En la niebla
Sinopsis de la película
Segunda Guerra Mundial, año 1942. En la frontera rusa, los partisanos de la resistencia bielorrusa luchan encarnizadamente contra la ocupación nazi. A través de la historia de dos partisanos cuyos caminos confluyen, el relato denuncia la irracionalidad y la crueldad de la guerra. Adaptación de la novela homónima del prolífico escritor bielorruso Vasiliy Vladimirovich Bykov.
Detalles de la película
- Titulo Original: V tumane (Im Nebel) (Dans La Brume) aka
- Año: 2012
- Duración: 127
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Opinión de la crítica
Película
5.7
51 valoraciones en total
Tras la nominación a la palma de oro en Cannes con My Joy, Sergei Loznitsa volvía al festival, solo que esta vez sí consiguió un premio: el de la crítica.
Basada en la novela de Bykov, En la niebla trata de la vida de Sushenya, un partisano que, tras hacer descarrilar un tren nazi junto a otros tres compañeros, estos son ahorcados mientras que éste es puesto en libertad, lo que hace sospechar a tus compatriotas de que les ha traicionado. Por ello, otros dos partisanos, Burov y Voitik, acuden a buscarlo para ajustar cuentas .
Esta historia principal se va intercalando con flashbacks, introducidos únicamente por un fundido a negro, sobre cada uno de los tres partisanos.
Con un ritmo contemplativo que ya demostró en su anterior obra, ausencia de música, planos largos y continuos planos traseros de los protagonistas muestran las intenciones de Loznitsa de, más que un film bélico, es una reflexión sobre la guerra, sobre la gente que le ha tocado participar en ella y las consecuencias que conlleva. Un drama intimista que trae ecos del cine de Tarkovski, mostrando unos personajes fríos exteriormente pero con interesantes remordimientos en su interior.
Una interesante propuesta, sin sensiblerías y huyendo de dramatismos forzados, es un ejercicio notable que, sin embargo, se acaba estancando en su lentitud. Los flashbacks no muestran gran cosa para la trama principal, solo datos de unos personajes que no cautivan lo que debieran, daba esa excesiva frialdad exterior que les caracteriza. De hecho, de los tres protagonistas, el único que nos es más cercano es Sushenya, y, por tanto, es el único de los flashbacks que tiene algo que contar. Aparte de esto, la historia central se resume en pocas líneas, y se necesita de una voluntad férrea para no sucumbir en el intento.
No estoy en contra de este tipo de cine introspectivo, lo veo estimulante y una gran alternativa al cine de evasión que predomina en las carteleras, pero para ser un ejercicio satisfactorio es necesario tocar el alma del espectador. Y, me temo, En la niebla no se acerca en ningún momento a tal efecto. Si pudiéramos en una línea imaginaria, en un extremo la desmesurada sensiblería y la pornografía sentimental, y, en el otro, la rigidez, la carencia total de emociones, la película de Loznitsa estaría rozando el segundo extremo. Virtus in medio est decía Horacio, y es que los extremos nunca son buenos. Tanto el exceso como el defecto son problemas a evitar, pues, sin sentimiento, ¿qué reflexión vas a causar al espectador?
A los amantes de este tipo de cine le recomendaría la película de Sergei, pues pese a mis quejas, cada uno es un mundo y seguro que alguno le ve la emoción necesaria que yo buscaba, pero, desde luego, a todos los demás, que no confundan una película ambientada en la Segunda Guerra Mundial con una película bélica de acción y héroes patrióticos, porque la decepción será mayúscula.
No entiendo cómo una película tan bien hecha puede haber terminado llegándome tan poco. Su buena técnica, su fotografía, su excelente ambientación y sus buenas interpretaciones conforman una base sobre la que puede vislumbrarse la construcción de un buen producto, pero la excesiva obsesión contemplativa del director extiende la duración de la película innecesariamente hasta mermarla en su conjunto.
