Estación Unión
Sinopsis de la película
A Joyce Willecombe le inspiran desconfianza dos hombres que viajan con ella en el tren, llama entonces a Calhoun (Holden), el jefe de policía de la Estación Unión. Aunque éste, al principio, se muestra escéptico, todo parece indicar que los sospechosos están implicados en un caso de secuestro, razón por la cual Calhoun pide ayuda al inspector de policía Donnelly, pero los secuestradores son muy escurridizos.
Detalles de la película
- Titulo Original: Union Station
- Año: 1950
- Duración: 80
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Opinión de la crítica
Película
6.6
74 valoraciones en total
Rudolph Maté, director de fotografía de origen húngaro (Gilda, To Be or Not to Be, Las modelos, Enviado especial, entre muchas otras), decidió en 1947 pasarse a la dirección, con lo cual perdimos un excelente operador y ganamos un discreto realizador. Sus mejores títulos aparecen al principio de su nueva carrera, como Con las horas contadas y Marcado a fuego. Unión Station está a la altura de los anteriores. Las vicisitudes de un agente de la policía ferroviaria para capturar a un peligroso criminal que tiene secuestrada a la hija ciega de un millonario están contadas con sentido de la intriga y un ritmo que no desmaya en ningún momento. Es un buen ejemplo del film noir de los 50: metraje breve, narrativa seca y concisa, diálogos restallantes, fotografía en B/N que aprovecha lo mejor de las tomas urbanas y los decorados. En este sentido, véase la persecución en los túneles de la estación, deudora de El tercer hombre pero con personalidad propia. Interpretaciones adecuadamente enérgicas, con un sobresaliente para Lyle Bettger, uno de esos malos que te quedan grabados en la retina y en la memoria para siempre. Fitzgerald, campechano como siempre, y la parejita Holden-Olson, recién salidos de El crepúsculo de los dioses, dan vida a los protagonistas de una película felizmente recuperada tras años de oscuridad.
Cine negro policiaco servido con fluidez y eficacia narrativa por el realizador nacido en Polonia y establecido en Hollywood, Rudolph Maté. El guión, denso y acertadamente abreviado, es de Sydney Boehm. Desarrolla un argumento de Thomas Walsh (Nightmare in Manhattan, 1949). Se rueda en interiores de la estación central de L.A. (Union Station), en escenarios exteriores de L.A., en la 3ª Avenida de Manhattan (NYC) y en los estudios de la Paramount (Hollywood). Producido por Jules Schermer (El hombre de Colorado) para la Paramount, se proyecta por primera vez en público el 4-X-1950 (NYC).
Los personajes centrales son el teniente de la policía de los ferrocarriles de CA, William Calhoun (Holden), con sede de Union Station, una muchacha ciega por causas sobrevenidas en la adolescencia, llamada Lorna Murchison (Roberts), hija del próspero empresario Henry Murchison (Hayes), el inspector de policía Donnelly (Fitzgerald) y Joyce Willecombe (Olson), amiga de Lorna y secretaria de su padre. La caracterización de los personajes se presenta definida en base a un conjunto de rasgos básicos, elegidos con coherencia, que componen una galería de figuras contundentes y precisas, fácilmente identificables por el público.
El policía Calhoun es inteligente, riguroso, experto y tiene cualidades de líder, pero a la vez es desconfiado, presumido, escéptico, resabiado y quisquilloso (le irrita que le llamen Willy). Está tan acostumbrado a tratar con grandes y pequeños delincuentes, que piensa que todos sus interlocutores son mentirosos y delincuentes. Joyce es temperamental, la dominan las emociones, es intuitiva y honrada, carece de dobleces y es sincera más allá de su voluntad. A la vez, es pundonorosa y la suficientemente fuerte para defenderse de las pullas que le echa con cinismo y cierta agresividad el teniente Calhoun. Los dos desarrollan una sorda y divertida lucha de sexos en la que Joyce nunca queda desairada. Donnelly es un viejo zorro de la policía, que sabe más por experiencia y los instintos que le ha dado la naturaleza, que por lo que establecen los manuales convencionales de investigación policial.
La acción mantiene una intensidad elevada y absorbente a lo largo de todo el metraje hasta que éste alcanza el clímax de una secuencia final memorable, empeñada curiosamente en demostrar que el lugar de los hechos, pese a las apariencias, es limitado, reducido y está dispuesto en forma circular (tras una larga carrera, los personajes se encuentran en el mismo lugar de salida).
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El mismo año que dirigiera D.O.A., Rudolph Maté se encargó de este noir para la Paramount. El talentoso director de origen polaco rueda un police procedural lleno de violencia, de comportamientos ruines, ambiguos y en donde, nuevamente, la línea entre el bien y el mal vuelve a quedar bastante borrosa. La acción se sitúa en una estación de tren, en ella, se desarrollará el secuestro de Lorna Murchison, una joven ciega e hija del millonario Henry Murchinson. La aparición en escena del teniente de policía de la estación William Calhourn (William Holden) y del inspector Donnelly (Fitzgerald) dará comienzo a la resolución del caso.
El misterio que envuelve al secuestro es bastante convencional, lo cual no oculta los innumerables aspectos de calidad que ofrece el film. Para comenzar podemos hablar del ritmo que Maté imprime a la historia. La cadencia es rápida, sin descanso: se desarrollan las escenas de acción, precedidas de persecuciones, seguimientos, interrogatorios…los diálogos son pocos, las palabras, las precisas. Con esto, y junto con un breve metraje, el director mantiene en continuo suspense a un espectador al que no se le está permitido ni un segundo de distracción.
