Exótica
Sinopsis de la película
Un solitario inspector de Hacienda acude cada noche al club de striptease Exótica, en las afueras de Toronto, para ver bailar a Christina, una sensual joven que se desnuda para el público masculino ante la mirada de su ex-novio, el disc-jockey del local.
Detalles de la película
- Titulo Original: Exotica
- Año: 1994
- Duración: 103
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Opinión de la crítica
Película
7.1
78 valoraciones en total
Mi meta principal es hallar el lenguaje que permita al espectador acceder a los estados interiores de los personajes. Entonces, si son personas que se recuperan de los efectos de un trauma, o si están tratando de ordenar y reorganizar sus vidas (…) debo hallar el ritmo y el lenguaje que me permita expresar eso. No es algo que haga intelectualmente, sino más bien musicalmente. Atom Egoyan.
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Egoyan afirma que con ‘Exótica’ termina un ciclo. Un ciclo de subjetividad afilada donde trazar personajes importando aspectos de su propia personalidad. Después adaptará historias ajenas y matizará su estructura puzzle con un tratamiento, siempre sui generis, de género o convencional (ejemplo: ‘Where the Truth Lies’ donde, estando la forma, pareciera que falta el fondo).
Por ello su cine primera etapa es especial. Además para mí, en el recuerdo, tiene el sabor del indie noventero que viví en primera línea de fuego, en cada trinchera y cada estreno. Entre semana, normalmente, con reposiciones, cineclub y la excitación del cinéfilo en prácticas. No recuerdo si por aquel entonces comprendía del todo las intenciones de este melodrama de escorzo extraño. Si saboreaba plenamente, más allá de la fascinación por la rara avis, esta falta de dramatis personae clásica.
Porque estos personajes son proyecciones, no personas, identidades maltrechas con fuerza de confesión y psicoanálisis (igual que el club que da nombre al film es un espacio que opera como una suerte de metáfora del estado de ánimo). Cada uno en un mundo propio, una psique que se impone mediante el recuerdo o el trauma y que la imagen de vídeo –a veces– rescata de un abismo memorístico para compartirlo y ofrecer el hilo de Ariadna que ¿resuelva? el laberinto emocional. Roles que parecen no tener mayor dimensión que el objetivo para el que fueron escritos. Personajes que hablan pendientes no de la naturalidad –tienen comportamientos extraños la mayoría de las veces– sino de su propia disertación, siempre insinuando algo más que lo dicho : es algo especial tener una hermana , asegura Bubba en El liquidador, no creo que mis padres estén orgullosos de mí dice Cristina en Exótica. Cuestión, esta última, vinculada a la biografía del realizador y que explica la íntima y extraña relación entre los dos protagonistas desde el punto de vista de Mia Kirshner (*).
El speaker cumple un papel fundamental: un presentador que no presenta sino evoca –paralelismo con el propio realizador– situándonos en un teatro de intimidad, fetichismo, exploración y catarsis donde nada es lo que parece.
Su cine tiene una estructura de formalidad hermética (o profiláptica) dentro de un fondo de expresionismo emocional. Algo así como la intersección entre una visión exagerada de lo melodramático y folletinesco (padres, hijos, incestos, muertes) y su contrario, la pausa y ensimismamiento estético y narrativo de dos influencias reconocidas por el armenio: Antonioni y Bresson (aunque en mi opinión ambos referentes, quizás, están tomados en sus aspectos más superficiales).
Para ello colabora un clima que abunda en la sensación de contención expositiva (freno para que sus tramas no se vengan abajo por acumulación de excesos y capas de cebolla). Para ello ese aparente esquematismo no lineal del relato –que no es sino disposición de una enigmática trama y un pasado que se reconstruyen y completan al final– que proporciona una esencia depurada del sentimiento y lo psicológico. Una disposición narrativa basada en la coincidencia y el tono reflexivo e íntimo. Una forma de acercarse al trauma mediante la reiteración y el azar calculado en un metraje reincidente que consiste en ordenar las piezas desordenadas como si el propio film, y su atmósfera, fueran memoria u obsesión.
Incluso el uso de la música está relacionado con esa estructura de capas. La partitura no se basa en el aspaviento de un John Williams de repunte y constatación sino en una marea climática que forja un escenario de repetición y resonancia ajustándose como una segunda piel a la estructura de ecos, y estados de ánimo, del guion.
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Creo que una de las formas musicales más potentes es la noción de tema y variaciones. En determinadas escenas aludes a otros momentos que ya se han visto antes, y entonces puedes exagerar, amplificar o reiterar de un modo muy melancólico un tema o una idea que adquieren un sentido distinto porque han sido reposicionados dentro de la historia. Atom Egoyan.
