Esperanza y gloria
Sinopsis de la película
En plena Segunda Guerra Mundial, a las afueras de Londres, el joven Bill Rohan es un inocente niño inglés que vive la guerra como una experiencia apasionante y llena de emociones que ponen fin a la rutina diaria. En unos tiempos tan trágicos como convulsos Bill descubrirá nada menos que el sexo, el amor, la hipocresía y la muerte, mientras los adultos tratan de sobrevivir mientras hablan de patriotismo, esperanza y gloria… Basada en recuerdos de la infancia del director.
Detalles de la película
- Titulo Original: Hope and Glory
- Año: 1987
- Duración: 113
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Opinión de la crítica
Película
6.7
100 valoraciones en total
Basándose en unos supuestos recuerdos de su infancia, carentes según lo visto de todo interés, Boorman nos aburre con unas cuantas anécdotas bastante sosas.
A la historia le falta gracia y chispa, y esas carencias de origen tienen difícil solución en las fases posteriores de la producción (guión, dirección, montaje).
Los actores, sobre todo el abuelo, mal, poco creíbles, sobreactuados.
Los diálogos, en muchas ocasiones, fuera de lugar y superfluos.
Mediocre película.
Que John Boorman es un cineasta personal, en el sentido que él mismo suele escribir y producir sus films, tomándose todo el tiempo del mundo para llevar a buen puerto sus propuestas, nadie lo puede discutir. Ese sentimiento de autor suele redundar en propuestas originales y sugestivas, en esta ocasión el cineasta repasa sus recuerdos de infancia, pero al mismo tiempo quiere encontrar un equilibrio formal y narrativo más clásico, más arquetípico si se quiere, tomando como referente obras bien consensuadas públicamente como: La señora Miniver de William Wyler, La vida manda de David Lean, o Yanquis de John Schlesinger.
Esperanza y gloria narra algunos hechos acontecidos en Londres durante la 2ª Guerra Mundial, cuando la capital británica aparecía poblada de mujeres, viejos y niños a la espera de que el marido, el padre volviera sano y salvo al hogar, y el desasosiego de recibir una carta con nefastas noticias del imposible regreso. Es obviamente, un melodrama sobre la retaguardia, planteado con todos los lugares comunes de este tipo de historias, sólo que aquí está planteada desde una óptica infantil, desde el prisma distorsionado sin duda, por el paso del tiempo, de un Boorman que evoca con cálidas imágenes los años vividos bajo la opresión de los bombardeos germanos, que terminaría siendo para esa mente infantil una especie de juego más intenso y estimulante que la vida cotidiana y familiar, las correrías amorosas de su hermana, los problemas de sus padres y los gratos momentos de esparcimiento con su abuelo.
Como no podía ser de otra forma, la música británica popular, ceremoniosa y patriótica como el célebre tema musical compuesto por Edward Elgar, con el que titulo esta reseña, además del himno británico, ilustran en momentos claves de celebración de la familia protagonista. El film se articula sobre recuerdos seguramente manipulados por la reconversión adulta del propio protagonista, el cineasta, que logra hacer fluir a través de los juegos infantiles y otras aventuras de niñez una magia especial que sirve para recrear lo banal y lo importante en la vida de aquellos seres sufriendo en la retaguardia. Film de estética y factura elegante, de momentos poéticos y románticos, una película nostálgica que puede entenderse como un eslabón coherente en la carrera de Boorman, una vez más plantea el conflicto entre civilización y barbarie, como lo hacía en La selva esmeralda o en Defensa. Una película sencilla, humana y nada desdeñable.
John Boorman es uno de esos cineastas a los que cuesta ceñir a un estilo, un hombre que ha nacido para llevar el calificativo de inclasificable por toda la extensión de su larga obra, un hombre que se ha enfrentado a multitud de retos audiovisuales y que, aún con una tremenda irregularidad en el global de su carrera, nunca ha dejado indiferente a nadie. Y es que, quizás, habría que hablar de él como del hombre cuyo estilo era el no tener un estilo, sino ser cambiante (no en un modo despectivo) y poder elegir de qué forma encarar una nueva producción. Y, como director inclasificable que es, quizás la rareza dentro de su filmografía sea una de las películas más sencillas en apariencia: Esperanza y Gloria, basada en las memorias del propio realizador inglés durante su infancia a través de la Segunda Guerra Mundial. Y, como casi todas sus películas, marcada casi inevitablemente por la irregularidad, porque nos encontramos con una película llena de momentos admirables, pero también con otros fragmentos ciertamente poco llamativos y a los que, quizás, les faltaba un punto de maduración en el guión.
