Están todos bien
Sinopsis de la película
Matteo Scuro (Marcello Mastroianni), un funcionario rural ya jubilado, decide recorrer Italia para visitar a sus cinco hijos, que viven en diferentes ciudades. Pero, desgraciadamente, este viaje sólo le sirve para comprobar que, bajo una apariencia de prosperidad y bienestar, la vida de sus hijos y sus familias está marcada por la tristeza y la insatisfacción. Tras el éxito de Cinema Paradiso , Tornatore vuelve a hacer un emotivo melodrama que, además de buenas críticas, obtuvo el Premio del Jurado en Cannes.
Detalles de la película
- Titulo Original: Stanno tutti bene
- Año: 1990
- Duración: 126
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Opinión de la crítica
Película
7.3
27 valoraciones en total
Después de Cinema Paradiso (1988), uno de los más grandes éxitos de crítica y público del cine italiano, difícil era que el joven director siciliano Giuseppe Tornatore (nacido en 1956) pudiese lograr un resultado parecido. Sin embargo, su siguiente película, Están todos bien mantiene bastante bien el tipo, gracias en gran medida al savoir faire de su protagonista, Marcello Mastroianni.
Están todos bien es una singular road movie que narra el viaje de un anciano siciliano, interpretado por Mastroianni, a diferentes ciudades de Italia para visitar a sus cinco hijos, ya que ellos, por alguna razón que él desconoce, no han acudido como cada año a visitarlo a su pueblo de Sicilia. La película se articula por lo tanto como un recorrido del sur al norte de Italia (llamativo cuántas películas italianas hacen uso de este motivo del viaje norte-sur, o viceversa, muchas veces para poner de relieve las enormes diferencias entre las dos zonas del país), en que el protagonista Matteo Scuro (nombre bastante simbólico, este de oscuro ) pasa sucesivamente por Nápoles, Roma, Florencia, Milán y Turín. Pero este recorrido exterior, que ofrece por cierto un hermoso repertorio de paisajes urbanos de las citadas ciudades) es a la vez un viaje interior, en el que lo que importa es la transformación del protagonista a medida que va descubriendo cosas que no sospechaba acerca de sus hijos. La película, como es frecuente en el cine italiano, mezcla sabiamente lo trágico y lo cómico, lo grave y lo ligero, aunque no puede dejarse de notar que predomina, sobre todo hacia el final del filme, un tono oscuro en consonancia con el apellido del personaje principal.
Giuseppe Tornatore nos brindaba aquí un drama familiar sustentado en la figura del nono, el anciano abuelo que se recorría la geografía italiana para poder honrar la buena vida de sus hijos. Es una película con una historia sencilla, pero apasionante, profunda y de gran carga psicológica. Es triste ver la soledad de ese hombre que vive en un mundo irreal, imaginario, cargado de nostalgia y melancolía. Sin una esposa presente, y con unos hijos que ya abandonaron el nicho familiar hace años para buscarse un futuro mejor (hay que tener en cuenta que en Italia hay una fuerte emigración del sur al norte).
A través de Matteo Scuro, interpretado de una manera fabulosa por Marcello Mastroianni, recorreremos las sporche strade de Napoli, la ancestral Roma, la renacentista Firenze o las opulosas e industriales Milano y Torino. Ciudades en las que sus hijos podrán recrear la farsa de esa vida anhelada por su padre para ellos, vivir en el sueño de ese hombre que saca pecho, en un país tan tradicional, acerca de su familia. Un famoso político, una modelo de pasarela, una importante ejecutiva o un gran percusionista. Eso es lo que piensa él, pero, poco a poco, va dándose cuenta de la realidad. Es una película desmitificadora, dura. Cargada de soledad y dolor que nos muestra, en gran medida, el cambio de valores en una sociedad occidental como Italia. La familia ya no es lo que era debió pensar Matteo, un hombre que dedicó, junto a su mujer, toda su vida a la felicidad de sus hijos. Tornatore toca la fibra sensible gracias a este desolador y melancólico viaje. Un viaje que concluye con un stanno tutti bene del anciano dirigiéndose a la lápida de su mujer, como acogiéndose en los días que le restan a ese mundo, el suyo, con el que creció, ya en decadencia.
Creo que es la película más pesimista que he visto en mucho tiempo, comparable al insondable pesimismo de Buñuel. Pero si en el turolense era seco, despiadado y brutal, en el siciliano es melancólico, plagado de nostalgia y de una amargura dolorosa que invita a las lágrimas. La hiel que contiene circula por por el torrente sanguíneo hasta el corazón y oprime los lagrimales, porque Tornatore es un adalid de los corazones rotos, de las ilusiones que se van perdiendo recodo a recodo.