Muchas de sus escenas son intrascendentes y no dicen nada que vaya más allá de lo decorativo, de la belleza visual e inestable tranquilidad que pueden producir esas secuencias sobre el espectador: dos hombres en silencio y montando a caballo durante casi tres minutos, cámaras fijas durante un tiempo similar sobre un cuervo graznando, el exterior de un hogar o la panorámica de otros lugares, conversaciones que se mantienen casi a tiempo real respetando todos los silencios que mantienen las miradas de sus protagonistas…
Y vuelvo a lo mismo. Todo eso está bien hecho, algo que especialmente valoras cuando han pasado unas horas después de haber visto la película y ha madurado la opinión que se pueda tener sobre la misma, comprendiendo que hay una calidad evidente en esta producción, pero que ésta queda herida de muerte con la extensión de un metraje que bien pudiera haberse ahorrado más de media hora.
Su historia, desplegada en el marco de la Segunda Guerra Mundial, ofrece un relato de supervivencia que refleja la crudeza y el absurdo de la guerra, tocando el espinoso pero recurrido tema de la traición ubicando a su personaje, Sushenya (Vladimir Svirskiy), partisano bielorruso, entre dos fuegos. Por un lado, es acusado por sus camaradas de la resistencia de haberles vendido a los alemanes, y por el otro, los propios alemanes y sus tentáculos en ese país (la policía militar bielorrusa) controlan el lugar convirtiéndolo, metafóricamente, en un campo de minas: vayas donde vayas no sabes cuándo vas a pisar el lugar incorrecto y acabar sin vida.
Me gusta el dibujo de lo cotidiano en aquel tiempo y circunstancia: desde una simple secadora manual para la ropa, hasta la austera alimentación de sus personajes, pasando por los trapos que utilizan como calcetines y otros detalles tan simples como gratificantes que pueden verse en la cinta y que transmiten las dificultades del momento y la peculiaridad de la época. Todo esto se ofrece desde el ya mencionado estilo contemplativo de la realización, algo que se puede digerir bien durante la primera hora, pero que a partir de ese instante se empieza a comprender que el formato de la película es este y que cualquier cosa que se cuente será con el mismo ritmo espeso que hasta entonces.
Cuesta llegar hasta el final de la cinta sin haberse revuelto en la butaca o haberse mirado el reloj varias veces durante su duración, y llegado el último tramo (siempre y obviamente, esto no es más que mi opinión) todo comienza a dejar de importarte, deseando que todo se resuelva pronto y aparezcan los títulos de crédito para salir despavorido de la sala. Gustan las interpretaciones de sus personajes, especialmente la de Vladislav Abashin como Burov, y se da toda una lección de cómo debe ambientarse una película de estas características, resultando también interesante por atreverse con un género tan lleno de historias en el cine, con un argumento no completamente distinto, pero si algo diferente de lo que viene siendo la media, y además enmarcado en un territorio menos explorado.
Pero su lentitud y la extensión de cada una de sus escenas (emplea mucho tiempo para mostrar cosas evidentes, recreándose su director, Sergei Loznitsa (My Joy, 2010), con su propio trabajo) hace que estas tarden tanto en llegar a uno para transmitirnos algo, que cuando ya lo han hecho su poderío se ha evaporado por el camino. Nunca he visto mal que una película carezca de música, pues incluso me parece toda una demostración de valentía, pero en este caso se termina echando de menos un elemento como ese, que ayude a seguir de una forma más amena determinadas escenas. Tampoco termino de comprender el desarrollo de la incluso absurda relación entre los dos protagonistas, o por lo menos cómo la concibe el personaje de Sushenya, pero esto, como todo el resto de la crítica, es cosa mía.
Segunda Guerra Mundial, Bielorrusia está siendo ocupada por el ejército alemán, viéndose encarados por los partisanos locales que buscan con los pocos medios posibles hacer frente a la invasión Nazi, en un lucha en clara desventaja.
El film se centra en tres bielorrusos que por ciertos motivos quedan varados en medio del bosque (un personaje más del film), a modo de flashbacks que se alternan con la realidad vamos conociendo un poco de estos individuos.
Lo importante y rescatable de una obra como V tumane es que muestra la guerra como es, es por eso que tenemos un film áspero, frío, cruel, agresivo, sucio, incomodo, nefasto, devastador, triste e injusto, así sin más.
Porque en esta película no hay héroes ni villanos, no hay un grupo de soldados valerosos que logran salir avantes ante el ejército invasor, no hay machos alfas que parecen dioses bajados a la tierra luchando por el lado de los buenos, no.