La fotografía de Daniel L. Fapp aparece en las escenas más importantes, como en el desenlace o en el interrogatorio en las vías del tren a uno de los secuestradores, oscureciendo no solo la pantalla, sino también la moral de alguno de los personajes. Por otra parte, tiene el gran acierto de captar magníficamente el ambiente de la estación, el ajetreo sin cesar de pasajeros, yendo y viniendo, la presencia en segundo término de las conversaciones, de los murmullos, del altavoz de información o de los trenes entrando y saliendo, permiten vivir prácticamente in situ toda la acción, en una puesta en escena ejemplar y que es, sin duda, lo mejor de la película.
El trasfondo pederasta y los poderosos instintos asesinos del cabecilla del secuestro, el comportamiento un tanto ambiguo de la policía o el impactante final a lo The Third Man, completan un film que merece la pena ser visitado por su ritmo y por su solvencia, y que disfrutarán especialmente los amantes del noir policial.
Narrativamente brillante, Unión Station, no es que posea de la tensión fílmica que tanto esperaba. Además, el poco carisma conseguido por algunos actores del elenco (sobretodo de los antagonistas) han supuesto una pequeña decepción para mí. Y es que había leído grandes críticas sobre este film, a pesar de su leve reconocimiento y popularidad cinematográfica.
Union Station es un excelente ejemplo de thriller noir de la década de los 50 hollywoodiense. Con retazos reminiscentes a El Tercer Hombre, en la película sobre todas las cosas destaca la Estación, como el verdadero protagonista que encumbra la obra, y no es para menos, ya que esta clásica estación californiana ha servido como escenario para obras como Blade Runner, Batman o El Buscavidas.
Además, la película bien merece su revisionado por otras razones atrayentes:
– Sus vibrantes y conseguidas secuencias de persecución.
– Su inicio presentando a la Estación, y su final domo cenit clásico de la historia.
– Su inusual controversia moral, con policías maltratadores, limpiadores de color en la estación, instintos criminales de lo más rastrero, pedofilia encubierta, etc.
– La tensión narrativa, con ochenta minutos casi sin descanso que te dejan sin aliento.
– El rostro de Barry Fiztgerald ¿está siempre con cara de cachondeo?
Estación Unión, pequeña joya a descubrir.
Rudolph Maté fue en principio director de fotografía, y no uno cualquiera sino uno de los más grandes, de sus ojos salieron las luces y sombras de películas como ‘Vampyr’ (id, Carl Theodor Dreyer, 1931), ‘Ser o no ser’ (‘To Be or Not to Be’, Ernst Lubitsch, 1942) o ‘La dama de Shangai’ (‘The Lady From Shagai’, Orson Welles, 1947), su último trabajo como director de fotografía antes de sentarse en la silla de director, en la que, siempre moviéndose dentro de la serie B, realizó bastantes películas a tener en cuenta. Sin duda la más conocida es ‘Con las horas contadas’ (‘D.O.A.’, 1950), ese mismo año, con el incansable en aquellos años William Holden, rueda otro film estupendo, ‘Estación Unión’, una pequeña joya de la tensión que no da respiro al espectador en ningún momento, y que continúa la moda de realizar thrillers en escenarios naturales.
Sin duda, el tren es uno de los medios de transporte más cinematográficos. Pero, ¿qué hay de las estaciones? Hemos visto emotivas despedidas en los andenes, secuencias de acción aisladas, pero nunca se les ha dado tanto protagonismo como en esta película. ‘Estación Unión’ es cine negro, es cine de acción, es cine policíaco, y todo, dentro de una estación de tren con un tráfico diario de 80.000 personas (ambientada en Chicago, pero rodada en la Union Station de Los Angeles).
En la película no todo es blanco o negro, sino que como todo buen film noir, la atmósfera y la psique de los personajes está llena de maravillosas tonalidades de grises. Es una película directa, prácticamente todas sus escenas ayudan a que la trama avance, no hay escenas superfluas de relleno ni concesiones al sentimentalismo en el que suelen caer las películas de secuestros. Tras una brevísima, pero suficiente presentación de los personajes, al poco de comenzar la película, ya estamos atrapados de lleno en la acción, como observadores privilegiados de lo que ocurren en la estación. Maté incluso utiliza en diversas ocasiones planos detalle para ayudar al espectador a que siga la trama. Una vez dentro, es difícil apartar la vista de esos policías duros, que pueden llegar a parecer tan violentos como los propios criminales y de unos crueles secuestradores capaces de cualquier cosa.
Maté realiza una labor sobresaliente al rodar unas trepidantes escenas de acción, tanto por la ciudad y los trenes elevados de Chicago, como por las tripas de la estación. Escenas duras y directas que son sin duda un referente de lo que era el cine de acción en los años 50. Sin embargo, donde realmente demuestra su valía, es en las escenas de la estación, perfectamente coreografiadas entre los protagonistas de la acción y el inmenso tráfico que se genera en el vestíbulo, donde es necesario dar una sensación de movimiento y aglomeración sin que el espectador pierda de vista a los protagonistas y el hilo de la trama.
Una excelente muestra de ese cine de negro de acción de los años 50, un cine directo, duro, con detectives fríos y cínicos y espectaculares persecuciones, en las que los guiones y la maestría de los directores bastaban para hacer vibrar al público ante una pantalla de cine.