Es indescriptible cómo emociona un anciano y desvalido Marcello Mastroianni, antaño galán del estrellato mundial, ahora reducido a un viejecito de gafas de culo de vaso, entusiasta cabeza de familia que viaja enseñando la foto de sus hijos y pregonando su orgullo paternal a unos pasajeros que en el mejor de los casos miran la foto y lo escuchan sólo por educación.
Recién salido de su Sicilia natal tras muchos años sin pisar la Italia continental, se le ve fuera de lugar en esas ciudades aceleradas, abarrotadas de tráfico y de muchedumbres indiferentes y presurosas. Se acentúa su aislamiento de caballero anticuado que camina entre gente estresada, entre músicos callejeros y mendigos, entre avezadas tribus urbanas, rateros y dementes. La ciudad no es para mí , grita a los cuatro vientos su estampa entrañable de anciano de otra época expuesto a los peligros e ingratitudes de la gran urbe. Cargado con sus maletas, no realiza precisamente su entrada triunfal, a pesar de que se esfuerza por mantener su sonrisa bonachona y su ánimo benevolente. En su tour a la búsqueda de sus hijos desperdigados, pronto empieza la cruda realidad a desgarrarlo con sus zarpas. Pobre ingenuo, que creía sorprender a sus retoños con su visita inesperada y es él el sorprendido cuando ninguno lo recibe como él esperaba, ni lleva la vida de fábula que en la distancia el padre, ciego por negarse a ver, había idealizado.
Así marcha de tren en tren, de ciudad en ciudad, y el entusiasmo y locuacidad iniciales se van trocando en tristeza y desgana, y la foto cada vez parece más mentirosa, más falsa, pura apariencia de una quimera que sólo existía en su imaginación.
Pronto el velo se cae y deja al descubierto la verdad desnuda, que él cometió el error de pretender que sus hijos iban para cargos importantes, que eran talentosos artistas, genios que tenían que llegar muy arriba, les puso el listón mucho más alto de lo que podían alcanzar y ahora recoge los frutos de la cosecha malograda por haberle pedido demasiado, por no haberla dejado madurar a su aire, por haberla asfixiado abusando de los fertilizantes.
Y no es que lo hiciera por maldad, pues los ama, lo hizo porque creía que era lo mejor para ellos, pero a menudo los padres se obstinan en lo mejor aunque no sea lo que los chicos quieren ni pueden conseguir. Esa es una de las grandes equivocaciones en la misión de ser padres: no ver a los hijos tal como son sino como nos gustaría que fueran, ni dejarles elegir su propio camino. Eso crea una insatisfacción muy profunda, alejamiento del seno familiar y finalmente origina un mundo de incomunicación, fingimientos y secretos.
Siempre he pensado que Tornatore es uno de los directores que de mejor forma representa el lenguaje cinematográfico, juega mucho con los simbolismos tanto visuales, como en los diálogos, o momentos de sus películas. En esta ocasión no se queda atrás con esta trama que nos muestra a un anciano siciliano (enorme actuación de Mastroianni) que decide viajar por toda la Italia continental para visitar a sus hijos a modo de sorpresa.
Él está seguro que son personas de éxito en los trabajos que desempeñan (ellos también se lo han dado a entender) y que viven una vida perfecta (imagino que es el deseo de todo padre), sin embargo, con el pasar de las visitas se da cuenta que no todo es tan positivo como él se lo imaginaba, enfrentándose ante la realidad de la indiferencia de ellos y su soledad. Tal vez sea el hecho que solo con sus pares se pueda sentir bien, sin dejar de lado que el entusiasmo con el que empieza el viaje se va perdiendo poco a poco, esto es algo que se ve de forma sencilla en la fotografía que lleva en su billetera (lo que les menciono del lenguaje).
Así mismo, está la visión que tiene de sus hijos, en cada visita, en cada reencuentro los ve por un pequeño lapso como niños, como las criaturas que el junto con su esposa crío con el afán de que fueran personas importantes y de bien. A fin de cuentas esto también se ve a lo largo de la película en unas secuencias que suceden en una playa, las cuales están representadas a modo de flashback-pesadillas por parte del padre, donde en cierto momento incluso ve como los pierde y se van de su lado.
Es una película bella con una gran crítica ante el abandono de las personas mayores (nuestros padres, nuestros abuelos y nosotros mismos, a fin de cuentas nadie se va a escapar de esa etapa de la vida), recomendada para todos y por cierto, como es costumbre en este director mezcla muy bien el drama con la comedia lo que hace la película muy llevadera.
Para los que crecimos en el seno de una familia italiana, no alcanzan los pañuelos.