Y es que al hablar de Esperanza y Gloria hay que hacerlo desde dos perspectivas bien diferentes, tal y como se divide la película: enfrentándonos a escenas de costumbrismo, con las actividades de los adultos, quizás la parte menos interesante (aunque no deja de ser necesaria), y aquellas en las que el joven Billy, Alter Ego de Boorman, nos muestra su visión de la guerra como un patio de recreo, con el disfrute de los pequeños detalles aunque también hay que puntualizar que el relato está basado enteramente en el punto de vista de nuestro joven protagonista. ¿Por qué? Porque desde la situación más inocente a la más dramática están intrínsecamente relacionadas, dependiendo única y exclusivamente del mundo casi fantasioso que se ha ideado el pequeño personaje y su grupo de pequeños gamberretes que campan a sus anchas por las desoladas calles del suburbio donde vive la familia. Y es que la película se desliza suavemente de un mundo al otro, con dureza y ternura, intentando introducirnos en la complejidad de la guerra sin olvidar que, en definitiva, estamos presenciando casi una comedia. Un poco lo que intentó, con escasa fortuna, Roberto Benigni en La vida es bella. Por suerte, el realizador de El sastre de Panamá está más afortunado y es infinitamente más sutil que el italiano.
Porque no había otra forma de acercarse a una historia así, donde se toma la guerra casi como un hecho mágico, que la sutileza. Por ejemplo, en una de las escenas más bellas de toda la cinta, la cámara recorre las casas destrozadas en un travelling lateral, mostrando en primer plano cómo los adultos intentan buscar cosas entre los escombros, sus enseres personales y cosas aún utilizables, mientras al fondo del plano, recortados en silueta por el horizonte, un grupo de los amigos de Billy recorren los escombros buscando (y festejando al encontrarlo) su preciado botín de guerra: la metralla, algo así como los cromos de fútbol para los niños, que compiten entre ellos a ver quién tiene más y mejor. Ese contraste es constantemente el que batalla en la cinta, el intento de adentrarnos en un mundo mágico, de aventuras y donde cada hecho es sorprendentemente espectacular, con un intento costumbrista cercano al que nos ha mostrado, aunque con más acierto, Terence Davies en películas como Voces distantes.
Normalmente el artista cuando llega a cierto estatus se cansa de contar cosas de los demás y termina por hablar sólo de sí mismo. Le pasó a Umbral y le pasa a Gala. Es la fama la que hace que lo egocéntrico acabe por imponerse pensando que la mejor historia es la de uno mismo. Pero siendo honesto sólo en contadas ocasiones, la vida de los directores de cine merece una película. Y mucho más si esta es su etapa infantil.
El británico John Boorman, endiosado en la década de los ochenta gracias a esa obra maestra que es Excalibur, nos cuenta en Esperanza y gloria sus años mozos. La película no es que sea mala, no, es que es completamente insustancial y aburrida. Como el director lo sabe, va introduciendo una serie de historietas día sí día no, que pueda añadirse a los acontecimientos estrictamente familiares.
Pero John, no te engañes. Ni en tú barrio cayó un aviador, ni un globo aerostático fue disparado y ni mucho menos tú calle estaba tan arrasada. Berlín o Dresde sí lo estaban.
No es que te falle la memoria, es que piensas que por transcurrir tu infancia en la SGM ya tiene interés, y no tiene por qué. Menos mal que no viviste en Hiroshima, hubieras hecho una serie de treinta capítulos. Estoy seguro que muchos de nuestros amigos de filmaffinity tienen una historia que contar de su niñez más entretenida. Pero claro no son ingleses y nunca los nominarán a cinco Oscar.
Desde luego al que le guste los episodios de la familia Alcántara que cada semana se emite por televisión, no les defraudará, eso sí, esta es mucho más aburrida. Y por supuesto que está a años luz de El imperio del sol, película con niño en guerra y de ese mismo año.
Lo mejor como suele pasar en este tipo de producciones, todo el envoltorio. Afortunadamente esta camiseta de moda cada vez es menos conocida. El tiempo alguna vez acierta.
Niños envueltos en el cruel universo de la guerra, de eso trata Hope and Glory pero desde una perspectiva más cercana a la fantasía idealizada de Big Fish que a la crudeza salvaje de La Tumba de las Luciérnagas… ¿no es maravilloso? que puedan existir películas tan radicalmente opuestas partiendo de unos mimbres parecidos.
Sin duda alguna un canto a la añoranza y a la libertad de la infancia, recomendable para toda la familia.
P.D.: Como curiosidad destacar que aquél año compitió junto a otra película de similar planteamiento en los oscars, entre ellos el de mejor fotografía, el cuál se lo acabó llevando El Último Emperador de Storaro para desesperación de Rousselot y Allen Daviau. Por supuesto la película era El Imperio del Sol … otro chavalín con problemas con la guerra como telón de fondo.