Estigmas
Sinopsis de la película
Bruno es un hombre tosco, fuerte y adicto al alcohol, que sólo intenta ser una persona normal, pero su destino ya está escrito. Un día despierta y sus manos empiezan a sangrar. Lo que da inicio a un viaje de redención a través del sufrimiento, el dolor y la muerte. A partir de ahora tendrá que convivir con sus nuevos estigmas.
Detalles de la película
- Titulo Original: Estigmas
- Año: 2009
- Duración: 98
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Opinión de la crítica
Película
4.3
21 valoraciones en total
Portentoso primer largometraje de ficción de Adán Aliaga, que firma con Estigmas una obra madura, personal, brillante, que desde el minuto uno se aleja del cine convencional para ofrecernos un lúcido retrato de un hombre atormentado al que de forma aparentemente inesperada comienzan a sangrarle las manos. El estigmatizado santo no es más que un mecanismo utilizado por Aliaga para proponer un análisis paradigmático de las religiones y la psique humana, la traición, el explotar al prójimo, poniéndolo en relieve con una lucha de clases a través de varios personajes que trabajan en una feria ambulante.
Con una portentosa fotografía en blanco y negro, Aliaga aporta sobriedad desde la dirección a un guión basado en el cómic homónimo. La historia, repleta de metáforas y juegos visuales, sorprende por su ritmo, ágil, nada tendencioso, que narra en clave hiperbólica la dura existencia de un hombre que debe afrontar el destino de ser quien nunca deseó ser, sacrificarse por el prójimo, salir adelante en un mundo caótico, que no da cuartel ni siquiera cuando se encuentra la esperanza, el amor. La elección de Manuel Martínez como protagonista no podría ser más acertada, es exactamente el tipo de intérprete que podía dar vida a Bruno, un Zangief desaliñado del Strit Faiter sobre el que recae una gran responsabilidad y debe cargar a cuestas con ella.
Con metáforas que navegan entre lo obvio y lo complejo, hay que leer entre líneas para exprimirle todo el jugo a esta obra casi perfecta, que recoge material de varias fuentes y consigue crear un film que, en global, aporta una reflexión sobre la propia vida bajo el yugo de una sociedad ignorante, con detalles de La metamorfosis de Kafka, Crimen y castigo de Dostoievskiy, Sin City de Frank Miller y las obras circenses de Tod Browning, Adán Aliaga se suma un tanto con una de las mejores películas españolas del año y, diría, de la década.
Sus aciertos son mucho más importantes que sus carencias, pura obra de cámara, artesanal, con una fotografía portentosa y una banda sonora exquisita, que se apoya sobre melodías de violín y chelo para aportar cierta melancolía a lo que vemos en pantalla. Una obra lúcida, notable, de gran calado, que merece ser reconocida cuanto antes. Cine de verdad, del que deja un mensaje y hace reflexionar. 98 minutos de brillante alegoría. Digna de estudiarse en escuelas de cine e interpretación por su naturalismo.
Es una pena que el grueso de espectadores de este país acostumbre a tragar palomitas mientras salta en la butaca del cine cuando aparece en pantalla una explosión, que no sepa apreciar un cine de conciencia, que va más allá del espectáculo. Sólo así se explica esta lamentable nota media (3.6 en el momento de realización de este sesudo análisis) que posee Estigmas, una cinta que encuentra en la calma y el sosiego su mayor logro, algo que otros realizadores como Gus Van Sant han puesto en práctica con anterioridad, alcanzando resultados similares.
Tras unos breves retoques, transformo una crítica de Caith_Sith, hecha desde la extrema exageración y con la más sutil de las ironías, en una crítica a la altura de esta obra, que seguramente será odiada por muchos y amada por pocos:
Portentoso primer largometraje de ficción de Adán Aliaga, que firma con Estigmas una obra madura, personal, que desde el minuto uno se aleja del cine convencional para ofrecernos un lúcido retrato de un hombre atormentado al que de forma aparentemente inesperada comienzan a sangrarle las manos. El estigmatizado santo no es más que un mecanismo utilizado por Aliaga para proponer un análisis paradigmático de las religiones y la psique humana, la traición, el explotar al prójimo, poniéndolo en relieve con una lucha de clases a través de varios personajes que trabajan en una feria ambulante.
Con una portentosa fotografía en blanco y negro, Aliaga aporta sobriedad desde la dirección a un guión basado en el cómic homónimo. La historia, repleta de metáforas y juegos visuales, sorprende por su ritmo, ágil, nada tendencioso, que narra en clave exponencial la dura existencia de un hombre que debe afrontar el destino de ser quien nunca deseó ser, sacrificarse por el prójimo, salir adelante en un mundo caótico, que no da cuartel ni siquiera cuando se encuentra la esperanza, el amor. La elección de Manuel Martínez como protagonista no podría ser más acertada, es exactamente el tipo de intérprete que podía dar vida a Bruno.
Con metáforas que navegan entre lo obvio y lo complejo, hay que leer entre líneas para exprimirle todo el jugo a esta obra casi perfecta, que recoge material de varias fuentes y consigue crear un film que, en global, aporta una reflexión sobre la propia vida bajo el yugo de una sociedad ignorante, con detalles de La metamorfosis de Kafka, Crimen y castigo de Dostoievskiy, Sin City de Frank Miller y las obras circenses de Tod Browning.