A la hora de evaluar una película, me imagino un globo. Si, mientras la estoy viendo, el globo se infla hasta el punto de reventar, la califico de excelente, porque ha sacudido algo grande en mi interior hasta el punto de desbordarme. Si el globo se llena hasta el límite sin explotar, la película es muy buena. Si se infla bastante, aunque no hasta el límite, es notable. Si se hincha un poco menos, es buena. Si se queda a medias, será interesante o pasable. Y, si se llena un poco para desinflarse depués, o ni siquiera llega a entrarle un soplo de aire, entonces le pongo el suspenso.
No suelo ser muy exigente a la hora de ver cine y, si la película en cuestión me transmite algo, entonces no me importa quién sea el director (salvo contadas excepciones de directores con los que no puedo), o si es más o menos comercial , o cualquier excusa que queramos buscar. Si me gusta, todo lo demás me trae al pairo.
Con Exótica el globo se me ha inflado hasta poco más de la mitad, y ahí se ha quedado. Es el segundo largometraje de Egoyam que veo, y me ha vuelto a ocurrir. Con El dulce porvenir me ocurrió algo similar. No sé si se debe a que Egoyam no termina de darme lo que busco, o a que comienza creando un planteamiento interesante que no desarrolla satisfactoriamente, o a que no sabe cómo resolver las tramas. No sé qué será, pero pienso que lo que quiere transmitir está destinado a espectadores en los que yo no me incluyo.
Que el argumento gira en torno a un trauma, sí lo capto. Que es una historia sobre las obsesiones de un hombre atormentado que cada noche acude al Exótica para consolarse en su extraña relación con Christina, también lo capto. Lo que no acabo de encajar es el papel de algunos de los secundarios. Ni tampoco encajo los flashbacks. Aunque expliquen detalles sobre el pasado, el papel de Eric se me hace absurdo, sobrante y odioso, y no me creo en absoluto el desenlace.
Tampoco entiendo algunos detalles huecos que no llevan a ninguna parte, y los personajes están mal esbozados, así como las relaciones entre ellos. Egoyam, si quieres que me interese por tu película, haz que me meta en ella. Coloca a personajes que tengan un mínimo de interés. Porque, además, para mí sobran casi todos los personajes, están de relleno y son bastante superficiales. Eric, Zoe, Thomas, Victor Garber y Sarah Polley. ¿Qué pintan ahí, en realidad? ¿Qué me quieren contar? Relleno y más relleno.
Ni siquiera Christina ni sus bailes sensuales me convencen. No me creo su supuesta evolución ni su intervención en la trama, aparte de ser un reclamo y crear cierta atmósfera densa junto con Francis, el inspector de hacienda. Él es el único que me transmite algo de intensidad y de credibilidad, pero poca cosa.
Me da la impresión de que se han sacado cosas de la manga. El guión es demasiado incoherente y al final te deja pensando: ¡Anda ya! A otro con ese cuento.
Un día de invierno de 1993, un inspector de Hacienda se presentó sin avisar en la oficina de Atom Egoyan. No había terminado de identificarse y ya estaba quitándose el abrigo.
—Si me dice dónde están los libros de cuentas y los papeles, usted puede seguir a los suyo, que no creo que tardemos mucho, a lo sumo, tres o cuatro días.
Durante ese periodo Egoyan, lejos de acostumbrarse a la situación, se sentía cada vez más incómodo, y eso que no tenía nada que ocultar.
El inspector examinaba concienzudamente facturas, extractos, recibos, agendas y albaranes mediante los cuales reconstruir, a partir del rastro económico, las actividades recientes del cineasta. Su vida, en suma.
Pero el inspector, particularmente callado y hermético, nada revelaba acerca de sí mismo. Ni lo dejaba entrever. Incluso, se diría, hacía por ocultarse tras el humo de los cigarrillos que fumaba con parsimonia.
Para defenderse de la sensación de desnudez, Egoyan concentró sus facultades profesionales en imaginar la vida más íntima del inspector, visualizarlo en sus horas libres. Y le supuso (le pareció un rasgo de coherencia) dedicado a contemplar desnudas a personas inocentes, sin tocarlas, como quien mira a través de un espejo polarizado.
En su fantasía, Egoyan le trasladó a un club de striptease, le hizo cliente asiduo, obsesionado con una stripper que hacía su número vestida de colegiala. Una de nuestras preciosas muñecas. Ahí estaba Mia Kirshner, con faldita plisada…
Un local de atmósfera densa, repleto de rincones y penumbras. ¿Qué da a una colegiala su especial inocencia, amigos?. Obsesionado con mirarla, inspeccionarla, comprobar su candor uniformado, pero sin tocar. El club tenía una regla estricta.
