sino amigo de la actriz, con la que ya trabajó antes (su colaboración conjunta más famosa se dio en Stray Cat Rock , otra joya para los fans de Kaji). Dejábamos a Nami entre los muros de una prisión de la cual, según se nos contaba, acabó saliendo oficialmente (no por medio de una fuga), su destino y su paradero se mantuvieron desconocidos. Partiendo del final que nos ofrecía la anterior entrega, que sabiamente cerraba la trilogía, la existencia de otra más tiene poco sentido… pero como de costumbre se vuelve a construir un argumento completamente autónomo del resto.
Ahora se toma el nombre de la emblemática balada que ha adornado la saga como título de una nueva aventura donde la venganza, una vez más, adquiere importante significado. Al suponerse incierto dicho paradero, Nami aparece cual espectro, llegado de todas partes y ninguna, en esta historia cuya estructura no difiere de la de Kemono-beya , y quedará dividida en dos arcos distinguidos por el escenario. Ahora otro agente de la ley va en persecución de la mujer, Kodama, no por motivos personales en primera instancia, sino simplemente porque es una peligrosa criminal y debe atraparla.
Pero éste y su equipo no tardan en ejemplificar algo clásico de la saga y estas películas: torturadores, hipócritas, sádicos, depravados y muchas cosas más atribuye la tan horrible representación que hace el guión de las fuerzas del orden, y que Hasebe no teme en exponer con su característica y truculenta violencia. El primer acto se basa en la huida constante, frenética, lo que le permite hacer gala de su habilidad como director experto en el impulso de la acción y su escenografía. En sustitución de la Yuki de la 3.ª parte y proponiendo elementos románticos y melodramáticos, Nami es ayudada en su persecución por Yasuo.
Se trata de un personaje masculino de gran carisma y caracterización gracias al cual emerge ese discurso político-social tan distintivo de los primeros títulos de la saga y se refuerza la crueldad ejercida por los agentes, aun siendo poco convincente resulta interesante retornar al tema inicial de la relación amorosa que termina en traición por la debilidad del hombre. Hasebe sirve esta caza (desde el interior de una iglesia donde se celebra una boda) sin detenerse casi ni un segundo, y practicando la desemejanza con Ito en su percepción formal, así esta 4.ª entrega deja a un lado la experimentación al estilo de Teruo Ishii y se concentra en el suspense y la acción en la línea de Kinji Fukasaku.
La brutalidad y la miseria humana brotan de un modo áspero y el clima general es desagradable hasta la náusea, equilibrando esto la intervención del romance. Y la heroína, como estaba previsto, termina en las garras de la ley, llega así el segundo acto y toda la intensidad y el ritmo visceral con los que nos ha estado sacudiendo el director parece desvanecerse dejando que la gratuidad se apodere del sentido de la trama en cuanto a lo sórdido y lo grotesco, todo este tramo se centra en el encierro en una nueva cárcel, donde por primera vez vemos a mujeres ejerciendo la violencia contra otras mujeres.
Aromas pulp sucios, tétricos y viscosos y una sensación incómoda de extrañeza, a veces descendiendo a lo demencial, contribuyendo la estética de la cárcel, las guardias y el estado de las prisioneras. Pero Nami no parece encontrarse en una situación de auténtico peligro, pues se sirve de su facilidad de manipulación para su propósito, y si de gratuidad hablamos atención a esa escena de la violación en grupo a una de las guardias, cuya inútil existencia sólo sirve para que ésta acabe ayudando a la protagonista, de nuevo implacable pero menos audaz, y cuyos actos, aun resaltándose su cariz dramático, carecen de la fuerza de antaño.
Unos muy dignos Masakazu Tamura y Sanae Nakahara son seguidos de un Toshiyuki Hosokawa repelente en extremo, cuyo inspector flojea al no guardar un sentimiento creíble de rencor personal contra su perseguida (ni siquiera la tragedia de su mujer parece afectar demasiado a sus emociones). Los minutos últimos sirven para que por fin Hasebe, recordando a su mentor Suzuki y contando con la inestimable ayuda de Hiroshi Kitagawa a la dirección artística, deje volar su imaginación y se revele como el gran creador de fascinantes atmósferas y obseso de las formas y los colores que es, instantes de puro delirio catártico donde el poder visual y la belleza casi pictórica de las imágenes resultan un deleite para los sentidos.
Por otro lado Kaji estaba ya agotada de su personaje, y poco le dolió tener que desprenderse de él para siempre, por lo que se finiquita, y con mucho éxito (que no ingenio) la tetralogía inicial de Sasori , si bien otras Nami volverían intentando conquistar al público en años posteriores.
Sabemos que no lo iban a conseguir, pues la verdadera termina sus aventuras aquí, cual John Wayne en Centauros del Desierto : devuelta a la nada y a la eternidad. Nos abandona, se deshace en el tiempo y el espacio, pero nunca la olvidaremos…
Última parte de Scorpion o Nami Matsushima: mujer de pocas palabras, mirada profunda y escapista profesional. Esta vez la persecución no cesa ni en una boda… Se crea un nuevo antagonista, el maléfico inspector Kodama y un romance, vía colaboración ciudadana de un antiguo revolucionario torturado por la policía, Kudo.
El curriculum de Nami es excelente: mató a detectives, escapó de prisión 3 veces, intentó escapar 28 veces. Los policías son unos nazis y unos violadores… y punto que estamos en una cinta exploitation que va por su cuarta y última parte.
Salvo los detalles finales jugando con la puesta en escena teatral e iluminación tiene poco que añadir. Sigue con las claves de la saga: romance, traición y venganza… a golpe de puñal… clavado en el corazón… como un letal clavel. Pese a sobrar las tres partes posteriores, Grudge Song es un digno desenlace.