En las rayas de la mano
Sinopsis de la película
El oficial inglés, Ralph Denistoun (Ray Milland), está en la Alemania nazi cumpliendo una misión de espionaje cuyo objetivo es descubrir la fórmula del gas venenoso usado por Hitler. En el viaje conoce a Lydia (Marlene Dietrich), una hermosa gitana que le será de gran ayuda.
Detalles de la película
- Titulo Original: Golden Earrings
- Año: 1947
- Duración: 95
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Opinión de la crítica
Película
6.2
23 valoraciones en total
El guion algo rocambolesco de Abraham Polonsky -uno de los más reconocidos miembros del grupo de directores y guionistas a los que se impidió trabajar tras negarse a declarar frente al Comité de Actividades Antiamericanas en la década de los 50- nos sitúa en Londres, en el otoño de 1946, recién acabada la guerra. El mayor Ralph Deniston rememora a través de un largo flashback cuando fue enviado como agente británico a Alemania, antes de estallar el conflicto, en una misión para averiguar si los nazis han desarrollado un gas venenoso mortal.
Suerte de road movie con ligero mensaje antinazi es, posiblemente, una de las películas menos interesantes de la etapa más brillante de la carrera de Leisen, hasta cierto punto disculpable, si lo vemos como un divertimento, seguramente necesario, después de haber rodado una agotadora e intensa obra maestra como To each his own (1946, Vida íntima de Julia Norris) con Oscar incluido para Olivia de Havilland.
Aquí los escenarios al aire libre y campestres son algo ajenos al cine urbano y sofisticado de Leisen y la película basa casi exclusivamente todas sus bazas en el posible brillo y dudosa química de la pareja protagonista, enmarañados en una poco creíble historia de amor, con una sobreactuada Marlene Dietrich ahuecando mofletes y un comedido y excelente Ray Milland en su única película juntos.
En Recuerdo de una noche descubrí la filmografía de Mitchell Leisen, director más que interesante aunque un tanto olvidado. Me propuse darle un repaso a su filmografía y acabo de hacerlo con En las rayas de la mano (Golden Earrings), película del 47 con Marlene Dietrich y Ray Milland, dos actores Wilder (por decirlo de algún modo), recordemos Días sin huella ó Berlín Occidente, pero sin apenas química entre ellos.
Las relaciones Leisen – Billy Wilder pasaron por más fases de desencuentros que de encuentros, especialmente por el tratamiento dado por Leisen a los guiones de Wilder, quien, del mismo que Preston Sturges, llegó a dirigir sus propios guiones porque no le complacía el enfoque de Leisen. Evidentemente, todos los aficionados al cine nos congratulamos de la decisión de Billy Wilder de coger la batuta directiva, pero tampoco hay que cargar las tintas sobre Leisen, a quien considero un tanto injustamente tratado.
En las rayas de la mano no es su mejor trabajo. Eso está claro. El flashback resta suspense a una historia muy predecible y un tanto descafeinada que va languideciendo por momentos sin que ni siquiera Marlene Dietrich en su papel de zíngara consiga avivar. Una cierta tensión en el punto culminante de la misión y poco más. ¿Culpa de Leisen? No lo creo. Aquel Recuerdo de una noche me dejó muy buenos recuerdos. Seguiremos informando…
La historia arranca cuando en un club inglés algunos de sus socios descubren y comentan intrigados que otro socio, Ralph Denistoun, oficial del ejército por más señas, lleva los lóbulos de las orejas taladrados. Por descontado que nadie se ha atrevido a preguntarle la razón de tal anomalía. Sólo cuando uno de ellos coincide con Denistoun (Ray Milland) en un viaje en avión osa interrogarle. Y Denistoun se lo cuenta… y a nosotros, de paso.
Quizá En las rayas de la mano no se halle entre las mejores películas de Leisen – está muy lejos de las estupendas Si no amaneciera , Recuerdo de una noche o Mentira latente – pero no deja de tener su interés, aunque solo sea por la suma de novedades que aporta. En primer lugar, y destacado, Marlene Dietrich muestra aquí los ojos más grandes de la historia del cine. En su improbable papel de gitana, a bordo de su carromato y dando consejos y diciendo la buenaventura a quien se le ponga por delante, no deja de tener su gracia ver a la protagonista de El ángel azul con la cara tintada y ataviada como se supone que irían las gitanas por la Alemania nazi. Ahora, eso sí, también se la ve tratando de cruzar el cauce de un
tumultuoso arroyo sobre un tronco de árbol calzada con zapatos de tacón. Esas famosas piernas había que realzarlas como fuera… Luego está el magnífico detalle del sarcasmo sangriento con que se trata un discurso de Hitler, transmitido por radio y escuchado devotamente por miembros de las SS a los que los ladridos de un perro furioso impide oír. La similitud fónica entre esos ladridos y el vociferante Führer no se le debe escapar al espectador atento. ¿Qué más?. Alguien ha hablado de la escasa química existente entre Ray Milland y la Dietrich, y es cierto: a través de un viaje en carromato, los dos solos, ella, enamorada y mostrándose abiertamente como gitana sumisa y orgullosa de su hombre, las escenas de pasión brillan por su ausencia, hasta el punto que uno llega a preguntarse si no habría de por medio consideraciones racistas que los mantuvieran alejados. Quizá sea más lógico atribuirlo a la falta de química, pero llama realmente la atención, más parece el viaje de un par de hermanos que el encuentro de una pareja de enamorados.
Mitchell Leisen, especialista de la comedia ligera americana, no resolvió muy acertadamente esta historia mezcla de comedia y drama bélico. Quizás, por aunar ambos géneros, Leisen dirige de manera brillante las escenas más hilarantes y se muestra incómodo en los retazos de tragedia que apuntalan la película. Una película que nos narra las vicisitudes de dos espías británicos en territorio alemán. Uno de ellos (Milland) conocerá a una gitana (Dietrich) que le ayudará a conquistar con éxito la misión encomendada.
Leisen nos ofrece, eso sí, a una Marlene Dietrich alejada de sus insulsos papeles de mujer fatal, vestida de gitana y hasta divertida y alocada. De otra parte, ese estupendo actor que es Ray Milland, se nos muestra como un buen comediante capaz de salir airoso de las situaciones más rocambolescas.
Cuidada puesta en escena y correcta fotografía en blanco y negro para un film que no es lo mejor de su autor pero que termina siendo una curiosa movie road con carro.
Una larga retrospectiva, en la que se cuelan perfiles de crónica social, sirve para dibujar una historia intimista y humana en la que la supervivencia se muestra como una difícil condición.
El argumento está contado con sobriedad pero con suficiencia, la ambientación es magnífica y la interpretación de M. Dietrich y de R. Mann consigue ese nivel de altura que conviene al cine de calidad.
Y aunque alguna ingenuidad formal resta valor a la obra, las bellas canciones que incorpora, el espíritu de aventura y el hechizo de los aretes de oro consiguen minimizar sus secuelas negativas en una película que, por encima de todo, encierra los secretos del mérito cinematográfico.