Sí, allí pasaba las horas el inspector, quieto, fijo, metido para adentro y abrumado, no por una preocupación cualquiera, como cuando te bloquean un ascenso, tu mujer te la puede estar pegando o te descubren una mancha en el hígado, no, algo más gordo, una desgracia seria, una tragedia tal vez, ya se irá tramando sobre la marcha, un golpe que intentaba encajar, al finalizar la jornada de inspecciones, por ejemplo en la tienda de un pajarero, un inmigrante que se sacaba un dinero irregular con el contrabando de huevos de un ave exótica… exótica…
Exótica: buen nombre para el club…
Desde su mesa, Egoyen miró al inspector, absorto en el estudio de montones de documentos.
Cuando el inspector levantó la cabeza al oír un carraspeo, Egoyen le dirigió una sonrisa.
Manejar los hilos de un género tan peliagudo como el dramático no debe ser tarea fácil para cualquier director corriente y moliente. De hecho, consagrados cineastas como Von Trier o nuestra Coixet han sufrido en sus propias carnes la ira desatada de las implacables plumas de FA. ¿Su pecado?. Cimentar sus dramas en pilares excesivamente petulantes, artificiosos o intelectualoides.
Todo ello enaltece y dignifica aún más, si cabe, el trabajo de Egoyan. Un director que sabe proyectar como pocos el amargo resabio de la tristeza, de la frustración, de la muerte. Y eso mismo lo consigue Egoyan con un cine sutil y elegante, a años luz de las estrategias altisonantes e impostadas de realizadores menos dotados.
Atom no pretende engañar a nadie, le basta con seducirnos sibilinamente, desplegando sus dotes de encantador de serpientes. Eric, el ‘speaker’ del ‘Exotica’ viene a ser su ‘alter ego’. Ese alguien que nos incita y nos excita musitándonos al oido una morbosa letanía. El escenario, a su vez, constituye un elemento clave en toda esta historia. El ‘Exótica’ es ese lugar, un santuario laico en el que se desnudan cuerpos y almas. Con su oficiante, su liturgia, sus sacerdotisas y sus feligreses. Un lugar donde la voz de Cohen y los contoneos de Mia Kirshner forjan una de las secuencias de mayor tensión sexual del cine de los 90.
Francis y Cristina protagonizan una especialísima relación que aún partiendo de ese ancestral pacto de satisfacción y amparo recíproco, trasciende todo razonamiento inmediato (voyeurismo, disipación, neurosis…) y demuestra como la empatía no necesita de grandes discursos ni entiende de convencionalismos preestablecidos.
Profunda, cautivadora y tremendamente sensual.
Exótica sólo puede ser vista como un cliente más de su club de alterne. Es premisa sinecuanum para poder observar y entender como lo hace Egoyan. Como ya se apuntó, Egoyan, subido al carro de la posmodernidad, consigue con este baile de personajes, alejarse de muchos de los errores de este movimiento. En su mejor trabajo hasta la fecha, Egoyan repite ciertos trucos como la imagen congelada (en este caso de su hija), pero que aquí cobra un significado especial.
Exprime los recursos que en su mano están para que sus personajes puedan respirar (o asfixiarse) acordes a sus papeles. Así, Egoyan busca esas localizaciones tremendamente oscuras (el club o la tienda de animales o la casa de Thomas) hasta el punto de humanizar el propio decorado. Si has llegado a ese punto, sí consigues que las luces de neón te hablen, que las plantas te incomoden, que los acuarios te atrapen, entonces Exótica te ha abducido. Ya no hay marcha atrás, escuchas:
Everybody knows that the dice are loaded
Everybody rolls with their fingers crossed
Everybody knows that the war is over
Everybody knows the good guys lost
Everybody knows the fight was fixed
The poor stay poor, the rich get rich
Thats how it goes
Everybody knows
Everybody knows that the boat is leaking
Everybody knows that the captain lied
Everybody got this broken feeling
Like their father or their dog just died
Everybody talking to their pockets
Everybody wants a box of chocolates
And a long stem rose
Everybody knows
Everybody knows that you love me baby
Everybody knows that you really do
Everybody knows that youve been faithful
Ah give or take a night or two
Everybody knows youve been discreet
But there were so many people you just had to meet
Without your clothes
And everybody knows
Everybody knows, everybody knows
Thats how it goes
Everybody knows
Everybody knows, everybody knows
Thats how it goes
Everybody knows
And everybody knows that its now or never
Everybody knows that its me or you
And everybody knows that you live forever
Ah when youve done a line or two
Everybody knows the deal is rotten
Old Black Joes still pickin cotton
For your ribbons and bows
And everybody knows
And everybody knows that the Plague is coming
Everybody knows that its moving fast
Everybody knows that the naked man and woman
Are just a shining artifact of the past
Everybody knows the scene is dead
But theres gonna be a meter on your bed
That will disclose
What everybody knows