En la ciudad de Sylvia
Sinopsis de la película
Un hombre vuelve a Estrasburgo para buscar a una mujer de la que se enamoró seis años atrás y recuperar aquel mágico momento. Es verano. El joven extranjero callejea observando y dibujando gestos y expresiones captadas azarosamente en la calle sin dejar de buscar a esa mujer, cuyo recuerdo gravita sobre la ciudad. Esa búsqueda le conduce a otra mujer y ésta a otra… siempre bajo la invocación de la ausente.
Detalles de la película
- Titulo Original: Dans la ville de Sylvia
- Año: 2007
- Duración: 82
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Opinión de la crítica
Película
6.2
32 valoraciones en total
Al principio parece que va a ser una versión muda (o afónica al menos) de Antes del atardecer/anochecer : jóvenes guapos y enamorados dando vueltas por una ciudad histórica europea (en este caso, Estrasburgo). La película tiene imágenes muy sensibles y emocionantes (esas sombras en las paredes del hotel, muchos rostros, miradas, gestos, silencios, presencias y ausencias, luces). Todo esto está muy bien y se agradece la voluntad de romper con la retórica al uso en el cine (aunque, claro está, Guerín no renuncia a que los protagonistas sean un estilosísimo macizo de ojos azules y Pilar López de Ayala, aquí no queremos feos que nos revienten la película), pero…
Esta es una lírica visita a una ciudad donde lo que fascina al viajero no son las catedrales, los puentes o los museos, sino las múltiples variantes de mujeres que por allí deambulan, en las terrazas de los cafés, en las callejuelas estrechas, en los bares de copas, en las estaciones…
Titulo mi crítica robándole esta frase al propio Guerín porque me parece que resume, al menos parte de, sus inquietudes al hacer esta película. De ahí sale esa influencia de Hitchcock de la que tanto se ha escrito. De ese suspense buscado, pero llevado a otro terreno, al de la busqueda del significado de un gesto, de una mirada, de un ideal. Con él consigue una carga emocional y una empatía intensa, que se puede comprobar cada vez que aparece, directamente o traves de cristales o reflejos, una Pilar López de Ayala sublime y guapísima. Cada una de esas apariciones produce un vuelco en el espectador, con el que haya podido conectar claro. La narración es particular, calmada, utilizando una cantidad de diálogos mínima, comprensible que no todos los espectadores conecten. Yo mismo vi salir a gente de la sala antes de terminar. En mi caso, al principio estuvo cerca de llegar al tedio, hasta que el festival de gestos, esa naturalidad, por su cercanía al documental y la increible labor de los actores, pero también por la labor de Guerín, por el tempo que utiliza, por esa repetición de figurantes que le da caracter propio a la ciudad (el africano que vende carteras, el acordeonista rumano…), un caracter al que estamos acostumbrados, y también esa carga de simbolismo y, sobretodo, esa hiperexpresividad, consiguió engancharme y de ahí ya no pude salir. Guerín consigue sacar expresión (una expresividad brutal de hecho) de Pilar López de Ayala hasta de espaldas. El trabajo con el sonido es igualmente increible.
Es cierto, y no deja de ser curioso, que en algunos momentos mi mente me llevó a historias propias, pero todo ello sin dejar en ningún momento la película. Quizás esas historias vividas por mí, pero evocadas por gestos de los personajes, fuesen a lo que Guerín se refería con querer hacer al público participe absoluto de la película rellenando lo que, él expresamente había vaciado. En otras circunstancias esa pretenciosidad me hubiese parecido tramposa y falsa, pero en este caso funcionó realmente conmigo, y posiblemente de ahí venga ese 9 que no estoy seguro de que la película objetivamente merezca.
Tras el aparente minimalismo del argumento, se oculta, en mi opinión, en En la ciudad de Sylvia uno de los grandes temas de la experiencia humana: la Búsqueda, planteada aquí desde una perspectiva platónica, como búsqueda de la Idea inteligible desde el mundo de lo sensible (1) [notas en spoiler], búsqueda, en este caso, de la Idea de lo eterno femenino (de la Belleza, desde otra perspectiva), que obsesiona al protagonista desde que, seis años atrás, una experiencia de revelación marcara decisivamente su vida, experiencia que no ha podido olvidar o que, si olvidó, fue para recuperarla luego y reconstruir mediante la memoria (2) un sentido a partir de un vestigio: un simple posavasos de un bar que quiere utilizar, a modo de icono sagrado, para acceder a una realidad de orden superior.
En alguna medida, Él (3) ya ha reconstruido interiormente esa experiencia, pero cae en la tentación de la exterioridad, de traer el cielo a la tierra, y, arrastrado por la necesidad de una inútil e imposible confirmación (4), se lanza a la búsqueda de Ella en el mundo físico, arrastrado por la inercia perceptiva que atribuye más realidad al espejismo ruidoso de la materia que a lo que el alma construye en el silencio (5). Tentación fatal ésta de buscar a Ella entre ellas, condenada de antemano al fracaso (6).
La ciudad, la ciudad-de-Sylvia, se convierte así en un espacio literalmente meta-físico, en donde se confronta la realidad interior de Él y la realidad exterior de el mundo. Estamos ante una búsqueda esencialmente caballeresca, perfectamente equiparable a la odisea artúrica (7). Búsqueda que es, a la vez, un trayecto o viaje iniciático (8), al final del cual, el protagonista accede quizás a un conocimiento: la realidad interior (que no es lo mismo que subjetiva) no necesita ni puede obtener su sanción de ninguna exterioridad.
El resultado de esa imposible colusión entre interioridad y exterioridad, entre alma y mundo material, no puede ser otro que la catástrofe, con ella, la decepción, la renuncia y la entrega a una aventura banal, carente de todo encanto, surgida en un tugurio decadente, lo que implica un verdadero crimen (9).
El final de la película para mí se mantiene enigmático. Exactamente igual que ocurría en Tren de sombras. O Guerin [sin acento] no sabe terminar sus películas o yo no he sabido leer sendos finales, o toda mi lectura es errónea, lo que también puede ser.
Película sutilísima, en todo caso, en la que todo está implícito y casi nada explícito —o sólo tenuamente explícito—(10), de un minimalismo que emana de una esencialización inspirada y que no es (como tantas veces) un mero disfraz para la ausencia de algo medianamente interesante que contar. Guerin es uno de los pocos directores —entre los españoles el único, yo creo, vista la inactividad de Erice— que nos hacen confiar en que el cine puede ser algo más que industria del espectáculo.
Este falso documental es, en realidad, bastantes cosas:
– Es una epifanía.
– Un precioso autorretrato.
– Un mapa delicioso del eterno femenino.
– Una topología íntima y maravillosa de Estrasburgo.
– Un viaje sentimental.
– Un pálpito de vida callejera.
– Un ejercicio de cine depurado: imagen y sonido.
– Una llamada desaparecida.
– Un juego de miradas.
– El nacimiento de la luz.
– Caminos que se cruzan.
– El título de un libro de Canetti.
– Un rostro imaginario y sonriente.
– Un mar estilizado de reflejos.
– La búsqueda infinita.
– Un tranvía casi inmaterial.
– Un instante de paz en una tarde de domingo.
– Unos ojos azules.
– Un nido de labios.
– El vacío.
– Es el rodar de una botella.
Y, bueno, lo confieso: a mí también me encantan las mujeres.