Sus aciertos son mucho más importantes que sus carencias, pura obra de cámara, artesanal, con una fotografía portentosa y una banda sonora minimalista. Una obra lúcida, notable, de gran calado, que merece ser reconocida cuanto antes. Cine de verdad, del que deja un mensaje y hace reflexionar. 98 minutos de brillante alegoría.
Es una pena que el grueso de espectadores de este país acostumbre a tragar palomitas mientras salta en la butaca del cine cuando aparece en pantalla una explosión, que no sepa apreciar un cine de conciencia, que va más allá del espectáculo.
Unos días atrás era necesario comentar brevemente el curioso -y atípico dentro de nuestras fronteras- caso de Eduard Cortés, un cineasta que después de haberse afianzado con los filmes de género se quemó con su primer y más claro coqueteo con el cine de autor. No pasó por el primer estado Adán Aliaga, que ya en ‘La casa de mi abuela’ se deshizo de los convencionalismos de la no-ficción para configurar un singular documental en el que quedaba clara la voluntad del director para dejar bien visible su firma. Se trata pues de un cineasta que por su coraje a la hora de alejarse de los discursos más predominantes, puede situarse en la esfera de autores con todas las de la ley, como lo son por ejemplo Marc Recha o Javier Rebollo.
Esta catalogación implica buenas y malas consecuencias. En el lado positivo encontramos obviamente la seguridad de que el producto que vamos a ver no será necesariamente nuevo, pero desde luego sí diferente a lo que estamos más acostumbrados a encontrarnos. Donde ya empiezan las arenas movedizas es en el propio factor diferenciador, el mismo que nos atrae, el mismo que nos repele. Es lo que sucede en la mayoría de estas ocasiones, que no dejan indiferente a nadie, sin entender de términos medios. Obviamente ‘Estigmas’ no es la excepción y servidor debe confesar que fruto de la desesperación, en esta ocasión acabó tirando la toalla.
Quizás será culpa de mi mente obtusa que sigue sin estar demasiado abierta a nuevas experiencias, pero lo cierto es que la cinta tampoco pone demasiado de su parte. Por ejemplo, para alguien acostumbrado a la comidilla hollywoodiense, le cuesta Dios y ayuda ver de qué va el asunto. Es por ello que los indicios externos como el que el guión esté basado en un comic de Lorenzo Mattotti y Claudio Piersanti insinúan que quizás (y sería conveniente repetir la palabra quizás) todo se trate de un peculiar acercamiento al mundo de los superhéroes. De hecho, esta vía goza de los puntos suficientes como para contemplarla como una opción sólida. A saber, la presentación del protagonista como un ser distinto a los demás, la caracterización de sus némesis, incluso las ligeras reminiscencias de Shyamalan (en el descubrimiento de un héroe anónimo que se fomenta en la cotidianidad) o Daniel Knauff y su obra maestra televisiva, ‘Carnivàle’ (por su recta final, sus pasajes oníricos, o lo tenebroso de su propuesta visual, marcada por un blanco y negro muy oscuro).
Para mi ante todo Estigmas es una película valiente, no solo por que sea en blanco y negro, con un actor no profesional o de poco presupuesto, no, es valiente porque un recién llegado a esto del cine se atreve a salirse de la norma, de las estructuras manidas y los recursos fáciles. Estigmas cuenta una historia triste, muy dura y lo hace de la mejor manera para que ese sentimiento llegue al espectador, sin concesiones, sin dar las ideas mascadas y sobretodo donde todo el peso de la historia recae en lo puramente visual, las imágenes.
No es una obra maestra ni muchísimo menos, hay momentos flojos, pero solo por lo arriesgado de la propuesta merece un fuerte aplauso.
¿Nuevos rumbos para el cine patrio? Deseosos de que así sea.
Mis felicitaciones más efusivas y sarcásticas al director de esta soporífera galería fotográfica. Una sucesión de fotogramas en blanco y negro no la convierten en una película íntima ni trascendente. Hace más de cien años que se inventó el cinetoscopio y desde entonces hemos visto miles de películas íntimas y trascendentes en b/n, color, animación, etc. El mejor trato estético de un film no le hace ser mejor, más bien te mantiene en la butaca con la esperanza de que ese gusto únicamente estético que se le presume en los primeros minutos concluya en algo más que eso. Pero no, no fue posible encontrar nada más, con lo que el hastío se va convirtiendo en sentimiento de engaño. Porque no olviden, señores directores, que el cine existe porque hay un público siempre diverso y ávido, no un grupo de amiguetes de los cuales conocemos la condescendiente opinión antes de filmar el primer fotograma.
Por supuesto no voy a criticar al bueno de Manolo Martínez. Se intuye que es la perfecta marioneta disciplinada y entrañable movida por los hilos de otro pretencioso director con ínfulas de gran esteta. Estar en todos los planos de la película no debe ser fácil para un primerizo y Manolo lo solventa como un heróico jabato, aunque no como un actor.
El ritmo lento hasta el sopor convierten una historia con pequeños pero interesantes mimbres en una sala llena de fotografías que recorrerías en lo que dura un lanzamiento de peso.
Lo siento, otra vez acertará.