Aquí la guerra se muestra como es, no se pretende glorificar nada, sentimos la guerra, sentimos la agonía, la lucha contra la naturaleza misma, en un ambiente desolador y poco esperanzador, hay que ver ese final.
De seguro mucho tendrá que ver la vocación documentalista del director Loznitsa, que presenta su segundo largometraje de ficción, teniendo eso sí ya una gran cantidad de documentales en su haber.
Técnicamente es una película impecable, el uso del sonido es vital ante la ausencia de música, los largos planos y la ausencia de diálogos recuerdan mucho al cine de Andrei Tarkosky, así que si no les gusta este realizador, probablemente este film se les hará insoportable.
A mí se me hace una gran película, devastadora e inquietante, además de muy bien ambientada, detallista y con actuaciones sobresalientes.
Nominada a la palma de oro del 2012, y basada en la novela Vasiliy Vladimirovich Bykov, el relato conjuga tres historias de personajes que fueron afectados por la invasión Alemania en el 42, ocurrida en la frontera rusa, Loznitsa utiliza una narrativa pausada para conjugar las historias de cada personaje de buena manera, tres hombres miembros de la resistencia que vivieron diferentes episodios y encuentros con los nazis, tomando una paleta de colores amarillenta y dotada de actuaciones bastante buenas el filme se vuelve humano en su relato y tiene tintes de crudeza, esa crudeza de los nazis que ya conocemos bien por documentales, libros y películas tan legendarias como La Lista de Schindler o El Pianista, Loznitsa recurre a contar la historia cargándolas de imágenes con muy bella fotografía, hay secuencias en donde el dialogo entre los personajes es mínimo y ciertamente innecesario, el estilo del director nos recuerda por momentos la gracia de encuadres Aleksandr Sokurov y la inventiva visual de Andrei Tarkovsky, sin duda maestros inolvidable del cine Ruso, en el paso del filme el mismo crea situaciones en donde los personaje deciden en un segundo su futuro próximo, deciden entre esclavitud o resistir con sus fuerzas al ejército nazi, En la niebla delimita pausadamente la irracionalidad humana, lo inútil de la guerra, al final detrás de esa niebla esta la incapacidad de los hombres de ver más allá de sus mismas narices.
Lo Bueno
El acabado visual, la fotografía es una belleza.
Buenas actuaciones, comprometidas y muy humanas
Nos da nostalgia recordar ese estilo ruso de hacer cine en donde las imágenes prevalecen ante todo.
La historia es simple si, cuando se hace un filme de este tema hay que tener cuidado en no caer en lo que ya se ha visto, esta es una versión valida del impacto de la segunda guerra mundial.
Lo Malo
Su ritmo narrativo (para mí no hay el mínimo problema), pero sus planos largos y escasos diálogos pueden una generalidad de ser un filme aburrido, lo cual no es cierto.
El desenlace no me gusta, ya el filme es bastante pesimista para un final así.
Podría parecer una película más del género bélico, con sus miedos, sus angustias, su locura implícita, podría ser un canto más a la necedad del hombre que se convierte en sanguinario, en ocasiones, sin la más mínima reflexión……, pero algo tiene En la niebla que la diferencia. Puede que la personalice el ritmo, ese cadencioso pasar del tiempo en el que lo único importante es seguir respirando, sin saber porqué, sobre una tierra yerma y yerta, sin ilusión, sin esperanza.
La Segunda Guerra Mundial ha sido para el cine una veta inacabable. Pero en todos los filones importantes aparecen, junto al mineral que interesa, toneladas de morralla y algunas piedras pequeñas y preciosas. Me atrevería a decir que esta historia bielorrusa, extraída de una novela del escritor, de la misma nacionalidad Vasiliy Vladimirovich Bykov, es una de estas gemas.
La sosegada manera de contar de Sergei Loznitsa y la bondadosa resignación del hombre marcado para siempre, nos introducen en un bucle en el que los buenos deseos nacen muertos, y los espectadores solo podemos acompañar solidariamente a quienes sufren las consecuencias de la enfermedad social más terrible: la guerra.
Buen momento, una vez más para recordar los versos de Miguel Hernández: Tristes guerras si no es amor la empresa. Tristes. Tristes. Tristes armas si no son las palabras. Tristes. Tristes. Tristes hombres si no mueren de amores.Tristes.